Obrero Revolucionario #1110, 15 de julio, 2001, en rwor.org
El siguiente artículo examina la historia de Vladimiro Montesinos, quien desempeñó un papel central en el gobierno peruano, pero casi siempre entre bastidores.
Cuando el gobierno peruano capturó al Presidente Gonzalo (Abimael Guzmán), jefe del Partido Comunista del Perú, el 12 de septiembre de 1992, le atribuyó el "mérito" a la policía antiterrorista, conocida como la DINCOTE. La prensa mundial informó que la captura del líder revolucionario fue el punto culminante de un largo y complicado operativo. El Senado estadounidense puso por los cielos al presidente Alberto Fujimori. Pero sorprendentemente, el día del acontecimiento más significativo de la historia reciente del país, Fujimori estaba pescando en una región remota del Amazonas y el ministro del Interior tampoco estaba en la capital.
¿Quién estuvo a cargo del operativo de la DINCOTE? ¿Quién podría haber tenido tan indiscutida autoridad que la captura del Presidente Gonzalo se llevara a cabo sin siquiera la presencia de los más altos líderes del gobierno?
La DINCOTE opera bajo la dirección del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y bajo la supervisión del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), y la misteriosa figura que controlaba las FFAA y el SIN en ese momento era Vladimiro Montesinos.
Montesinos era el "asesor" más próximo de Fujimori y tenía vínculos bien conocidos con la CIA. Incluso se decía que era quien verdaderamente llevaba las riendas del gobierno. Como señaló el Comité Internacional de Emergencia para Defender la Vida de Abimael Guzmán (CIE): "Ningún país está bajo la autoridad de una sola persona. Mejor dicho, las personalidades que constituyen un gobierno generalmente acomodan las necesidades gubernamentales al mantenimiento de su propio poder en determinada época, y muchas veces diferentes personas desempeñan papeles muy distintos. Montesinos es una sola persona en el régimen de Fujimori. Sin embargo, el papel jugado por Montesinos en el mantenimiento del poder en Perú revela mucho sobre el régimen, su dependencia de los escuadrones de la muerte y de la represión, su complicidad con los narcotraficantes y, muy especialmente, su relación con el gobierno de Estados Unidos".
Agente de la CIA en Perú
Desde finales de los años 60, cuando era un joven oficial del ejército, Montesinos demostró un talento especial para ejercer influencia vinculándose a poderosas figuras de la clase dominante. En 1973 llegó a ser el ayudante personal y asesor del general Mercado, quien era primer ministro, ministro de Guerra y comandante en jefe de las fuerzas armadas del gobierno militar del general Velasco (que expulsó a los asesores militares de Estados Unidos y compró armas de su principal rival, la Unión Soviética).
Según la autobiografía de un mayor del ejército, durante esa época la CIA reclutó a Montesinos. En ese tiempo la agenda semanal del presidente Velasco llegaba a la embajada estadounidense casi tan pronto como él la aprobaba. Cuando se descubrió que Montesinos tenía un documento importante que desapareció de la caja fuerte del general Mercado, varios oficiales sospecharon que le estaba dando secretos militares y gubernamentales a la CIA, pero no pudieron echarlo.
En 1976 sus enemigos lograron enviarlo a un puesto remoto cerca de la frontera de Ecuador. Pero dos días después, Montesinos regresó a Lima y fue a la embajada estadounidense, donde recibió una invitación oficial para viajar a Estados Unidos. Fue una clara señal de que, a los ojos de Washington, era un agente importante. En Estados Unidos se identificó falsamente como asesor del primer ministro. Se reunió con funcionarios del Departamento de Estado y de la CIA, y dio charlas en la Universidad Interamericana de Defensa. Cuando regresó a Perú, lo arrestaron y lo acusaron de "traición a la patria", lo que se castiga con la pena de muerte, pero la acusación se anuló. En 1977 lo condenaron de mentira y deserción, lo expulsaron del ejército y lo sentenciaron a un año de cárcel.
Abogado de los narcotraficantes
Poco después de salir de la cárcel, Montesinos fue uno de los principales voceros públicos de los narcotraficantes, quienes apreciaban sus muchos contactos en el gobierno y las fuerzas armadas, y su conocimiento de policías y jueces corruptos. Los defendía ante los tribunales, alquilaba casas en su nombre, les advertía cuándo debían esconderse y hacía desaparecer documentos para impedir su extradición. Pero también se enemistó con ciertos oficiales del ejército y otra vez lo acusaron de traición.
