Obrero Revolucionario #1146, 14 de abril, 2002, posted at http://rwor.org
La doctora Barbara Hatch Rosenberg, destacada experta en armas bacteriológicas, afirma que los autores de los ataques con ántrax del año pasado trabajan en los proyectos de guerra biológica del gobierno y que lo más probable es que el FBI sepa quiénes son. Plantea la pregunta: ¿por qué no los arresta? A lo mejor, dice la científica, porque perjudicará a poderosas fuerzas del gobierno y las fuerzas armadas.
De hecho, todo indica que están involucrados laboratorios militares y la CIA, y que el FBI lo está tapando.
Pocos días después de los ataques a las Torres Gemelas del WTC, se enviaron las primeras cartas con esporas de la enfermedad mortífera ántrax. Las autoridades recuperaron cuatro cartas en total: dos dirigidas a líderes del Senado (los senadores demócratas Tom Daschle y Patrick Leahy), y dos más a los medios de comunicación en Nueva York, el periódico The Post y el presentador de noticias Tom Brokaw de la cadena NBC.
Las cartas no alcanzaron a matar a los senadores ni a los periodistas, pero como el ántrax era altamente elaborado y muy fino, pasó por los sobres e infectó a mucha gente por el camino, como secretarias y trabajadores del correo. Cinco personas murieron por respirarlo y 13 más se infectaron. Las autoridades creen que una quinta carta mató a un fotoperiodista de Florida, pero no encontra ron la carta.
El presidente Bush responsabilizó de inmediato a Al-Qaeda y el Wall Street Journal afirmó: "Lo más probable es que Saddam Hussein lo suministró [el ántrax]". (18 de octubre) Todo mundo recuerda que aprovecharon los ataques para atizar la guerra contra Afganistán e Irak... y siguen en lo mismo. El 23 de marzo, el New York Times sacó un titular de primera plana: "Estados Unidos descubre laboratorio que Al-Qaeda construía para elaborar ántrax". Pero este y todos los demás informes se han desmentido, y en realidad ninguna prueba liga los ataques con ántrax a fuerzas foráneas.
Al contrario, la evidencia recopilada por la doctora Barbara Hatch Rosenberg y sus colegas demuestra que el ántrax provenía de material de guerra estadounidense, y que indudablemente el gobierno lo sabía casi desde el primer momento.
La evidencia
"Estados Unidos elabora ántrax muy fino con fines militares por medio de un proceso totalmente secreto, y al parecer el material es de la misma receta. La mejor pista en este momento es un laboratorio que trabajó para la CIA".
informe de la BBC, 19 de diciembre de 2001, sobre la doctora Barbara Hatch Rosenberg
"Si consideramos la coincidencia de dos capacidades -de microbiología para obtener y cultivar sin peligro una gran cantidad de ántrax y técnica para elaborarlo en polvo- para mí estamos hablando de una persona con experiencia en el programa de guerra biológica".
USAMRIID, 1977-1990, Salon, 8 de febrero de 2002
"Desde el momento en que vimos que el ántrax era altamente concentrado de la cepa Ames, el primer candidato ha debido ser un laboratorio estadounidense con contratos militares".
Jonathan A. King, profesor de microbiología, MIT
Salon, 8 de febrero de 2002
La doctora Rosenberg es bióloga molecular e investigadora de ciencias ambientales de la Universidad Estatal de Nueva York. Por más de una década ha trabajado con el Programa de Armas Químicas y Biológicas de la Federación de Científicos Americanos (FAS), y actualmente es la directora.
El 10 de diciembre, FAS sacó "Un compendio de evidencia y comentarios sobre la fuente del ántrax de las cartas", el cual documenta que las características del ántrax de las cartas indican que proviene de fuentes militares.
En primer lugar, se trataba de la cepa Ames (llamada así porque se elaboró en los laboratorios del gobierno en Ames, Iowa), que ha sido primordial para el desarrollo de la guerra biológica estadounidense desde los años 60.
