Borrador del Programa, Parte 2 El partido en el socialismo y la transición al comunismo Cuando la revolución proletaria triunfa, la posición del partido en la sociedad cambia profundamente, se presentan nuevas contradicciones y surgen nuevas luchas más profundas y más trascendentales. Una vez que el proletariado toma el poder, se le plantea el inmenso reto de defender el estado socialista, construir un sistema económico, social y político nuevo y radicalmente diferente, y continuar la lucha para transformar la sociedad, apoyar las luchas revolucionarias del mundo... y manejar correctamente las muy agudas contradicciones que surgen en el curso de todo eso. En esas circunstancias, el liderazgo del partido es tan imprescindible como lo fue en el proceso de preparar y librar la guerra popular para conquistar el poder. Pero en la nueva sociedad socialista, el partido, como vanguardia del proletariado en el poder, ocupa puestos estratégicos de dirección en el gobierno, las fuerzas armadas, la economía y la sociedad. Por otra parte, en el partido mismo existe la contradicción entre la dirección y los dirigidos: entre el liderazgo del partido y los militantes. El objetivo fundamental de avanzar al comunismo requiere la eliminación de las diferencias de clase y las divisiones sociales opresivas; junto con eso, dejará de ser necesario un liderazgo especializado e institucionalizado. Desde la perspectiva de alcanzar ese objetivo, se ve que el papel del partido, como liderazgo del proletariado en la sociedad socialista, aunque es necesario, tiene muy profundas contradicciones. A su vez, esas contradicciones son una manifestación de las contradicciones subyacentes de las sociedades socialistas que surgen de la vieja sociedad derrocada, en un mundo dominado por el imperialismo. Las desigualdades heredadas de la antigua sociedad, tales como la diferencia entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, no pueden superarse de un solo golpe ni en poco tiempo; además, el estado socialista tiene una relación fundamentalmente antagónica con los estados imperialistas y reaccionarios que lo rodean. Para que el proletariado cumpla su misión histórica revolucionaria, no puede perder de vista ni subestimar la importancia de la dirección del partido en la sociedad socialista o la necesidad de seguir avanzando hasta llegar a una situación en el mundo entero en que ya no se necesite ese liderazgo. Se trata de contradicciones muy arraigadas y, por lo tanto, presentan problemas complejos y retos muy grandes. Para resolverlas habrá que librar una lucha multifacética para revolucionar la sociedad durante la transición del socialismo al comunismo y, como parte decisiva de ella, seguir revolucionando el partido. La historia demuestra que la cuestión de revolucionar el partido es crucial para el proletariado. En la Unión Soviética y en China, una camarilla burguesa, que surgió en el partido proletario, sobre todo en sus más altos niveles, abandonó el socialismo y restauró el capitalismo (aunque siguió llamándose “comunista” por mucho tiempo). Lecciones de la Revolución Cultural Al igual que otros grupos marxista-leninista-maoístas del mundo, nuestro partido ha bregado mucho con ese problema. Seguimos sintetizando las profundas lecciones, positivas y negativas, de la experiencia de la dictadura del proletariado. En particular, nos hemos enfocado en la experiencia más concentrada y avanzada del proletariado internacional: la Gran Revolución Cultural Proletaria en China. La Revolución Cultural fue un levantamiento revolucionario de las masas dirigido por Mao Tsetung con el objetivo de prevenir la restauración del capitalismo y seguir revolucionando la sociedad socialista y sus principales instituciones, especialmente el partido comunista. Durante una década, de mediados de los años 60 a mediados de los 70, la Revolución Cultural contrarrestó los ataques de los altos dirigentes del partido que querían arrastrar a China por el camino capitalista, y logró monumentales transformaciones en las relaciones básicas en toda esfera de la sociedad y en el modo de pensar de millones de personas. Pero como dijo Mao, una revolución cultural no podía resolver las contradicciones fundamentales y prevenir la restauración del capitalismo de una vez por todas. En 1976, poco después de la muerte de Mao, los “seguidores