Michael Slate
Obrero Revolucionario #1166, 15 de septiembre, 2002, posted at http://rwor.org
La
entrevista del OR
Una sección especial para que nuestros lectores se familiaricen con las
opiniones de importantes figuras del arte, la música y la literatura, la
ciencia, el deporte y la política.
Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no son
responsables de las ideas que aparecen en otras partes de esta página web.
Cada obra de teatro es un viaje. Cuando abren las cortinas del escenario, soltamos la imaginación a volar. En vivo de Palestina (Historias de la ocupación ) nos hace volar a un mundo de escombros, representado por cerros de periódico estrujado. De los cerros de papel empiezan a salir unas manos y luego se asoman siete palestinos. Se paran juntos y bailan sincronizados. Desde un columpio en el techo los vigila un muñeco de papel, siempre presente como si fuera un dios o un rey. Los actores bailan frente a él y le hacen reverencias.
Durante los próximos setenta minutos los actores palestinos, de la compañía de teatro Al Kasaba de Ramala, nos llevan al mundo suyo. En árabe con traducción al inglés en una pantalla, recitan monólogos que retratan al pueblo palestino tan vívidamente, con todo su llanto, su coraje y su risa, que nos queda pintado imborrablemente en el corazón.
Un monólogo nos presenta a un padre sentado en un rincón; habla en voz baja a una mochila como si fuera su hijo, con esa perplejidad del adulto que trata de entender los caprichos de un niño. Revisa la mochila y pregunta al niño sobre las cosas que encuentra: un sándwich con una mordida; un lápiz metido en un sacapuntas; una libreta en que anotó sus pensamientos al jugar en un parque de recreo mientras se acercaban los soldados y helicópteros. Solamente al final nos damos cuenta de que el niño murió porque el papá le promete regalar sus pertenencias al hermanito... para luego acordarse de que no tiene más hijos.
Es muy notable en la obra el sentido del humor, de ver lo absurdo de su situación y poder reírse del enemigo y de ellos mismos. ¡Los seres humanos necesitamos esto para poder confrontar las situaciones más opresivas! En uno de los cuadros teatrales, un muchacho y una muchacha se reúnen a escondidas en un restaurancito en la línea de fuego y, como hacen los enamorados en todas partes, se regalan muestra de amor, pero en este caso ¡son misiles, balas y otras armas! En otro, una maleta se queja de su mala suerte al pertenecer a un refugiado palestino y no a una dama de alta sociedad que viajara por los aeropuertos más relucientes de Europa y Estados Unidos.
Una madre llama por teléfono de Palestina a su hijo en Londres. Le cuenta las noticias más horrendas pero siempre amortigua el golpe con algo positivo y su "gracias a dios"."Tu tío Jawad, no te dije/ lo martirizaron./ Pero gracias a dios/ sus hijos están bien/ Al más chiquito le pegaron un balazo/ en el ojo/ pero ya está bien". Al final, le informa que en ese mismo momento un misil está abriendo un hueco en la casa, pero le asegura que todo está bien porque salió por una ventana. El artista que escribió y presentó este monólogo, Hassam Abu Eisheh, oyó una llamada telefónica así de una anciana a su hijo mayor después del entierro del hijo menor; ella irradiaba la decisión y la voluntad de sobrevivir que es cosa de todos los días en Palestina.
En uno de los episodios más cómicos de la obra, un hombre y una mujer tratan de viajar de Ramala a Jerusalén pero el retén está cerrado. Al examinar todas las posibilidades y concluir que ninguno de los desvíos o atajos normales funcionará, no les queda otra que dar una vuelta completa al mundo. Pasan por Estados Unidos, Cuba, Sudamérica, Japón, hasta acercarse al otro lado de Jerusalén... y se topan con otro retén cerrado allí.
Declarar la humanidad del pueblo palestino es el meollo de la obra. Un muchacho se queja de no poder escoger cómo morirá, pero se consuela dejando instrucciones exactas (y a veces muy divertidas) para su entierro. Un señor da un paseo solitario de noche cuando de repente lo ilumina un helicóptero militar. Paralizado por esa luz, le cuenta los detalles de su vida; aunque nunca le contestan los soldados que lo tienen prisionero en una reja de luz desde el cielo, su historia los desafía.
