programa

El borrador del nuevo programa del PCR,EU 

Borrador del Programa, Parte 2


El frente único bajo dirección proletaria
Parte 2: ¿Quiénes son nuestros amigos 
y quiénes son nuestros enemigos? 
Un esbozo de las clases sociales 
en Estados Unidos

Para construir el frente único hay que hacer un análisis científico de las clases y capas sociales de Estados Unidos. ¿Con quiénes nos unimos firmemente y a quiénes podemos ganarnos o cuando menos neutralizar? ¿Quiénes son los enemigos que tenemos que combatir implacablemente y derrotar?


La estructura de clases y el imperio

Estados Unidos es el principal beneficiario y el principal gendarme del sistema imperialista mundial, y la economía y estructura de clases del país llevan el sello de las relaciones internacionales del capitalismo-imperialismo.

Por ejemplo, grandes sectores de la población trabajan en las actividades financieras, administrativas, tecnológicas y de comunicación del imperio. Las principales ciudades son las sedes de las operaciones mundiales del capital y requieren muchos trabajadores de servicios.

El nivel de vida de la clase media está directamente relacionado con la posición de Estados Unidos como explotador y potencia dominante de la economía mundial; igualmente, los sectores mejor pagados de la clase trabajadora se benefician de la posición del país.

Pero muchos proletarios del sector inferior de la clase trabajan en fábricas o centros de servicio que forman parte de una “cadena de producción” que se extiende de Latinoamérica o Asia a Estados Unidos. Por otro lado, la globalización de la producción desplaza trabajadores de manufactura (tradicionalmente bien pagados y estables) al sector de servicios, donde los salarios son bajos. La economía estadounidense se nutre de la mano de obra barata de otros países, y los inmigrantes de Latinoamérica, Asia y África realizan los trabajos más degradantes.

El hecho de que Estados Unidos es un imperio tiene consecuencias políticas y estratégicas trascendentales.

Dado que la riqueza de Estados Unidos es inseparable de su posición privilegiada en el mundo, existe una base material para que sectores de la población consideren que sus intereses están ligados al imperio; pero dado que Estados Unidos es también una sociedad muy polarizada, esa cuestión prenderá grandes debates y luchas.

Por otra parte, para los que nada tienen, existe una fuerte base material para ver que sus intereses corresponden a los de “los parias de la tierra”. En pocas palabras, existe una base social para la revolución proletaria y el internacionalismo proletario en las “entrañas de la bestia”.

La clase dominante proyecta una imagen de la sociedad estadounidense en la cual, supuestamente, la gran mayoría pertenece a una próspera y móvil clase media, y los ricos son “modelos” para los que están dispuestos a “trabajar” tan duro como ellos. En el fondo de la sociedad está lo que la burguesía llama la “subclase”: una bola de ociosos, perdedores, delincuentes y desadaptados, a quienes no hay que tomar en cuenta, sino más bien odiar... y reprimir cuando sea necesario.

Ese retrato chueco de la sociedad justifica el statu quo, sirve para confundir a las capas medias y pinta como animales a los explotados y oprimidos; oculta las verdaderas relaciones de clase y borra la existencia del proletariado.

¿Cuál es la verdadera estructura de clases en este país imperialista?


La burguesía es el blanco de la revolución y hay que tumbarla

La clase dominante de Estados Unidos es la burguesía. Es dueña de los principales medios de producción; domina la política y la vida cultural e intelectual; y se mantiene en el poder por medio de una dictadura que combina la represión con el engaño.

El núcleo de la burguesía son los capitalistas monopolistas, que controlan las enormes corporaciones monopolistas y los bancos que dominan la economía. Las 100 mayores corporaciones de manufactura controlan casi la mitad de los bienes de la manufactura (fábricas, maquinaria, materiales, etc.). Los 10 mayores bancos controlan más del 40% de los bienes bancarios comerciales (préstamos, inversiones, etc.). Cuatro compañías controlan el 70% del mercado de semilla de maíz de Norteamérica.

La burguesía cabalga sobre un imperio, y la economía de Estados Unidos es la base de una red internacional de explotación y saqueo.

