Borrador del
Programa, Parte 2
La
revolución proletaria A lo largo del proceso revolucionario, para sentar las bases para el comunismo, habrá que librar continuamente una lucha para superar y eliminar la desigualdad y todas las relaciones y tradiciones opresivas que encadenan a la mujer. El proletariado consciente de clase pondrá como meta la completa emancipación de la mitad de la humanidad; no se conformará con menos. La opresión de la mujer es una gran injusticia que impide el pleno desarrollo de la humanidad y la sociedad. Ahora, por primera vez en la larga historia de la sociedad de clases, la humanidad podrá superar las divisiones milenarias que subordinan a la mujer. ¡LAS MUJERES SOSTIENEN LA MITAD DEL CIELO! La mujer y el capitalismo En esta sociedad, las relaciones sociales entre hombres y mujeres son un reflejo perfecto de las relaciones económicas: son relaciones de explotación. Hasta hace unos cien años, en Estados Unidos la mujer era propiedad de su esposo o de su padre; en lo fundamental, esas relaciones de propiedad siguen hoy. La moral tradicional, el “derecho” del esposo a ser el “rey de la casa”, y las leyes del divorcio y de violencia conyugal desfavorables para la mujer son ejemplos de esto. La violación y la agresión física son una forma de ejercer poder y control sobre la mujer; una de cada cuatro mujeres de Estados Unidos será víctima de un ataque sexual. Irónicamente, el lugar más peligroso para la mujer es su propio hogar. Las imágenes de belleza que esta sociedad impone, las modelos esqueléticas que venden el “sueño americano” y el hecho de que el futuro depende de ser una mercancía sexual codiciada causan tal inseguridad a las jóvenes que hay una epidemia de enfermedades autodestructivas como la anorexia. La mujer no tiene voz en esta sociedad, ni siquiera en lo que concierne a su propio cuerpo: cada vez es más difícil hacerse un aborto, hay restricciones para controlar la reproducción, etc. Las mujeres son casi el 50% de la fuerza laboral. La gran mayoría trabajarán fuera del hogar en algún momento, y encontrarán discriminación en los salarios, las categorías de trabajo, las oportunidades de ascenso, el seguro médico, etc., además de acoso sexual. Aparte, tienen un segundo trabajo en el hogar: cuidar a la familia y encargarse de los quehaceres. La familia en la sociedad capitalista La familia nuclear es una unidad básica de la sociedad capitalista. Refuerza el control, la cohesión social y las relaciones de propiedad existentes. Reproduce y cuida a la nueva generación, educa a los niños, traspasa el patrimonio y propaga los valores tradicionales. La mujer es el eje de esa unidad social y económica, y por eso el consagrado lema de la clase dominante y los movimientos reaccionarios es “el lugar de la mujer es en su casa”. En las últimas décadas, la familia nuclear tradicional se ha resquebrajado: la mayoría de las mujeres trabajan, el 50% de los matrimonios terminan en divorcio y muchas familias de inmigrantes viven separadas por fronteras. Es común que la mujer encabece la familia y uno de cada tres niños nace fuera del matrimonio. La función de la mujer y la familia en la sociedad está cambiando, y la economía mundial imperialista necesita empujar a más mujeres a la fuerza laboral. Por otro lado, los imperialistas necesitan fortalecer los valores tradicionales y mantener la cohesión de la familia. Eso produce un choque —como de dos placas tectónicas—que causa temblores y terremotos sociales. En esta situación, surgen movimientos reaccionarios para reafirmar la sumisión de la mujer a la autoridad del hombre, pero también brotan por toda la sociedad la indignación y rebelión de la mujer, y la lucha liberadora del proletariado, que puede desencadenar el potencial y la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución. La profundidad y el éxito de una revolución se puede medir por el grado en que moviliza y emancipa a la mujer Al ver lo que hicieron las mujeres de la Comuna de París (la primera revolución proletaria), un burgués aterrado exclamó: “Si la nación francesa estuviera formada solo por mujeres, ¡qué terrible nación sería!” El proletariado es la primera clase de la historia a la que beneficia desencadenar