Después de pasar varios años en exilio en Ecuador y Argentina, Montesinos regresó a Perú y comenzó de nuevo su ascenso a los más altos niveles del poder. Volvió a defender a los principales narcotraficantes y llegó a ser asesor extraoficial del fiscal de la nación. El periodista peruano Gustavo Gorriti escribió: "En 1988, muchos de los miembros más importantes de la organización de narcotraficantes gozaban de impunidad. Montesinos estaba a cargo de la fiscalía de la nación y eso fortaleció enormemente su posición en la policía y el poder judicial".
A continuación se dedicó a parapetar su influencia en las fuerzas armadas manejando una masacre del ejército en Cayara. En mayo de 1988, una patrulla militar asesinó a hachazos a 24 campesinos en el distrito de Cayara, en el sur de Ayacucho, en represalia por una emboscada de un convoy militar por la guerrilla maoísta. Hubo fuertes protestas contra la masacre y un fiscal empezó a sacar pruebas dañinas para el general José Valdivia, quien la ordenó. El alto mando militar buscaba una manera de tapar el incidente y le pidió ayuda a Montesinos. Cuatro testigos presenciales cayeron asesinados. El fiscal tuvo que exiliarse. Se nombró un nuevo fiscal y este suspendió la investigación. Gracias a Montesinos, el general Valdivia siguió su carrera militar sin problemas.
Vínculos con Fujimori
En 1989, Montesinos extendió su influencia a los servicios de espionaje. Persuadió al SIN de que era indispensable dándole detallados expedientes de la fiscalía de la nación sobre miles de personas acusadas de "subversión" y sobre víctimas de abusos de las fuerzas armadas. Con el tiempo, Montesinos llegaría a ser la cabeza de facto del SIN.
Durante las elecciones presidenciales de 1990, un candidato desconocido llamado Alberto Fujimori llegó a la segunda vuelta contra el novelista y candidato favorito, Mario Vargas Llosa. Aunque importantes sectores de la clase dominante apoyaban a Fujimori, sabían que tenía muchos problemas que podrían provocar grandes escándalos. Por ejemplo, el gobierno anterior le había dado ilegalmente una gran finca que debía haberse repartido a los campesinos como parte de la "reforma agrícola". Además, cometió muchas estafas y tenía problemas de evasión de impuestos.
Montesinos se encargó de la "limpieza de los archivos" y "persuadió" a los testigos de los incidentes de callarse la boca. Así, todas las acusaciones contra Fujimori se desvanecieron.
Cuando tomó posesión de la presidencia, escogió a Montesinos como asesor personal. Desde esa posición de poder, Montesinos puso a sus aliados en puestos clave del ejército, la policía y los ministerios.
Montesinos también reactivó sus vínculos con la CIA, si es que acaso los suspendió. Con regularidad iba a ver al jefe de estación en Lima y recibió una invitación a la sede de la CIA en Langley, Virginia.
"Guerra contra la droga" de Estados Unidos y la intervención contra
la guerra popular
Fujimori fue elegido presidente precisamente cuando la guerra popular que dirige el Partido Comunista del Perú estaba estremeciendo al gobierno peruano y los imperialistas yanquis. Los expertos de contrainsurgencia hablaban de la posibilidad de que la guerra popular triunfara y Estados Unidos tomó medidas para intervenir más, en gran medida bajo el pretexto de la "guerra contra la droga".
En 1991 se organizó el brazo "contra la droga" del SIN. Gorriti escribió: "No hubo discusión sobre la creación de esa unidad, ni se tomó la decisión en Perú, sino en Washington por medio de reuniones entre diferentes agencias". La CIA lo equipó, financió y adiestró. Según Gorriti, la unidad secreta nunca se usó para operaciones contra la droga sino solo contra oponentes de Fujimori. Máximo San Román, vicepresidente de Fujimori que después fue destituido, acusó a Montesinos y el SIN de organizar directamente el narcotráfico.
El gobierno de Estados Unidos conocía todo eso. La DEA escribió en un informe interno de 1991: "Montesinos se ha ganado la confianza incondicional del presidente y usa esa posición para cambiar y designar ministros y consejeros, lo mismo que transferir oficiales del ejército... siempre con el objetivo de respaldar el tráfico de narcóticos".
Algunos funcionarios de la DEA estaban molestos de que la CIA disminuyera el papel de la DEA en Perú e iban a denunciar los vínculos de Montesinos con los narcotraficantes para recuperar su posición. Sin embargo, un funcionario de la embajada de Estados Unidos les dijo: "Si tienes un hijo, ¿le buscas defectos?".
