Redwing
Obrero Revolucionario #1136, 27 de enero, 2002, en rwor.org
Al pasar por la zona artística bohemia de Greenwich Village en Nueva York, el ambiente nocturno me hizo recordar una escena de una de mis películas favoritas, Reds (de Warren Beatty). "Vente a Nueva York", invita el escritor revolucionario, John Reed, a Louise Bryant. El mundo entero estaba en crisis: la I Guerra Mundial devastaba a Europa, la resistencia crecía en Estados Unidos, donde reprimían a los inmigrantes, y las chispas de la revolución ardían en Rusia. Greenwich Village era un centro que atraía a artistas disidentes; Reed y Bryant eran artistas y radicales, y estaban enamorados. "¿Que vaya a Nueva York? ¿Como qué?" pregunta Bryant, para medir el interés de Reed. "Bueno, ya viene el Día de Acción de Gracias", contesta él, "ven como pavo". Creó un momento de risa dentro de circunstancias muy serias.
Ahora, en 2001, era la semana del Día de Acción de Gracias cuando llegué a Nueva York, atraída por una mezcla contemporánea de teatro y resistencia. "Ten cuidado", me aconsejó una amiga cuando salí de la casa, muy consciente de la osadía de estos artistas al presentar una noche de teatro con el título de Imaginen: Irak.
Imaginen... que en el mismo Nueva York, durante este período de luto, guerra e intensa discriminación contra la gente del Medio Oriente, ocho autores dramáticos nos invitaron a la primera lectura en público de sus obras.
Imaginen... que la función propuso llevarnos a un lugar donde se cruzan el arte y la historia, al retratar las vidas y los sueños de personajes de distintos puntos de vista, desde las ciudades bombardeadas de Irak hasta la intifada palestina.
Imaginen... que estos artistas tenían el valor de invitar al público a participar en el proceso creativo, al presentar obras nuevas sin pulir.
Cuando llegué a la Gran Galería de Cooper Union (donde John Brown y Frederick Douglass convocaron a luchar contra la esclavitud en su época) oí desde la calle los vientos, tambores y violines del Tarab Ensemble en una mezcla de jazz con música clásica del Medio Oriente. Intrépido. Ondulante. Inolvidable.
Este proyecto de teatro lo organizó la Red de Artistas de ¡Rehusar y Resistir!, en asociación con la autora Naomi Wallace, y llevaba más de un año de preparación. La idea nació cuando el Teatro McCarter le encargó una pieza de teatro a Wallace, y esta escribió The Retreating World (El mundo en retirada), dirigida por Jeremy Cohen. Retrata a un iraquí que quiere mucho a sus pichones pero se ve obligado a venderlos como comida. Es una viva metáfora de lo que sufre la gente de Irak.
"Me encargaron una pieza con el tema de fantasmas", cuenta Wallace. "En ese entonces estaba leyendo un artículo en The Guardian, `Exprimidos hasta la muerte', que describía cómo el embargo estadounidense afecta a la gente común y que los iraquíes tienen una enorme tristeza porque han tenido que vender lo que más valoraban para subsistir. Me puse a pensar en lo que le cuesta a una familia vender todos sus recuerdos, y me pregunté: ¿qué es un fantasma? La pena de una nación, si el resto del mundo no la ve y no la siente, hace que su gente se sienta como fantasmas".
Se les ocurrió a Wallace y a Connie Julian, la coordinadora nacional de la Red de Artistas, que este cuento podría inspirar otros cuentos, que se podría presentar una función de varias obras cortas que exploraran la conexión entre la gente de Irak, del Medio Oriente y de Occidente. Invitaron a varios autores dramáticos a contribuir, y casi todos contestaron que sí, entre ellos Tariq Ali, Kia Corthron, Culture Clash, Reg e. Gaines, Trevor Griffiths, Robert O'Hara, Harold Pinter y Betty Shamieh.
"Quería que se sintieran libres para expresarse de la forma que estos temas les tocara el corazón", dijo Wallace. "Trajeron al proyecto distintos puntos de vista, inquietudes y experiencias como autores, y eso fue emocionante".
"Veo el teatro como un lugar para la resistencia: es tan vivo y urgente como los temas que tratan las obras".
