Obrero Revolucionario #1191, 16 de marzo, 2003, posted at http://rwor.org
A principios de enero, un grupo de ex combatientes estadounidenses de diversas perspectivas políticas y experiencias (de combate en la II Guerra Mundial hasta combate en la guerra del Golfo de 1991) sacó un contundente "Llamamiento de conciencia de ex combatientes a los soldados y reservistas". Más de 550 ex combatientes lo han firmado, entre ellos gente de renombre como Howard Zinn y Michael Moore, a quienes los une su firme oposición a la inminente guerra de Estados Unidos contra Irak.
El Llamamiento destaca: "Para que los pueblos del mundo sean libres, ha de llegar un día en que ser ciudadano del mundo se anteponga a ser soldado de una nación. Ha llegado ese momento. Cuando les den las órdenes, su respuesta tendrá un profundo impacto en la vida de millones de personas del Medio Oriente y de aquí. Su respuesta marcará la pauta del futuro. Tendrán opciones. Los comandantes quieren que obedezcan. Nosotros les pedimos que piensen, que escuchen la voz de la conciencia. Si escogen la resistencia, los apoyaremos y nos pondremos a su lado porque captamos que nuestra VERDADERA responsabilidad es para con los pueblos del mundo y nuestro futuro común".
Actualmente, los soldados se encuentran ante una situación muy gruesa. Para hacer lo correcto, se necesita gran valor y compromiso, y saber que uno no está solo.
Hace poco, Carl Dix, vocero nacional del Partido Comunista Revolucionario y signatario del Llamamiento de conciencia, estuvo en Los Ángeles y tuvimos la oportunidad de entrevistarlo. Nos habló de sus experiencias como soldado que se opuso a la guerra de Vietnam. En la primera parte de la entrevista ( OR No. 1190), Carl relató sus experiencias como uno de los 6 de Fort Lewis y contó que lo sentenciaron a dos años en la prisión militar Leavenworth por desobedecer órdenes de ir a Vietnam. En esta parte habla de la actividad revolucionaria en la prisión y del impacto del movimiento antibélico en los soldados.
OR: Ustedes estaban en una base que mandaba soldados a Vietnam. Los seis desobedecieron órdenes de embarcarse y lógicamente los oficiales temían que tuvieran impacto. ¡Querían deshacerse de ustedes cuanto antes, sobre todo porque no se rajaron ni se callaron, aun cuando los condenaron! ¿Qué pasó cuando llegaron a Leavenworth?
CD: La verdad al principio tuve mucho miedo. O sea, estar en el calabozo de la base fue como volver al campamento de entrenamiento de reclutas, y en realidad no era peor, salvo que estábamos bajo llave por las noches. Pero bueno, en el campamento de entrenamiento casi no nos atrevíamos a salir de noche tampoco. No sabía cómo iba a ser la situación en Leavenworth.
Primero me presenté a unos presos, y el primero que conocí fue Willie Williams, quien estaba en el calabozo de la base antes de que nos arrestaran.
Willie me conectó con otros cuates y luego fuimos conociendo a los que iban llegando. Empezamos a platicar de la situación, de los problemas y de qué podíamos hacer. Nos enteramos que habían luchado duro por que hubiera una clase de historia de los negros y decidimos seguir esa lucha. Nos pareció que era algo que podíamos hacer y como muchos lo querían, nos daría una red de apoyo. Además, nos daría cierta libertad. O sea, en la clase los guardias no estarían siempre encima y podríamos hacer algunas cosas.
Contactamos a la Unión Estudiantil Negra de la Universidad de Kansas porque estaba a todo dar con el Partido Pantera Negra y, siendo una organización estudiantil, podríamos conectarnos a través de ella.
Buscamos un lugar para reunirnos con un mínimo de vigilancia. Supimos de una parte de la prisión donde no funcionaban las cámaras de vigilancia (se descompusieron y no las repararon) e hicimos las clases ahí. A veces solo íbamos los más comprometidos, pero en otras ocasiones iban un chingo de cuates que querían platicar y pasarla con nosotros. O sea, en algunas reuniones éramos hasta 50 y en otras apenas seis u ocho.
