programa

El borrador del nuevo programa del PCR,EU 

Borrador del Programa, Parte 2


La nueva economía socialista
Parte 1: Empeñarse en la revolución, promover la producción

Introducción

La economía es la base de la sociedad, pues todas las sociedades producen para satisfacer sus necesidades materiales. Para liberar de veras al pueblo, se necesita una economía liberadora.

Ya no es necesario que la humanidad se someta a la tiranía ciega y despiadada de fuerzas económicas. Por primera vez en la historia, los productores, que han construido la sociedad, pueden comenzar a manejar el sistema económico y la sociedad.

Con el poder en las manos, los que antes no tenían nada pueden dominar y aplicar los principios que les permitan dirigir la economía al servicio del pueblo, cultivar nuevos valores y actitudes, y contribuir a la emancipación de la humanidad. Ese es el objetivo de la economía maoísta.

La burguesía tiene razones de sobra para calumniar la economía socialista y proclamar su veredicto: ¡es un fracaso total!

Desde luego, les conviene decir eso, pues son grandes explotadores y opresores que controlan los principales medios de producción y organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, organismos que han destruido la vida de centenares de millones en los últimos 50 años. Para su sistema económico y de clases, el progreso significa “quitar obstáculos” a las maquiladoras; la creciente brecha entre los que lo tienen todo y los que nada tienen muestra la “libertad económica”; y la compraventa del “derecho a contaminar” es lógica. La idea misma de una economía liberadora es diametralmente opuesta a lo que este sistema representa.

Pero, ¿cómo funcionaría una economía dirigida por las masas trabajadoras en aras de sus intereses? ¿Cuáles son sus principales contradicciones y su potencial? ¿Cómo abordaría la administración en centros de trabajo, las relaciones económicas internacionales y la protección del ambiente? ¿Cómo organizaría el trabajo de modo que no enajene ni embrutezca?

El proletariado internacional tiene respuestas muy concretas.


I. Liberar las fuerzas productivas y establecer la propiedad socialista

Principios básicos

Con la toma del poder, el proletariado abre una nueva etapa de la historia: el socialismo, la transición a la sociedad sin clases, el comunismo. Ya no existirá el sufrimiento extremo y agobiante del capitalismo; se romperán las cadenas que han impedido el pleno desarrollo de la humanidad.

Con el proletariado en el poder, se establecerá la propiedad estatal socialista común del pueblo. La nueva economía socialista:

•pondrá la política revolucionaria al mando.

  El objetivo de la producción socialista es impulsar la transformación revolucionaria de la sociedad y del mundo entero. El proletariado en el poder dedicará las fuerzas productivas antes que nada al avance de la revolución mun­dial hacia la eliminación de todas las relaciones explotadoras y desiguales del mundo.

  El método para obtener los máximos resultados en la construcción económica al servicio de esa transformación revolucionaria es movilizar y dirigir a las masas con una línea política e ideo­lógica comunista.

• satisfacerá las urgentes necesidades de las masas y resolverá los problemas apoyándose en ellas.

• luchará para crear condiciones que estimulen la mayor participación colectiva de las masas en la administración de la economía y el dominio colectivo de los procesos económicos.

• forjará nuevas relaciones de producción con una nueva “motivación” y moral social: cooperar por el bien común y “trabajar por la revolución mundial”.

• aumentará la producción social de modo planificado al servicio del desarrollo material, social e intelectual/cultural integrado de la sociedad.

• buscará crear una abundancia que se comparta por igual, es decir, una riqueza social que satisfaga las necesidades materiales básicas y que se cree con el propósito de que las masas la compartan cada vez más.

El proletariado asumirá el control de la organización de la producción

Tras el triunfo de la guerra revolucionaria —e incluso antes, al conquistar importantes zonas—, el proletariado se encargará de inmediato de organizar la producción.

Con la dirección del partido, el proletariado asumirá el control de las principales instalaciones de producción para salvaguardarlas e impedir el sabotaje de los enemigos de clase. Eso será crucial porque tras su derrota los capitalistas procurarán destruir fábricas, vías ferroviarias, depósitos y bodegas, etc., a fin de estrangular al naciente estado revolucionario.

Al derrotar definitivamente a los imperialistas y sus fieles representantes, aplastando sus últimas inútiles tentativas de mantenerse en el poder, el estado proletario asumirá el control de las principales palancas y arterias de la economía: los principales centros industriales, bancarios y de finanzas, de comunicaciones y los medios de transporte.

Se expropiarán, y se pondrán al servicio del público, las fábricas y otros medios de producción de los monopolios y del gran capital sin compensación alguna. Con respecto a las pequeñas fábricas, la expropiación podría avanzar a un ritmo menos acelerado y se podría compensar a los dueños; todo dependerá de las circunstancias y la situación internacional.