del camino capitalista” en el Partido Comunista de China, dirigidos por Deng Xiaoping, lograron arrebatar el poder y restaurar el capitalismo. Esa pérdida del poder proletario, encima de la restauración del capitalismo en la Unión Soviética a mediados de los años 50, comprobó una profunda verdad: la revolución proletaria necesariamente avanzará por un camino sinuoso de vueltas y revueltas, y tendrá que superar grandes reveses, tanto en países determinados como a nivel mundial. En cuanto a la lucha para prevenir la restauración del capitalismo y seguir el avance hacia el comunismo mundial, ¿cuáles son las más importantes lecciones de esa experiencia y de los estados socialistas que han existido hasta la fecha? Primero, como recalcó Mao, la sociedad socialista representa un gran avance con relación al capitalismo y un cambio radical en las relaciones de clase (el proletariado asciende al poder y ejerce una dictadura sobre la burguesía y otros explotadores y opresores), pero el socialismo no es el fin de la revolución sino el comienzo de una nueva etapa. Las contradicciones sociales, lejos de desaparecer en la sociedad socialista, la impulsan. Se manifiestan de forma concentrada en la continuación de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, y se concretan en la lucha entre el camino socialista (que conduce al comunismo) y el camino capitalista (que conduce a la vieja sociedad). La lucha entre el proletariado y la burguesía, y entre el camino socialista y el capitalista, se manifiesta continuamente y en toda esfera de la sociedad. Y, repetidamente, en coyunturas críticas, surge un cuartel general de la burguesía en el partido y se dan conflictos frontales de ese cuartel general con los revolucionarios del partido y las masas. En esos momentos, se pone en juego el rumbo de la sociedad y las masas, a millones, tienen que abordar luchas trascendentales. El objetivo de los auténticos comunistas es derrotar el cuartel general burgués que haya surgido y prevenir la restauración del capitalismo; pero lo más importante es que cada vez más amplias masas aprendan a distinguir entre el auténtico y el falso marxismo, y entre el camino socialista y el camino capitalista, por medio del estudio y la práctica, en los grandes auges y en los momentos menos intensos de la lucha de clases. De esa manera las masas se fortalecen como amos de la sociedad: se fortalece su capacidad de gobernar y de transformarla hacia el comunismo. Como señalamos arriba, una meta crucial de la revolución socialista es revolucionar repetidamente el partido. Eso implica instar a las masas a criticar y luchar contra el “lado negativo” del partido —los viejos y nuevos aspectos y fuerzas burgueses— y a criticar y supervisar al partido y sus líderes. En la sociedad socialista existe la tarea constante y a largo plazo de disminuir las diferencias entre la dirección —y en general los que hacen trabajo intelectual— y las masas. Hay que restringirlas a cada etapa de la revolución hasta que el proletariado logre superarlas completamente, no solo en un país sino en el mundo entero, al realizar la transición al comunismo. Para disminuir esas diferencias es necesario “atacarlas por dos lados”. Por un lado, está la tarea de movilizar a las masas para administrar la sociedad, encargarse de los asuntos del estado, moldear y dirigir la educación, la cultura y todo aspecto de la sociedad, y dominar la tecnología, la ciencia y otros campos. Por otro lado, hay que alentar a los líderes políticos, técnicos, administradores, intelectuales, etc., a participar con las masas en el trabajo productivo y la experimentación científica, así como en la lucha política e ideológica, el estudio del marxismo y la lucha contra la ideología burguesa. Habrá quienes opongan una enconada resistencia a eso. El proletariado consciente de clase aspira a su propia eliminación como clase al alcanzar la sociedad comunista, pero en el partido habrá quienes se opongan a la lucha para disminuir y finalmente eliminar las diferencias heredadas del capitalismo (que sientan la base para su restauración). No es solo porque tales personas tienen posiciones de poder y no quieren perderlas; en lo fundamental, es porque el avance de la revolución socialista exige una serie de rupturas radicales con las relaciones sociales y la ideología que caracterizan