Logramos otra cosa muy importante. Cuando llegamos, Leavenworth estaba estrictamente segregada por los mismos presos, no por las autoridades. En la cafetería, en la sala de televisión, la sala de juegos, etc., los negros se juntaban por un lado, los blancos por otro y los latinos por el suyo. Casi no se revolvían. Logramos cambiar eso, en parte porque los cinco compañeros de Fort Lewis que terminamos en Leavenworth éramos tres blancos, un chicano y un negro, y nos llevábamos muy bien, éramos cuates. También nos llevábamos bien con los demás presos, pero los cinco éramos muy amigos. Nos preguntaron por qué. O sea, los negros me preguntaron por qué andaba con los blancos y a ellos les preguntaron por qué andaban conmigo. Les dijimos que éramos amigos y que nos unía la lucha. Nos metieron a los cinco al bote por la lucha que libramos juntos y no íbamos a separarnos simplemente porque así estaban las cosas en Leavenworth.
Fuimos dejando atrás ese ambiente de segregación y se formaron agrupaciones políticas. Había un núcleo de radicales de todas las nacionalidades; un grupo de nacionalistas negros, que colaboraban con los radicales en ciertas cosas y en otras no; y un grupo chicano, que también se unía con los radicales y los nacionalistas negros en ocasiones. Y logramos forjar un grupo multinacional que luchó por el programa de estudios negros.
Fue un avance muy importante, porque mientras fuera algo que solo los presos negros reclamaban, el comandante lo rechazaba con el pretexto de que no podía hacer algo para los presos negros si no lo hacía para todos. Seguimos en la lucha. No logramos conectarnos con los estudiantes de Kansas y enviamos cartas a otras escuelas. Recibimos una respuesta de la facultad de Estudios Negros de la Universidad de Missouri. Le planteamos el asunto al comandante y respondió que no podía hacerlo porque era solamente para los negros.
Pero nosotros lo hicimos así a propósito. O sea, los compañeros negros lo plantearon, pero teníamos el apoyo de los blancos y chicanos. Esperábamos esa respuesta y cuando nos la dio, dijimos: "¿Qué pasó, que no sabías que todos queremos participar?". Y los compañeros blancos, chicanos y amerindios dejaron saber que también querían el programa de estudios negros. Dijeron que el sistema educativo no nos enseñó la historia de los negros y que todos queríamos conocerla. Todo mundo dijo que quería el programa y destrozamos las razones del comandante, pero aun así se negó rotundamente.
Poco tiempo después nos sacaron a unos 50. Entraron en las celdas, nos agarraron y nos pusieron en aislamiento. Como éramos tantos, tuvieron que acondicionar un ala de la prisión que no se había ocupado por varios años. Y, claro, como éramos 50, en realidad no estábamos en aislamiento.
Sabían que burlamos las cámaras de vigilancia. No sabían qué tratábamos en nuestras reuniones, pero estaban seguros de que no les convenía. Nos tenían fichados a unos 50 que íbamos todo el tiempo a las reuniones. Nos pusieron en aislamiento y luego nos interrogaron uno por uno a fin de enterarse de nuestros planes.
Cuando nos pusieron en aislamiento, pensamos que podría pasar lo peor. Esa ala de la prisión la cerraron hacía un par de años porque mataron a un preso ahí. Según la versión oficial, se ahorcó, pero estaba lleno de moretones y era evidente que lo golpearon salvajemente.
OR: Hemos hablado de la relación entre los soldados y el movimiento antibélico de ese tiempo. Históricamente,"apoyar a los soldados" ha sido una cuestión muy candente en el movimiento antibélico. Bueno, así fue en la guerra del Golfo de 1991 y lo más seguro es que vuelva a plantearse ahora. Algunos ya han dicho: "Naturalmente, tenemos que apoyar las tropas"; como que lo dan por sentado como una limitación al movimiento. ¿Cómo se manifestó en ese tiempo y cómo lo ves hoy?
