Bill Swain
Obrero Revolucionario #1161, 4 de agosto, 2002, posted at http://rwor.org
Para muchos negros de Birmingham, Alabama, los sucesos del 15 de septiembre de 1963 siguen siendo una fuente de horror, dolor y coraje. En la Iglesia Bautista de la Calle 16 (el centro organizador del movimiento de derechos civiles en ese entonces) cuatro niñas estaban en el cuarto de baño del sótano preparándose para la celebración del Día de la Juventud. De repente, una bomba estalló y destruyó gran parte del edificio. En los escombros, encontraron los cadáveres de Cynthia Wesley, Addie Mae Collins, Denise McNair y Carole Richardson, de 11 a 14 años, muertas por los racistas del Ku Klux Klan.
Desde el momento en que la bomba destruyó la iglesia y mató a las cuatro niñas, la policía, el FBI y las demás dependencias gubernamentales sabían que fue obra del Klan, que llevaba décadas sembrando terror contra los negros de Birmingham (y de todo el Sur). Entre finales de la II Guerra Mundial y 1963, hubo 40 atentados dinamiteros en la ciudad.
Casi inmediatamente después del dinamitazo de la iglesia, las autoridades identificaron a los sospechosos: cuatro klanistas llamados Robert Chambliss, Bobby Frank Cherry, Herman Frank Cash y Thomas Blanton, Jr. No arrestaron a ninguno de los klanistas a pesar de abundantes pruebas. El fiscal general de Alabama volvió a abrir el caso... ¡en 1971! Seis años más tarde, en 1977, condenaron a uno de los asesinos, Chambliss, de homicidio. Otro sospechoso, Cash, murió en 1994. A Blanton lo condenaron en 2001 y lo sentenciaron a cadena perpetua.
El 22 de mayo de 2002, condenaron de homicidio y sentenciaron a cadena perpetua a Bobby Cherry, uno de los asesinos que colocaron la bomba en la iglesia. La condena tardó 38 años, a pesar de que desde hace muchos años las autoridades tienen pruebas de su culpabilidad y a pesar de que él se jactó abiertamente del crimen.
Ahora la fiscalía y demás voceros de la estructura de poder dicen que el veredicto demuestra que el sistema "funciona" y los tribunales hacen justicia. Pero la realidad es que la larga trayectoria de este caso demuestra lo arraigadas que son la supremacía blanca y la opresión nacional en este sistema.
El corresponsal del Obrero Revolucionario Bill Swain fue a Birmingham al juicio de Bobby Cherry y platicó con muchas personas sobre las reacciones al veredicto tardío, y sobre la vida para los negros en la ciudad en 1963 y en la actualidad.
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Entré al juzgado, me senté y vi a Bobby Cherry voltearse a mirar a sus amigos. Después se sentó con calma muy orondo. No tenía uniforme de preso ni grilletes; el juez no lo trató como a una bestia ni con el racismo típico de cuando el acusado es negro, aunque lo juzguen por una ofensa mucho menor. Cuando salí del juzgado ese día, mucha gente esperaba afuera con ganas de hablar del veredicto.
Hablé con una señora que no era de la ciudad. Fue al juicio por la furia que le dio que el FBI y el gobierno callaran durante 40 años los reclamos de los familiares que pedían una investigación y justicia.
Durante el juicio conocí a tantas personas que querían hablar de la vida en Birmingham, hace 40 años y ahora, que unas semanas después de la condena de Cherry regresé a escucharlas y a darles una tribuna para contar sus experiencias.
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Desde el momento en que llegamos a la ciudad hasta que nos fuimos vimos con toda claridad que lo que pasó el 15 de septiembre de 1963, y todo el terror que han vivido los negros de Birmingham antes y después de esa fecha, sigue profundamente grabado en la psique colectiva. Otra cosa muy clara es que la condena de Bobby Cherry después de casi 40 años dejó la dolorosa sensación de que este sistema jamás trata a los negros con justicia, ¡ni en 1963 ni en 2002!
Cuando llegamos a la ciudad fuimos a la Iglesia Bautista de la Calle 16. Caminando por la calle traté de imaginarme esa esquina en 1963: con miles de chavos plantados ante los alguaciles racistas, perros y mangueras de alta presión. En un viaje anterior a Birmingham me contaron que cuando los muchachos regresaban a la casa despues de pasar por la cárcel, les decían con orgullo a los padres: "Hoy estuve en la cárcel luchando por la libertad".
