Obrero Revolucionario #1158, 14 de julio, 2002, posted at http://rwor.org
Sucedió la noche del lunes 1§ de julio, en Kakrak, una aldea en el sur de Afganistán. La casa de Mohammed Sherif estaba repleta por el matrimonio de su hijo. Las mujeres y los niños estaban en un jardín bailando y festejando, y los hombres en otro cercano; unos invitados estaban en el techo y los niños reventaban petardos.
De repente, la celebración se convirtió en una pesadilla de muerte y destrucción ante un ataque de la fuerza aérea de Estados Unidos.
Ahmed Jan Agha estaba tocando un tambor cuando empezó el ataque. "El primer cohete estalló donde estaban las mujeres, y el segundo donde estaban los hombres. Todos echaron a correr pero los aviones nos perseguían, nos disparaban".
Estas son las últimas víctimas de la salvaje guerra que libra Estados Unidos contra Afganistán.
El gobierno nos dice que esta guerra es una serie de ataques precisos contra blancos claramente definidos: los talibanes y Al Qaeda. Pero el pueblo de Afganistán ve algo diferente: un sinnúmero de personas comunes y corrientes ha muerto o sufrido heridas como consecuencia de los ataques de Estados Unidos y sus aliados.
Las raras veces que la noticia de víctimas civiles llega a la prensa, el Pentágono lo niega o lo justifica, pero jamás pide disculpas. Por lo general dice que las tropas "se estaban defendiendo" o que las víctimas lo provocaron.
Pero las justificaciones han enojado al pueblo afgano. Como dijo un tendero de Kabul al enterarse del bombardeo de la boda: "No son liberadores sino invasores".
"Estaban bombardeando"
Los voceros de las fuerzas armadas de Estados Unidos dijeron que días antes habían detectado fuego antiaéreo desde Kakrak y otras aldeas cercanas. Pero ningún piloto ni ningún avión recibió los supuestos disparos. Sin embargo, según la lógica de Estados Unidos, cualquier posible amenaza es suficiente para lanzar un feroz ataque, aunque tenga que pagar caro la gente común y corriente.
El ataque contra Kakrak fue parte de una operación grande con aviones B-52 y AC-130 (estos últimos disparan ametralladoras, cañones y artillería).
Los asistentes a la boda no tenían la menor idea de tal operación. Mohammed Sherif es hermano de un aliado de Hamid Karzai, el jefe del gobierno central que Estados Unidos instaló en Kabul, y por tanto no pensaba que sería blanco de un ataque.
Por costumbre, los recién casados no se encontraban en el lugar de la celebración. El novio, Abdul Malik, perdió a su padre y 25 familiares.
Los testigos contaron el terror que vivieron. Laik, un campesino de 35 años, quien perdió a su esposa y tres hijos y vio morir a otros ante sus ojos, dijo: "Estábamos tomando té, éramos tres. De repente estalló el primer cohete. Mi amigo cayó ahí mismo. Salimos corriendo y cayó muerto mi otro amigo. Los americanos estaban bombardeando la casa y nosotros no lo podíamos creer. Corrimos a escondernos donde fuera".
Naseema, de 15 años, dijo: "Un pedazo de metal decapitó a una señora que estaba enfrente de mí. En un abrir y cerrar de ojos la cabeza ya no estaba sobre el cuerpo".
Una señora dijo: "Fue una carnicería. Había sangre por todas partes... humo y polvo. La gente corría sin sentido. Parecía el fin del mundo".
Saboor Gul, de 11 años, perdió a su mamá y sufrió heridas en la espalda y las piernas. Dijo: "El avión era enorme. Yo estaba en el techo cuando estalló la primera explosión. Nos bajamos y empezamos a correr. Con la segunda explosión me quedé inconsciente". En el hospital, no quería acercarse a los periodistas extranjeros. Dijo: "Son americanos, como los que nos bombardearon".