Segundo, el ántrax para armas es un polvo fino y flotante que se respira. Su elaboración requiere un proceso complejo que elimina la humedad y las cargas electrostáticas para que las esporas no se peguen, y un buen equipo de laboratorio para evitar que los técnicos se infecten.
Todo indica que el ántrax de las cartas se elaboró en laboratorios del gobierno. Era muy concentrado (un trillón de esporas per gramo) y altamente puro, lo cual es "característico del material elaborado por el proceso estadounidense". Cuatro laboratorios documentaron que el polvo "no fue molido". La mayoría de los gobiernos muelen el ántrax, pero Estados Unidos emplea una mezcla especial de agentes químicos. Al analizar las muestras con un espectroscopio de rayos X que dispersa la energía encontraron pequeñas cantidades de varios agentes químicos. El ántrax que enviaron a los senadores tenía el aditivo sílice, el mismo que se emplea en los proyectos militares estadounidenses.
Por otra parte, el individuo (o equipo) que elaboró las cartas hubiera necesitado una vacuna contra el ántrax, que solo recibe gente conectada con el gobierno.
En fin, es prácticamente un hecho que los ataques con ántrax están ligados a laboratorios militares o a la CIA. No pudieron haber sido obra de un aficionado ni de un gobierno extranjero, y los científicos e investigadores del FBI se dieron cuenta perfectamente poco después de los ataques. Por ejemplo, se sabe que los iraquíes emplean bentonita, y no sílice, pero no por eso el gobierno dejó de echarle la culpa a Irak.
Conociendo la cepa de ántrax, es posible determinar con bastante precisión en qué laboratorio se elaboró, dado que se han creado "cepas secundarias" a lo largo de los años. Además, solamente unos cuantos laboratorios tienen la capacidad de elaborar ántrax para armas.
Según el informe de la doctor Rosenberg: "A pesar de las especulaciones que se dieron en un primer momento, apenas unos 20 laboratorios obtuvieron la cepa Ames de Fort Detrick... y posiblemente solo unos cuatro en Estados Unidos -laboratorios militares y laboratorios que trabajan para el gobierno- tienen la capacidad de elaborar ántrax para armas".
La doctora Rosenberg opina que el FBI sabe quién mandó las cartas con ántrax o, cuando menos, tiene una lista de unos cuantos sospechosos, pues apenas unas 50 personas tienen los conocimientos necesarios. Por lo que le han dicho funcionarios del gobierno, la doctora Rosenberg cree que el FBI tiene fichado al presunto autor de los ataques desde octubre del año pasado. Sin embargo, no lo ha arrestado y el público ignora los hechos más elementales. ¿Por qué?
Tapan los crímenes del gobierno
"¿Acaso [el autor de los ataques] tiene información que perjudica al gobierno y por eso tiene la certeza de que el FBI no se atreverá a tocarlo?"
Doctora Barbara Hatch Rosenberg, Federación de Científicos Americanos (FAS)
Cuando le preguntaron al subsecretario de Estado de Control de Armas y Seguridad Internacional, John Bolton, sobre el particular en el Congreso de Armas Biológicas en noviembre pasado, respondió: "No tenemos, como mencioné, ninguna información que podamos dar a conocer en este momento sobre el origen de los ataques con ántrax". Lo más importante es: "que podamos dar a conocer".
La doctora Rosenberg escribe: "En un principio, los funcionarios del gobierno dieron a conocer datos sueltos y contradictorios; después retractaron algunos y se callaron. Ahora tienen muchísima información que no han dado a conocer... El secretario de Servicios de Salud y Bienestar dijo en octubre que en algunos casos es confidencial y en otros se reserva por orden del FBI".
Por años Estados Unidos ha dicho que "Sadaam Hussein mata a su propio pueblo", pero ahora resulta que las "armas biológicas de destrucción masiva" estadounidenses se emplearon contra gente aquí y en un atentado contra importantes políticos demócratas.
