Obrero Revolucionario #1165, 1 de septiembre, 2002, posted at http://rwor.org
En un llano desértico cerca de Kandahar, en el sudeste de Afganistán, está la aldea de Showkar Kariz. El 22 de octubre, poco después de la medianoche, los aldeanos despertaron en medio de un incalculable horror.
Los bombarderos yanquis soltaban bombas sobre Showkar Kariz. Mataron a docenas de personas y destruyeron muchas casas. Cuando los sobrevivientes, aturdidos, salieron de las casas, los bombarderos regresaron y mataron de nuevo. Un niñito, rescatado de los escombros tras el primer ataque, murió en la segunda ola. Murieron por lo menos 45 aldeanos.
Los voceros del Pentágono anunciaron que Showkar Kariz era un campo de entrenamiento de Al Qaeda y del Talibán y, por eso, era "un blanco legítimo". Mohammed Qasim, un sobreviviente, contestó que no había miembros de Al Qaeda ni del Talibán, y los reporteros que fueron a la aldea no vieron ningún indicio de que fuera un campo de entrenamiento. Uno informó: "Lo único que quedan son copetes de pelo humano quemado, restos de ropa y los cimientos de barro de las casas y de una mezquita".
Mirando los escombros, Mohammed Qasim dijo: "Estos son crímenes de guerra".
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Cuando el gobierno de George W. Bush lanzó la guerra contra Afganistán en octubre del año pasado, dijo que respondía a los deseos de la ciudadanía, y que era represalia por los ataques del 11 de septiembre y parte de la "guerra contra el terror".
Pero lo que se le presentó al pueblo de Afganistán fue el terror de una lluvia de bombas yanquis.
¿Cuántas personas que no tienen nada que ver con Al Qaeda o el Talibán han muerto en esta guerra, igual que los habitantes de Showkar Kariz? No se sabe.
Se calcula que de 2,000 a 8,000 civiles murieron de octubre de 2001 a febrero de este año, el período de mayor intensidad del bombardeo a uno de los países más pobres del mundo con 18,000 bombas, misiles y otras municiones. Miles más resultaron heridos.
La guerra trastornó la vida de millones de afganos, cuyo país ya tenía uno de los más altos niveles de mortalidad infantil y uno de los más bajos niveles de esperanza de vida del mundo. Las bombas interrumpieron la llegada de comida, medicinas y otros suministros; docenas de miles de afganos tuvieron que emigrar. En mayo, el periódico inglés Guardian calculó que además de los muertos en los bombardeos, otros 20,000 personas murieron a raíz de la guerra.
Ahora la situación en Afganistán casi no se menciona en los periódicos ni se ve en los noticieros, pero la guerra continúa y la mortandad sigue.
Tomemos por ejemplo lo que pasó en la aldea de Bandi Temur en mayo: docenas de comandos yanquis y soldados del ejército afgano atacaron desde helicópteros en plena noche. Abrieron brechas en los muros, mataron a balazos a varias personas y se llevaron a 50 hombres "para interrogarlos".
A uno de los detenidos, el jefe de la aldea (de 100 años), lo mataron de un golpe a la cabeza. La madre de Zaghuna Bibi (de 3 años) dijo que la niña salió corriendo de la casa asustada por los invasores: "Solo la encontramos al día siguiente. Estaba en el pozo, muerta". Naibo, otra aldeana, dijo: "Mataron a balazos a mi esposo, Abdullah. A mí me dieron una paliza y me ataron las manos y los pies".
En julio, el ejército estadounidense atacó una boda en la aldea de Kakrak, en el sur, con aviones AC-130, que disparan misiles y ametralladoras. Murieron docenas de personas. Un sobreviviente recordó: "A los que corrimos para escaparnos nos dispararon cohetes. Nos persiguieron".
Saboor Gul, de 11 años, perdió a su madre en el ataque y sufrió laceraciones en la espalda y los pies. En el hospital de Kandahar, se escondió cuando se le acercaron unos reporteros extranjeros: "Tengo miedo. Son americanos, igual que los que nos bombardearon".
Ha habido muchos ataques parecidos en los desiertos y montañas de Afganistán.
Además, por todo el campo hay miles de bombas de dispersión sin estallar. Ahora cada una es una mina terrestre: cuando se toca, puede rociar más de 200 pequeñas bombas que matan a niños que juegan en los campos o a adultos que recogen chatarra.
Los representantes del gobierno y de las fuerzas armadas estadounidenses nunca piden disculpas ni aceptan la responsabilidad por estos civiles muertos. El general Franks, comandante de la campaña bélica en Afganistán, dijo: "Esta ha sido la guerra más precisa en la historia de este país". El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo fríamente: "Eso pasa en la guerra. Siempre ha pasado y temo que siempre pasará".
El gobierno dice que ha "liberado" al pueblo afgano. Pero lo que ha creado para reemplazar a los talibanes es un gobierno cien por cien Made in USA, cuyo presidente tiene que rodearse de soldados de Operaciones Especiales yanquis para protegerse. Tanto ese gobierno como grandes extensiones del país están bajo la dominación de señores de la guerra feudales y comandantes militares odiados por el pueblo por su asesinato, pillaje, violación y demás barbaridades antes de los talibanes.
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En enero, en medio de esa destrucción en Afganistán, Washington lanzó la segunda fase de la guerra: centenares de soldados llegaron al sur de Filipinas, a casi 5,000 km del campo de batalla de Asia central.
La llamaron una operación de "entrenamiento" del ejército filipino. Washington dijo que la meta era combatir a Abu Sayyaf, un pequeño grupo islámico que supuestamente tiene vínculos con Al Qaeda.