Una joven describe cómo balearon e hirieron a su hermano cuando la familia viajó en carro. La bala penetró en el carro y por poco mata a una hermana, pero la salvó el hermano. La voz le tiembla al contar que esta situación se considera algo normal y cotidiano, como tantas otras cosas extraordinarias. "La muerte se ha vuelto normalidad, y/ también el sangrar. El miedo y la desesperación son normales/ ¿Están cerrados los retenes?/ Nada nuevo, pasaramos por el otro lado, qué nos importa.../ ¿A mi hermano le pegaron un balazo en el trasero? Normal.../"Pero rechaza la "normalidad" de esa situación y reclama su humanidad.
En el último acto, los artistas quedan enterrados de nuevo en los escombros de periódicos, que reportan los horrores de la vida en territorio ocupado como algo normal y cotidiano. Pero esta vez los artistas salen disparados de esas tumbas y las destruyen bailando frenéticamente. Contar sus historias desmiente la caricatura que hace la prensa de su vida y conquista el corazón del público. El final de la obra presenta a un pueblo palestino valiente y fuerte, que sueña, imagina y llora; un pueblo que no pierde ni la capacidad de reírse de lo absurdo de su situación ni la decisión de luchar, sobrevivir y ganar. En vivo de Palestina retrata un pueblo y un lugar que no son nada ordinarios, y por eso es una obra de arte hermosa y extraordinaria.
La compañía de teatro Al Kasaba hizo una gira muy corta por Estados Unidos con cinco presentaciones de En vivo de Palestina en el Festival de Teatro New Haven, una en Los Ángeles, y una en San Francisco. Después hizo 11 presentaciones en Londres y varias más en Europa. Cuando la compañía regrese a Ramala, su futuro está en duda. El ejército israelí la atacó tres veces desde abril y causó grandes daños al equipo y al edificio.
Tuve la oportunidad de hablar sobre la obra, su creación y la situación en Palestina con el director de la compañía, George Ibrahim, y el director de la obra, Nizar Zubi, la víspera de su presentación en Los Angeles.
OR: ¿Cómo crearon En vivo de Palestina ? Leí en las notas del programa que el proceso tuvo una estrecha relación con el desarrollo de la intifada actual.
Nizar Zubi : Cuando empezó la intifada, nos agarró por sorpresa a todos. Preparábamos una nueva obra, ya estábamos por producirla. Que arranca la intifada y tuvimos que cerrar el teatro un tiempo porque no podíamos ni llegar. En el principio era muy peligroso, hasta que entendimos la situación. Luego los artistas, la dirección, yo, todos, empezamos a juntarnos y platicar de cuál sería la manera correcta de abrir el teatro, que fue la primera meta. En ese entonces las primeras presentaciones eran más bien comemoraciones, porque hubo muchas bajas, murieron más de cien palestinos en una semana; eran para desahogarnos de tanto dolor. El escenario estaba abierto a todo artista palestino que quisiera presentarse. El teatro dio la bienvenida al que quisiera aprovecharlo; George hizo esa contribución para que los palestinos se expresaran.
OR: ¿Cómo se veía eso?
NZ: Como en todas partes hay grupitos y diferencias en el mundo artístico palestino, aunque no es un mundo muy grande. Creo que fue una de las pocas ocasiones en que todos dejamos las diferencias a un lado; personas que no antes se hablaban subieron juntas al escenario, así que fue un tiempo muy interesante. Durante como dos semanas, la gente asistía al teatro seguido y trataba de hacer algo como fuera. Leíamos poemas. El que sabía cantar, cantaba; el que tocaba un instrumento, tocaba. Era una manera de expresarse, al estilo de variedades palestinas.
Después de las primeras dos semanas, solo nosotros los de la compañía seguíamos presentando; ya asistían menos invitados, así que empezamos a presentar obras nuestras. Entonces hablé con George y le pregunté que si yo podía añadir elementos para cohesionar la obra. Me escuchó, le pareció, y me dio una gran oportunidad. La idea fue que todos íbamos a crear una parte. Me dijo, órale, hay que hacerlo; la idea era elevar el nivel artístico, pulirlo más. Lo primero que hicimos fue crear una estética visual que ligaba los monólogos o piezas. Cada noche le agregamos una capa artística más. La meta era acercarse lo más posible a un show de teatro sin hacer un show. Platicamos mucho sobre la idea pero los dos estábamos de acuerdo en no hacer un show porque era una obra muy privada, puesto que los artistas escribieron todas las historias. Intentamos hacer algo semejante a un show de teatro convencional sin caer en esa trampa.
