Obrero Revolucionario #1172, 27 de Octubre, 2002, posted at http://rwor.org
La madrugada era calurosa, el 27 de agosto. Todavía faltaban unos días para el comienzo de clases. Malcolm "Lee Lee" Hoyle, Ricardo "Carco" Mason y Adam Michael paseaban en carro por su barrio, el West Side de Cleveland. Malcolm, un chavo blanco, y Ricardo, un chavo negro, eran muy amigos. De hecho, la chota había insultado a Malcolm varias veces por tener amigos negros.
Hace poco Ricardo se mudó, pero regresaba casi todos los días a pasarla con los amigos. Esa noche, los tres chavos de 16 años paseaban, platicaban y oían rolas.
De repente, una luz intermitente que iluminó toda la calle les dio un sobresalto. Sabían muy bien que las luces de un patrullero traen peligro. Malcolm pasó toda la vida en esa zona y conocía bien la esquina de 85 y Sauer, donde estudió en una escuela de la iglesia. Aceleró y zigzagueó por las calles y callejones, pero la policía los alcanzó y les dio varias veces con el enorme parachoques del patrullero.
El carro de Malcolm atravesó un lote baldío hacia un callejón. Un testigo dijo que ahí la policía lo chocó una y otra vez, y los chavos se daban contra el parabrisas. Luego el patrullero embistió el carro contra un poste de metal y soltó una ráfaga de balas. La policía ni siquiera les dio la oportunidad de bajarse del carro.
Un testigo dijo que antes de que el carro llegara al callejón, el motor falló y las puertas se abrieron. Otro afirmó que cuando el carro chocó con el poste, un chota se le acercó a Malcolm y le disparó una bala justo en la cara. Malcolm cayó sobre su amigo Ricardo; estaba en shock y derramaba sangre. Ricardo le rogaba que no muriera, que aguantara, y le gritó a la policía: "¡Paren los tiros, lo están matando!". Del otro lado del carro, un chota disparó contra Ricardo a quemarropa. Ricardo gritó: "¡Dios mío, me balearon!". Adam subió al asiento de enfrente y les dijo a sus amigos: "¡No se mueran! ¡No se mueran!". Luego la policía agarró a Adam, le golpeó la cabeza contra el suelo y lo metió al patrullero.
A pesar de que Ricardo agonizaba ahí, un chota jaló a Malcolm por la ventana para darle un macanazo. Llegó la ambulancia y los trabajadores les pusieron máscaras de oxígeno a los dos chavos, pero la policía las tiró al suelo. La crueldad de los policías llegó a tal extremo que sacaron a Ricardo del carro y lo golpearon, aunque estaba muerto, y lo tiraron como trapo en la ambulancia. Fue la sexta persona asesinada por la policía desde enero.
Malcolm estaba a dos dedos de la muerte, pero lo llevaron al hospital esposado a la camilla. Los agentes que lo vigilaban le dijeron que estaba bajo arresto y que iba a pasar mucho tiempo en la cárcel. En cuestión de días, aun antes del entierro de Ricardo, lo acusaron de homicidio culposo involuntario por la muerte de su amigo. A Adam, quien se había escondido en el asiento de atrás, lo zamparon en una cárcel para adultos.
En 24 horas, las autoridades dieron a conocer su versión: que Malcolm dio marcha atrás con el carro, atrapó a un agente entre dos carros y una valla, y lo iba a atropellar. Sin embargo, los testigos afirmaron que el patrullero empujó el carro contra el poste, que no había campo para retroceder y, de todos modos, el carro ya no arrancaba.
El barrio responde
En cuanto cesaron las balas, los vecinos salieron y se encontraron ante un asesinato descarado. Quedaron horrorizados. Decían: "Eran niños, estaban desarmados y la policía lo sabía; conocía a esos chavos, los conocía y sabía que no tenían armas". Lo que les desgarró el corazón fue que la policía los matara siendo tan jóvenes y sin hacer nada malo.
