Entrevista del OR

Lynne Stewart: Abogada bajo ataque, I Parte

Obrero Revolucionario #1162, 11 de agosto, 2002, posted at http://rwor.org

La entrevista del OR: Una sección del Obrero Revolucionario para que nuestros lectores se familiaricen con las opiniones de importantes figuras del arte, la música y la literatura, la ciencia, el deporte y la política.

Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no son responsables por las ideas publicadas en las páginas de nuestro periódico.

El 9 de abril el gobierno federal entabló acusaciones contra Lynne Stewart y tres árabes: Mohammed Yousry, Ahmed Abdel Sattar y Yassir Al-Sirri. Stewart es la abogada defensora de Omar Abdel Rahman, el clérigo islámico condenado de conspiración sediciosa y sentenciado a cadena perpetua por un crimen que nunca ocurrió: un supuesto complot para atacar varios lugares conocidos de Nueva York. En el juicio, la fiscalía dijo que el complot abarca el dinamitazo de 1993 del World Trade Center.

A Stewart la acusaron a raíz de unas conversaciones con Rahman que supuestamente son confidenciales y están amparadas por la Constitución, o sea, las conversaciones de un abogado con su cliente. La fiscalía dice que Stewart violó unas "medidas administrativas especiales" que restringen el contacto de Rahman con el resto del mundo; que, junto con Yousry, Sattar y Al-Sirri, facilitó las comunicaciones de Rahman con el Grupo Islámico; y que habló en inglés a los guardias con el fin de distraerlos y permitir que Yousry y Rahman hablaran en árabe. La fiscalía esperó dos años (o sea, hasta después del 11 de septiembre) para acusarlos. Ahora dice que ayudaban a unos "terroristas", y podría meterlos a la cárcel 18 años.

No cabe duda de la meta de las acusaciones: asustar a los abogados dispuestos a representar a los acusados de oposición al gobierno. (Vea el OR, No. 1148).

Lynne Stewart lleva varias décadas defendiendo a sus clientes con pasión, principios y pericia. Representó a los presos políticos David Gilbert y Richard Williams de los 7 de Ohio, atacados con saña por unos ataques armados contra el gobierno. A fines de la década de los 80 sacó de la cárcel a Larry Davis, quien se defendió cuando una pandilla de policías narcotraficantes lo atacó y por poco lo mata. Y defendió a los árabes acusados del dinamitazo de 1993 del World Trade Center.

Los abogados que tienen la valentía de defender a los acusados de actividades políticas son sumamente valiosos en la lucha por la justicia, y hay que defenderlos.

Entrevistamos a Stewart en julio de 2002. Esta es la primera parte; la segunda parte saldrá en un número futuro del OR.

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OR: En octubre, el secretario de Justicia, John Ashcroft, anunció que el Departamento de Justicia oiría las conversaciones entre abogados y clientes, sin previa notificación. Las acusaciones contra ti se están usando como pretexto para minar el derecho de los abogados a hablar con sus clientes en privado, lo cual manda al diablo el concepto de juicio imparcial y el principio de que uno es inocente hasta que se pruebe que es culpable. ¿Por qué es tan importante tu caso?

Lynne Stewart: Antes, una aclaración. El jeque ya fue condenado. No estamos hablando de una situación antes del juicio; el juicio ya se hizo, así que la situación es diferente para él. Uno solo es inocente hasta que se pruebe que es culpable, y a él ya lo declararon culpable, aunque para mí injustamente. Así que es diferente para él; como condenado ya no tiene ciertos derechos.

En general, los tribunales permiten oír las conversaciones de un preso si saben que sigue cometiendo delitos. Siempre han permitido escuchar conversaciones dentro de la prisión, incluso conversaciones entre esposo y esposa. Hay un aviso enorme en la pared: Todas las conversaciones se escuchan.

Sin embargo, el preso (ya fuera un preso condenado o un preso que esperaba juicio) siempre tenía el derecho de hablar confidencialmente con el abogado. Te puedes imaginar las cosas que un preso quiere comunicar, sobre lo que le hicieron en la cárcel, cómo lo hicieron, quiénes fueron los testigos... en fin, miles de cosas que querrá comunicar sin que el Buró de Prisiones o el secretario de Justicia sean testigos.