Los imperialistas yanquis también sabían que el gobierno peruano era profundamente adicto a los "narcodólares", y que eso era lo que impedía un colapso económico y financiaba la guerra contra la revolución maoísta. J.K. Marga, un partidario del CIE, escribió: "El comercio de droga es parte de la estructura financiera y organizativa que el gobierno de Estados Unidos ha establecido para servir sus intereses en Perú. Si estas afirmaciones son correctas (y el hecho mismo de que nunca ha habido ni la más mínima presión contra Montesinos por parte del gobierno de Estados Unidos parece confirmarlas), las relaciones entre Montesinos y la CIA, de un lado, y entre Montesinos y Fujimori del otro, muestran que el tráfico de drogas es la parte clave del mecanismo por medio del cual Estados Unidos ha venido usurpando la soberanía nacional de Perú".
El "autogolpe" respaldado
por Estados Unidos
El 5 de abril de 1992 el gobierno de Fujimori, acosado por divergencias de la clase dominante y el Parlamento, se dio un "autogolpe": los generales tomaron el poder, disolvieron el Parlamento, suspendieron la Constitución, promulgaron decretos fascistas, despidieron al 75% de los jueces y arrestaron a cientos de oponentes.
Montesinos preparó el golpe y el general Valdivia se encargó del aspecto militar. Gorriti describió una de las primeras medidas de los golpistas: "Oficiales de inteligencia del ejército comenzaron a saquear los archivos del poder judicial y las oficinas de las autoridades judiciales con el fin principal de apoderarse de los archivos relacionados con los casos en que estuviese involucrado Montesinos... como abogado de narcotraficantes, lo mismo que documentos que el propio Fujimori no desea revelar a la opinión pública".
Según Gorriti, en los círculos diplomáticos de Lima se hablaba abiertamente de que el gobierno de Fujimori estaba preparando esa medida. La embajada estadounidense seguro se dio cuenta de que Montesinos se reunió con oficiales de las FFAA antes del "autogolpe". Pero el embajador estadounidense en esos días, Anthony Quainton, no hizo ningún comentario público sobre esas maniobras.
El día del golpe, Bernard Aronson, un funcionario de alto nivel del Departamento de Estado, estuvo en Lima y sostuvo conversaciones con altos funcionarios del gobierno de Fujimori. Menos de un mes después, Aronson estaba de regreso en Lima y se reunió con Fujimori y sus generales pocos días antes de la masacre de los presos revolucionarios del penal Canto Grande.
El gobierno de Estados Unidos hizo una crítica pública de Fujimori después del golpe y anunció que iba a suspender una parte de la ayuda. Pero bloqueó las propuestas de sancionar a Perú en la Organización de Estados Americanos. Además, no interrumpió su respaldo a la feroz contrainsurgencia contra la guerra popular. Una parte clave de ese respaldo fue la ayuda directa que la CIA y el Pentágono le dieron a la policía secreta para capturar al Presidente Gonzalo, el jefe del PCP, y a otros líderes.
Los lazos con los escuadrones de la muerte
El "autogolpe" no terminó las luchas internas de la reaccionaria clase dominante. Un indicio sobresaliente de eso fue la denuncia de un general de alto rango, que delató a un escuadrón de la muerte dirigido por el gobierno y que se llamaba Grupo Colina. En mayo de 1993, el general Robles, el tercero en la jerarquía de las FFAA, le dijo a la prensa que existía un escuadrón de la muerte que operaba bajo órdenes directas de Montesinos y del general Hermoza Ríos, el comandante en jefe de las FFAA.
Dos de las tristemente célebres atrocidades cometidas por el Grupo Colina fueron las masacres de Barrios Altos y La Cantuta. En noviembre de 1991, hombres encapuchados armados con ametralladoras y silenciadores llegaron en carros del hermano de Fujimori (que fue viceministro del Interior) a una fiesta en Barrios Altos, un barrio pobre del centro de Lima, y masacraron a 15 personas, entre ellas un niño de ocho años, en menos de un minuto.
La Cantuta es una universidad conocida por su actividad política y apoyo a la guerra popular maoísta. En 1992, nueve estudiantes y un profesor fueron secuestrados y nunca aparecieron. Después de la denuncia del general Robles se encontraron restos calcinados de las víctimas de La Cantuta en fosas comunes cerca de Lima. El gobierno de Fujimori corrió a tapar el crimen y a proteger a altos militares y funcionarios. Un tribunal militar secreto condenó a varios oficiales a la cárcel y declaró cerrado el caso.
Por horripilantes que son esas masacres, son solo parte de la sanguinaria lista de crímenes cometidos contra el pueblo por la dictadura de Fujimori.
En 1992, pocos meses después del autogolpe, unos congresistas estadounidenses le preguntaron al Departamento de Estado sobre las relaciones de Estados Unidos con Montesinos. Estaban preocupados porque esa relación podía resultar embarazosa, como en el caso de Manuel Noriega en Panamá. La investigación del Congreso concluyó: "La CIA tiene una relación con él. Es un personaje muy valioso".
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