La toma y la socialización de los principales medios de producción es un paso histórico, un punto de viraje que signa el “comienzo del fin” de todos los sistemas y relaciones de explotación. La propiedad estatal transforma la propiedad privada de los medios de producción de una pequeña minoría explotadora en propiedad colectiva de la sociedad.

De inmediato, se emprenderán otros cambios radicales y liberadores: abolir oficialmente el “derecho” de explotar mano de obra y cancelar las deudas e hipotecas de los consumidores, los agricultores y los pequeños negocios.

El nuevo estado estabilizará los precios e instituirá lo antes posible una nueva moneda... sin retratos de esclavistas y criminales de guerra. Con esas y otras medidas, el estado proletario asumirá firmemente el control de las finanzas, lo cual es imprescindible para el desarrollo socialista de la economía.

Rápidamente, el estado proletario to­mará medidas para dominar las diversas esferas del comercio. Como el estado será dueño de los principales medios de producción industrial, controlará directamente el intercambio de bienes y materiales entre las fábricas estatales. Combatirá el “mercado negro” y establecerá una estructura de precios. Aumentará continuamente la supervisión directa del intercambio de productos.

Al establecer la propiedad estatal mediante esas medidas, se sentarán las bases para la planificación económica: re­gular y guiar conscientemente la producción social al servicio de las masas y la revolución.

Surgirán varios tipos de oposición a esos radicales y trascendentales cambios en la economía. Las antiguas clases dominantes y sus agentes seguirán urdiendo intrigas. Además, las viejas tradiciones y costumbres ejercerán una fuerte influencia ideológica en importantes sectores de la población, y crearán problemas y obstáculos.

El partido tendrá que distinguir entre actos contrarrevolucionarios y sabotaje, por un lado, y dificultades y discrepancias en el seno del pueblo, por el otro. Será necesario investigar a fondo, partiendo de la experiencia de las masas, y el partido tendrá que guiarlas para que reconozcan la diferencia entre esas dos clases de contradicciones y aprendan a tratarlas.

De inmediato, se reorganizará el trabajo. En las fábricas, el proletariado supervisará a los gerentes y técnicos, y estos participarán cada vez más en el trabajo de producción al lado de los obreros. Se aplicará el principio básico de apoyarse en los proletarios y desencadenarlos como la fuerza motriz en las transformaciones de todos los sectores de la economía. Por ejemplo, se movilizará a los trabajadores agrícolas para socializar las propiedades del agro y dirigir la producción de los granjeros que sigan en poder de su granja.

Se buscará unidad con tenderos, artesanos y otros que trabajan por su cuenta y se integrará a la nueva economía su actividad económica. Sus antiguas formas de organizar la producción irán quedando atrás y las reemplazarán formas cooperativas de propiedad y trabajo colectivo. Con el desarrollo de la economía socialista, los que trabajan por su cuenta pasarán a ser trabajadores asalariados del estado socialista.

Satisfacer necesidades sociales urgentes, movilizar para reconstruir y crear una nueva economía

Se desencadenará a las masas a reconstruir la economía y a resolver todos los problemas que se presenten. La movilización de las masas hará “milagros” al parecer imposibles.

La toma del poder por el proletariado pondrá fin al absurdo de ver desempleados sin nada que hacer en las calles de barrios arruinados. La ley de las ganancias ya no los inmovilizará: con materiales de construcción a su disposición, se pondrán a remozar los barrios, poniendo en juego su creatividad y conocimientos.

Además, muchos trabajadores de construcción, quienes hoy trabajan principalmente en rascacielos de vidrio y acero (si es que tienen chamba), de inmediato pa­sarán a remozar o construir vivienda para las masas.

Las capas medias tienen conocimientos y destrezas especializados que son difíciles de reemplazar y que la nueva economía necesitará. Por eso se canalizará a los antiguos gerentes, técnicos y dueños de pequeñas fábricas que estén dispuestos a colaborar en la reconstrucción a participar en la producción y a trabajar al lado de los demás trabajadores.

Un problema específico que tendrá que resolver el proletariado en la transformación y desarrollo socialistas de la economía es el alto grado de parasitismo del imperialismo estadounidense. Hay mu­chas personas, de hecho millones, cuyo trabajo no será necesario en el socialismo sino más bien un obstáculo: burócratas de entidades gubernamentales y corporativas; empleados de mercadotecnia, publicidad, seguros y bancos; asesores políticos, jurídicos y comerciales, etc.