Nosotros todavía seguimos representando al jeque después de que lo condenaron. Preparó su testamento; quedaba el asunto de unas propiedades que tenía en Londres. Si mal no recuerdo, otro era un asunto familiar que tenía que ver con la boda de su hija. Además, era una persona política. Permíteme darte un ejemplo: cuando un predicador famoso va a la cárcel, ¿deja de predicar? No, sigue siendo lo que era, como un artista.

Además, los presos políticos han dicho cosas importantes. Me viene a la mente el caso de Eugene Debs. La famosa expresión que todos recordamos, "Donde haya una clase oprimida, ahí estaré yo", la dijo en la cárcel. [Eugene Debs estableció el Partido Socialista de América y se postuló para presidente desde la cárcel (1918- 1921)].

Así que claro que tenía cosas que decir, cosas que quería divulgar. Y una de las cosas que dijo, y eso es algo que no ocultamos, en una entrevista que le hizo el New York Times después de su condena, es: "Musulmanes, venguen lo que me ha pasado. Estoy preso en esta cárcel estadounidense por algo que no hice. Me someten a humillantes registros del cuerpo, que van contra nuestra religión. No me permiten practicar nuestra religión". En fin, una serie de cosas que duele oír. Recuerdo que leí una carta así ante un grupo de musulmanes y que lloraron por los ultrajes a que lo someten.

Fue después de eso que promulgaron las medidas SAM (Medidas Administrativas Especiales). El encargado de esas medidas es el Buró de Prisiones. Supuestamente son para que un preso no siga cometiendo delitos desde la prisión. Pero en realidad son medidas que aplican con fines políticos. Cuando el gobierno decide atacar a alguien, aplica esas medidas. Por ejemplo, a Leonard Peltier [preso político amerindio] le aplican esas medidas. A él también le restringen las llamadas telefónicas, deciden si puede hablar con la prensa o cuándo puede hacer una declaración política.

Pero nadie tenía más limitaciones que el jeque, pues es ciego y no sabe inglés. Así que no puede escribir cartas, no tiene los medios para hacerlo. No puede preparar una carta que describa la situación en que lo tienen. Lo único que le queda es el teléfono. Le iban a permitir una llamada a la semana a su abogado y una al mes a su esposa (primero iban a ser dos a la esposa, pero lo redujeron).

Así que el teléfono era su salvavidas, su única luz en la oscuridad. Como escribí una nota de prensa en contravención de las medidas SAM, el gobierno dice que podía interceptar nuestras conversaciones en la prisión, que deberían ser completamente confidenciales. Al principio me dijeron que ya no podía visitarlo ni hablar con él por teléfono. Eso fue en el verano de 2000. Desde el verano de 2000 hasta enero de 2001 llevamos a cabo negociaciones con las autoridades; lo hicimos de buena fe. Yo dije que quería visitarlo otra vez. No dije: quiero visitarlo y quiero que escuchen nuestras conversaciones. Y ellos no dijeron: vamos a permitir que se visiten, pero vamos a escuchar sus conversaciones. En una palabra, dijeron que podía visitarlo si aceptaba ciertas condiciones y firmaba. Tuvimos muchas discuciones sobre lo que querían que firmara. Querían que dijera que él había cometido cosas, pero yo no sabía si él en realidad había participado en ellas o siquiera si sabía de ellas. Yo no podía hablar por él, así que no podía firmar el documento así. Después quitaron esas partes y firmé para poder visitarlo.

El caso es que decidieron escuchar las conversaciones sin decirnos. Uno tiene que suponer que lo hicieron. De ahí viene lo de que yo "distraje a los guardias". Lo interesante es que no dicen de qué manera lo hice, ni qué es lo que no queríamos que oyeran. Mejor dicho, no han dicho: le estaba pasando el secreto de la bomba atómica. Solo dicen que distraje a los guardias. Todo era inofensivo. Por dos meses seguidos escucharon las conversaciones, sin que nosotros lo supiéramos... No recuerdo las conversaciones, solo que fueron muy rutinarias; hablamos de muchas cosas, le pregunté qué quería saber, le leí el periódico, cosas así.

