De nuestra corresponsal

Debate y resistencia en las calles de Nueva York

Debbie Lang

Obrero Revolucionario #1121, 7 de octubre, 2001, en rwor.org

En Nueva York continúa el debate sobre los sucesos del 11 de septiembre. Esta semana presentamos las experiencias de los que repartieron la declaración del PCR "Los horrores que genera este sistema horroroso" (véanse los números 1119 y 1120). También presentamos entrevistas hechas en dos barrios negros, Harlem y Crown Heights.

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Centenares de miles de inmigrantes caribeños viven en Crown Heights. En un edificio en frente de una estación del tren, hay una pequeña huerta de tomates, pimientos, quimbombó y frijoles. El sábado por la tarde centenares de personas hacen las compras; los restaurantes y vendedores de frutas y verduras tienen un montón de clientes. En el aire se siente el olor familiar de jengibre, plátanos y cabrito con curry. El imperialismo ha traído a mucha gente de su tierra natal a este barrio y muchos de ellos han experimentado en carne propia los horrores que genera este sistema horroroso.

Fuimos con enormes afiches de la declaración del PCR y fotos de la destrucción que han causado las agresiones yanquis por todo el mundo. Un inmigrante mesoriental pagó los afiches.

Un señor miró las fotos y dijo: "Algo por el estilo tenía que pasar aquí porque el gobierno estadounidense ha atacado tantos otros países. Bombardeó Irak sin razón. No digo que esto esté bien; no se subsana un error cometiendo otro. Pero son los responsables por tantos ataques contra otros países".

Una señora de Trinidad dijo: "La política exterior de Estados Unidos tiene la culpa. Despachan tantos soldados a tantos países... Son unos valentones. Veamos a Granada, por ejemplo: despacharon las fuerzas armadas a bombardear y dominar. Lo hacen en los países pequeños y mueren los inocentes... Estados Unidos no debe enviar a los jóvenes a morir. Será una destrucción total en Afganistán".

Harlem tiene fama de ser la "capital de la América negra". Viven afroamericanos de varias capas sociales, al lado de inmigrantes de África y el Caribe. Como en la mayoría de los barrios oprimidos y proletarios, vimos menos banderas que en Manhattan. Unos cuantos vendedores ambulantes vendían camisetas o paliacates con la bandera. Pero solo se veía un mar de banderas en los ventanales de las tiendas de cadenas.

Un estudiante señaló la declaración y dijo: "Es cierto. La gente del Oriente Medio no tiene la culpa. La culpa recae aquí... ¿Por qué odian a Estados Unidos? ¿Por qué quieren vengarse o matar a tantos inocentes? Hay que examinar la historia, porque esto empezó hace tiempo. Estados Unidos siempre se mete en el patio de los demás y lo que pasó es una consecuencia. Es una lástima que murieran tantos inocentes. Me duele mucho. Pero el gobierno tiene la culpa y mucha gente no lo sabe. El gobierno tiene la culpa por la avaricia".

Un vendedor ambulante dijo: "Estados Unidos recorre el mundo y se mete en la vida de todo mundo. No es justo. Lo del 11 de septiembre es una barbaridad y otros países viven lo mismo a diario debido a Estados Unidos".

Un ministro religioso puertorriqueño del Bronx puso el OR en el altar y distribuyó la declaración en la iglesia.

Una situación contradictoria

En Harlem hay menos banderas, pero hay gente que se ha dejado influenciar por el gobierno y dice que "debemos unirnos como americanos para responder a este ataque". Unos nos dijeron que ponen la bandera para "honrar a las víctimas" y "mostrarles a los terroristas que el país está unido". Muchos temen más ataques, posiblemente con armas biológicas o químicas. Una señora nos dijo que no puede dormir por miedo de que mueran más inocentes, posiblemente seres queridos o ella misma. Y muchos dijeron que apoyarían al gobierno si "toma represalias contra los responsables"; unos incluso dijeron que, si bien el gobierno es responsable en última instancia, es necesario tomar represalias "para impedir ataques futuros".

Hablamos con afroamericanos que se identificaron como "estadounidenses" y que tenían cintas con los colores nacionales. Unos nos dijeron que "deben expulsar a los inmigrantes" y otras cosas chovinistas acerca de los musulmanes o los árabes. Unos inmigrantes comentaron que "Estados Unidos es la tierra de la oportunidad" y que "tenemos que proteger nuestro país".

Ante tantos comentarios así, los que se oponen a los planes bélicos del gobierno nos dijeron que se sienten aislados y tienen miedo de hablar. Una señora negra nos habló de una conversación con una compañera de trabajo judía: "Dijo que lo que le da más miedo de la situación actual es que se parece a la época de Hitler. Hitler logró matar a millones y millones de judíos porque el mundo entero guardó silencio. Dijo que mucha gente aquí no quiere una guerra pero que tiene miedo de decirlo".

Hablé con una joven afroamericana que tenía la cinta tricolor en la mochila. Cuando le comenté que el gobierno quiere que pongamos la bandera para apoyar sus planes de guerra, me dijo: "Así representamos a nuestro país. Mostramos que queremos al país y a nuestra gente. Por eso tenemos la bandera. No apoyamos una guerra. Ni modo". Miró el OR, y el afiche la sacudió: "No sabía que Estados Unidos bombardeó todos esos países. Aquí murió mucha gente inocente, pero allá también". Compró un periódico y guardó la declaración.

Nos dimos cuenta de que es posible cambiar el debate. Mucha gente quiere hablar, incluso los que no están de acuerdo. Los sucesos los han despertado de su rutina y ahora están debatiendo temas ideológicos y políticos muy serios. Cuando los revolucionarios entramos en el debate y presentamos la verdad, tenemos un efecto dramático.

