Philip Berrigan: Una vida de intrépida resistencia

Obrero Revolucionario #1184, 26 de enero, 2003, posted at http://rwor.org

Philip Berrigan, un intrépido luchador contra la injusticia, la guerra, la pobreza y el racismo, murió el 6 de diciembre de 2002. Tenía 79 años. Se dedicó cien por cien al pueblo durante toda la vida y nunca abandonó el sueño de un mundo de "gente libre y bondadosa".

Berrigan, el menor de seis hijos de padres de la clase obrera, ganó fama nacional en 1968, cuando quemó con un grupo de nueve personas las tarjetas de un centro de reclutamiento militar de Catonsville, Maryland.

Berrigan estaba en libertad condicional por otra acción de desobediencia civil contra la guerra de Vietnam (verter sangre sobre tarjetas de reclutamiento), y persuadió a su hermano, Dan Berrigan, un sacerdote jesuita, de darle un golpe simbólico pero contundente a la máquina de guerra.

El 17 de mayo de 1968, nueve personas entraron a un centro de reclutamiento. A pesar de los gritos de los empleados, llenaron unas papeleras con 600 tarjetas y las llevaron al estacionamiento. Vestidos de sacerdotes, Phil y Dan les rociaron gasolina y las quemaron. La foto de esta oposición a los crímenes que el gobierno cometía contra los vietnamitas salió en periódicos por todo el mundo. El Baltimore Sun escribió que "inició una generación de oposición a la guerra".

Llamado al servicio militar en 1943, Phil peleó en la II Guerra Mundial en Europa. Ascendió a oficial muy rápidamente, y más tarde se describió como "un joven patriotero y estúpido".

Después de la guerra, estudió en la universidad Holy Cross College, cerca de Boston. Ahí reflexionó sobre sus experiencias en las fuerzas armadas. Durante el entrenamiento, lo afectó mucho ver "las chozas de cartón" donde vivían los negros que "trabajaban como mulas", y el racismo que lo rodeaba. Decidió que "no puedo hacer nada mejor que dedicarme a ayudar a los negros".

Se hizo miembro de la orden Josefita, cuya misión era velar por los católicos afroamericanos. A fines de la década de 1950, lo enviaron a Nueva Orleans, donde participó en el movimiento de derechos civiles; de día protestaba y de noche leía y estudiaba. Enseñó, escribió, predicó y repartió ropa y comida a los pobres. Aprendió que la policía socava la democracia y la justicia, y que "el estado es el enemigo, no el paladín, de la gente común y corriente".

A sus superiores de la iglesia no les gustaba lo que decía y hacía (por ejemplo, llamaba a los obispos sureños bola de racistas). Lo trasladaron a Nueva York y luego a Baltimore para callarlo. Pero Stokeley Carmichael, un líder del movimiento de derechos civiles y de Poder Negro, dijo que Phil era el único sacerdote en que confiaba.

Mientras trabajaba en una parroquia del ghetto de Baltimore, Phil vio la urgente necesidad de oponerse a la guerra imperialista y racista contra Vietnam.

El juicio de los 9 de Catonsville, como se les conoció, en octubre de 1968 atrajo la atención del mundo. Fueron miles de partidarios, jóvenes y mayores, que hacían marchas en las calles, llenaban el juzgado y de noche oían charlas de Noam Chomsky, I.F. Stone y Harvey Cox (profesor de Religión de la Universidad Harvard), y hablaban de la guerra y la resistencia.

Cuando condenaron a los hermanos Berrigan, decidieron pasar a la clandestinidad. Esto indignó a J. Edgar Hoover, director del FBI y católico devoto, quien los puso en la lista de criminales más buscados.

Phil se entregó en una iglesia de Nueva York y lo metieron a la cárcel. Pero Dan siguió en la clandestinidad varios meses. "Aparecía donde no lo esperaban... como el zorro proverbial, esquivando las trampas cuidadosamente preparadas, y dejando en ridículo a los agentes de J. Edgar Hoover". (Se escapó de una trampa escondiéndose en una figura de cartón de uno de los apóstoles). En la cárcel, torturaron mentalmente a Phil para quebrarlo. Querían que se arrepintiera y le pidiera a Dan que se entregara. Pero por medio de canales que el gobierno no logró descubrir, le urgió que se quedara en la clandestinidad.