Primero introducí bastante movimiento para dar cohesión a las piezas, movimiento como cohesión, y poco a poco salió un tema. Después de la capa estética empezamos a buscar la repetición de temas y concepciones dramáticas en los mismos monólogos. Luego colaborábamos más, empezábamos a participar más en los monólogos de los demás. Era un tiempo muy intenso. Hacíamos una presentación cada ocho días, y cada vez era una obra nueva, nueva concepción, nuevo decorado, nuevos monólogos, nueva perspectiva, así que hacíamos toda una presentación diferente cada ocho días. Después de un tiempo se nos hizo muy pesado. Continuó así nueve meses; era algo bárbaro. En la tarde terminábamos una presentación y en la mañana siguiente todos traíamos nuevas ideas y teníamos que decorar todo de nuevo en un solo día. Nos hicimos profesionales en eso...
Fue muy dificil dar cohesión a esta obra, fue la obra más dificil de integrar. Se me ocurrió el tema de esta obra y el diseño del decorado por mi reacción a la prensa; el mundo ya nos considera "noticias sin novedad" y, si eso fuera poco, como somos grandes consumidores de noticias empezamos a considerarnos a nosotros mismos como noticias. En Palestina somos adictos a las noticias, a fuerzas, porque la situación cambia tan rápidamente que si uno no está al tanto se expone al peligro o a las esperas más aburridas. Así que vivimos pendientes de las noticias. Se puede decir que el primer período de la intifada fue un período de noticias. Cuando se calmó, cuando ya no se oían los primeros balazos, la única forma de saber lo que pasaba en diferentes ciudades, etcétera, era por el periódico y la televisión. Y empezamos a hablar así, como periódico. Por eso se nos ocurrió hacer esta obra: no solo el mundo nos consideraba como noticias sino que empezamos a hablar de nosotros mismos como noticias. Estábamos platicando de eso con los actores, y nos dio mucha risa porque todos podíamos recitar partes de las noticias de ese período. Uno empezaba a decir una frase y otro se la completaba, porque la oímos en las noticias.
OR: Cuando un artista trata temas del día, frecuentemente hay una tendencia espontánea de ser didáctico. ¿Cómo evitaban esa tendencia?
NZ: La obra se basa profundamente en la vida real del pueblo palestino. Lo que más nos preocupaba --a mí, a George, y a los actores-- era no dejarla convertir en un show de actualidad, es decir, que solo se tratara de lo que ocurre hoy día y que para mañana no tuviera valor. O que fuera didáctico. Así que nos concentrábamos en eso para escoger y redactar los monólogos; los redactábamos porque a veces los actores traían un monólogo asinote de largo y le decíamos: "Concéntrate en esta parte, con esta haz el monólogo, porque todo lo demás es noticiero, no es la vida". Creo que lo que nos guiaba fue nuestra humanidad, la celebración de la vida, nuestros sentimientos, lo que sienten los palestinos y no lo que creen como programa político, o sea, lo que sueñan y no lo que promueven. La obra se trata de sus sueños, sus temores; todos pueden identificarse porque también sueñan, temen, aman y odian.
OR: Cuéntenme cómo crearon estos monólogos.
George Ibrahim: La fuente era nuestras vidas, nuestras vidas personales en Palestina, nuestras historias, de lo que somos testigos, lo que realmente sentimos y realmente tememos. Créeme, vivimos una vida muy, muy complicada. Uno puede tenerlo todo y, dentro de una hora, se le juntan todos los sentimientos humanos. Un momento uno está arriba del escenario haciendo reír a todo el público cuando de repente sobrevuela un helicóptero, todos se van corriendo a casa y las calles quedan vacías otra vez. Una hora más tarde todo vuelve a la normalidad. Esta es nuestra vida, y tenemos cientos de historias, historias verídicas que ocurren en nuestro país. Tenemos retenes fantásticos , todos los que quieras.
NZ: Los retenes son lugares de reunión para que la gente se conozca. Todo mundo, sea quien sea, sin importar su clase o género, todos se juntan por igual en el retén. El retén es una fuerza más grande que nosotros; es como introducir en un guión un elemento totalmente fuera de los personajes. Allí está nada más y allí nos atascamos todos. Y George, director de un teatro, se topa allí con un albañil que acaba de construir un muro, se quedan el mismo tiempo en el retén y se observan. Y cuentan sus historias.