Fui al lado de la iglesia donde estalló la bomba y recordé relatos del horror que causó, de los gritos y las carreras, de la tristeza de encontrar a las cuatro niñas muertas.
Fuimos a la rectoría y les dimos al ministro y al secretario artículos del Obrero Revolucionario sobre Birmingham (No. 1153). Después cruzamos la calle al Instituto de Derechos de Civiles de Birmingham y nos pusimos a platicar con los voluntarios que lo manejan.
"Todo eso lo sufrimos"
Le pedí a un señor de 82 años que me contara sus experiencias. Me miró directo y me contó cosas que nunca olvidaré:
"Yo vivía cerca. En ese parque [el parque Kelly Ingram, donde se hicieron muchos mítines de derechos civiles] yo podía correr y caminar, pero no me podía sentar ni tomar agua. Yo era niño en los años 30 y aquí pasamos hambre. Nos moríamos de hambre en esta ciudad. Para mantener la paridad, los granjeros no traían comida a los mercados; preferían enterrar el ganado y los cerdos, y dejar que las frutas y las verduras se pudrieran en las matas. En los años 50 fue duro. La policía venía, pateaba la puerta y se metía a las casas, no importa que la mamá se estuviera vistiendo o desvistiendo. Venía en camionetas, con dos agentes parados a los lados con escopetas para asustarnos. El 4 de julio el Klan venía y hacía estallar una bomba o un petardo que hacía mucho ruido para asustarnos. Todo eso lo sufrimos.
"La situación era dura. Hay una cosa que no se me olvida: la oficina de correos era de mármol y el domingo por la mañana las familias blancas venían a verla. Como en 1933, un domingo vi a un señor negro que no sé si tenía esa enfermedad con que uno no se puede parar derecho. Se acercó, no sé si estaba borracho o qué, a donde los blancos estaban admirando el edificio. Un policía blanco le dio un cachiporrazo y él cayó despacito, como en cámara lenta. El policía gritó: `Párate, nigger '. Yo me fui corriendo llorando y todavía hoy no sé si lo mató. Pero todos los blancos miraban sonrientes. Eso no se me ha podido olvidar, jamás se me ha pasado ese susto. Yo combatí en la II Guerra Mundial y en la guerra de Corea pero jamás he sentido que soy un ciudadano de primera categoría de este país. Nunca lo he sentido ni lo sentiré con lo que he vivido en esta ciudad.
"A veces, cuando oía las campanas de 5 Points, donde vivían los blancos ricos, me preguntaba cómo podían sonar tan lindo cuando aquí en el valle la vida era un infierno. No entendía, todas esas iglesias allá, pero nadie decía nada del tratamiento que nos daban. Eso siempre me picaba. No captábamos que esa gente era la que mandaba los matones, gente como Bull Connors*, a darnos duro. Nuestras madres iban a trabajar allá y ganaban 50 centavos o un dólar al día trabajando en la cocina...
"Y hoy, ¿qué ha cambiado? Muy poco. Uno va a un restaurante y se puede sentar; podemos ir casi a cualquier restaurante y no nos insultan como antes, pero uno se siente nervioso por dentro cuando está ahí con blancos porque no sabe qué piensan".
Juventud en Bombingham
Cuando salimos del instituto caminamos a un restaurante que me gusta mucho. Me estaba comiendo un plato de pollo con coles cuando entró un señor con quien hablé del Borrador del Programa del PCR hace unos meses. Me contó:
"Cuando estalló la bomba en la iglesia yo tenía 14 años y tenía aspiraciones de entrar a la universidad, de estudiar y mejorar mi situación. Pero eso no se puede hacer en Birmingham si uno es negro. La explosión tuvo un terrible impacto psicológico para los adolescentes que tenían aspiraciones universitarias. Mejor dicho, cuando se vive con bombas y amenazas diarias, ¿cómo va uno a estudiar con tanto racismo? Ponían bombas en nuestros barrios, no solo en la iglesia. A una cuadra de mi casa pusieron una bomba. Teníamos que hacer patrullas por la noche. Mi padre se tenía que levantar a medianoche y salir con otros señores a cuidar la calle por temor de que nos fueran a poner bombas.