Este imperio tiene inversiones de más de 5 trillones de dólares en el extranjero; lo integran represivos gobiernos neocoloniales Made in USA (e independientes solo de nombre); y lo respaldan instituciones mundiales dominadas por Estados Unidos, como el Fondo Monetario Inter­nacional, el Banco Mundial y la Or­ga­ni­zación Mundial de Comercio, además de una genocida maquinaria de guerra de alta tecnología.

Los imperialistas yanquis causan incalculable sufrimiento en el mundo y en el mismo Estados Unidos. Están dispuestos a todo para defender y extender su imperio, y mantenerse en el poder. El proletariado debe ser implacable con ellos: luchar sin cuartel sin jamás hincar la rodilla.

El núcleo de la burguesía constituye menos del 1% de los hogares de Estados Unidos. Además, son parte de la burguesía los capitalistas que no controlan monopolios o grandes instituciones financieras ni tienen grandes inversiones internacionales, pero viven del trabajo de una considerable cantidad de empleados que les permite acumular grandes sumas de dinero.

En el campo del enemigo también se encuentran los politiqueros y funcionarios del gobierno que imponen la dictadura de la burguesía. Son blanco de la revolución proletaria y de la dictadura del proletariado los grandes politiqueros, los altos mandos de las fuerzas armadas, los altos funcionarios del gobierno y todos aquellos que se prestan para suprimir y reprimir al pueblo: la policía, los jueces, los supervisores de las cárceles, etc.

Los cabecillas de los sindicatos también están en el campo del enemigo. Des­em­peñan un papel importante para la burguesía: mantener bajo su dominio político e ideológico a importantes sectores de la clase obrera. Buscan confinar su lucha al marco burgués y fomentan reformismo, confianza en el “proceso democrático” y patriotismo.

La posición y los altos salarios de esos cabecillas, así como las grandes sumas de capital que los sindicatos acumulan e in­vierten, son fruto de la explotación de las masas de este país y, sobre todo, de la superexplotación imperialista en otros países. Puede que cambien los personajes y que se modifiquen las tácticas, pero los cabecillas de los sindicatos seguirán ju­gando el mismo papel: mantener a la clase obrera política e ideológicamente subordinada al sistema capitalista.


La clase trabajadora es la principal fuerza que dirige la revolución proletaria en Estados Unidos

El proletariado y la revolución proletaria

La revolución proletaria es diferente de todas las revoluciones anteriores de la historia humana. No se propone reemplazar a un grupo de explotadores con otro, sino reorganizar completamente la sociedad y el mundo entero: abolir la explotación y las clases.

Ese sueño milenario de los oprimidos es posible hoy por dos razones.

Primero, las fuerzas productivas (las herramientas, la materia prima, la maquinaria y la tecnología, etc., así como las personas con sus conocimientos y habilidades) están altamente desarrolladas, a tal punto que se pueden satisfacer las necesidades básicas de todos los seres humanos del mundo entero y estos pueden realizarse plenamente.

Segundo, existe una clase que tiene la base material para establecer relaciones de producción y relaciones sociales completamente diferentes. Esa clase es el proletariado.

Las fuerzas productivas altamente de­sarrolladas de la sociedad capitalista requieren que millones de personas trabajen juntas para producir lo que la gente necesita. Antes del capitalismo, la producción era producción individual o de pequeños grupos. Hoy, muchos individuos tienen que trabajar juntos para producir casi todo (inclusive el agricultor dueño de una granja, que pertenece a la clase media, trabaja con tractores producidos por el trabajo colectivo de miles de trabajadores).

El proletariado realiza producción socializada, pero un puñado de capitalistas imperialistas se apodera por medio de la apropiación privada de la riqueza que el proletariado produce colectivamente.

El proletariado representa el trabajo y los esfuerzos cooperativos que corresponden a la naturaleza altamente socializada de las fuerzas de producción.

Por eso, la revolución proletaria se propone establecer la propiedad socializada de los medios de producción; por eso la revolución apunta a organizar al pueblo de una manera cooperativa para producir y distribuir los productos según las necesidades y el desarrollo de la sociedad, y no en aras de ganancias privadas.