GI: Y no es solamente un retén. A veces si uno quiere viajar siete millas, tiene que pasar cuatro o cinco retenes. Tampoco es para que uno enseñe la identificación y adelante. No, los retenes en nuestro país son algo único, es un lugar de frustración, hostigamiento, chistes, risas, y allí le van a revisar de todo. A veces le desnudan a uno para comprobar que no trae nada escondido. A veces uno espera tres o cuatro horas hasta que le toque pasarlo. Y es muy humillante. Y ves que la gente empieza a intercambiar cosas, a vender y comprar. Puedes comprar café y sandwiches porque la gente tiene hambre y sed, y quiere comer y tomar en el retén. Un retén así no lo encuentras en ninguna otra parte del mundo, el resto del mundo no lo vive como el palestino.
Una pieza maravillosa de la obra se llama Retén , se trata de una mujer y un hombre que quieren pasar de Ramala a Jerusalén, pero está prohibido. Intentan todo atajo posible y no hay modo de pasar, todo está cerrado. Deciden ir al aeropuerto y llegar a Jerusalén por Estados Unidos. Dan una vuelta entera al mundo --de Nueva York a Cuba, a Chile, a la costa oeste y luego al puente de Jordania-- pero el puente también está cerrado.
NZ: Pero lo más importante era la conexión del artista, porque los actores escribieron la mayoría del material que oyes en la función. A mí me tocó integrarla o adaptarla un poco, pero la mayoría de lo que presentan los actores en la función es completamente suyo. E ingeniaron diferentes técnicas creativas.
Algunos días Gina, una de las artistas, se sentaba y platicaba conmigo tres horas; Hussam se sentaba cerca y lo apuntaba, y después Gina usaba eso para hacer su monólogo. Y Hussam siempre traía mucho material. Khalifa, uno de los actores, siempre me platicaba un rato; después íbamos al salón de ensayo, intentábamos una y otra cosa, y yo ofrecía algo de dirección. Pero los estilos de trabajar eran muy diferentes.
Para mí, lo importante es que los actores tienen una relación con la gente a su alrededor, no son artistas fríamente intelectuales. Viven el sufrimiento, la preocupación y la alegría: la vida diaria del palestino. No son artistas apartados o ídolos, son artistas del pueblo. Por eso la conexión es tan fuerte. Por eso en ese tiempo el teatro se llenaba hasta lo máximo.
Tenemos 400 asientos y asistían 550 personas; se asomaban de las puertas y se paraban unos encima de otros, porque las funciones realmente se trataban de ellos, eran de palestinos para palestinos. Yo creo que es por eso que la obra tuvo tanto éxito, y por eso tiene éxito en muchas partes del mundo.
OR: ¿Cómo reaccionaba el pueblo a la obra?
NZ: La gente venía mucho a hablar con nosotros. Hubo mucha reacción pero una pequeña anécdota lo dice todo. Hay un mercado de verduras en Ramala, y un día caminábamos allí yo y Khalifa. Un vendedor nos paró y preguntó: "¿Son de Al Kasaba?". Le contesté que sí. Nos dijo, "Es la primera vez en mi vida que entro en un teatro pero me dio tanta fuerza vernos a nosotros mismos en el escenario". Dijo: "Mirarme a mí mismo en el escenario, representado por ustedes., fue algo tan fuerte que de ahora en adelante voy a asistir todos los días". Fue el comentario más impactante que oí porque yo sabía que le tocamos el corazón a esa persona. Un toquecito quizás, pero sí lo tocamos.
OR: Dijeron que una parte de lo que quieren lograr con esta obra es crear espacios para los artistas y también el público. Platiquemos un poquito sobre esto.
NZ: Hay algo en el escapar de la realidad. Para mí, como la realidad entra en el teatro constantemente, la manipulamos para hacerla más surreal, como de sueño, para escapar un poco. Pero es un escape con base en lo conocido y con una escalera para que puedan subir. La situación política es tan dura que no podemos decir, "Okey, vengan a ver este espectáculo de cabaret divertidísimo". No vienen. Quieren ver sus propias vidas en el escenario. Pero también sueñan, y en eso está el escape. Esa fue una de las primeras ideas que me guiaba a dirigir la obra, escoger la música y lo demás.
Escapar es una parte, pero hay otra. La vida allá es amarillenta y empolvada. Hace mucho calor y todo está en pésimas condiciones porque no hay infraestructura, la que existía está destruida. Vivimos en un campo de batalla. Cuando la gente entra en un teatro nuevo y muy hermoso, y presencia una función muy limpia, que lucha por alcanzar la estética más alta que sea posible en nuestras circunstancias, pues da una impresión muy fuerte.