CD: Valoro mucho los aportes de los que se opusieron a la guerra de Vietnam. Si no fuera por ellos, no habría podido hacer lo que hice. Y para mí, fue lo mejor que he hecho. O sea, ir a Vietnam y participar en el proyecto de ahogar en sangre la lucha de liberación del pueblo vietnamita hubiera sido el peor error de mi vida. Para mí fue muy importante lo que aprendí del periódico del Partido Pantera Negra, que leía de vez en cuando; de las protestas antibélicas que vi por televisión; y de las conversaciones con los que protestaban. Todo eso me elevó la conciencia y me ayudó a decidir que no debía ir a Vietnam a luchar porque tenía que luchar aquí. Además, el ejemplo de resistencia me fortaleció mucho. Por eso doy las gracias al movimiento antibélico por ayudarme a tomar la decisión justa y correcta de desobedecer las órdenes de ir a Vietnam.
En cierto momento, la oposición a la guerra de Vietnam en las fuerzas armadas era tanta que ya no era una fuerza de combate confiable. Cuando entré a las fuerzas armadas, nos platicaron de los rangos y las tareas de cada cual, y también del promedio de vida de cada rango. Y el rango que tenía más bajas era el del subteniente. Por lógica deberían ser los soldados rasos y la infantería, pero no era así. Los oficiales nos dijeron que los subtenientes sufrían más bajas porque iban de avanzada, hacían patrulla de reconocimiento y el enemigo les disparaba.
Más tarde nos enteramos de otra razón: los subtenientes mandaban a las tropas y muchas veces estas no querían combatir y ellos querían llevarlas al combate. Esa fue la manzana de la discordia, y como el ejército no es una democracia y los soldados no tienen el derecho a votar, se oponen de otro modo. Muchos subtenientes cayeron víctimas de lo que el ejército llama fuego amigo... aunque, en realidad, ¡fue muy poco amigable! Muchos cayeron a manos de sus propios soldados: a algunos les dispararon por la espalda y a otros de frente cuando los querían llevar al campo de batalla.
En fin, llegó un momento en que las fuerzas armadas ya no eran una fuerza de combate confiable. Sucedió en parte porque la oposición a la guerra y los sentimientos revolucionarios de la sociedad penetraron en las fuerzas armadas, pues al fin y al cabo son gente común y corriente, sobre todo gente oprimida. El Partido Pantera Negra, el partido revolucionario puertorriqueño Young Lords y grupos revolucionarios chicanos impactaron mucho a los soldados. O sea, el movimiento de resistencia de la sociedad elevó la conciencia de los soldados acerca de la guerra.
Por otro lado, los soldados aprendieron a través de su propia experiencia. Cayeron en cuenta de que estaban luchando contra todo un país, que todo mundo se oponía a ellos. Muchos se pusieron a pensar en lo que motivaba a los vietnamitas. ¿Por qué hombres, mujeres y niños se lanzaban contra la máquina de guerra yanqui, la de más poderío en todo el mundo en ese entonces? ¿Por qué un pueblo que no tenía armamento moderno se jugaba la vida para sacar al ejército yanqui de su país? Muchos se pusieron a pensar en eso.
Muchos ex combatientes de la guerra de Vietnam me contaron que hicieron cosas que les dio mucha vergüenza. En el grupo Veteranos de Vietnam contra la Guerra muchos platicaron de eso.
Los ex combatientes también me contaron que la resistencia popular vietnamita procuraba plantearles esas cuestiones, sobre todo a los soldados negros. Muchos me dijeron que recibieron su primera lección de historia negra en Vietnam y que los maestros eran el Vietcong. Muchas veces hubieran podido matarlos, pero no lo hicieron y les preguntaron por qué luchaban contra el pueblo vietnamita cuando en Estados Unidos los negros sufrían discriminación. ¿Por qué no luchaban al lado de su gente en Estados Unidos en vez de luchar contra el pueblo vietnamita? Eso impactó muchísimo, porque "el enemigo" planteaba que en realidad su lucha era en Estados Unidos y tenía razón.