El proletariado es la única clase que puede instituir esa forma radicalmente diferente de organizar y utilizar las fuerzas productivas y de organizar la sociedad.

Las fuerzas productivas de hoy están muy interconectadas en todo el mundo, y por eso la revolución proletaria es necesariamente una revolución internacional.

La revolución proletaria se propone abolir las clases, superar todas las desigualdades y relaciones opresivas entre los pueblos y naciones y, finalmente, dejar atrás la división de los pueblos del mundo en naciones y reemplazar todo eso con una comunidad mundial de seres humanos que se asocian y cooperan libremente.

Debido a su posición en la producción social y en la sociedad, el proletariado tiene el interés material, el poder potencial y el punto de vista objetivo que le permiten hacer una revolución para abolir toda forma de opresión y explotación. Ninguna otra fuerza puede dirigir a las masas a la liberación total.

Para hacer la revolución proletaria, tiene que existir una clase proletaria... y esa clase revolucionaria existe

Los ideólogos burgueses dicen que las nuevas tecnologías han creado una “sociedad posindustrial” en la cual los trabajadores son menos y menos esenciales, y que casi no los necesita para funcionar.

Dicen que “las audaces estrategias de inversión” y las computadoras y técnicos generan la riqueza que tanto alaban. No quieren ni mencionar la fuente de la riqueza capitalista: los millones de trabajadores (así como campesinos y agricultores) a quienes dominan por todo el mundo.

Les encanta chacharear del “ciberespacio financiero”, de que pueden mover billones de dólares de un lado del mundo al otro con “una tecla”. Pero no hablan para nada de cómo se producen, almacenan y transportan los productos ni de quiénes realizan los servicios en realidad, de los muy concretos esfuerzos humanos de trabajadores asalariados sometidos por el capital a nivel local, nacional e internacional.

En los albores del milenio, el incesante afán del capital de extenderse y sacar las máximas ganancias reconstituye al proletariado, a partir de la gran diversidad de la humanidad, en el campo, las barriadas y “megaciudades” de los países pobres y oprimidos, así como en los países imperialistas. Hoy el proletariado internacional es más numeroso que nunca.

Sí hay una clase revolucionaria en Estados Unidos

En Estados Unidos hay un proletariado. Es parte de la clase internacional de asalariados cuyo trabajo es la base de la producción capitalista y cuya explotación es la fuente de la riqueza capitalista. Es un sector muy grande de la sociedad estadounidense; tiene el potencial de destruir el viejo orden y transformar la sociedad, como parte de la revolución proletaria mundial.

La clase trabajadora de Estados Unidos tiene muchos sectores y diversas capas que suman más del 50% de la fuerza laboral. Son unos 70 millones de trabajadores asalariados: 12 millones de trabajadores de manufactura, varios millones de trabajadores industriales y muchos más que trabajan en servicios, tiendas y oficinas (en el sector privado y público).

El proletariado trabaja en las industrias automotriz, siderúrgica, de maquinaria, etc., y en industrias de rápido crecimiento como cajeros, camioneros y servicios de salud. También trabaja en la “nueva economía” de la informática, ya sean los inmigrantes que producen, empacan y transportan productos de alta tecnología, o los empleados que hacen procesamiento de datos o trabajan en el sector de servicios.

Muchos proletarios, especialmente de las nacionalidades oprimidas y jóvenes, no tienen trabajo estable y pasan largos períodos de desempleo.

La vasta mayoría de los desempleados son parte de la clase trabajadora. Incluso en los “mejores tiempos”, hay millones de desempleados y subempleados, y en tiempos de crisis la cantidad aumenta drásticamente.

El “ejército industrial de reserva” del capitalismo es indispensable para la acumulación capitalista. Las circunstancias de miseria de los desempleados mantienen bajos los salarios y las condiciones de vida del proletariado. El sistema explota al ejército de reserva de acuerdo con las necesidades y la dinámica de la acumulación capitalista.

Muchos proletarios viven sin techo y pasan hambre. Se ven obligados a trabajar en lo que puedan, a intercambiar productos y servicios en la “economía informal” de los ghettos y barrios pobres; van de un trabajo a otro o participan en actividades semicriminales.