Si esto se divulgara, tendría un fuerte impacto negativo para el gobierno y las fuerzas armadas, precisamente cuando buscan apoyo para la campaña bélica y para extremar las medidas de seguridad interna. Además, es posible que el autor de los ataques tenga información sobre el programa secreto de ántrax que podría prender un escándalo internacional.
Por 30 años Estados Unidos ha hecho alarde de haber renunciado "unilateralmente" a las armas biológicas en 1969. Junto con 144 países, firmó la Convención contra las Armas Biológicas en 1972, pero en diciembre pasado, un vocero de los laboratorios del ejército en Dugway, Utah, se vio obligado a confirmar que todo el material de guerra ántrax estaba "bien resguardado", que lo revisaron y no faltaba nada. (En Dugway, 6000 ovejas murieron por un experimento con gases neurotóxicos en 1968).
Pocos días después, la CIA también admitió que tiene un programa secreto para elaborar armas biológicas con ántrax, pero dijo que no maneja la cepa Ames y que revisó sus depósitos y no faltaba nada.
Con estas declaraciones, por primera vez en 30 años un gobierno admite que tiene armas bacteriológicas.
Un reportaje de primera plana del Washington Post (16 de diciembre) informó: "Según fuentes allegadas a la investigación, el FBI se está concentrando en investigar si programas de armas biológicas del gobierno, y en particular uno de la CIA, produjeron el polvo mortífero que se envió por correo. Los resultados de las pruebas genéticas refuerzan esa posibilidad, y el FBI está investigando a una compañía contratada por la CIA, según una fuente".
Naturalmente, es muy posible que el arresto y juicio de expertos en guerra biológica saque muchos más trapos sucios al sol.
La doctora Rosenberg le dijo al Trenton Times que por ese motivo el FBI no ha querido arrestar al presunto responsable: "Sabemos que el FBI lo tiene en la mira, y que a lo mejor ha participado en actividades secretas que el gobierno no quiere que revele... Cierta gente que trabaja para el gobierno lo conoce, y teme que se llegue a un acuerdo y el tipo simplemente desaparezca".
¿Quiénes son los responsables? ¿Hasta dónde llega la impunidad?
Es increíble que ni siquiera se mencionen grupos, fuerzas políticas y redes de inteligencia del país con relación a los ataques con ántrax. El noticiero BBC de Londres (14 de marzo) señaló la posibilidad de que se tratara de una operación de contrainteligencia de la CIA, pero no hubo ninguna mención de eso en la prensa estadounidense.
Incluso los que afirman que las fuerzas armadas están metidas y que el FBI lo está tapando, dicen que un individuo aprovechó las "deficiencias de seguridad" sin el conocimiento de sus superiores.
Pero no hay por qué suponer que sea así.
Las cartas se dirigieron a líderes liberales y personalidades de la prensa a quienes las fuerzas reaccionarias aborrecen. En las fuerzas armadas hay un sinnúmero de grupos derechistas con ganas de espolear el clima de guerra e intensificar la represión, y es por todos conocido que la CIA (que admite tener ántrax para armas) realiza operativos de contrainteligencia para moldear la política y la opinión pública.
El gobierno llevó a cabo una investigación masiva: envió una carta a 40.000 científicos pidiendo información y ofreciendo una recompensa de $2,5 millones; el FBI realizó 5000 entrevistas; y recopiló muestras de ántrax de laboratorios a lo largo y ancho del país. Seis meses después, bloquean toda información al respecto.
Gente valiente como la doctora Barbara Hatch Rosenberg ha luchado por sacar a la luz los hechos más elementales, pero los rodea un gran muro de silencio y desinformación erigido por el gobierno.
La evidencia demuestra claramente que Estados Unidos violó los tratados internacionales elaborando ántrax para armas biológicas, y es casi seguro que se empleó en los atentados contra prominentes liberales demócratas.
Así las cosas, hay que preguntar: ¿qué más ocultan los agentes del gobierno? ¿Quiénes participaron en los ataques con ántrax? ¿Cuáles eran sus motivos? Y, ¿qué niveles de la jerarquía militar y de la CIA están metidos?
Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero
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