"Cualquier muchacho, cualquier niño, crecía traumatizado en semejante ambiente de racismo. Yo me fui al Norte a estudiar. Me tuve que ir para poder estudiar sin miedo de que estallara una bomba o de que la policía me diera una paliza cuando me veía solo en la calle. A mi primo lo mató un policía; le dio un balazo porque sí... todo lo que tenía que decir era que mi primo estaba vendiendo droga, que opuso resistencia al arresto, cualquier cosa. Yo me crié en una época de racismo desbocado y por eso me tuve que ir. Muchos amigos también se fueron.
"Después de la bomba de la iglesia hubo unos cuantos motines... No podíamos acudir al departamento de policía a decir: `Estalló una bomba en la iglesia' porque intuíamos que la policía estaba metida. Fue devastador, horripilante. No creo que nada se compare a vivir en esa situación de no poder acudir a las autoridades.
"Yo vi a Bull Connor ordenarle a la policía que nos soltara los perros y nos diera con las mangueras. Tenía 14 años y estaba en una manifestación. Me mojaron, pero el agua no me dio de frente. Sentía orgullo de nuestra firmeza, por más que nos golpearan, por difícil que fuera conseguir nuestros derechos. Sabíamos que iba a ser duro. Eso no se consigue sin sufrimiento.
"El racismo sigue, aunque ha mejorado un poco. Ahora uno puede ir a una manifestación y no le echan los perros. Pero el racismo persiste en la compra y venta de casas, en las escuelas, que no reciben fondos adecuados. En cualquier industria, por ejemplo en la industria automotriz, hay menos negros. En la industria de construcción, las compañías de blancos hacen los proyectos. Un amigo, un veterano del ejército, pagó alquiler 40 años porque no le quisieron hacer un préstamo hipotecario. Yo también soy veterano del ejército y no he podido conseguir un préstamo para veteranos. Tengo 50 años y todavía no he podido comprar casa".
Salí del restaurante y me puse a platicar con un señor que estaba frente de una tienda. Me explicó por qué cree que a Cherry no lo acusaron en 40 años:
"En esa época pensaban que poner bombas era legal porque era una forma de luchar contra gente que quería liberación, que quería salir del viejo statu quo. Los racistas lo hacían para reforzar las viejas ideas. El FBI decía que no había pruebas y que no podía juzgar a nadie. Con tantas bombas, era `legal'. No era solo una bola de blancos pobres del Klan, las autoridades estaban metidas. El KKK lo hacía porque sabía que las autoridades estaban de su lado. Si no, pues no lo hubiera hecho. Así que las autoridades no los iban a castigar después".
Mucho
no ha cambiadoAl día siguiente fuimos a un proyecto de vivienda pública, pasando por muchas fábricas cerradas. Hacía calor y había mucha gente sentada afuera. Encontramos muchas opiniones sobre esta ciudad.
Una señora joven que iba para su camioneta vio las fotos del OR y sonrió; le dio gusto ver un artículo sobre la condena de Cherry. Mientras que sus niños se subían a la camioneta, comentó:
"Es patente que en Birmingham todavía hay racismo. Mucho no ha cambiado. Los negros no pueden conseguir los buenos trabajos, por más que tengan educación. Así es, lo he visto. Los blancos tienen voz... Inclusive en las escuelas. Mis hijos son excelentes estudiantes, pero no pueden entrar a cualquier universidad. El racismo aquí todavía es muy fuerte".
Habló de la escuela de su hija adolescente: "Pésimas condiciones, cucarachas, ratas, no arreglan el edificio. Pero los niños blancos tienen escuelas nuevecitas, equipo nuevo, computadoras; estos niños también necesitan eso, pero no lo tienen. Las escuelas blancas casi no necesitan cosas nuevas, pero las tienen en abundancia. A nuestros niños les dan lo viejo, aunque merecen lo mismo. Las escuelas blancas de la ciudad tienen gimnasios y auditorios preciosos. Nuestros hijos solo verán eso si llegan a la universidad.