Con la excepción de los contrarrevolucionarios conscientes, el proletariado utilizará en la medida de lo posible los conocimientos y habilidades de esas personas en actividades técnicas, administrativas, educativas y similares (como los medios de comunicación). Pero no se permitirá que dominen a las masas ni que dirijan la producción, investigación científica, me­dios, etc. El estado proletario establecerá normas para su trabajo y movilizará a las masas para supervisarlas políticamente. Habrá que capacitar a muchas de esas personas para desempeñar tareas completamente nuevas.

Empezar por los más necesitados

El nuevo estado proletario tomará medidas para “empezar por los más necesitados”. Después de la destrucción y trastornos de la guerra civil, la primera prioridad será reconstruir y mejorar los ghettos, barrios pobres y otros lugares donde el capitalismo concentra a los oprimidos.

El principio de superar las antiguas desigualdades dictará las prioridades para la distribución de bienes y servicios sociales, como las decisiones sobre qué sectores sociales y qué zonas del país recibirán primero nuevos centros de salud, tiendas estatales, transporte público, vivienda y escuelas. A largo plazo, el estado socialista dará prioridad a las zonas menos desarrolladas y atrasadas, en coordinación con el desarrollo general de la sociedad.

Se movilizará a todas las capas sociales para superar las desigualdades de la antigua sociedad. Por ejemplo, los médicos trabajarán donde no ha habido servicios de salud en décadas. Algunos profesionales se capacitarán para llevar campañas culturales, educativas y de alfabetización a zonas rurales o urbanas devastadas.

Satisfacer el derecho a vivienda

Uno de los problemas más apremiantes que tendrá que solucionar el proletariado cuando asuma el control de la sociedad es poner vivienda digna y cómoda a disposición de las masas. Se aplastará la segregación y se eliminará las antiguas prácticas de los bancos y compañías de seguros que lucraban con la segregación, y su control de recursos económicos.

Con los principios de movilizar a las masas y de “empezar por los más necesitados”, se resolverá la crisis de vivienda.

Una de las primeras medidas del proletariado será apoderarse de las casonas de los capitalistas, sus hoteles de lujo, centros de convenciones y hasta edificios de oficinas, muchos vacíos, y abrirlos para que las masas sin techo vivan ahí. Algunas de esas estructuras serán viviendas permanentes y se construirán lo más rápido posible nuevas viviendas.

El estado revolucionario confiscará rápidamente, sin compensación, las unidades y proyectos habitacionales del gran capital y de los grandes propietarios, y movilizará a las masas, al igual que se señala arriba, para protegerlas y administrarlas.

Los pequeños caseros (que tengan una o unas cuantas unidades) podrán seguir arrendándolas un tiempo, pero no tendrán poderes para desalojar y el estado fijará el alquiler. Representantes del partido, el estado y las masas trabajarán con los inquilinos y caseros para resolver cualquier problema. A medida que sea posible, mediante la construcción de más vivienda y el desarrollo de la economía socialista, el estado comprará las unidades de los pequeños caseros y las convertirá en propiedad estatal.

Los proletarios y sus aliados de la clase media tendrán el derecho a seguir viviendo donde viven; se cancelarán las hipotecas y deudas. En el caso de los dueños de varias casas, se aplicarán a las casas que no ocupen las mismas medidas que a las de los pequeños caseros.

Salud para el pueblo

Con la toma del poder, el proletariado asumirá el control de los grandes hospitales y servicios afines, y aplicará las mismas normas básicas que en las fábricas y otros centros de trabajo.

Los trabajadores de los hospitales formarán la base del poder proletario: controlarán y supervisarán su operación y administración. Miembros de otras capas, como enfermeros/as e incluso muchos médicos/as, pueden hacer importantes aportes a la lucha del proletariado por el poder y serán aliados de los trabajadores para controlar los servicios de salud y hacer que de verdad satisfagan las necesidades de las masas.

Se establecerán servicios de salud para todos, a muy bajo costo o gratuitos, con la meta de que sean gratuitos. Se practicará el aborto a quienes lo soliciten sin importar cuántas semanas de embarazo tengan. Terminará la dominación de los servicios de salud por el capital y las ganancias, que los pone fuera del alcance de mucha gente.

Se movilizará a las masas y se llevarán a cabo campañas de educación para solucionar importantes problemas de salud, como la mortalidad infantil y las adicciones que fomenta el imperialismo.

Los servicios de salud se concentrarán en la prevención y las necesidades primarias, pero se dedicará recursos a la investigación y a otros aspectos del tratamiento médico. La sociedad socialista manejará los servicios de salud de forma integral: examinará y resolverá problemas “externos” como contaminación barrial, nutrición y condiciones de trabajo.

Desaparecerán las viejas ideas de que los expertos médicos son “dioses” con autoridad incondicional, y se forjarán nuevas relaciones entre expertos por una parte, y no expertos y pacientes, por otra.