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El comunicado de prensa de Imaginen: Irak decía "Cuando los artistas ensayaban para la función, los eventos horrorosos sucesos del 11 de septiembre y de la guerra nos cambiaron la vida a todos. Eso creó tanto la necesidad como la oportunidad de hacer una conexión muy importante entre los artistas y el pueblo".
Las luces del teatro se difuminaron, pero seguía entrando gente hasta llenar el teatro (con cupo para 960 personas). Asistieron estudiantes; aficionados del teatro (desde Connecticut y Washington, D.C.); artistas visuales y actores del centro; negros que se enteraron de la función durante una conferencia estudiantil en Nueva Jersey con Reg e. Gaines la semana anterior; artistas latinos con ganas de presenciar el estreno de una obra de Culture Clash (un grupo cómico de chicanos de Los Ángeles); y centenares de árabes y surasiáticos. Llegaron familias con carreolas; los chiquillos jugaban quietecitos en el fondo y unos recordaban a otros callarse durante las presentaciones.
Para darnos la bienvenida a la función, se leyó una lista de decenas de artistas y escritores que la apoyaban, entre ellos el actor Gabriel Byrne, la artista Laurie Anderson, el cómico Reno, el autor dramático Tony Kushner, el director Marion McClinton, el escritor Russell Banks y el poeta Lawrence Ferlinghetti.
Nos miramos unos a otros y sentimos una conexión: gente de distintos sectores, que no nos habíamos reunido antes, ahora nos juntamos en la oscuridad de este teatro en busca de luz.
El vuelo de la imaginación despegó con Bananas de Reg e. Gaines, dirigido por Savion Glover. Los actores, Ron Cephas Jones y Otis Youngsmith, retrataron a dos negros sin techo, el "Mano Larga" y el "Ronquidos", sentados en la banca de un parque en Nueva York. Empezaron discutiendo por un periódico y un plátano verde, pero la plática zigzagueante escarbó el recuerdo de una mujer iraquí y exploró como los meros meros de la sociedad estadounidense joden a todo y a todos.
"Cuando yo era niño en Jersey City, conseguía dinero como fuera para comprar vino para los sin techo, para que se emborracharan y nos contaran cuentos. Aprendí muchísimo de ellos. Lo que me inspiró a escribir la pieza fue escuchar a Vladimir y Estragon, y leer la obra de Pinter que también se presentó en la función. Su habla es parca de palabras y sumamente abstracta; me parece un modo efectivo de comunicarse... El oído humano añora el ritmo".
Luego subió al escenario Richard Montoya del grupo de tres cómicos satíricos Culture Clash, y presentó I'm in Heaven (Estoy en el cielo), de Richard Talavera y Culture Clash. Se quitó los zapatos y se arrodilló. De repente nos sentimos transportados al lado de Muhammad, un taxista musulmán que se acababa de morir baleado por un racista norteamericano, que reflexiona sobre la población del cielo.
Más tarde volvió Montoya en Anthems (Himnos), de él y Culture Clash, en el papel de un actor chicano angustiado por los sucesos del 11 de septiembre. Un psiquiatra en un bar de aeropuerto lo mandó a componer un himno, la búsqueda del cual nos enredó en un descabellado cuento de fantasmas que va desde el indígena Crazy Horse hasta la artista Billie Holliday, que cantaba sobre el linchamiento de negros.
"La generosidad de este grupo de autores y activistas me dio más valor", escribió Montoya sobre su participación en el proyecto. "Espero que también demos valor a otros artistas y activistas para que se hagan oír en este tiempo, cuando una ola de patriotismo inunda el país... Es un tiempo extraño y peligroso. Me siento raro; no temo otro ataque terrorista tanto como temo la manera en que me miran en los aeropuertos. Soy americano, tengo que recordármelo a veces, soy artista. En estas dos piezas traté de expresar este conflicto interno, esta impresión que tengo de que soy un espía, un historiador, parado en un mar de banderas ondulantes".
La mayoría de los actores leyeron de manuscritos y el escenario no estaba decorado. Sin embargo, en la imaginación volamos de Nueva York a Irak; de Washington, D.C., a Palestina; de prisiones a pastos serranos, de bancas en el parque a calles bombardeadas.