En 1973, Phil Berrigan y su esposa, Liz McAlister, abrieron Jonah House siguiendo el modelo del movimiento Trabajador Católico. Ahí criaron a sus tres hijos junto con amigos y vecinos en la atmósfera de una "gran familia". Phil dijo que Dorothy Day y el movimiento Trabajador Católico eran sus principales fuentes de inspiración, pues se dedicaron a la acción directa no violenta y al servicio a los pobres. La religión y el pacifismo guiaron su vida y su participación en la lucha. Pero trabajó con mucha gente, incluso los comunistas revolucionarios, que no compartían su punto de vista pero querían luchar contra la injusticia y por un mundo mejor.

En 1980, ante la amenaza de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la URSS, Phil fundó el movimiento Plowshares (Reja del arado), inspirado por el mandamiento bíblico de "forjar de las espadas azadones". Ocho activistas entraron a una fábrica de General Electric en Pensilvania, vertieron sangre en unos misiles nucleares y los martillaron. Fue la primera de 79 acciones de Plowshares en seis países.

En total, Phil pasó 11 años en la cárcel. Escribió de "lo miserable y fea que es la vida en la cárcel", donde la mayoría están por delitos no violentos "pero los tratan como si fueran asesinos".

Se dedicó inquebrantablemente a su misión y a la lucha, y aprendió de los errores. Una vez le confió a un preso la tarea de sacar de la cárcel unas cartas con información sobre él y su esposa. El preso era informante y entregó las cartas al FBI. Las cartas hablaban de futuras acciones de desobediencia civil, como el arresto simbólico de Henry Kissinger, y contenían información que permitió capturar a Dan Berrigan y a otras personas. Por las cartas, el gobierno federal acusó a Phil. También causaron un debate en la izquierda católica.

Pero como dijo Mao Tsetung a W.E.B. DuBois, todo mundo comete errores, pero lo importante es no cometer el error de rendirse. Al final de la guerra de Vietnam, unos amigos de Phil le urgieron abandonar las acciones directas y dedicarse al proceso democrático de elecciones y cabildeo. Pero Phil les contestó que "la revolución no ha terminado" y que los revolucionarios no son dinosaurios "extintos sin siquiera saberlo". Persistió en su afán de "un nuevo orden de amor, justicia e igualdad", basado en su creencia en un dios que ha creado a los seres humanos como hermanos y hermanas y cuyo plan es que vivan así.

La mañana del 11 de septiembre de 2001, Phil estaba en el penal federal Elkton por su sexta acción de Plowshares, y lo metieron en un calabozo. Salió de la cárcel en diciembre de 2002. Mirando los sucesos mundiales tras el 11de septiembre, dijo que la situación está cambiando muy rápidamente y que este país "está llevando al mundo hacia la locura".

En una entrevista que le hizo Joe Urgo, revolucionario y ex combatiente, Phil dijo: "Me parece que estamos en una coyuntura muy, muy crítica de la historia, y que los únicos que pueden parar lo que está pasando no son las burocracias o instituciones sino el pueblo americano... Solo podemos confiarnos en nosotros mismos y en Dios Todopoderoso, y esto basta. Basta para voltear la situación, pero no será nada fácil". (La entrevista se encuentra en el website de No en Nuestro Nombre).

Phil quería dirigirse a los jóvenes luchadores, que le infundieron esperanza por sus obras y por "arriesgarse". Trazaba vínculos entre la globalización, el imperio y la guerra. Dijo que a la mayoría de los estudiantes los alejan del activismo, y que es de extraordinaria importancia llevar la verdad a la juventud y exhortarla a luchar. "Por eso digo, no sean esclavos. No sean esclavos. No creo que oigan eso de muchas direcciones".

Phil envió una declaración a la protesta de No en Nuestro Nombre el 6 de octubre en Nueva York, donde 25,000 personas dijeron la Promesa de Resistencia. Dijo que lamentaba que no podía estar con ellos: "Digan la promesa y háganla realidad. Y sobre todo, por favor, por favor, no se cansen".

Philip Berrigan dedicó la vida al pueblo y a la lucha por un mundo mejor, y nunca se cansó. Lo echaremos de menos y recordaremos su resolución e intrepidez mientras seguimos luchando.


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