Sardar Gul, de 25 años, dijo: "Cuando empezaron las explosiones la gente corrió a refugiarse en cualquier parte. Nos parteció que solo sobrevivieron unas cuatro o cinco personas". Luego dijo que los atacantes cambiaron de frente y fueron a bombardear casas y aldeas cercanas, hasta las cuatro de la mañana. "No podría decir cuántas bombas estallaron; fueron muchísimas".
Mohiuddin, de 20 años, de una aldea cercana que se llama Shartogai, dijo que estaba durmiendo cuando lo despertaron las explosiones. Cuando vio que se acercaban las luces de un avión fue corriendo a una arboleda, donde se encontraban unos niños. Luego el avión apuntó contra la arboleda. Mohiuddin dijo: "Las balas caían muy cerca, tengo suerte de estar vivo".
Cuando llegaron las fuerzas terrestres, metieron a todos en la casa y solo dejaron salir a los heridos de gravedad.
Una masacre
En un principio las autoridades yanquis rechazaron de plano la versión de los aldeanos de Kakrak. El periódico des las fuerzas armadas Stars and Stripes citó al investigador estadounidense en el lugar de los hechos, quien repetía: "Debe haber más sangre, ¿dónde están los cadáveres?".
Según la costumbre islámica, a los muertos los enterraron pronto. Sin embargo, los periodistas confirmaron evidencias de destrucción y matanza.
Como dijo uno de ellos: "A la entrada de la casa del Sr. Mohammed Sherif hay dos enormes huecos. Las paredes internas están cubiertas de huellas de metralla y hay pedazos de metal en todo el patio. También se ve por todos lados sangre y restos humanos. Todavía se ven a la entrada de la casa 40 pares de calzado, en cumplimiento de la tradición afgana de quitarse los zapatos antes de entrar".
En el cementerio los periodistas vieron 25 tumbas, rodeadas por piedras y cuidadosamente alineadas en fila en la cumbre de una loma. Abdul Malik acababa de colocar la última piedra y al quitarse una lagrima miró a los reporteros y les dijo: "No recuerdo cuál es la de mi padre".
Los voceros de las fuerzas armadas de Estados Unidos dijeron que de la casa de los Sherif les dispararon fuego antiaéreo. Pero Malik les dio a los periodistas una gira de la casa y señaló los trastes que quedaron tirados por todos lados. Les dijo: "Los americanos llegaron como a la hora del bombardeo, ¿cómo íbamos a tener tiempo para esconder un cañón antiaéreo? Además, nos tenían rodeados".
A medida que se acumulaban las pruebas de la masacre el gobierno de Estados Unidos ofreció un hipócrita pésame por la muerte de civiles, aunque no aceptó responsabilidad. El general Pace, vicepresidente del Estado Mayor, declaró: "Las unidades militares de Estados Unidos tienen pleno derecho de devolver el fuego si les disparan".
El secretario de Defensa dijo fríamente que la muerte de civiles es inevitable: "Esas cosas van a suceder. Así ha sido siempre y siempre será así".
Ira e indignación
La masacre de Kakrak es la última matanza de civiles afganos perpetrada por Estados Unidos. Varios informes recientes señalan que ya son miles las bajas civiles, sin contar a los que han muerto en el campo de batalla o las prisiones.
Esta no fue la primera boda que Estados Unidos ataca. En diciembre atacó una boda en Qalai Niazi, en el este de Afganistán y mató a 60 personas.
Estados Unidos y sus aliados han atacado muchas aldeas; no perdonan a nadie que esté en las carreteras ni a caravanas de refugiados, contra quienes han abierto fuego.
La ira y la indignación ante estos atropellos a sangre fría de Estados Unidos y sus aliados está aumentando. Un joyero de Kabul condenó la desalmada respuesta de Estados Unidos al bombardeo. Dijo: "Los americanos ni siquiera pidieron disculpas. Quién sabe, de repente van a decir que unos afganos mataron a las mujeres y los niños en la boda". El 4 de julio, hubo una marcha de protesta de cientos de afganos contra la matanza de la boda.
En el cementerio Abdul Malik dijo: "Llevo ira en el corazón. A los americanos deben juzgarlos... mataron a todos mis seres queridos. Si tuviera los medios para hacerlo, combatiría contra los americanos".
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