Somnia, de Kia Corthron (dirigido por Michael John Garcés), nos llevó a un hospital en Basora, Irak, donde una madre transforma sueños extraños en fantasías para sus hijos y su hermanito, quienes sufren por las sanciones yanquis. Corthron trajo al proyecto un sentido de urgencia: "Cuando Naomi Wallace nos dio la oportunidad de abrir un diálogo sobre estos temas, acepté en el acto. De hecho, es difícil para un autor escribir sobre un lugar que no conoce, es un paso gigante... Muchos consideramos a los iraquíes tan distintos, como algo opuesto, y por eso pensé tratar lo que pasa entre una madre y sus hijos, desde un punto de vista universal.
"Después del 11 de septiembre me urgía más persistir en el proyecto sin demoras".
Tariq Ali nació en Lahore (en ese entonces de India), y estudió en Paquistán y en Oxford, Inglaterra. En su obra Tigris and Euphrates (Tigris y Eufrates) (dirigida por Jeremy Cohen), se enamoraron dos mujeres: una señora cuyo esposo murió envenenado por uranio y su doctora. Ali se acuerda: "Naomi dijo, 'No escriban como para una lección, hagan algo sensorial. Creo que ahora la gente pone más atención a lo que está pasando en esa región del mundo. Antes no se imaginaban los resultados de la política estadounidense, que podría rebotar hacia ellos; el 11 de septiembre cambió todo eso".
La autora palestina-americana Betty Shamieh escribió y dirigió Tamam, en la cual hizo el papel de una palestina cuyo hermano se suicidó en un ataque con una bomba atada al cuerpo. Dijo: "Escribí la vida de la narradora recordando detalles de una palestina que conocí en Gaza cuando hice un viaje con una beca Radcliffe. Quería dar al público un vistazo de un mundo que muy pocos norteamericanos conocen. Espero hacerles comprender que cada persona que muere en Afganistán o Irak --o dondequiera que la guerra convierta las bajas humanas en "daños colaterales"-- cada uno es tan querido para otra persona como eran para nosotros los familiares, amigos, o vecinos que perdimos el 11 de septiembre. Hoy, cuando critican a intelectuales y comentaristas políticos tan importantes como Susan Sontag y Bill Maher por proponer un punto de vista disidente, se están callando muchos artistas que solían ser audaces. Yo, como árabe-americana, no me puedo dar ese lujo. Creo que es sumamente importante que los artistas sigan cuestionando las acciones del gobierno en este tiempo en que no lo hacen los políticos ni la prensa".
Camel Station (Estación de servicio para camellos), escrito por Trevor Griffiths (co-autor de Reds) y dirigido por Jeremy Pikser (asesor de Reds y escritor del guión de Bulworth), nos llevó hasta los pastores de la sierra en la zona de "no volar" del norte de Irak, donde los aviones estadounidense prohíben el paso a aviones iraquíes. Bajo los aviones de caza, un joven pastor se prepara para una escuela de narradores ensayando una alegoría mordaz sobre Saddam Hussein. "La obra sale de dos cosas que me pasaron durante los últimos diez años", explicó Griffiths. "Primero, oí un chiste cuando estaba viviendo en un pueblo árabe en Cisjordania, afuerita de Jerusalém Oriental, donde hacía talleres de teatro con un grupo de palestinos jóvenes que querían hacer teatro en su propio idioma... Pasó por ahí un joven de Gaza que buscaba trabajo. No tenía dónde dormir y lo invitamos a pasar la noche. Nos desvelamos platicando y contando chistes. A eso de las dos de la madrugada, empezó un chiste sobre una estación de servicio para camellos, que duró como 20 minutos. Por poco me muero de risa, y eso a pesar de que me lo tuvieron que traducir. Se me grabó el chiste, y también el muchacho, que se llamaba Atef. Nunca lo volví a ver, pero le agradezco por haberme hecho reír con tanta alegría en circunstancias tan difíciles.