A la noche siguiente, Art McCoy, líder de la organización comunitaria Black on Black 2000, organizó una vigilia. Los vecinos partieron del lugar del asesinato y marcharon por las calles del barrio. Muchos se les unieron; había negros, latinos y blancos, muchos jóvenes y algunos mayores, todos gritando: "¡Sin justicia, no habrá paz!". La marcha creció de unas 20 a 300 personas. Al llegar a la avenida Madison, una calle principal, se tomaron las calles y gritaron más recio: "¡Alto a la brutalidad policial, alto al asesinato policial!" y "¿Por quiénes marchamos? ¡Por Ricardo, Lee Lee y todos!". Los parientes de las víctimas hablaron, llorando de coraje, sobre lo que les pasó a sus seres queridos.
Cuando llegó la policía, los manifestantes alzaron los puños, señalaron a los agentes con el dedo y gritaron: "Asesinos, asesinos, asesinos...". Se quedaron en la calle unos 20 minutos. Al dispersarse, platicaron sobre cómo seguir adelante y muchos pidieron contacto con la Coalición 22 de Octubre contra la Brutalidad Policial, la Represión y la Criminalización de una Generación.
El barrio habla
Después de la protesta, fui al lugar del asesinato. Vi donde el carro se estrelló contra el poste. Había una gran ofrenda, con fotos de Ricardo y Malcolm, notas de cariño a Ricardo y mensajes para animar a Malcolm a aferrarse a la vida. Estaban varios chavos y llegaron otros más con ositos de peluche, velas y mensajes. Nos quedamos platicando, llorando y mirando las fotos.
La tía de Malcolm, Sarah Russell, dijo: "Lee Lee pregunta siempre, `¿Y mi amigo?'. No queremos decirle lo que pasó. Si le decimos, se puede morir. Además, su madre tiene que ir al centro, al cuartel de policía, para que den permiso para una visita de 15 minutos en el hospital, porque la policía de Cleveland, después de balear [a Malcolm], lo tiene detenido".
Los chavos hablaron con coraje. Uno dijo: "[Los policías] los hicieron chocar contra el poste, los chocaron y luego fueron al carro y los balearon. No dijeron nada, ni `bájense del carro' ni nada. Agarraron a Ricardo y lo arrojaron en la ambulancia; Malcolm tenía la cara destruida y aun así lo arrojaron en la ambulancia".
Otra persona relató que antes de ese incidente, la policía había amenazado a Malcolm: "Hace como un mes, la policía echó a Malcolm contra una pared y le dijo que iba a matarlo; frente a sus parientes, le dijo que algún día iba a salir con los pies por delante". Un vecino le dijo al OR : "La policía quiere matar a todos estos chavos".
Una persona dijo: "El jefe del segundo distrito ordenó a los agentes: `Hagan lo necesario para controlar la zona'. El jefe me contó eso por teléfono, que les dijo: `Si es posible agarrarlos por escupir en la banqueta, que lo hagan. Métanlos a la cárcel, hagan lo que hay que hacer'".
En la luz titilante de las velas, se habló de Ricardo. Un señor dijo: "Pasaba por aquí al centro de recreo a jugar básquet, era un joven callado... era cortés y jugaba básquet y fútbol con los niños. Era callado. Jamás tuvo problemas con la ley. Lo mataron porque quiso ayudar a su amigo; les dijo a los policías que no le tiraran y a su amigo: `vivirás, vivirás'. Según he oído, la policía le dijo: "pero tú, no" y le pegó dos balazos en la cabeza".
Un joven negro habló de la vida en el barrio: "Todos los días nos dan madrizas. No es la primera vez que la policía comete escándalos. A un niño gordito de 10 años le hicieron quitarse la camisa y dar saltitos por el barrio. Lloraba. Lo metieron en un patio donde había un enorme perro Rotweiler; por pura suerte no lo mordió. En este barrio, la policía viene a joder 10 ó 15 veces al día... Esta noche durante la marcha, todos estábamos en la protesta --el hermano de Ricardo también-- y la policía estaba riéndose. Eso le dio mucho coraje al hermano de Ricardo. Un chota fue a sacar una escopeta de la cajuela, todo el tiempo con risas y una sonrisa burlona. Ahora cuando la chota viene al barrio, anda diciendo que [los chavos] se llevaron su merecido".
Otro joven dijo: "Es escandaloso. No tenían armas, no era un carro robado, hazme el favor, qué necesidad de golpearlos y matarlos. Asesinaron a Ricardo, ya estaba muerto y todavía lo golpeaban. Al chavo que balearon en la cara, a Lee Lee, los policías le quitaron el oxígeno y tiraron la máscara en los arbustos. Le dieron una buena golpiza y luego lo arrojaron en la ambulancia".