Con el desarrollo de la propiedad socialista y la consolidación de la economía, se construirá una red descentralizada de clínicas y pequeños hospitales en centros de trabajo y comunidades, además de grandes servicios de salud, con prioridad para las localidades sin servicios de salud.


II. Reconfigurar la economía imperialista

El imperialismo se basa en relaciones mundiales de explotación y dominación de gran potencia. Esas relaciones llevan a grandes desigualdades, hambre y pobreza, desarticulación de las economías de los países oprimidos de Asia, África y Latinoamérica, y degradación ambiental. Estados Unidos tiene el 5% de la población del mundo y consume el 25% de los minerales, metales y otros recursos, y el 30% de los energéticos.

En Estados Unidos no se puede construir una auténtica economía socialista sin hacer añicos sus antiguas relaciones económicas internacionales. Tampoco es posible construirla sin alentar y apoyar al máximo la lucha para rehacer el mundo entero mediante la revolución.

Habrá grandes retos para el proletariado en el poder. Tendrá que crear una nueva economía que no se base en la explotación y que no dependa del comercio exterior, pues de lo contrario quedará a merced de lo que quede de la economía imperialista mundial. Asimismo, debe evitar que la nueva economía reproduzca las relaciones de dominación internacional.

¿Cuáles son los principios básicos que guiarán este proceso?

Primero, el estado socialista ejercerá un firme control sobre todo el comercio con el exterior. Al tomar el poder, el proletariado liquidará todas las propiedades e inversiones en el exterior. La economía socialista no exportará capital. No hará inversiones en el exterior: no construirá fábricas ni hará préstamos con fines lucrativos. De inmediato, el nuevo estado se desvinculará del Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio y otros organismos económicos imperialistas, denunciará sus crímenes y luchará contra ellos.

Autosuficiencia

Segundo, para desarrollar la economía, la sociedad socialista se apoyará principalmente en sus propios recursos materiales y capacidades, ante todo los conocimientos colectivos y la actividad consciente de las masas.

La estructura de producción y las fuentes de recursos de la economía ya no dependerán de la mano de obra y materias primas de otros países, y mucho menos de la explotación, dominación y extorsión armada. Dos ejemplos: la sociedad socialista no producirá piezas y componentes en maquiladoras y zonas de exportación de México y Asia oriental; y la economía no dependerá de la importación de grandes cantidades de petróleo.

Así, ¿se dará rienda suelta al derroche de recursos nacionales a fin de conservar el patrón de producción y consumo de la antigua economía?

No. Desde el comienzo, para lograr la autosuficiencia será necesario conservar recursos y reorganizar radicalmente el proceso productivo. De inmediato se tomarán medidas para eliminar la economía de derroche y destrucción ambiental basada en el petróleo.

Para lograr la autosuficiencia, también será necesario reestructurar la antigua economía industrial y crear paso a paso una economía industrial de nuevo tipo: que satisfaga las necesidades de consumo y producción con mayor eficiencia y que produzca distintos bienes (en lugar de automóviles, transporte público eficiente y seguro).

Ese proceso reorientará los patrones de consumo de la nueva sociedad. La nueva economía satisfacerá las necesidades básicas de la población y procurará producir una variedad racional de bienes de consumo. Pero no “se beneficiará” del obrero indonesio que produce modelos costosos de ropa deportiva ni del campesino de otros países que siembra variedades de café para gustos caros. La nueva economía cortará las relaciones que generan privilegios de un lado y pobreza del otro.

Con ese fin se organizarán campañas de concientización. A su vez, las necesidades sociales de la población cambiarán de acuerdo a la transformación de la vida social. No habrá obsesiones con el consumo ni la necesidad de definirse uno mismo a partir de qué y cuánto consume.

Relaciones económicas internacionales

Regirá el internacionalismo proletario en todas las relaciones económicas.

Con los otros estados socialistas que existan o que surjan se llevará a cabo comercio basado en principios de igualdad e internacionalismo proletario, a fin de apoyar la construcción socialista en esos países y la revolución mundial.

En sus relaciones comerciales con estados imperialistas y reaccionarios, el nuevo estado socialista dará prioridad a su deber de apoyar los movimientos revolucionarios, y no a los acuerdos e intercambios económicos. A fin de apoyar la lucha de clases en otros países, cortará relaciones comerciales con ellos, o no exportará o importará algunos productos.

La nueva economía socialista romperá todas las antiguas relaciones con otros países, en especial los que antes dominaba y oprimía el imperialismo yanqui. Cancelará las deudas de los países del tercer mundo a los organismos bancarios y gubernamentales de la antigua economía, y renunciará a todos los tratados comerciales injustos.