"En mi trabajo también hay racismo. Yo soy cajera de un banco y está prohibido ponerse mangas cortas y sandalias. Si una cajera blanca lo hace, no le dicen nada en todo el día, pero si lo hago yo ahí mismo me mandan a la casa a cambiarme. Pasa lo mismo con las tardanzas: si un blanco llega tarde, no le dicen nada; si yo llego tarde, me regañan y me descuentan".
Profunda furia
Después fuimos al parque Kelly Ingram a la celebración de Juneteenth [fecha en que llegó al Sur la noticia de la proclama de libertad de los esclavos-- OR ]. Vendí unos periódicos y me acerqué a un par de chavos negros. Cuando les pregunté qué pensaban del veredicto, uno dijo: "¿Por qué lo condenaron a cadena perpetua ahora? Ya vivió toda una vida. Vivió tranquilo 40 años antes de la condena. Si hubiera sido yo, me habrían agarrado en minutos y seguramente me habrían condenado a muerte. En estos momentos, nos tienen engatusados con el cuento de que nuestra situación económica va a mejorar. Pero acaban de tumbar las viviendas públicas ahí cerca de la escuela y van a construir condominios. Ese veredicto fue algo nominal. Había tanta gente metida, mucho más metida, pero ahora dicen que el asunto quedó resuelto, que no van a juzgar a nadie más. Esos dos no lo hicieron solos".
Una joven con una gorra que decía "Sisters in Struggle" hablaba con mi compañero y miraba las fotos del OR.Cuando le hice unas preguntas, contestó:
"Yo no soy de Birmingham y no sabía mucho sobre la bomba hasta que me mudé aquí. Pero hace un siglo, cuando colgaban a los negros por nada, no castigaron a nadie. Debería haber más gobernadores en la cárcel. La cosa no debe parar con Cherry; debe ir mucho más allá. Toda la gente que ahorcaron, que colgaron de un árbol, y nadie cayó en la cárcel por eso. Toda la gente negra que está presa ahora por cosas pequeñas. Y el racismo sigue: solo checan licencias y cinturones de seguridad en los barrios negros; en los barrios blancos no hacen eso... Eso es discriminación. A mi hermano lo paran todo el tiempo y lo meten al bote a cada rato por no tener seguro".
Hablé con tres adolescentes negras que estudian en la prepa Parker. Dije que esa prepa se vació día tras día en 1963 en protestas contra el racismo. Sonrieron y me dijeron que lo sabían. Me contaron que los maestros no enseñan eso. Una dijo: "Los maestros mencionan por encima lo del 63 pero es muy por encima. Me enfurece que con todo lo que pasó no lo expliquen. No lo explican como se debe".
Antes de irnos de Birmingham logramos volver a hablar con una señora negra de 50 años con quien antes platicamos sobre el Borrador del Programa.Nos habló de sus experiencias de jovencita: que le tocaba darle el asiento a los blancos en los camiones y que entró a la lucha de derechos civiles. Hoy todavía siente el peso del racismo y de la supremacía blanca, especialmente en la vida de sus nietos. Nos contó que los jóvenes allegados a ella tenían mucho interés en el juicio de Cherry y participaron en las manifestaciones para que lo juzgaran. Antes del veredicto le dijeron: `Si lo sueltan, la cosa estalla, seguro estalla'".
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Partimos al atardecer. Yo iba pensando en la primera vez que fui a Birmingham, hace un año, con el Borrador del Programa . Recordé que paré en una tienda y a la salida se me acercó un señor negro a pedir un aventón. En el viaje nos contó que Bull Connor se metía a los barrios negros en un tanque, nos habló de la brutalidad policial y de la cantidad de negros que mata la policía sin que las autoridades hagan nada. Habló del racismo y de la segregación. Yo hablé del Borrador del Programa y de que en una nueva sociedad revolucionaria el pueblo se organizará y unirá para acabar con la supremacía blanca y el racismo. Se le iluminaron los ojos y dijo: "Pues esta es tierra fértil".
En este viaje a Birmingham también aprendimos mucho. Viendo las montañas que rodean la ciudad, recordé todas las conversaciones y me dije: "Sí, esta es tierra fértil".
* Bull Connors fue el jefe de policía de Birminham durante la época del movimiento de derechos civiles. Un conocido racista, mandó golpear a los negros y atacarlos con perros y mangueras.
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