Obrero Revolucionario, No. 1113, 5 de agosto, 2001posted at http://rwor.org
Jóvenes de todas partes de Europa fueron a Génova llenos de osadía y resolución para oponerse a la reunión de los chupasangres imperialistas del G-8. En medio de humo y gas, se enfrentaron a las cachiporras y armas de fuego con piedras y cocteles molotov.
En una de las batallas campales los carabinieri, la policia nacional, asesinaron a sangre fria a Carlo Giuliani, de 23 años, y residente de Génova. ¿Qué crimen cometió? El de unirse a manifestantes contra la globalización que no están de acuerdo con que este mundo, en el que un billón de seres humanos tiene que vivir con $1 al día, sea "el mejor mundo posible"; gente que no acepta que los medios de producción, que podrían eliminar la pobreza y el hambre, sirvan para que unos acumulen riqueza y destruyan la vida y el ambiente; gente que lucha por un futuro diferente, sin mares contaminados, ecosistemas arruinados, calentamiento atmosférico y las tragedias de mortalidad infantil y mano de obra de menores de edad; gente que lucha por un mundo sin maquiladoras, pobreza ni otros crímenes del capitalismo.
Carlo y los otros manifestantes no se tragaron las mentiras ni los engaños del sistema sobre el "libre comercio" y la supuesta maravilla del "mercado libre". Ellos vieron que la globalización capitalista hunde a billones de seres humanos en la pobreza para beneficio de un puñado de ricos y poderosos. Al igual que miles de jóvenes en Seattle, Quebec, Papua Nueva Guinea y Gotenburgo, los manifestantes de Génova arriesgaron la vida para desenmascarar los horrores que comete este sistema y para luchar por un futuro diferente. Lo mató una bala de la policía. Pudiera haber sido cualquiera de nosotros.
El Obrero Revolucionario/Revolutionary Worker condena el asesinato cobarde de Carlo Giuliani por los carabinieri y al sistema capitalista que los armó, entrenó, dirigió y desencadenó. La muerte de Carlo en una batalla justa y correcta es algo que el pueblo jamás olvidará ni perdonará. Tanto él como los otros luchadores de Génova están ligados por miles de lazos a la vida y la muerte de luchadores de todo el mundo: los presos de las cárceles de Turquía, los que comabaten en las calles de Cisjordania, los valientes combatientes de Nepal y Perú o los que luchan en Bolivia, México, India, los campesinos sin tierra de Brasil contra los planes de ajuste, y los que luchan contra la brutalidad policial en las calles de Cincinnati o Los Ángeles. Su muerte es una razón más para hacer la revolución.
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En el nuevo mileno todo intercambio humano se comercializa para sacarle el máximo rendimiento de ganancias. Por ejemplo, convierten las invenciones científicas, como los avances en computadores y en biología, en instrumentos para extraer riqueza, para lanzar bombas y construir armas. Hasta patentan la vida para convertirla en dinero. No hace mucho los capitalistas andaban alabando su sistema, declarando su triunfo y diciendo que es eterno. Hasta proclamaron "el fin de la historia". Pero como dijo hace poco un escritor, ante la ola de protestas mundiales somos testigos "¡del fin del fin de la historia!".
Ahora, a donde sea que vayan los imperialistas y cabecillas de estado, sea la forma que tome el pillaje y robo de los pueblos del mudo, los esperan poderosas protestas a la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo de Asia, la Unión Europea, el Foro Económico Mundial, G-8, la Cumbre de las Américas. Se los acosa incluso en las entrañas de la bestia imperialista y esto es magnífico. Cada vez que desencadenan a sus ejércitos armados contra manifestantes crece la protesta popular y muchos más se vuelven contra el sistema.
A raíz de las batallas de Génova, el asesinato de Carlo y las salvajes palizas, se está dando un intenso debate en el movimiento contra la globalización. Se puede hablar de un momento decisivo. Millones están haciendo preguntas importantes: ¿Qué clase de sistema es este? ¿Cómo lo combatimos? ¿Cómo vamos a acabar con las injusticias?
En Génova dejaron caer la máscara detrás de la que la burguesía oculta la realidad: una democracia para los ricos y poderosos, la clase capitalista, que gobierna por medio de una dictadura contra las masas populares. En países como Italia (o Estados Unidos), la burguesía oculta su dictadura, pero saca sus colmillos en cuanto siente necesario proteger sus intereses. El sistema ha demostrado eso una y otra vez: el bombardeo atómico a Hiroshima y Nagasaki, las masacres de Vietnam, el bloqueo a Irak y los asesinatos de militantes del Partido Pantera Negra en Estados Unidos.
Tras el asesinato de Carlo Giuliani, algunos cabecillas imperialistas expresaron su "preocupación", como el presidente francés, Jacques Chirac, que dijo: "Cien mil personas no se molestan a no ser que tengan problemas en el alma y la mente". Esa no es una muestra de preocupación por los manifestantes y los temas que plantean; lo que preocupa a los imperialistas es sus intereses de clase y la competencia con sus rivales imperialistas, aunque confabulen con ellos contra los pueblos del mundo.
En lo fundamental, los imperialistas no pueden cambiar la naturaleza criminal de su globalización, pues su sistema se sustenta en la mayor explotación de la mano de obra a nivel mundial para aumentar sus ganancias. Los manifestantes contra la globalización parten de diferentes puntos de vista sobre cuál es la fuente del problema y cuál es la solución. Pero tanto sus protestas en Génova como en otras cumbres desenmascaran los crímenes del sistema, y por eso los ataques de las autoridades son cada vez más feroces.
Las crecientes y agudas luchas contra la globalización capitalista plantean la siguiente pregunta: ¿Cómo vamos a derrotar a las corporaciones y a los gobiernos del imperialismo que le causan tantos daños a la humanidad? Los marxista-leninista-maoístas pensamos que lo único que los va a barrer es la fuerza irresistible de la revolución.
El capitalismo afirma que el único futuro es su globalización y su dominio. Pero el planeta está repleto de gente que no tiene futuro en este sistema, y lo único que los salvará es la revolución mundial. La esperanza de todos está en arrebatarles el mundo a los que explotan la mano de obra, en hacer la revolución proletaria en todos los países. Así daríamos el primer paso hacia la liberación del planeta, para que las masas trabajen en común por el bien común. Esa es la meta a la que se dedican el Partido Comunista Revolucionario, EU y demás participantes del Movimiento Revolucionario Internacionalista.
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