OR: Así que, por un lado están profundamente arraigados en la vida del pueblo, y por el otro le dan la oportunidad de soñar, de dejar atrás su situación.
NZ: En eso basaba yo la dirección de la obra. Quiero sumirla por completo en la vida del pueblo, y de allí sumergirla aún más en los sueños, la imaginación, la fantasía, como en algunas de las piezas. La obra contiene mucha poesía. Creo que la poesía es la forma más alta del arte porque es la esencia del porqué creamos el arte. Las imágenes son lo que nos lleva a crear...
Hay poesía en la vida. Hay poesía aquí, donde estamos sentados; quizás otro solo vería la sala de un hotel pero yo digo que aquí hay poesía.
Hay mucha poesía en las situaciones más difíciles, en la lucha. Sabes, a veces cierran los retenes por completo y la gente va caminando por los cerros. Cuando es un día festivo y cierran los retenes, ves a cientos de personas que caminan por los cerros, en el polvo y el lodo, en su ropa más bonita. O está lloviendo, y las mujeres van por esas veredas en sus hermosos vestidos largos de azul, y los hombres en traje, y todos salen al otro lado empolvados y de color tierra. Es algo muy impactante, es una especie de metamorfosis. Aunque es humillante, también es purificador porque uno dice, okay, esta es mi vida, dentro de esta lucha y sufrimiento encontraré lo valioso.
Es asombroso. Ves que la gente se ayuda, pasa sus canastas de comida. Es algo que no tienen aquí, o por lo menos no es tan fuerte o tan concreto. De repente todo se derrumba y solo queda lo humano. No importa qué carro ni qué ropa traes, porque al bajar del cerro todos salen empolvados y sudados si hace calor, o mojados si llueve. Es purificador.
OR: Leí que dijiste que hacer arte en Palestina hoy día es frustrante y a la vez un gran desafío. Es la manera más difícil y más inspiradora de trabajar. Hablemos de eso.
GI: Empecemos con lo práctico. Los actores vienen de todas partes de Palestina. Unos viven en Jerasalén, otros en Galilea, y otros en diferentes pueblos de Cisjordania. Cuando cierran los retenes, nadie puede juntarse con nadie. No podemos ensayar. Incluso nos pasó eso dos semanas antes de venir, queríamos ensayar y no pudimos. Algunos ensayaron en Jerusalén y otros en Ramala, pero no nos reunimos. Ensayamos juntos por primera vez hasta que llegamos a New Haven para presentar la función. Este es el problema técnico, que el trabajo de uno está bajo el control de ellos, uno no controla su tiempo ni su trabajo.
Además está lo de las finanzas. Manejar un teatro requiere mucho dinero, pagar los salarios requiere mucho dinero. La gente no puede pagar por la cultura en estos tiempos. La Autoridad Palestina ya no tiene dinero, de hecho nunca lo tuvo. Los que antes nos ayudaban desde Europa ya no pueden porque tienen que cooperar con ropa, comida, cosas por el estilo, por lo que está pasando. Y nos quedamos solos. Estamos luchando por forjar un camino.
Las otras dificultades que tenemos son parte de tratar de vivir como ser humano en nuestro país. Uno no puede hacer planes para el futuro, ni siquiera para una semana o un día. En nuestra realidad de humanos que viven en casas, uno no sabe lo que va a hacer mañana. Una vez me quedé atrapado en casa durante 35 días de toque de queda con mi hijita. Nadie podía salir de la casa. ¿Cómo hacer planes, cómo prepararse cuando uno vive así? Nos permitían salir tres horas para comprar comida, y camino a la tienda me topé con la preparación de un entierro colectivo para 27 personas. No las podían entregar a sus familias y decidieron enterrarlas en el terreno del hospital. Cuando uno ve algo así, es inhumano, sin embargo uno es humano. Hay contradicciones. No sé cómo explicártelo, solo puedo reflejar lo que siento.
NZ : Nos frustramos mucho porque el papel social del artista es imaginar, fantasear, pero en Palestina la realidad despierta a golpes y la situación está encima de todo. Siempre está allí, no te la escapas; no puedes volar muy alto. Apenas estiras las alas y chocas con un retén. Es muy frustrante porque siempre chocas contra muros, como la situación política, nuestra situación y la guerra. Pero las pocas ocasiones que alcanzas a volar, es incomparable. Te hiciste más fuerte que la situación real; tú la agarras, la tragas y la conviertes en tu material, y ¡a volar! Es una victoria. Eso es lo que me motiva a seguir trabajando y moviéndome hasta la fecha.
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