En los últimos 20 años se ha operado una reestructuración del capitalismo, en medio de una acelerada globalización y masiva centralización de capital, y de transformaciones tecnológicas. También se ha dado una reestructuración de las relaciones obrero-patronales, con ataques al derecho a sindicalizarse y a negociar contratos laborales.

Esos cambios y los trastornos que han suscitado no han llevado a la desaparición de la clase trabajadora de Estados Unidos sino a su recomposición: la disminución de trabajos estables y bien pagados, y la expansión del sector de servicios con salarios bajos y empleos “flexibles”, es decir, eventuales, de medio tiempo, con menos seguridad de empleo y pocas prestaciones.

El proletariado de Estados Unidos es multinacional: tiene negros, blancos, chicanos, puertorriqueños, otros latinos y varias nacionalidades asiáticas, así como millones de inmigrantes recientes del tercer mundo y otras partes. La mayoría de los pobres del país son blancos, pero las nacionalidades oprimidas tienen una tasa de pobreza dos o tres veces mayor que los blancos.

Grandes sectores del proletariado trabajan en una situación de extrema segregación en oficios y empleos que pagan muy poco y que nadie quiere. Debido a la opresión que han sufrido a lo largo de la historia hasta hoy, los negros, latinos y otras nacionalidades oprimidas, así como los inmigrantes, se encuentran de manera desproporcionada en las capas inferiores del proletariado, y tienen altas tasas de desempleo y de desempleo por largos pe­ríodos.

Las mujeres son la mitad de la clase trabajadora. En los últimos 30 años, el porcentaje de mujeres de la fuerza laboral ha aumentado dramáticamente, como consecuencia del declive de los salarios reales, el aumento de madres solteras y hogares encabezados por madres solteras, y los ataques contra los programas de beneficencia social, como el welfare. Por otra parte, las mujeres buscan trabajo para salirse de los confines del hogar y participar en la sociedad.

La marcada presencia de la mujer en la fuerza laboral es un factor positivo para la unidad revolucionaria y la lucha revolucionaria en general. La mujer desempeñará un papel crucial en la revolución proletaria.

Ya dimos un vistazo al proletariado de Estados Unidos. Esa clase con su trabajo conjunto produce todos los productos y servicios vitales, sin los cuales la sociedad no funcionaría ni un solo día, ya sea los alimentos, la ropa, las telecomunicaciones o los chips para computadoras; la vida cotidiana de las ciudades (transporte, servicios de limpieza, etc.) sería imposible sin el proletariado.

Poner en juego factores positivos

Los diferentes sectores del proletariado y las masas populares tienen sus propios puntos fuertes. Para forjar un movimiento revolucionario del proletariado es muy importante saber combinar esos puntos fuertes y darles conciencia de clase. ¿Cuáles son esos puntos fuertes?

Uno es el hecho de trabajar en condiciones socializadas, ya sea en fábricas grandes (un tercio de los trabajadores de manufactura trabajan en fábricas de más de 500 trabajadores), fábricas pequeñas o talleres concentrados en distritos industriales; o en hospitales, centros de servicio o las grandes oficinas del centro de las ciudades o la hotelería.

El trabajo socializado permite captar la importancia de la disciplina, la cooperación y la organización, y brinda una experiencia social más amplia, como por ejemplo convivir con diferentes nacionalidades. Eso da fuerza al movimiento revolucionario.

Otro punto fuerte es la experiencia de los proletarios excluidos de la fuerza laboral (o que trabajan solo esporádicamente), especialmente los jóvenes de los ghettos. La pobreza y el total desdén con que los trata el sistema crea enajenación, explosividad y rebeldía, que son importantes ingredientes para la revolución.

Otro punto fuerte del proletariado es la experiencia de los inmigrantes de países pobres y oprimidos, que conocen los crímenes del imperialismo yanqui; algunos han luchado contra él. Eso fortalece la base para el internacionalismo y la capacidad de combate del proletariado.

La vanguardia busca poner en juego esos y otros factores positivos.

Como parte de ese proceso, también hay que contrarrestar los factores negativos. Por ejemplo, el trabajo estable fomenta conservatismo (por temor a perder el trabajo, etc.).