"Segundo, hace un año vi un documental sobre la zona de "no volar", que patrullan aviones de guerra yanquis e ingleses. Lo hizo un documentalista australiano extraordinario, John Pilger, quien viajó por la región en camioneta y entrevistó a los pastores. Filmó muchas imágenes de borregos muertos, de pastores muertos, niños, niñas y ancianos, todos desarmados, ametrallados desde lo alto. Es muy difícil concordar estas imágenes con la idea de que el Occidente sea racional y bueno. Por eso, cuando Naomi me dijo, 'Vamos a hacer una función, "Imaginen: Irak", probablemente en Nueva York; ¿quieres contribuir?'; contesté: "¡cómo no!" El simple hecho de que alguien en Nueva York se interese por la situación de Irak es en sí fantástico".
Durante la función, me acordé de escenas de Reds en las cuales Eugene O'Neill y otros autores probaban obras experimentales en los primeros días del Teatro Provincetown. ¡Qué chido que nos hayan invitado a participar así en el proceso creativo, probando nuevas obras para pulirlas!
No es nada fácil crear obras sobre los acontecimientos urgentes del día con un alto nivel artístico. Sin embargo el pueblo las necesita y las anhela, y es necesario probarlas y mejorarlas dentro de la dinámica entre artistas y público. Fue algo insólito y audaz que los artistas nos hayan invitado en esta etapa de su preparación, para desafiar nuestra imaginación y al mismo tiempo aprender de nuestra reacción, con el fin de llevar estas obras a nuevas alturas y a un público más amplio.
Imaginen: Irak también nos presentó dos piezas que desenmascararon con sátira la mentalidad asesina del imperialismo yanqui: American Football (Fútbol americano) y New World Order (Nuevo orden mundial), del famoso autor Harold Pinter, con la dirección de Connie Grappo. Esta lectura en público de New World Order (escrito durante la guerra del golfo Pérsico) fue su estreno en Nueva York. Retrata a dos torturadores de la CIA. Uno le pregunta al otro, detrás del asiento de un prisionero vendado: "Y este, ¿quién es? ¿Un campesino o un catedrático de teología?". Contesta el otro: "Es un catedrático de la pinche teología campesina".
Pinter ha criticado muy abiertamente la intervención yanqui o inglesa en Irak y los Balcanes. "La mayoría de lo que nos dicen es falso", dijo el año pasado antes de un festival de obras suyas en Nueva York que duró dos semanas. "Nos ocultan la verdad, y la tenemos que excavar, confrontar y presentar continuamente".
Dirt (Tierra), de Robert O'Hara (dirigida por Damon Kiely), nos presenta a un geólogo muy airado que junta bolsitas de tierra tóxica de países donde Estados Unidos bombardeó y se la obliga a comer a un escritor para políticos a punta de pistola. "La obra no trata de Irak específicamente, sino de la relación de Estados Unidos con el planeta y la demás gente. Trata del lenguaje que se usa en el conflicto, e Irak es parte de eso Vivimos dentro un mito de que en Estados Unidos tenemos la mejor vida en el mundo, que somos los seres humanos más poderosos y religiosos del planeta. Caímos mal con eso. Quisiera hacerlos reflexionar sobre este país y ellos mismos".
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La función terminó con la obra de Wallace sobre el aficionado de pichones en Irak. Nos contó: "Hace unos días, vendí el último pichón. Mañana vendo la jaula. Al día siguiente no tendré nada más que vender. Pero guardo los datos de los compradores. Voy a sus casas y les pido que me den los huesitos cuando se hayan comido los pajaritos. Casi siempre me tienen lástima, o miedo, y me los dan. Los pongo a hervir y los guardo en una cubeta".
"Escuchen".
Sacudió la cubeta y oímos el traqueteo de huesos.
"Es como música".
"Son los huesos de los muertos, de la avenida de las palmas, de la tierra de los dátiles. He venido aquí para dárselos, a que ustedes los cuiden. Agárrenlos. Si pueden".
De repente aventó el contenido de la cubeta hacia el público, pero en vez de huesos volaron sobre nosotros cientos de plumas blancas.
Terminada la función, salimos al aire, refrescados y perturbados; comprendimos que estamos viviendo días históricos, de grandes retos y peligros. La guerra marca el ritmo; urge la resistencia; el futuro aun está en blanco. Caminé por Greenwich Village de noche acompañada por los personajes que conocí en las obras. Agradezco a los artistas que compartieron este audaz experimento con nosotros, y espero que terminen el importante trabajo que empezaron.
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