al capitalismo y las sociedades explotadoras en general, y porque en cada etapa de la revolución se presentan nuevos retos y contradicciones, a veces muy agudas, y algunas personas no rompen con los antiguos métodos y formas de pensar. El ámbito internacional Además hay que considerar el ámbito internacional. Nuestro partido le ha dedicado mucha atención al hecho de que la situación internacional y las luchas revolucionarias en el mundo se entrelazan e influyen mucho en la situación y la lucha de clases en cada país, y en particular en los países socialistas. Eso tiene implicaciones muy importantes para la lucha por el poder y también para la lucha de clases en la sociedad socialista. Las presiones y agresiones de los estados imperialistas y reaccionarios, y la posición dominante del imperialismo en el mundo, causan serias dificultades para el proletariado en el poder, especialmente porque fortalecen a los seguidores del camino capitalista en el partido. Pero por otro lado, el avance de las luchas revolucionarias en el mundo, y la movilización de las masas en el país socialista para apoyarlas y ayudarlas, da una gran fuerza material, política e ideológica a las masas y a los líderes que están decididos a continuar la revolución por el camino socialista. Los seguidores del camino capitalista en la sociedad socialista y los falsos comunistas revisionistas menosprecian o niegan la importancia del internacionalismo proletario y fijan las miras en “su propio” país. En cambio, los auténticos comunistas defienden firmemente el principio fundamental del internacionalismo proletario. Es un arma indispensable que fortalece al proletariado en la lucha para conquistar el poder, prevenir la restauración capitalista y continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado. Por todas esas razones, el proletariado revolucionario debe tener esta orientación muy clara: una vez que conquiste el poder, dirigirá a grandes multitudes a superar paso por paso, y con grandes saltos, los rezagos del capitalismo en la sociedad socialista, y a luchar junto con el proletariado y las masas de todos los países para acabar la dominación imperialista y las relaciones de explotación y opresión en todo el planeta. El papel central del
partido… Es así que se crearán las condiciones más favorables, en medio de las dificultades, para continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado, revolucionar más profundamente la sociedad y, como aspecto crucial, seguir revolucionando el propio partido. Solo por medio de continuar la revolución se puede resolver correctamente la profunda contradicción entre el papel imprescindible del partido de vanguardia en la dirección de la sociedad socialista, por un lado, y la necesidad de crear las condiciones en que las propias masas dominen y dirijan plenamente la sociedad, por el otro. Es cierto que en cualquier sociedad compleja habrá tareas de administración y coordinación. Desde que surgieron las diferencias de clase, la explotación y una división del trabajo basada en desigualdades sociales, esas funciones las ha monopolizado un puñado que representa y fortalece el dominio de la minoría sobre la mayoría. En eso, repetimos, radica la contradicción: de esas condiciones sociales ha surgido la necesidad de un destacamento avanzado y organizado de la clase explotada en la sociedad capitalista, un partido de vanguardia del proletariado, que tiene la tarea de capacitar y dirigir a las masas explotadas y oprimidas a reconocer sus intereses fundamentales y su papel en el proceso de revolucionar la sociedad. Pero, en última instancia, el objetivo de la revolución es crear las condiciones para que esa vanguardia —y la monopolización de las funciones administrativas de la sociedad por un pequeño grupo— ya no sea necesaria ni posible, y el partido “se extinguirá”. A lo largo del proceso revolucionario —antes de conquistar el poder y más aún cuando lo haya conquistado— la vanguardia comunista debe asir firmemente esa contradicción y trabajar consecuentemente por su resolución como aspecto clave del avance hacia el mundo comunista sin clases, y sin la división entre la dirección y los dirigidos, entre los que toman las decisiones y los que las cumplen. Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta
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