Por otra parte, el nuevo estado cumplirá sus obligaciones. Por ejemplo, ofrecerá asistencia técnica y económica para limpiar y revertir daños ambientales. En los países en que el imperialismo yanqui ha generado una dependencia de refacciones, equipo y demás, seguirán los suministros cuando sea necesario.

La situación mundial y del estado socialista determinará cómo se logra todo esto; por ejemplo, si tiene que defenderse ante un ataque militar de los estados imperialistas y reaccionarios o la medida en que haya satisfecho las necesidades más urgentes y básicas de las masas del país. Además, para enviar suministros y ayuda a los países que antes dominaba el imperialismo estadounidense, el estado socialista tomará en cuenta la naturaleza de clase de esos países, la lucha de clases en ellos y su papel en el mundo.

El proletariado consciente de clase se opone a los “derechos de propiedad intelectual”; el nuevo estado socialista echará por tierra todos los derechos de propiedad de la antigua sociedad.

Pondrá a disposición de los pueblos del mundo los frutos de la investigación y del desarrollo imperialista, que lucran con el conocimiento científico de todo el mundo, en especial de los países pobres de Asia, África y Latinoamérica. Compartirá el conocimiento científico, y los medicamentos y demás perderán la “protección” de patentes y regalías, que los ponen fuera del alcance de quienes los necesitan con urgencia.

Lucha de clases al mando

El estado socialista entablará relaciones comerciales con otros países, pero tal comercio, tanto importaciones como exportaciones, se subordinará al crecimiento autosuficiente. La excesiva dependencia del comercio internacional socava las bases de una economía articulada y equilibrada, y desata y fortalece nuevas y viejas fuerzas de la clase burguesa en la sociedad socialista. Esas fuerzas buscan ventajas comerciales en las relaciones económicas internacionales; buscan aliados de clase en el mundo; y convencen a ciertos sectores sociales de que el comercio internacional puede traer grandes “beneficios” materiales.

Todo ello abre la puerta a nuevas relaciones neocoloniales (y a la restauración capitalista) y por lo tanto será un foco de la lucha de clases en la sociedad socialista.

El estado socialista propondrá relaciones comerciales basadas en el beneficio mutuo y la igualdad, pero los países no socialistas, en especial los imperialistas, no respetarán esos principios y buscarán su propio beneficio.

El estado socialista tendrá que luchar para obligar a los estados imperialistas y reaccionarios a comerciar de otra forma. Asimismo, puede que tenga que romper embargos y bloqueos imperialistas que perjudican ciertos sectores de la economía socialista. El estado socialista solo podrá realizar esos objetivos si impulsa y apoya la lucha revolucionaria en todo el mundo.

Una guerra revolucionaria para tumbar al imperialismo estadounidense causará mucha destrucción y trastornos. No obstante, el proletariado “herederá” una tecnología y unas fuerzas productivas altamente desarrolladas y grandes, que son fruto de la explotación y saqueo de siglos de dominación imperialista y conquista colonial en todo el mundo.

Ante todo, el proletariado utilizará dichas fuerzas productivas para hacer avanzar la revolución mundial hacia la superación de todas las relaciones explotadoras e injustas en el mundo, especialmente la gran división que existe entre los países imperialistas y coloniales (o neocoloniales).


III. Forjar nuevas ­relaciones ­de producción socialistas

En el socialismo, la mano de obra ya no será una mercancía de compraventa. Desaparecerán el horrendo robo a la vida que es el “trabajo” en la sociedad capitalista, y el desempleo obligatorio de grandes sectores de la población.

Los productores no serán esclavos de fuerzas económicas y sociales ajenas y dominantes, que su trabajo acrecienta. La actividad consciente de las masas será la fuerza motriz de una economía dinámica al servicio de la liberación de la humanidad. Con la dirección del proletariado, la gente dominará la tecnología y no al revés. Nadie perderá su chamba debido a avances tecnológicos. La tecnología aliviará la carga del trabajo.

Como tarea clave, la sociedad socialista irá eliminando la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, entre los que trabajan con las manos y los que trabajan con la mente.

Se fomentará la des-especialización: ya no será necesario pasar toda la vida realizando la misma tarea. El trabajador ocupará un puesto determinado, pero aprenderá muchos oficios, rotando de uno a otro y aprendiendo a dominar todas las etapas del proceso productivo, tanto las tareas administrativas y técnicas, como la investigación, la planeación y demás.

Todos los gerentes participarán en el trabajo productivo, y la “gerencia” no será coto de privilegio de unos cuantos. Los gerentes serán necesarios pero, en lo fundamental, las masas se encargarán colectivamente de administrar la producción social. Todo mundo rotará entre la gerencia y el trabajo productivo.