OR: ¿Qué es lo más importante que has rescatado de tu experiencia como soldado que se opuso a la guerra de Vietnam? ¿Qué les dirías a los soldados de hoy?
CD: Lo más importante es: ¿cuál es la naturaleza de la guerra?. Dicen que hay que luchar pero lo más importante es: ¿cuál es la naturaleza de la guerra? Esa es la determinación más importante que hay que tomar. Y no tiene caso basarse en lo que dicen el gobierno y la prensa; hay que analizar a fondo la situación. Tampoco se vale lo que dice George Bush, que hay que atacar a Irak porque Saddam Hussein puede tener armas de destrucción masiva. ¡Chale! ¡El propio Bush tiene muchas más! No es eso, y hay que ver qué es, en realidad. Y la mera verdad es que es una guerra injusta. Claro, no es igual a la guerra de Vietnam porque Irak no es un país revolucionario. O sea, en este caso Estados Unidos no busca suprimir una revolución popular sino imponerse en una región clave del mundo, y en aras de esa meta está dispuesto a matar a miles y miles de personas. La neta, es una guerra injusta y a mi ver nadie debe prestarse para ella. Yo tomé una decisión parecida en la época de los 60. Claro, a cada cual le corresponde decidir, pero no se debe luchar en una guerra injusta. Para mí eso es lo más importante.
También le diría a todo mundo, no solo a los soldados, que es muy importante que haya un movimiento de resistencia por toda la sociedad. El movimiento de resistencia de los 60 me ayudó a captar la neta acerca de la guerra de Vietnam, pues no podía confiar en la información que daban el gobierno, las fuerzas armadas y los medios de comunicación masiva. Igual hoy, necesitamos un movimiento de resistencia que diga la mera verdad acerca de esta guerra contra Irak. Y también es muy importante el ejemplo de resistencia porque, igual que yo, muchos tendrán que tomar una decisión difícil.
Aquí en Los Ángeles me contaron que en las prepas hay muchos más reclutadores militares que consejeros universitarios. ¿No muestra eso el futuro que el sistema le depara a los jóvenes? Es preciso que se conozca esta situación.
Por último, he dicho que tuve que hacerle frente a la cuestión de dónde luchar: ¿en Vietnam o aquí?, y decidí que mi lucha estaba aquí. Al principio no sabía exactamente por qué tenía que luchar. Me oponía a la guerra de Vietnam y a la opresión de los negros. Me tomó un tiempo captar que las dos cosas provienen de la naturaleza del sistema, de la dinámica del capitalismo, y que la solución es la revolución. Luego me volví revolucionario y fui miembro fundador del Partido Comunista Revolucionario.
A los jóvenes de hoy se les plantean las mismas cuestiones de aquella época. George Bush dice que tenemos que lanzar una guerra contra el terrorismo para defender "nuestro" modo de vida. Pero, ¿cuál es el tan sonado modo de vida que quiere defender?
O sea, ¿debemos defenderlo o luchar por deshacernos de él? Y para acabar con él de una vez por todas, tenemos que hacer la revolución, tumbar el sistema y sobre las cenizas de esta sociedad jodida construir una nueva. Ese es el reto que se les plantea a los jóvenes de hoy.
Sé que todo esto es mucho y no es fácil asimilarlo, pero debemos empezar por ayudar a la gente a captar la naturaleza de esta guerra para la cual piden nuestro apoyo, para la cual piden que luchemos. Si es injusta, debemos oponer resistencia, hacer lo máximo por oponer resistencia. Sobre la marcha queremos compartir nuestra perspectiva revolucionaria con los demás y escuchar otras perspectivas, pero estamos muy convencidos de nuestro análisis, o sea, de que la naturaleza del sistema nos empuja a nosotros y al mundo entero hacia la guerra.
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