Pero el meollo del asunto es que el derecho de confidencialidad entre abogado y cliente es fundamental en el sistema judicial. Con eso no quiero decir que las cortes sean perfectas ni que el sistema de justicia penal sea una maravilla, el mejor de todos. Nada por el estilo, porque como sabemos es terriblemente imperfecto. Pero cuando funciona es porque hay una simbiosis entre el abogado y el cliente, y el abogado puede presentar una defensa porque el cliente y el abogado se han compenetrado. ¿Cómo se logra eso? A través de la confianza.

Aun en los casos menores es fundamental que se mantengan ciertas cosas en secreto. Uno no tiene que probar que es inocente; todo lo contrario, el sistema judicial tiene que probar que uno es culpable. Pero el abogado tiene que saber ciertas cosas. Por ejemplo, si uno tiene un testigo secreto. Digamos que uno sí cometió un delito, pero no el delito de que lo acusan. El abogado tiene que saber si hay una persona que lo puede ayudar pero que también lo puede perjudicar. El abogado tiene que saber esas cosas. Si el gobierno sabe todo eso, es imposible defender a un acusado; no se puede.

Siempre pongo el ejemplo del tipo que agarran por manejar borracho y lo primero que le dice al abogado es cuántas cervezas tomó, la cantina, y dónde las tomó, pero afirma que no estaba borracho. Lo llevan a la delegación y le hacen un montón de pruebas; ya sabes a las que me refiero: le hacen tocarse la nariz con un dedo, le hacen caminar para atrás, etc. Él dice que le dijeron que no las pasó, pero sostiene que las pasó, que no estaba borracho y que su amigo que trabaja en la delegación puede confirmar todo, que va a dar testimonio. Bueno, hay dos cosas que uno no quiere que sepa la policía: primero, cuántas cervezas tomó. La otra parte tiene que probar que tomó cinco y que estaba borracho; segundo, no debe saber que el amigo trabaja en la delegación, porque lo despiden, lo corren y no va a poder dar testimonio porque lo van a presionar.

Sin confidencialidad entre abogado y cliente es imposible hacer un juicio imparcial. Es como un balde de agua fría para los abogados. Mejor dicho, existe un golfo entre el abogado y el cliente, y hay que cerrarlo con confianza. Creo que eso es más serio en los tribunales estatales que en los federales. Pero imagínate si ni eso existiera, que uno no le pueda decir a su cliente: lo que me digas es totalmente confidencial. Yo trabajo para ti, no para el gobierno, así que tranquilo. Pero te imaginas, si ni siquiera eso se permite, ¿cómo va a confiar en ti el cliente?, ¿cómo presenta uno argumentos ante un jurado? No se puede, es imposible.

Todo el sistema se debilita y, además, asusta a los abogados. Porque no quieren que el gobierno les pueda poner el dedo, escuchar sus conversaciones y acusar, como han hecho conmigo. Esa es la otra razón por la cual esto es muy tenebroso.

OR: Indudablemente, es un caso político. El gobierno quiere meter a la cárcel a una abogada defensora comprometida y consecuente para hacer pensar dos veces a otros abogados antes de defender a personas acusadas de actividades políticas o a otros clientes poco populares. Si atacan a los abogados que defienden a la oposición, el pueblo se quedaría sin defensa legal. ¿Qué piensas de eso?

LS: Tienes toda la razón. Es diciente que entre quienes me apoyan hay una clara división. Por un lado están los abogados que ven que es un intento de meterse en su campo. Mejor dicho, si suprimen el derecho de confidencialidad la próxima vez que tengan que defender a un narcotraficante, a un mafioso o un ratero, les van a estar escuchando las conversaciones.

Por otro lado están los activistas políticos, la gente que recuerda cuando uno podía llamar a un abogado y lo importante que era saber que el abogado iba a pelear por uno, que no iba a andarse por las ramas. HBO hizo un programa sobre los abogados que defendieron a los 7 de Chicago porque eran abogados comprometidos. Se dejaron meter a la cárcel porque no aceptaban que el juez tuviera a Bobby Seale atado a una silla. [En el juicio de los 7 de Chicago (1969-1970), siete radicales acusados de conspirar para incitar un motín durante la convención nacional del Partido Demócrata, el juez mandó atar y amordazar a Bobby Seale, uno de los acusados].