cabalmente la furia de la mujer como una fuerza para el cambio revolucionario, y lo hará como nunca pudo ni quiso la burguesía. La cuestión de la mujer (es decir, su función y posición social, y específicamente la abolición de su opresión) no es simplemente una cuestión de democracia e igualdad. La igualdad es parte de la solución y, desde las primeras etapas de la revolución, el estado proletario luchará por ella; pero la liberación de la mujer va mucho más allá; es algo mucho más profundo que los derechos democráticos. La subyugación de la mujer es fundamental para la división de la sociedad en clases. Se entrelaza con las relaciones de clase antagónicas y es un aspecto esencial de la división de trabajo opresiva a lo largo de la historia. Así que la liberación de la mujer requiere eliminar todo eso... y llegar al comunismo. Así de fundamental es. Por esa razón, la lucha para liberar a la mujer no se limitará a un terreno, sino que se librará constantemente en toda la sociedad —en el empleo, la cultura, el ejército revolucionario, los deportes, la educación, las ciencias y la administración del nuevo estado— a fin de alcanzar la plena igualdad de la mujer. El papel de la mujer y la lucha por su emancipación tendrán una importancia central en la revolución proletaria, y fortalecerá enormemente la lucha para continuar la revolución hasta alcanzar el comunismo. Transformaciones básicas al llegar al poder Al llegar al poder, el proletariado continuará la lucha para romper las cadenas que impiden la plena participación de la mujer en la sociedad. Se prohibirá de inmediato todo tipo de discriminación a la mujer en el empleo y en el salario, así como en todas las demás esferas. Se tomarán medidas para resolver los problemas y las necesidades de las trabajadoras, como por ejemplo el embarazo. El control de la natalidad dejará de ser solo la responsabilidad de la mujer; se crearán nuevos métodos anticonceptivos que no sean peligrosos ni imprácticos para evitar embarazos no deseados. Se garantizará el derecho al aborto y se eliminará la esterilización impuesta a mujeres pobres y especialmente a mujeres de las nacionalidades oprimidas. No se tolerará la violencia contra la mujer y los niños. La violación recibirá un castigo severo, pero más que eso, por medio de las firmes medidas del estado proletario, así como de educación, lucha y transformación ideológica, y la movilización de las mujeres y de los hombres, se crearán las condiciones para que en poco tiempo la violación sea algo inusual y a la larga se eliminará completamente. Finalmente será posible eliminar la violencia conyugal con lucha política y educación para sacar ese problema a la luz del día. Con el respaldo del estado proletario, se movilizará a la comunidad a intervenir en casos de agresión. Las mujeres vivirán libres de acoso sexual, y de noche caminarán por la calle sin temor. Se prohibirá la degradación de la mujer en la cultura popular y en los anuncios, que hoy en día tratan a la mujer como mercancía y venden productos e ideas con imágenes sexuales denigrantes. Se abolirá la pornografía, la prostitución y el abuso sexual de menores, y no se tolerará que vuelvan a surgir. Se dará trabajo productivo a las prostitutas y otras víctimas de la degradación sexual para que se liberen de la causa inmediata de su opresión. Se educará al pueblo para que entienda que el capitalismo es la fuente de esa degradación y se contrarrestará la tendencia de culpar o menospreciar a las víctimas. Para lograr esas transformaciones, será clave apoyarse en las masas: desencadenar el papel consciente y dinámico de las mujeres y los hombres para repudiar las instituciones y prácticas que fortalecen la supremacía masculina. Se iniciarán movimientos de masas que crearán nuevas soluciones y nuevas relaciones socialistas, movilizando a mujeres y hombres para criticar y oponerse a las ideas, medidas y acciones que han mantenido a la mujer en una posición inferior. Será necesario (y posible, de una forma que no lo es en la sociedad capitalista) tratar de distinta forma la conducta criminal persistente o patológica y, por otro lado, las costumbres e ideología atrasada, pues estas últimas son contradicciones en