Para que la economía crezca de modo planificado y equilibrado, cada centro de trabajo producirá ciertos bienes o servicios, aunque no será algo absoluto. En el marco del plan general, las distintas unidades de producción elaborarán productos secundarios junto con los principales, y todo ello se integrará en la operación y desarrollo general de la economía.

Se organizarán delegaciones de trabajadores de fábricas y centros de trabajo para debatir, intercambiar experiencias de producción, hablar de la calidad y de los problemas de los productos y servicios que se intercambian entre sí y en la sociedad, y compartir experiencias políticas y sociales. A medida que el proletariado tome el poder en otras partes del mundo, se organizarán visitas similares con trabajadores de otros países socialistas.

De esta y de otras maneras, los trabajadores de las diversas esferas de la economía tomarán más conciencia del proceso de producción y distribución en la sociedad socialista. Así las masas trabajadoras podrán fortalecer su dominio consciente de la producción y de la sociedad.

El proletariado cultivará vigorosamente la orientación del trabajo cooperativo por el bien común, y de iniciativa y creatividad en aras del interés común.

Los trabajadores no se trabarán en una competencia por salarios de hambre, chamba y vivienda. Las campañas de crítica pondrán a la defensiva la rastrera mentalidad de “primero yo” de la competencia capitalista. Las masas medirán sus actos con el principio de “servir al pueblo”. Los cambios concretos de las relaciones de producción reforzarán esta visión: ¡la economía socialista al servicio del pueblo, no de un puñado de explotadores!

Centros de trabajo como escuelas de la lucha de clases

Las fábricas, los campos y otros centros de trabajo serán “escuelas de la lucha de clases”: centros culturales y políticos en los que se dará una aguda y crucial batalla para transformar la sociedad y el mundo.

Ya no serán meras unidades “de producción”. En el socialismo, la movilización política es el alma viva del trabajo económico. Se debatirán problemas decisivos —asuntos internacionales, métodos educativos, la lucha por emancipar a la mujer, etc.— en las actividades ideológicas y políticas, y en los actos culturales de los centros de trabajo y la sociedad. Así, las masas aprenderán a distinguir entre el camino socialista y el camino capitalista.

Desigualdades salariales y restringir el derecho burgués

El principio salarial socialista es “de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según su trabajo”. Esto constituye un gran avance con respecto al capitalismo.

Se eliminará la explotación de la mano de obra. Se hará añicos el “sistema de incentivos” del capitalismo, que más beneficia a los que menos trabajan. Pero el principio “a cada cual, según su trabajo” entraña desigualdades. Cada trabajo requiere un nivel distinto de conocimiento y educación; y aunque diferentes trabajadores reciban el mismo salario, hay desigualdad, pues hay diferentes necesidades, cantidad de hijos, etc. La división del trabajo, en especial entre el trabajo manual y el intelectual, contiene elementos de privilegio.

El principio “a cada cual, según su trabajo” es un ejemplo de lo que se llama “derecho burgués”. El derecho burgués se refiere a las relaciones económicas y sociales que pregonan igualdad formal pero que en la práctica contienen elementos de desigualdad, y semillas de las relaciones sociales capitalistas y de mercan­cías. Como son un reflejo de la influencia que queda de la organización burguesa de la sociedad, se usa el término “derecho burgués” para referirse a ellas. El derecho burgués se manifiesta en las leyes y los programas en la sociedad socialista, y será un agudo y complejo foco de la lucha de clases en el socialismo.

En el socialismo no es posible nivelar de inmediato los salarios e ingresos. ¿Por qué?

Para empezar, ciertos sectores, por ejemplo profesionales cuyos conocimientos y formación necesita la sociedad, se opondrían a la revolución. Los médicos, arquitectos, físicos, planeadores, etc., han recibido educación y formación que toma tiempo, trabajo y lucha. Muchos de ellos no aceptarán que les digan de entrada que todo eso no vale y se va a nivelar todo completa y absolutamente. Muchos se opondrían a esas medidas, no cumplirían su trabajo y causarían problemas.

El proletariado tiene que tomar eso en cuenta. Las masas no podrán hacer todas esas funciones de inmediato, porque se requieren formación y educación.

Esas profesiones efectivamente requieren más trabajo (para adquirir la necesaria educación y formación) que un oficio no calificado. Por ejemplo, para ser médico se necesitan años de educación y práctica, incluso con la transformación radical de la educación que se da en la sociedad socialista.

En la sociedad socialista, el proletariado, por medio de su estado, tiene la responsabilidad concreta de planificar, adjudicar y usar diversas clases de trabajo. Si pasa por alto la cantidad de trabajo que encierra un oficio (por ejemplo la adquisición de ciertos conocimientos), los planes no serán racionales y surgirán trastornos serios en la economía.