Pero la verdadera misión se vio rápidamente: permitirle al ejército filipino redoblar la injusta guerra contra las masas, y así fortalecer la opresiva dominación yanqui y del gobierno central.
Los soldados desembarcaron en una zona donde el ejército filipino lleva décadas librando una guerra contra movimientos separatistas del pueblo musulmán. Además, por todo el país el gobierno está combatiendo una guerra popular maoísta del Nuevo Ejército Popular, dirigida por el Partido Comunista de Filipinas, con fuertes raíces populares. Hace poco el Partido Comunista de Filipinas y el Nuevo Ejército Popular cayeron en la lista de "organizaciones extranjeras terroristas" del Departamento de Estado, algo muy alarmante.
Washington también despachó centenares de comandos a Yemen, Somalia e Indonesia, y con menos publicidad envió misiones y equipo militares a docenas de países más.
La lista de posibles blancos de esta guerra sigue creciendo: Bush denominó a Irak, Irán y Corea del Norte el "eje de la maldad" mundial y los amenazó con una guerra preventiva. Rumsfeld anunció: "Si tenemos que atacar otros 15 países, pues manos a la obra". El gobierno ha dicho que unos 60 países por todo el mundo tienen "problemas de terrorismo".
En agosto, el New York Times informó que Rumsfeld está estudiando planes "para despachar unidades de las Fuerzas Especiales a operaciones clandestinas de largo plazo en países donde Estados Unidos no está librando la guerra abiertamente y, en algunos casos, donde el gobierno no sabe nada de la intervención".
Para financiar la guerra, se han aprobado los mayores aumentos del presupuesto del Pentágono desde hace 30 años (mayores que los del gobierno de Ronald Reagan cuando se preparaba para librar una guerra nuclear contra la Unión Soviética).
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Estados Unidos gasta unos 3 billones de dólares al año para financiar y apuntalar a Israel, su capataz en el Medio Oriente, una zona de importancia estratégica. Ese apoyo militar, financiero y político le permite a Israel continuar la brutal ocupación de Palestina.
El avión F-16 israelí que soltó una bomba de una tonelada en un barrio congestionado de ciudad de Gaza en julio y mató a 16 palestinos fue "hecho en Estados Unidos".
Los fondos estadounidenses pagan las armas automáticas con que los soldados israelíes matan a jóvenes lanzapiedras; los tanques y bulldozers con que tumban casas palestinas; y los retenes por todo Cisjordania y Gaza que controlan a los palestinos.
Desde comienzos del año, el ejército israelí se ha desbocado en Cisjordania con una campaña de castigo colectivo contra millones de palestinos. El gobierno de Ariel Sharon dice que se está defendiendo de las bombas suicidas y que es parte de la "guerra contra el terror" de Estados Unidos.
Pero en realidad la misión de Israel es hacer añicos la sociedad palestina y aplastar toda resistencia a la ocupación.
A los palestinos, que se encuentran ante una seria amenaza a su futuro como pueblo, les dicen que Estados Unidos es la única potencia que puede garantizar la paz y la creación de un estado palestino. Pero las "iniciativas de paz" de Washington no tienen nada que ver con la justicia. Todo lo contrario: su meta es mantener a los palestinos acorralados en pequeños ghettos rodeados por el ejército israelí.
Lo que les preocupa a los imperialistas yanquis es que la crisis en Palestina ha desatado protestas por todo el mundo árabe, y están trastornando los planes para la próxima fase del plan: una guerra contra Irak.
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En 1991, la guerra del golfo Pérsico mató a centenares de miles de iraquíes. Desde que terminó la guerra, han seguido los ataques a Irak con bombas y sanciones económicas, que han causado la muerte de centenares de miles más.
Los bombarderos yanquis e ingleses atacan blancos iraquíes constantemente y matan a centenares de civiles. Las sanciones han impedido la llegada de medicinas y otros artículos de primera necesidad.
En 1997 la ONU informó que más de 1.2 millones de iraquíes han muerto desde la guerra del Golfo debido a la falta de medicinas. Cada mes 5,000 niños mueren de enfermedades curables y de otras consecuencias de la guerra y las sanciones.
Ahora Washington amenaza otra guerra contra Irak para "destituir" a Saddam Hussein y "cambiar el gobierno". Los medios analizan una variedad de posibles planes de guerra, de una fuerza invasora de 250,000 soldados a un ataque "quirúrgico" contra Bagdad.
Pero de una cosa no cabe duda: Una nueva guerra contra Irak solo llevará más muerte, destrucción y sufrimiento al pueblo iraquí.
La amenaza de atacar Irak, igual que toda la guerra sin fin, no se proponen encontrar a los autores de los ataques del 11 de septiembre. Tampoco se proponen mejorar la seguridad de la ciudadanía, y por supuesto no buscan libertad ni justicia.
Los imperialistas yanquis buscan reconfigurar el mundo para su mayor beneficio. La guerra que han declarado es para decidir quién determinará y controlará el futuro de la humanidad, y qué clase de futuro será.
La Casa Blanca de Bush dice que está librando la guerra en nombre de la ciudadanía. Pero la meta de esta guerra es imponerle al mundo una pesadilla de capitalismo desenfrenado, en que la clase dominante yanqui, con una enorme máquina bélica, puede reconfigurar regiones, gobiernos y culturas a gusto. Esa barbaridad no concuerda con los intereses de billones de personas por todo el mundo.
Es hora de que los que vivimos en las entrañas de esta bestia imperialista declaremos "¡No en nuestro nombre!" y nos solidaricemos con los pueblos del mundo.
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