Del Comité del Movimiento Revolucionario Internacionalista (CoMRI)
Obrero Revolucionario #1144, 24 de marzo, 2002, posted at http://rwor.org
"Que en este día, una vez más, transformemos nuestra furia en una fuerza combativa y continuemos nuestra lucha contra la opresión de la mujer y todas las demás opresiones con perseverancia y firmeza"
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acto del Día Internacional de la Mujer de mujeres afganistaníes, Paquistán, 1998No es posible desligar la emancipación del proletariado internacional de la liberación de la mujer, pues no es posible eliminar la opresión de la mujer sin forjar una nueva sociedad sobre una base diferente: sin explotación y sin clases. Como ha ilustrado de manera contundente la guerra del imperialismo yanqui en Afganistán, y sus amenazas de invadir a otros países, los eslabones de las cadenas que oprimen a la mujer son los eslabones de las cadenas entre los oprimidos de todo el mundo y el sistema imperialista.
A raíz de la reciente denuncia del brutal trato de las mujeres bajo el gobierno religioso fundamentalista talibán, los medios de comunicación de la burguesía occidental se apresuraron a regar el cuento de que una meta de la clase dominante estadounidense era "liberar" a las mujeres de Afganistán. Los amos del imperio mismo, Bush y su socio Blair, mandaron a sus esposas a dar discursos sobre la importancia de "poner fin a la tiranía" y hasta "parar la opresión de la mujer" allá. En boca de quienes crearon y pusieron en el Poder a las reaccionarias fuerzas talibanes por medio de la CIA y sus títeres en Paquistán, el "descubrimiento" de la opresión de la mujer en Afganistán es tanto hipocresía como crimen. Los imperialistas jamás objetaron cuando los talibanes despidieron a las mujeres de sus trabajos y las sometieron a "arresto domiciliario", o les pegaron o ejecutaron por desobedecer las leyes de "virtud y decencia". Durante los últimos 15 años, no retiraron ni un dólar de los millones con que apuntalaron al gobierno talibán y a otros reaccionarios señores de guerra "tradicionales" y fuerzas mujeidines odiamujeres, sea el dinero para Osama bin Laden, una vez a sueldo de la CIA, u otros colaboradores sauditas.
En efecto, los mujeidines pro yanquis se oponían a la educación y actividad pública de las mujeres e impusieron la ley de la burka, el velo asfixiante de pies a cabeza, cuando subieron al Poder en 1992. El nuevo lacayo pro yanqui, Karzai, y el circo de reaccionarios señores feudales, que los imperialistas pusieron en el Poder desde Bonn, no son muy diferentes a los talibanes. Según reporteros, Karzai dice que "somos musulmanes" y por tanto la política del gobierno hacia las mujeres es aplicar los principios y prácticas musulmanes. Aun cuando modifiquen las leyes antimujer más reprobables, serán cambios leves y cosméticos y tenderán a beneficiar a la cantidad relativamente pequeña de mujeres profesionales de las grandes ciudades. No proponen un cambio fundamental de la situación de la abrumadora mayoría de las mujeres pobres y campesinas. Las relaciones sociales entre hombre y mujer, entre oprimida y opresor, son reteobvias. El sometimiento y la opresión de las mujeres de Afganistán son un pilar del tejido semifeudal de la sociedad. Las bombas yanquis y las fuerzas especiales británicas han matado a miles de las mujeres que dicen "liberar", pero no han eliminado la semifeudalidad, pues no tienen ni la intención de hacerlo ni les interesa hacerlo en absoluto. Solamente las masas de mujeres y todas las fuerzas de nueva democracia de Afganistán pueden destruir las insoportables relaciones que asfixian a las mujeres y crear nuevas relaciones emancipadoras, derrocando el sistema semifeudal y expulsando a los imperialistas, quienes lo mantendrán mientras sirva a sus metas globales.