Por ello, eliminar de golpe las desigualdades llevará a que no se realicen actividades necesarias científicas, educativas, médicas, etc., y perjudicará la economía y la sociedad socialistas. La revolución perderá apoyo de las capas profesionales, así como de las masas en general. ¡Y se generará terreno favorable para que la burguesía se gane a sectores profesionales y hasta de las masas básicas!

Incluso la clase trabajadora tiene elementos relativamente avanzados, intermedios y relativamente atrasados. No todo mundo asumirá valores comunistas inmediatamente. Seguirá siendo necesario reconocer e incentivar diferentes niveles de educación y conocimiento: los trabajadores de mayores conocimientos recibirán más pago.

Pero hay que restringir el derecho burgués.

Esto tiene muchas implicaciones en el caso de los salarios e ingresos. Primero, hay que limitar las diferencias. Se eliminarán las diferencias salariales extremas, perversas y socialmente irracionales que fomenta el capitalismo estadounidense (los médicos recibirán mayores ingresos, pero no tendrán lujosos automóviles deportivos). El estado socialista aplicará medidas generales a largo plazo para restringir esas diferencias paso a paso. También se restringirán los bonos y otras prácticas que acentúan las diferencias salariales en los centros de trabajo.

Segundo, se satisfacerán más necesidades básicas sin dinero. Se ofrecerán servicios médicos, guarderías, actividades culturales y ciertos productos de consumo gratis o a bajo costo, de forma colectiva en los centros de trabajo, barrios, granjas, etc. Así, ciertos servicios y productos irán perdiendo su carácter de mercancías. Los ingresos (a cada quien, según su trabajo) tendrán cada vez menos relación con obtener lo necesario para vivir.

Tercero, habrá que librar una vigorosa lucha en toda la sociedad contra la ideología del “derecho burgués”. Se organizará la crítica a las ideas de “yo hice aquello y por eso me merezco esto”, de fama y beneficio, de autoenriquecimiento y demás, y se alentará el principio de “servir al pueblo”. Las personas de diversos sectores que tengan conciencia y experiencia más avanzadas se presentarán como ejemplos para los demás, por ejemplo, los que asumen tareas especiales sin pago o jóvenes que viajan a otra parte a impulsar la revolución sin promesas de incentivos materiales.

Las fuerzas burguesas, viejas y nuevas, lucharán por ampliar el “derecho burgués”. Fomentarán medidas para ampliar las diferencias salariales (con el pretexto de “incentivar” a producir más) y para ampliar la esfera del consumo privado (“elevar el nivel de vida”); en el frente ideo­lógico, argumentarán que el beneficio propio tiene “cualidades positivas”.

Tal es el terreno de la lucha de clases en torno al “derecho burgués”.


IV. Hacia un futuro comunista sin mercancías ni dinero

El socialismo es un modo de producción que avanza hacia el comunismo. Para alcanzar el comunismo, será necesario dar pasos agigantados en el desarrollo material de la sociedad y en la visión, valores y “psicología social” de la gente. Como el comunismo solo puede concretarse como una comunidad global de seres humanos libremente asociados, tiene que realizarse a nivel mundial.

El principio-guía de la futura sociedad comunista será “de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades”.

En la sociedad comunista, ya no será necesario trabajar para satisfacer las necesidades inmediatas y proteger la supervivencia del individuo. Todo eso lo garantizará la sociedad. Trabajaremos, pero sin presiones y amenazas a la vida ni incentivos de autobeneficio y posición. Tendremos motivo para trabajar, para contribuir lo máximo posible a la sociedad... según nuestras capacidades.

La sociedad satisfacerá las necesidades de todos, pero no las crasas “necesidades” de la sociedad burguesa (“quien tenga más cachivaches gana”). Las necesidades no “se satisfacerán” adquiriendo riquezas propias y explotando.

En la sociedad comunista, el pueblo satisfacerá sus necesidades desarrollándose plenamente como miembros libremente asociados de una comunidad social, y produciendo lo que la comunidad necesita para avanzar continua y conscientemente.

En tal sociedad, el dinero será cosa del pasado. ¿Por qué? Los productos del trabajo de los seres humanos no asumirán la forma de mercancías, de cosas que se producen para intercambiar, comprar o vender y para transferir entre diferentes dueños (o agentes de producción) como propiedad.

La ley del valor, según la cual el valor de un producto es equivalente al trabajo socialmente necesario que encierra, regula el intercambio de mercancías. En la sociedad comunista, esa ley dejará de existir.

Todos los productos constituirán la riqueza material común de toda la sociedad y se distribuirán según normas que se establecen a nivel social. Todo ello será parte “natural” de la conciencia humana.