Los sectores del proletariado que no tienen trabajo estable son más explosivos pero viven en una situación muy difícil que lleva a caer en actividades negativas para subsistir. Se da el caso de hombres jóvenes “semiproletarios” de las comunidades oprimidas que participan en actividades semicriminales (individualistas y no proletarias). Hasta cierto punto confrontan al sistema, pero para que rompan con esas actividades y concepción del mundo, y se conviertan en luchadores conscientes, el movimiento revolucionario tendrá que darles una vida “con propósito revolucionario”.

Así que el partido tiene que potenciar los factores positivos y contrarrestar los negativos, en el contexto de construir el movimiento revolucionario. Su objetivo es unir y “sintetizar” los factores positivos, a partir de las condiciones de vida y trabajo de los diferentes sectores del proletariado, al servicio de la causa de la revolución proletaria.

Las tres capas

No será posible ganar en bloque a toda la clase trabajadora al estandarte revolucionario, en gran parte porque el imperialismo crea una “escisión” en la clase trabajadora de los países imperialistas.

A las capas altas de la clase les dan migajas del saqueo imperialista; es decir, las corrompen para que defiendan el sistema. Pero son pocos los que se corrompen de forma permanente, pues la mayoría solo recibe unas cuantas migajas cuando mucho.

La clase trabajadora de Estados Unidos consta de tres capas principales.

La capa inferior, de 30 a 40 millones de trabajadores, vive y trabaja como definió Marx al proletariado.

Como dice el Manifiesto Comunista, son:

“La clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital... El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletariado todo carácter sustantivo y le hacen perder con ello todo atractivo... Este se convierte en un simple apéndice de la máquina... Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para perpetuar su linaje... Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.”.

Una de las características de la capa inferior es la inestabilidad del trabajo. Muchos trabajan esporádicamente y cambian de trabajo muy a menudo (y muchos pasan largos períodos de desempleo).

El trabajo es agobiante y los salarios muy bajos. Veamos, por ejemplo, a los trabajadores de 25 a 54 años que tienen hijos. Con su salario anual, uno de cada cinco no puede mantener una familia de cuatro personas por encima del nivel de pobreza. Si bien muchos de esos trabajadores viven en hogares con dos o más ingresos, apenas están por encima del nivel de pobreza. Más o menos la mitad de las familias trabajadoras experimentan pobreza por lo menos una vez en un pe­ríodo de 10 años.

Esa es la vida de un gran sector de la clase trabajadora, cuya situación clama urgentemente una revolución proletaria.

Los proletarios de la capa inferior trabajan en fábricas y talleres, restaurantes de comida rápida y centros comerciales, en bodegas y centros de distribución, hospitales y oficinas, y en la construcción. Muchos son trabajadores eventuales.

Los trabajadores agrícolas también forman parte de la capa inferior del proletariado. Hay 2,5 millones de jornaleros que trabajan en la agricultura y la ganadería (en granjas lecheras y ranchos). Algunos trabajan todo el año, otros por temporada. De los 1,8 millones de trabajadores agrícolas que recogen cosechas, 850.000 son trabajadores migratorios que viajan una parte del año en busca de trabajo. Más o menos la mitad de los trabajadores agrícolas son indocumentados y se les niegan los derechos elementales.

La agricultura de Estados Unidos combina tecnología moderna con un proletariado muy explotado, que vive en condiciones infrahumanas, expuesto a químicos tóxicos. Además, las luchas por sindicalizarse reciben constantes ataques.

La unidad entre los trabajadores agrícolas y los trabajadores industriales y no industriales de las ciudades, suburbios y pequeñas ciudades será indispensable para la revolución proletaria a fin de conquistar las zonas urbanas y el campo, alimentar y mantener al ejército revolucionario del proletariado, y transformar la sociedad una vez que haya triunfado la revolución.

A lo largo del proceso revolucionario habrá que movilizar al proletariado de la capa inferior como la columna vertebral. Jugará un papel decisivo en la insurrección.

La segunda capa de la clase trabajadora son los obreros “aburguesados”, que tienen una posición relativamente privilegiada y se concentran en las grandes industrias, como automotriz, siderúrgica, maquinaria pesada, luz y agua, y correos, y especialmente donde los sindicatos han sido fuertes.