el seno del pueblo. Las mujeres serán líderes en todas las esferas de la sociedad: en el ejército revolucionario del proletariado, en el partido y en el gobierno. Participarán en el combate, en el deporte y en las actividades intelectuales más complejas, en todos los campos donde antes les prohibieron la participación y denigraron su papel y capacidad. El proletariado comprobará de una vez por todas que las mujeres tienen las mismas capacidades que los hombres y que sostienen la mitad del cielo. La familia en el socialismo En cuanto a la familia, el estado socialista reconocerá lo que es: no algo sagrado ni eterno sino una institución (como el estado) que surgió como producto del desarrollo social y que, con ese mismo desarrollo, mediante saltos cualitativos, algún día dejará de existir. Sin embargo, en líneas generales la institución de la familia corresponderá al nivel de desarrollo de la sociedad socialista. Eso se debe a que por un tiempo persistirán vestigios del capitalismo, como la necesidad de recibir productos y servicios sociales por medio de la familia. Por esa razón, la familia tendrá un papel importante en la sociedad socialista, y en particular en la crianza de los niños. Sin embargo, será algo más y más secundario (más que en el capitalismo) para la crianza y educación de los niños. Habrá guarderías en los vecindarios o junto a los lugares de trabajo para que el cuidado y la educación de los niños sean la responsabilidad de toda la sociedad. Se garantizará la salud de los niños, su bienestar y sus posibilidades de realizarse. Para el proletariado, las masas son el recurso más valioso y los niños son el futuro. En la nueva sociedad, la dicha y la responsabilidad de criar a las futuras generaciones no corresponderán solamente a la madre y ni siquiera a los padres, sino a toda la sociedad. Se crearán nuevos e innovadores sistemas colectivos, con la participación de personas que no pueden o no desean tener hijos, para dar a todos la oportunidad de conocer y tomar parte en lo nuevo. Aunque los padres tendrán todavía gran parte de la responsabilidad por sus hijos, eso no quiere decir que serán “suyos”, y se luchará para prevenir que los padres les impongan valores anticuados e ideas opuestas a la revolución. Las jóvenes no necesitarán tener hijos para sentirse amadas o respetadas. Se animará a no tener hijos a una edad joven para que —sobre todo las jóvenes— no tengan la responsabilidad de criar niños antes de dar rienda suelta a la energía de la juventud y desempeñar un papel vital en la revolución. La familia se transformará de manera radical. Las distintas relaciones en que participen los individuos en la sociedad ofrecerán, más y más, la seguridad y el amor que en la actualidad se buscan en las relaciones familiares, pero que niega y desfigura la brutal realidad de la familia típica. La división tradicional de trabajo de la familia se transformará paso a paso; eso será esencial para que las mujeres puedan dedicar su atención y energía a la transformación de la sociedad. El horizonte de la mujer no se restringirá al quehacer doméstico. Se luchará políticamente con los hombres para que compartan esa responsabilidad, y el proletariado organizará relativamente rápido servicios colectivos como lavanderías, cocinas y comedores que ofrecerán comida saludable a precios económicos. Asimismo, por medio de lucha y experimentación, se crearán nuevas viviendas colectivas para solteros, viudos, huérfanos, gente sin techo y familias que quieran compartir recursos y responsabilidades. Se tratará a las personas de edad y a los discapacitados como valiosos recursos de la sociedad; no se les encerrará en un ancianato ni tampoco su cuidado recaerá solamente en los familiares. Relaciones íntimas y sexuales Al conquistar el poder y a lo largo de todo el proceso revolucionario, el proletariado fomentará los valores de amor mutuo, respeto mutuo e igualdad en las relaciones personales, familiares y sexuales, y creará las condiciones para poner en práctica esos valores. La mujer no será objeto de conquista sexual ni un premio o trofeo. Se aplicará el mismo criterio a hombres y a mujeres por igual respecto a las relaciones íntimas. La sexualidad y las