La sociedad comunista tendrá que tomar en cuenta el trabajo socialmente necesario para conservar la sociedad y facilitar su desarrollo general. Pero los cálculos económicos, es decir los requisitos técnico-materiales de la sociedad, las medidas y distribución del trabajo social y demás, ya no se contabilizarán en términos monetarios y de valor. La producción y distribución de bienes y servicios se organizará sin relaciones de mercancías, es decir, sin relaciones de comprador, vendedor, contratos, etc.

Para llegar al comunismo es necesario desarrollar las fuerzas productivas hasta que se cree una abundancia material para todos. Pero eso solo es posible a partir de profundísimas transformaciones de las relaciones de producción que lleven a la sociedad de conjunto a tomar posesión de las fuerzas productivas; que hagan surgir formas de trabajo más cooperativas y entretejidas; y que lleven a una distribución más equitativa de la riqueza social.

Tiene que haber transformaciones radicales de las relaciones sociales, es decir de las relaciones entre las personas en toda la sociedad, y será necesario superar la opresiva división del trabajo, en especial entre el trabajo intelectual y el manual.

Sociedad socialista y comunista

El socialismo es una sociedad de transición con los “vestigios“, o las desigualdades que queden, de la sociedad capitalista. Durante un tiempo, los productos conservarán ciertas características de las mercancías y la economía socialista usará la ley del valor.

Debido a esos fenómenos, en gran parte, existirá el peligro de restauración del capitalismo. Esos fenómenos existen en el sistema de propiedad estatal socialista. Por ello, una cuestión decisiva es el contenido concreto de la propiedad estatal; hay que preguntar si la línea y los programas que están al mando desencadenan a las masas e impulsan la sociedad hacia la abolición de las clases, o arrastran la sociedad hacia el capitalismo. Esto entraña un complejo proceso de lucha de clases y transformación social en que se refleja la realidad material del socialismo como sociedad de transición. (Véase el apéndice “El partido en el socialismo y la transición al comunismo”).

En la sociedad socialista, será necesario contabilizar los costos en términos de valor y dinero para calcular los costos de producción y medir, comparar y fomentar la eficiencia. Los intercambios entre empresas estatales se harán con contratos de alguna forma. Durante un tiempo, una proporción sustancial de los bienes de consumo se obtendrá en los mercados de consumo; y aunque el estado los regule, el consumo asumirá la forma de individuos que compran bienes.

La economía socialista tiene que alentar el control y la conciencia colectivos de los productores. Pero para superar y eliminar las mercancías y el dinero, se necesitará un nuevo nivel de integración de la actividad económica: menos “muros” entre empresas y sectores, y una interacción cualitativamente mayor entre personas de diversas esferas de la economía. La gente tendrá una conciencia más directa e integrada de los procesos económicos, de las relaciones y requisitos de la producción social. Cuando la sociedad alcance ese nivel material e ideológico, surgirán nuevas formas de cálculo e intercambio económico-sociales que no tengan las semillas de las relaciones de mercancías ni de las diferencias de clase.

Por las razones citadas, la economía socialista no puede declarar “el fin del dinero” a secas. No es una entidad aislada: la “rodeará” el dinero.

Es probable que otros países capitalistas y alguna forma del mercado capitalista mundial existan un tiempo considerable. Como hemos señalado, la economía socialista tendrá relaciones comerciales limitadas con otros países, y para ello necesitará dinero. Además, la existencia del mercado mundial presionará a la economía socialista a desarrollarse en ciertas direcciones, y estimulará a fuerzas de clase que quieren adaptarse a las metas y métodos de la economía mundial de la burguesía.

También surgirán inevitablemente “mer­cados negros”, en especial en las primeras etapas de desarrollo de la sociedad socialista, y con ellos, el acaparamiento de dinero y tejemanejes monetarios informales.

Aunque fuera abolido el dinero, esos factores objetivos “volverían a meter el dinero” en la economía.

Eso no quiere decir que simplemente se debe aceptar el dinero y la ley del valor, ni vivir con ellos y darles rienda suelta. La meta es eliminarlos. La sociedad socialista debe restringir fuertemente su alcance e influencia, y luchar contra las ideas y actitudes que generan y refuerzan.

La ley del valor jugará cierto papel en la economía socialista, pero no estará al mando. O sea, el criterio de las ganancias no dictará las decisiones de producción. No se medirá la eficiencia según el rendimiento inmediato o la productividad de la empresa. Para hacer bien el trabajo económico, se necesita aplicar criterios sociales y políticos amplios.

La producción socialista parte de un plan consciente que satisface las necesidades de las masas, fomenta el desarrollo general de la economía y la sociedad, e impulsa la revolución mundial. Este sistema de producción tiene que transformarse a la larga en un sistema comunista de producción sin mercancías ni dinero.


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