Obrero Revolucionario #1178, 8 de diciembre, 2002, posted at http://rwor.org
"Donde hay armas, habrá drogas. Donde hay drogas, habrá jóvenes. Donde hay jóvenes, habrá pandillas. Por qué tratamos las cuatro cosas como enfermedades distintas? Los médicos tratan la totalidad de lo que afecta al cuerpo, pero [el gobierno] de Los Ángeles no hace eso en absoluto".
Jefe de Policía William J. Bratton
El 28 de octubre, William Bratton prestó juramento como nuevo jefe de policía de Los Ángeles. Tildó de "enfermedad" a los jóvenes y prometió desatar a la policía a "recuperar las calles". En pocas semanas, empezaron los balazos.
En solo dos días (el 15 y 16 de noviembre), la policía disparó en cinco incidentes, y dejó cuatro muertos (dos de ellos estudiantes de prepa) y dos heridos. Ninguno estaba armado. A la semana siguiente, hubo tres incidentes más; la chota asesinó a un hombre e hirió a otro. Al mismo tiempo, hubo grandes redadas en los campamentos de gente sin techo y arrestaron a centenares.
La madrugada del sábado 16 de noviembre, cinco amigos regresaban de una fiesta. Miguel López, el chofer de 19 años, manejaba un Lexus. Se salió de la autopista en el Centrosur de Los Ángeles; al mismo tiempo, dos policías reportaron que oyeron una alarma de carro y vieron cinco latinos en un Lexus.
El hecho de que sonó una alarma de carro en alguna parte fue justificación para atacarlos. Un policía disparó cuando Miguel López arrancó. Las balas lo hirieron gravemente y le dieron a dos pasajeros, Salvador Sibrián y Uriel Damién. El policía afirmó más tarde que el carro lo iba a atropellar y disparó porque temía que lo iba a matar.
Sin embargo, como Miguel quedó herido, perdió control del carro. El Lexus se estrelló contra un árbol y eso mató a los dos pasajeros ya heridos. Eran estudiantes de la prepa Manual Arts.
En la tarde del mismo día, a menos de dos kilómetros, los residentes de un tranquilo barrio residencial y comercial presenciaron la culminación de una persecución. Un Mitsubishi Eclipse se paró en la calle Wall, en medio de la cuadra. Un pasajero se bajó y se fue corriendo. El conductor se quedó en el carro, con un agente a cada lado.
Un testigo dijo: "Los dos [policías] guardaban cierta distancia del carro". Pensó que todo había terminado, pues la situación estaba "estable". Pero de repente, uno apuntó contra el chofer y lo mató sin más.
La policía justificó esa ejecución con la misma canción de siempre: dijo que el carro empezó a dar marcha atrás en la dirección de los agentes y que uno, "temiendo que lo iba a matar, disparó".
Sin embargo, un testigo negó que los policías corrieran peligro pues estaban a los dos lados del carro. Dijo: "Es imposible doblar tan bruscamente en un carro". Debido al balazo, el chofer se desplomó sobre el volante y el carro rodó hasta parar en la entrada de un almacén.
La policía cometió otro asesinato la noche del viernes 15 de noviembre en el barrio Wilmington, al sur de la ciudad. Otra vez, los agentes afirmaron que el conductor aceleró hacia ellos y que dispararon por "temor a que los iba a matar". Soltaron ráfagas hasta que la camioneta paró. Esa misma noche, la policía le disparó a un hombre en Koreatown y a la mañana siguiente disparó a otra persona en el Centrosur.
El 22 de noviembre, ocurrieron tres incidentes más. Dos agentes entraron en un departamento del barrio Pico-Unión y mataron a un hombre que, según ellos, tenía una navaja y se les acercaba.
El jefe Bratton dice que los jóvenes son "una enfermedad". Pero para los amigos y parientes de Salvador Sibrián y Uriel Damién, la policía le arrebató la vida a sus seres queridos. El 20 de noviembre, más de 50 personas se reunieron frente al cuartel general de la policía de Los Ángeles para demostrar su coraje.
La madre de Salvador Sibrián, Elizabeth Solórzano, los acusó de asesinos. De la prepa Manual Arts llegaron estudiantes con grandes fotos de sus compañeros. El hermano de Salvador preguntó por qué la policía le disparó a chavos inocentes: "Será porque eran latinos en un carro de lujo?".