emociones no serán mercancías. Existirá el derecho al divorcio a fin de fortalecer el carácter libre y voluntario del matrimonio. Las relaciones de propiedad tradicionales que oprimen a la mujer, y que frustran y desfiguran las relaciones personales más íntimas, irán quedando atrás. Las mujeres y los hombres forjarán relaciones basadas en amor, cariño y afinidad, tanto las relaciones de pareja como las relaciones de amistad y compañerismo. En la sociedad burguesa, las relaciones sexuales e íntimas entre hombres y mujeres son un espejo de la ideología de la supremacía masculina y el derecho masculino; existen en un marco social donde la opresión de la mujer es un elemento fundamental y esencial. El proletariado movilizará a las masas para transformar todo eso radicalmente en el proceso de eliminar la opresión de la mujer, y toda clase de opresión y explotación. En la esfera de las relaciones íntimas, la sociedad socialista alentará a conducirse de una forma que contribuya a extirpar la opresión de la mujer. La homosexualidad En la sociedad socialista, la homosexualidad y la orientación sexual no causarán estigma. No se tolerará la discriminación a los homosexuales; la sociedad se opondrá firmemente a la violencia o represión contra ellos tan común en la sociedad capitalista. Sin embargo, es importante captar que las relaciones homosexuales no existen fuera del contexto de las relaciones sexuales y familiares ni de la correspondiente ideología de supremacía masculina que oprime a la mujer en esta sociedad. La mentalidad del hombre homosexual en la sociedad burguesa no rompe fundamentalmente con el derecho masculino, y en algunos aspectos lo concentra. Por su parte, el lesbianismo es en muchas formas una respuesta a la opresión de la mujer en la sociedad de clases, pero por sí solo no es una solución fundamental a esa opresión. La idea de que una persona de la pareja debe ser desvalorizada, dominada, maltratada o propiedad de la otra arranca de la opresión de la mujer. El derecho masculino se criticará y se transformará, tanto en las relaciones homosexuales como en las heterosexuales. Nuevos criterios En las relaciones íntimas, así como en todas las relaciones humanas, el proletariado desenvolverá una nueva moral proletaria basada en la lucha para eliminar la opresión de la mujer, y toda explotación y opresión. No se tolerará la misoginia (odio a las mujeres) y se luchará también contra la misandria (odio a los hombres). Se transformarán completamente los viejos conceptos (que tienen el peso de miles de años de tradición y se basan en una opresiva división del trabajo) de cómo deben ser la mujer y el hombre. No imperarán las ridículas ideas anticientíficas de que una mujer emprendedora, independiente, apasionada o atlética es “masculina”, o que un hombre creativo, sensible, cariñoso o tierno es “afeminado”. Esas cualidades se apreciarán y se estimularán tanto en el hombre como en la mujer. Los niños no tendrán que encajar en modelos obsoletos que impiden el avance de la humanidad a una nueva etapa de la historia. De hecho, la meta de la revolución socialista es crear una sociedad y una moral completamente distintas, a tal punto que en el futuro la gente se pregunte incrédula cómo pudieron existir esos “modelos tradicionales de género”. ***** Con el desenvolvimiento de la revolución socialista hacia el comunismo por todo el mundo, pasará a la historia la milenaria subyugación de la mitad de la humanidad, que ha estigmatizado y corrompido las relaciones sociales y sexuales desde el surgimiento de la propiedad privada y la correspondiente subordinación de la mujer al hombre. “Una cuestión primordial para las mismas masas oprimidas, sobre todo los compañeros, es eliminar o no la opresión de la mujer: ¿barrer o conservar (¡quizás un poquito!) las relaciones de propiedad, las relaciones sociales y su correspondiente ideología, que encadenan a la mujer? He aquí un deslinde entre luchar por acabar con toda opresión y explotación —y la misma división de la sociedad en clases— o, a fin de cuentas, sacarle provecho”. Bob Avakian, presidente del PCR,EU Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta
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