Es una mentira peligrosa pensar que, pese a actos repugnantes como esta vil guerra de terror contra quienes considera como oponentes al imperio yanqui, el imperialismo puede traer cierto "progreso" para las mujeres oprimidas. Tales ilusiones falsas aprietan más las cadenas ocultando la realidad y fortaleciendo la mano de Bush y socios. Un claro ejemplo de la preocupación de los imperialistas de los Estados Unidos y de otros países por mejorar la vida de las mujeres del mundo se manifiesta en la larga y sanguinaria historia de tiranía, el derrocamiento de gobiernos que no son de su agrado o que interfieren en sus planes, la asesina explotación de trabajadoras mediante una ínfima paga en su afán de obtener superganancias en el tercer mundo, y la tradición de sus militares de licencia, como la violencia sexual general contra las mujeres de Corea, Tailandia, Panamá y hasta Okinawa del Japón. ˇPregúntele a las filipinas si quieren que regresen las tropas yanquis!
Aunque los imperialistas occidentales envíen más dólares asesinos para reparar las ventanas que sus bombas han roto en las escuelas públicas de Afganistán a que algunas muchachas (en unas cuantas ciudades) podrían asistir, no tendrán más interés en la igualdad de las mujeres de hoy que ayer, cuando tildaron de "daño colateral" la muerte de cientos de mujeres y niños de Afganistán y la destrucción de aldeas campesinas. El gobierno yanqui busca tomar el control de ésta y otras regiones inestables del mundo y, por descarado y craso que parezca su belicismo, para quienes les escuchen seguirán regando fantasías sobre democracia y progreso para los mismos oprimidos que a diario están sometidos a una brutalidad y represión asesina a manos del sistema imperialista.
En el caso de las personas que quieran dar un apoyo genuino a la lucha de las mujeres afganistaníes por deshacerse del velo, y otros grilletes y tradiciones reaccionarios, primero deben desenmascarar enérgicamente la hipocresía de los imperialistas y su guerra de agresión contra los pueblos del mundo y no dejar que Bush, Blair y sus semejantes trafiquen con su justa furia para encubrir los crímenes que cometen a nombre de la "liberación" de la mujer. Nótese la similitud entre los fascistas cristianos que asesoran a Bush y los fundamentalistas musulmanes feudales: dentro o fuera del Poder, tratan a las mujeres como propiedad y objetos sexuales, justificando con la religión las formas más degradantes de subordinación patriarcal y social.
Los maoístas dicen: "ˇRomper las cadenas! ˇDesencadenar la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución!". Ello quiere decir romper todas las cadenas que impiden que las mujeres emancipen la sociedad. Quiere decir las cadenas de los ricos países imperialistas que estrangulan directamente de mil formas a los países pobres y las cadenas visibles y ocultas que refuerzan la dominación masculina de las mujeres, en las modernas ciudades occidentales o en las aldeas más remotas, mediante extensas e insoportables prácticas sociales y el control del trabajo femenino o en las plazas fuertes de la supremacía masculina: la familia y el matrimonio.
La Guerra Popular en Nepal demuestra lo que ya se ha demostrado en el Perú y otros movimientos revolucionarios: la pujante efusión del potencial revolucionario de las mujeres. Las mujeres descubren una vida como combatientas en pie de igualdad en la lucha de emancipación. Reciben una bienvenida y entrenamiento, con fusiles, y participan en la transformación de las aldeas en bases de apoyo del poder popular, dejando atrás la humillación, pobreza y falta de educación. Encabezadas por el partido proletario, combaten por una nueva sociedad; jamás aceptarán volver a la degradación y miseria semifeudal que el sistema ofrece a millones de personas de Nepal. Se están cambiando, al igual que sus hermanos-combatientes, en el curso de la histórica guerra popular. Unidos, apuntan a tomar el Poder a fin de arrancar de raíz todas las relaciones opresivas de la antigua sociedad desde la cima de los montes Himalaya hasta las llanuras, en función de la lucha internacional para emancipar a los pueblos del mundo.
La opresión de la mujer afecta a las mujeres de toda clase social, y las hermanas rebeldes de todo el planeta están forjando movimientos para combatir toda forma de velo asfixiante. El funcionamiento del sistema empobrece a la población femenina. Al mismo tiempo, más mujeres ingresan a las filas del proletariado internacional, de modo que nuestra clase, con otras fuerzas, podrá librar una férrea batalla contra toda forma de opresión de la mujer y chovinismo masculino y llevar a cabo el deber revolucionario de transformar el mundo.
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Arrancar todo velo de opresión!8 de marzo de 2002, Comit
é del Movimiento Revolucionario Internacionalista