Un abogado de las familias dijo que los asesinos eran "policías con sed de sangre". El agente que disparó ha matado a dos personas más en seis años de trabajo, pero en la opinión del departamento de policía esos dos asesinatos "se justificaron".
La Coalición 22 de Octubre para Parar la Brutalidad Policial está preparando el historial de Bratton de 1994 a 1996, cuando fue jefe de policía de Nueva York durante la alcaldía de Rudolph Giuliani. Bajo su mando, la cantidad de asesinatos policiales aumentó un 34% y las quejas de brutalidad un 37%. Los arrestos subieron vertiginosamente debido a una campaña de "mejorar la calidad de la vida", que echó al bote a limosneros, los que limpian parabrisas y demás pobres. Un equipo de investigación de Amnistía Internacional concluyó que bajo la jefatura de Bratton hubo "graves problemas de brutalidad policial".
Bratton quiere aplicar sus tácticas de guerra-contra-el-pueblo en Los Ángeles; por ejemplo, quiere elaborar un "plan estratégico" para el Centrosur, una de las concentraciones más grandes de gente pobre de la ciudad y el epicentro de la rebelión de 1992. Quiere aumentar el cuerpo policial de 9000 a 12,000 agentes y aumentar la proporción que patrulla. Declaró que rayar las paredes es una actividad altamente criminal y ha organizado equipos para arrestar a los chavos que hacen esa clase de arte. Mandó modernizar las computadoras policiales para facilitar el seguimiento de docenas de miles de chavos.
El jefe Bratton dice que es un "reformador" dedicado a cumplir el acuerdo federal de junio de 2001 que tapó el escándalo de la delegación Rampart. Pero ese acuerdo no ofrece nada de justicia a los miles de personas zampadas a la cárcel o asesinadas sin motivo por agentes brutales y corruptos. Ahí está el caso de Juan Saldaña, que murió desangrado mientras los agentes se inventaban un cuento para justificar haberle disparado. Ni Bratton ni ninguna persona de autoridad ha propuesto enjuiciar a dichos agentes.
Bratton ha hecho alarde de visitar todo rincón de la ciudad, almorzar con estrellas del cine en Brentwood y reunirse con personalidades de la lucha negra de derechos civiles. Dice que "los arrestos discriminatorios (`racial profiling') son una injusticia moral y legal", pero cuando la policía asesinó a Salvador Sibrián y Uriel Damién, declaró: "Si una persona no se mete en actividades de delincuencia, no la vamos a molestar". Es obvio que la policía asesinó a Sibrián y a Damién "porque eran latinos en un carro de lujo" y las cínicas aclaraciones de Bratton no cambian esa realidad.
Bratton no ha ordenado una investigación de esos últimos incidentes. En cambio, dice que hay un supuesto "aumento de delincuencia", que Los Ángeles es "la capital del homicidio" y que la ciudadanía debe apoyar a la policía. Criminaliza a las masas, pero rechaza toda crítica de la policía.
En 1991, a finales de la guerra del golfo Pérsico, el video de la golpiza policial a Rodney King se transmitió a todo el mundo. Un año más tarde, tras la exoneración de los agentes que golpearon a King, en Los Ángeles estalló la rebelión urbana más grande de la historia nacional. Y ahora, diez años después, cuando el gobierno federal lanza un programa de guerra y represión sin precedentes, la estructura de poder escoge a Bratton para comandar la policía de Los Ángeles.
El 22 de octubre de 2002, mil personas protestaron en Los Ángeles como parte del Día Nacional de Protesta para Parar la Brutalidad Policial, la Represión y la Criminalización de una Generación. En el tablado, Aige, de la Red de Jóvenes y Estudiantes de la Coalición 22 de Octubre, le dio esta respuesta al jefe Bratton: "Los jóvenes no somos una enfermedad. La brutalidad policial es la enfermedad y la solución somos los jóvenes. Somos el antídoto. Somos los que levantamos el puño y luchamos por la justicia, porque sabemos lo que está pasando. No tenemos voz en esta sociedad y por eso la vamos a recuperar".
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