En Harlem, hablamos con un profesional en computadoras negro que trabajaba en el piso 102 del World Trade Center. Todos los empleados de su oficina murieron menos él, porque no fue al trabajo ese día. Dijo que al comienzo la declaración lo enfureció, pero luego regresó para decirnos: "Mi reacción inicial fue que esto tiene sentido, ¿pero porque no apoyan tomar represalias por la muerte de tanta gente? Para mí es algo personal: trabajaba en el edificio y mis amigos y familiares trabajaban ahí también... Me sumé, algo ciegamente, a la campaña de `matarlos a todos'. Esta información que están distribuyendo y nuestra conversación me han mostrado otra perspectiva, que no solo responde a mi indignación y dolor. Me ha hecho parar y pensar, y eso es lo que necesito en este momento".

Mucha gente que discutió con nosotros, incluso los que no están de acuerdo, nos agradeció, y casi todos se llevaron la declaración. Muchos compraron el periódico para leer sobre las protestas e información que los medios censuraron. Un joven negro compró el periódico y dijo: "No nos dicen la verdad. Solo dicen lo que quieren que sepamos".

La respuesta en Harlem me recordó los grandes debates en Union Square. Después del 11, la plaza se convirtió en un punto de convergencia donde miles de personas hablaron de por qué ocurrió la tragedia. La plaza estaba cubierta de miles y miles de fotos de familiares muertos, velas, flores y letreros. Varios equipos llevaron la declaración del PCR a la plaza y entraron en el debate.

Joe Urgo, simpatizante del PCR que luchó en Vietnam, me contó un incidente: "Volanteaba y decía: `El horror que genera este sistema horroroso, lean el volante, miren las fotos, lloren por los muertos pero pónganse hombro a hombro con los pueblos del mundo'. Cada diez o 15 minutos alguien empezaba un altercado. Un tipo flaco que estuvo en Vietnam, con un montón de medallas, se me acercó con ganas de camorra. Me di cuenta de que, aunque fuera muy retrógrado, no es el enemigo. Seguí volanteando. Dije en voz alta que Estados Unidos bombardea y mata a gente por todo el mundo, que por eso millones de personas lo odian y que ahora ese mismo horror ha llegado a este país. El tipo me siguió: `Si no quiere a este país, por qué no se va'. Le dije: `Yo decía lo mismo antes de ir a Vietnam'.

"Se fue pero regresó unos 40 minutos más tarde con otro ex soldado muy grande, que se quitó la mochila y se me acercó a pelear. Le dije que él no es el enemigo y que no iba a pelear. Di la vuelta y seguí volanteando. Se acercó una gran multitud y él se encontró en medio de un debate con gente de muchas nacionalidades". Por toda la plaza ocurrían cosas similares.

El jueves 20 de septiembre, de noche, la alcaldía mandó quitar TODAS las declaraciones, obras de arte, estandartes, velas, flores y tarjetas de familiares y demás de la plaza. Echaron a la basura todos los volantes de grupos de socorro y de paz y justicia, y lavaron con máquinas de vapor los mensajes pintados en los muros. Fue una falta total de respeto hacia los dolientes.

No es nuestra guerra

Los negros han sido víctimas de brutalidad policial y están fichados por ser negros. La mayoría de los negros con quienes hablamos en Harlem y Crown Heights están indignados de que los árabes y musulmanes ahora sean víctimas de esa misma clase de ataques racistas. Un señor dijo: "Hoy en Estados Unidos los árabes son los nuevos niggers. Ahora les están dando duro a ellos".

La mayoría también dijo que no apoya la guerra que está preparando el gobierno. Incluso los que quieren "tomar represalias" no están a favor de una guerra en que mueran inocentes. Un señor de Harlem comentó: "Me da pena porque murió mi mejor amigo en las Torres Gemelas. Bush piensa que puede aprovechar nuestro dolor para vengarse. Quieren que apoyemos la guerra pero no debemos meternos en esos países. Despachan a los soldados a luchar, pero esta no es nuestra guerra".

En Harlem mucha gente tiene familiares en el ejército. Una señora dijo: "Dicen que nosotros somos el país. ¿Pero quiénes están en el frente de la guerra? Las minorías. Mis hermanos están en el Oriente Medio y esto no es justo. Este país es racista... Afganistán es un país pobre. No tienen agua potable ni zapatos ni libertad de hacer compras. Bombardearlos sería una gran injusticia. Aquí no queremos una guerra".

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Por toda la ciudad está cuajando oposición a la "nueva guerra de América". Más de 3000 personas fueron a un programa pro paz en la iglesia Riverside. Centenares se han reunido para organizar protestas contra una guerra, contra las medidas represivas y contra los ataques a los inmigrantes y las nacionalidades oprimidas.

El viernes 21, 5000 personas marcharon de Union Square a Times Square. El sábado 29, aunque muchos activistas se fueron a protestar en Washington, D.C., 500 personas hicieron una marcha en Manhattan. Se anunció una protesta en Times Square a las 5 de la tarde al día siguiente de cualquier ataque militar (al mediodía si es sábado o domingo).

En medio de todo esa efervescencia, se han distribuido más de 25.000 copias de la declaración del PCR por toda la ciudad. Libros Revolución tiene en el ventanal una copia de las páginas centrales del OR, la declaración y una gran vela en honor a las víctimas. Un día una señora paró a leer la declaración. Un voluntario de la librería salió y le dio un volante. Ella le dijo "gracias", dio la vuelta y dijo llorando: "Esta es la mejor ofrenda que he visto".

¡Estos opresores globales no pueden brindar justicia!
¡Estos valentones internacionales no pueden proteger al pueblo!


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