Así que los activistas políticos saben que los abogados son la primera línea de defensa. No tener abogados comprometidos perjudica al movimiento político. Quedarían abogados asustados, que no tomarían una posición política en un tribunal.

Hasta en el gremio hay abogados a los que no les gusta lo que estoy haciendo. Me aconsejan que no me meta en la política del jeque; que lo que importa es mi profesión. En cierto sentido tienen razón; lo que estoy haciendo es defendiendo el derecho de los abogados de ejercer su profesión. Por otro lado, estoy defendiendo el derecho de los acusados a tener abogados que de veras van a defenderlos, que no temen los ataques del gobierno y lo que les pueda hacer.

El otro día estaba en las escaleras de la corte del Bronx, donde tengo un juicio, cuando un abogado que conozco hace muchos años se me acerca y me dice: "Esto se terminó para mí; desde hoy en adelante solo me voy a encargar de casos comunes, ya no quiero ser un héroe. No me voy a exponer ante un jurado en nombre de otro; eso se terminó para mí. Me voy a retirar, a cuidarme la salud". Pensé en lo que dijo. No podía decirle que no debía hacer eso. Lo único que puedo hacer es poner el ejemplo. Porque e s posible hacerlo. Mira, yo lo hice. Es cierto que me han acusado pero voy a ganar y será para beneficio de todos. Eso va a demostrar que no hay que capitular.

Pero depende mucho del clima político. Las cosas van a tener que cambiar. No estoy hablando de un cambio radical, no estoy diciendo: todos a las barricadas; simplemente digo que la gente no debe darse por vencida, pensar que no le concierne mientras que esté fuera de peligro, mientras que le vaya bien, a pesar de que --increíblemente-- no le esté yendo tan bien. Por ejemplo, mira cómo está la economía. Sin embargo, hay gente que dice que con tal que Ashcroft nos mantenga fuera de peligro, con tal que Bush se encargue de que esa gente no nos vuelva a causar daños, está dispuesta a renunciar a todos los derechos. Ese es el gran peligro que veo, que la gente renuncie a sus derechos.

OR: En diciembre John Ashcroft justificó las medidas represivas de esta manera: "A los que asustan a los amantes de la paz con el fantasma de perder libertades civiles, les digo: sus tácticas ayudan al terror". Desde el 11 de septiembre el gobierno dice que el terrorismo es lo que diga. Ahora dice que el proceso legal establecido es lo que el gobierno diga; ataca el derecho de confidencialidad; socava el principio de que uno es inocente hasta que se pruebe que es culpable; dice que los "terroristas" no se merecen los mismos derechos que los demás; mete a la cárcel, incluso a ciudadanos de este país, sin decir de qué se les acusa y sin permitir que los represente un abogado. ¿Qué implicaciones le ves a todo esto?

LS: Para mí, es una oportunidad para asustar más a la población de este país. Al sentir temor, la gente va a pedir alivio. Así aceptará lo del terrorismo, que hay que luchar contra eso, como si de eso se tratara, ¡cuándo en realidad no tiene nada que ver con eso! Se trata de un giro brusco a la derecha manipulado por los conservadores que le va a permitir al gobierno hacer lo que quiera, y la gente, esperan, no va a decir nada.

Pero está sucediendo algo muy interesante: las noticias de las trampas de las corporaciones, de gente bañada en dinero a la que nada le pasa, están haciendo pensar. Unos razonan: más vale que piense más, que me preocupe, ya que no tenemos con qué jubilarnos, que no queda nada de nuestras acciones. ¿Por qué dice el gobierno que debo preocuparme de la gente que está en el mismo vuelo conmigo? Eso no me preocupa; lo que me preocupa es que ninguno de esos peces gordos ve la cárcel ni por el forro, y que seguirán haciendo sus fechorías.

En Estados Unidos se tiene la costumbre de que lo obvio y el pretexto existen lado a lado. Mira, ¿cuánto tiempo lleva la gente creyendo el pretexto del 11 de septiembre, simplemente porque está aterrada? Jamás se imaginó que algo así podría ocurrir aquí. Pero los verdaderos problemas de fondo siguen y, a mi juicio, ese es el problema de fondo de todo esto.


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