La noche de la vigilia y en los días siguientes, los encargados de "relaciones comunitarias" de la policía salieron a calmar la situación, diciendo que las autoridades "harán una investigación". Por otra parte, la policía acosaba por toda la zona; detenía a los que iban en carro y hostigaba a los chavos que tenían camisas que decían "Descansa en paz, Ricardo. No olvidemos a Lee Lee". Dijo una persona que vio a la policía darle a un chavo una cachetada por la camisa.
Los vecinos dijeron que unos días después del asesinato, unos chotas llegaron a la ofrenda y frente a mucha gente escupieron los mensajes y recuerdos. Esa noche, la ofrenda se quemó. Nadie vio quién lo hizo pero muchos sospechan que fue la policía o sus compinches.
Asimismo, los detectives fueron de casa en casa inmediatamente después de la balacera para decir que guardaran silencio si vieron algo esa noche. A un testigo que vio todo el incidente lo amenazaron. Sin embargo, el testigo ha dicho que no se callará, que dará testimonio al tribunal.
Esa misma semana, trasladaron a Malcolm a la cárcel de menores, pero tuvieron que internarlo de nuevo en el hospital porque no podía caminar. Unos días después, lo llevaron otra vez a la cárcel aunque casi no podía tragar. Ha perdido un ojo y es posible que pierda el otro también. El 6 de septiembre, un mitin frente a la cárcel reclamó libertad para Malcolm y cárcel para los policías por homicidio.
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Al día siguiente del entierro de Ricardo, el 4 de septiembre, 60 personas hicieron una marcha con cartelones y mantas frente a la alcaldía. La organizaron los amigos y familiares de Ricardo y Malcolm, Black on Black 2000 y la Coalición 22 de Octubre contra la Brutalidad Policial.
Sarah Russell, la tía de Malcolm, dijo: "Los policías son culpables de homicidio, pues mataron a Ricardo sin motivo... ¿Es esto lo que queremos para nuestros hijos? Nuestros hijos son el futuro, pero si matan a todos, no tendremos futuro. ¿A cuántos chavos habrán de matar hasta que los paremos?"
Art McCoy dijo: "La brutalidad policial no afecta solamente a los negros, sino a los pobres. El West Side es una comunidad mixta y cuando vi que balearon en la cabeza al muchacho blanco y luego mataron al muchacho negro, me di cuenta de que esto no es algo que pasa a los negros sino a los pobres. Los policías piensan que si eres negro, blanco, o hispano y si eres pobre, te pueden matar y no les pasará nada. Hoy acusamos a los dos policías de homicidio y tenemos una coalición, no para los negros o para los blancos, sino para la gente pobre, que exige justicia y un alto a la brutalidad policial... Existe muchísima tensión por la brutalidad y los asesinatos policiales; es palpable. Si ellos [las autoridades municipales] no solucionan el problema, habrá disturbios en la ciudad".
La señora Bolton, la abuela de Ricardo, dijo: "Lloro por mi nieto asesinado y agradezco a todos que vinieran a apoyarnos. Me preocupa Lee Lee, ahí en el hospital. No es justo, no entiendo el porqué pero, hablando por mi hija y por mí, alzo la voz por mi nieto Ricardo, por Lee Lee, y por los demás asesinados por la policía".
Todavía se siente mucho coraje y un dolor profundo. La policía sigue deteniendo a los chavos, haciéndolos bajar de sus bicis, hostigándolos por las camisas de recuerdo a Ricardo y Malcolm. Las autoridades municipales siguen convocando reuniones públicas para tapar los crímenes; sigue la criminalización diaria de la juventud... y los chavos y los vecinos siguen pensando en cómo darles batalla, mirando hacia un día de protesta el 22 de octubre.
Los chavos saben en lo más profundo del corazón que esta sociedad no da más que miseria y un auténtico infierno. Eso quedó claro cuando Malcolm, sin poder contener las lágrimas, le dijo hace poco al juez: "Pueden mandarme a la cárcel por 10 años, pero no pueden quitarme el dolor que siento por la muerte de mi amigo Ricardo".
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