Chicago: Contra la globalización

Obrero Revolucionario #1175, 17 de noviembre, 2002, posted at http://rwor.org

"Pienso que mi obligación moral es estar en la protesta; no me puedo quedar mirando la tele mientras hacen lo que hacen por todo el mundo. Esta gente tiene en las manos la vida de miles de personas de otros países".

Estudiante de prepa de un suburbio de Chicago

Chicago, 7 de noviembre. Mientras cientos protestaban en las calles contra la avaricia y la explotación de las corporaciones, las autoridades cerraron con llave el centro de la ciudad. La policía patrullaba los cielos con helicópteros y el río con lanchas. Unos 1,200 policías, a pie y montados, que parecían legiones imperiales de la película Guerra de las Galaxias , vigilaron la marcha. Todos los cruces estaban bloqueados con buses, radiopatrullas, furgones, sheriffs y policías estatales. Fue tanta la policía que incluso la prensa dijo que parecía un "campo armado" y un "estado policial".

Todo eso era para coartar las protestas contra la reunión del Diálogo Transatlántico de Comercio, o como se decía, del Monólogo Transatlántico de Carnívoros. La reunión de jefes de grandes corporaciones y funcionarios de gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea se llevó a cabo a puertas cerradas con un mínimo de información pública. El objetivo de la reunión era acordar estrategias, reglamentos y medidas para derribar las "barreras al comercio". Pero como dijo Sarita Gupta, una organizadora de la protesta y representante de Trabajos con Justicia, tumbar esas "barreras" es tumbar "el mejoramiento de condiciones de trabajo, la protección del ambiente, la protección de los consumidores... mejor dicho, cualquier cosa que impida las mayores ganancias posibles para las corporaciones". La reunión causó especial furia porque sus copresidentes eran Phil Condit de Boeing y Charles Masefeld de la compañía BAE de Inglaterra, ambas corporaciones líderes de la industria armamentista.

Una amplia gama de organizaciones, de la Red de Acción Directa a Trabajos con Justicia, decidió darle una merecida bienvenida a las corporaciones, como se ha visto en otras ciudades contra las reuniones de corporaciones. La respuesta de las autoridades y de la prensa fue crear un ambiente de temor. Hablaron mucho sobre la posibilidad de violencia y muy poco sobre la razón de la protesta. Los informes de prensa ponían de trasfondo escenas de batallas campales en Seattle y Washington, D.C. Un titular chillaba: "Miles de anarquistas llegarán a la ciudad". El único interrogante que se debía hacer el público era si la policía estaría lista.

Se prohibió el estacionamiento alrededor del lugar de la reunión; cercaron con dos filas de barricadas de metal una plaza del centro y quitaron todos los dispensadores de periódicos y los tachos de basura. Un montón de policías protegía el hotel Sheraton, donde se realizaba la reunión, y a todos los que se acercaban los cacheaban, les pedían identificación y les preguntaban qué hacían por allí. Los noticieros informaron que 300 policías de Chicago ensayaron en las protestas de septiembre en Washington, D.C. La policía se jactó de un nuevo "sistema de respuesta" de agentes de casi dos metros de estatura para agarrar a los "manifestantes violentos". Los tiras se mezclaron con los manifestantes para filmarlos y tomarles fotos. Además, había policías en las entradas del metro. Una señora nos dijo que estaban esculcando e interrogando a los que entraban al metro. La alcaldía dijo que los manifestantes tendrían que pagar por daños a la propiedad, pero no dijo nada sobre los daños que la policía podría causarles a los manifestantes.

A pesar de la intimidación, entre 1,200 y 2,200 valientes personas se lanzaron a las calles. Aunque la prensa decía que era imposible descifrar lo que querían, tenían puntos muy concretos contra los capitalistas. Por ejemplo, Rene Maxwell, una activista de vivienda del multifamiliar Cabrini Green, dijo que hay miles de personas en las listas de espera para viviendas públicas, pero que la alcaldía le dio millones de dólares a la corporación Boeing para atraerla a la ciudad. Un periodista que estuvo en Rusia cinco años dijo que fue testigo de la destrucción de la economía rusa por el Banco Mundial. Un estudiante de derecho desenmascaró las barbaridades de las corporaciones, como las medidas de la Shell en Nigeria, donde matan a quien se les cruza en el camino.

Julio Lara, representante del sindicato Teamsters, criticó el traslado a México de una fábrica de caramelos en la que trabajó 10 años. Un grupo de estudiantes de una preparatoria del suburbio LaGrange fue a la protesta porque se opone a que les quiten a los trabajadores sus derechos. Un maestro llevó a 15 estudiantes para que vieran con sus propios ojos cómo responde el gobierno a las críticas.

También se vio humor, como los enormes títeres en saco y corbata llamados Enron y WorldCom, o el chavo que repartía colmillos para un disfraz inmediato de jefe de corporación. Un grupo de jóvenes bailaba y hacía teatro a lo largo de la marcha.

Después de la protesta del jueves, y de una más pequeña el viernes, las autoridades dijeron que todo había vuelto a la "normalidad". Pero en la respuesta de las autoridades a la protesta muchos vieron los colmillos de un estado policial que está dispuesto a proteger a un puñado de individuos dedicados a enriquecerse a expensas de la mayoría de la humanidad y de callar a los que claman justicia.


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