Esa capa de la clase trabajadora creció como resultado de la posición dominante de Estados Unidos después de la II Guerra Mundial y de las luchas de las masas; tenía salarios relativamente altos, mejores prestaciones, oportunidades de ascender y mayor seguridad de empleo. Sin embargo, la vida de esos trabajadores era en general solo tolerable y no muy buena.

En los últimos 20 años el capital le ha estado dando duro a esa capa. La competencia de la “economía global” lleva a los capitalistas a intensificar la explotación, reducir la planta, eliminar privilegios y crear nuevas categorías “inferiores” de trabajadores con menores salarios y prestaciones.

Debido a la posición privilegiada de esa capa y a los esfuerzos especiales de los imperialistas para controlarla, no será “la primera que se alce”. Pero la misma burguesía ha cambiado el “pacto social” con esos trabajadores. Además, en esa capa se encuentra una considerable cantidad de trabajadores de las nacionalidades oprimidas. Todo eso hará más posible ganarse a los trabajadores de esta capa a la causa revolucionaria.

La tercera capa es lo que Lenin llamó la “aristocracia obrera”. Es una minoría de la clase trabajadora, pero es un sector bastante numeroso.

Por lo general, son obreros altamente capacitados y especializados de producción y reparación de industrias muy variadas, como la construcción y las telecomunicaciones. Reciben muchas más migajas del saqueo imperialista que los trabajadores aburguesados de la manufactura. De hecho, son un grupo más o menos permanentemente aburguesado. Si bien el proletariado consciente de clase deja abierta la posibilidad de ganarse a algunos de ellos a la revolución, debe luchar tenazmente contra la influencia de esa aristocracia obrera.

En resumen: el proletariado es la principal fuerza material y política de la revolución en Estados Unidos; ocupa una posición estratégica. Sus intereses corresponden a la más radical transformación de la sociedad y es la clase que puede plasmar esa transformación. Por todas esas razones será posible ganarlo a la causa de la revolución proletaria y será la fuerza principal de la revolución.


La pequeña burguesía o capas medias

Un problema decisivo de la revolución proletaria es ganarse (o por lo menos neutralizar) a la mayor cantidad posible de la pequeña burguesía. Es una clase grande y diversa, y abarca todas las capas sociales que se encuentran entre el proletariado y la burguesía: pequeños empresarios, profesionales, gerentes y técnicos, intelectuales y artistas, así como pequeños agricultores que emplean poca o ninguna mano de obra. La pequeña burguesía es aproximadamente el 35% de la fuerza laboral de Estados Unidos. Además, algunas categorías de técnicos y semiprofesionales ocupan una especie de “zona gris” entre la pequeña burguesía y la clase trabajadora; son aproximadamente del 5% al 7% de la fuerza laboral.

La burguesía usa a la “clase media” como una especie de fuerza estabilizadora y conservadora, y dedica mucha atención a mantener su lealtad.

Pone como “modelos” a las altas capas de esa clase, que gozan de relativa estabilidad y prosperidad, para sembrar grandes sueños (y falsas ilusiones). Por otro lado, crea una situación en que amplios sectores de la clase media temen y culpan al proletariado y a las masas oprimidas por la inseguridad y ansiedad que experimentan.

Históricamente, sectores de la pequeña burguesía han sido la base social de movimientos reaccionarios, como los que de­fienden “el imperio de la ley”. Especial­mente en tiempos de grandes conflictos sociales, y cuando carecen de liderazgo proletario, les atraen soluciones dere­chistas que prometen reestablecer la estabilidad y la seguridad, y defender sus privilegios.

Por otra parte, el gran sector de la “pequeña burguesía progresista” ha jugado un papel importante y radical en los levantamientos revolucionarios, condenando y oponiéndose a las salvajes injusticias, desigualdades y crímenes del imperialismo yanqui. Mucha gente de ese sector quiere jugar un papel progresista, pero cuando lucha contra el sistema se inclina hacia las falsas ilusiones del reformismo y el pacifismo.

Hoy la clase media abarca una considerable cantidad de gente de las nacionalidades oprimidas (así como de mujeres profesionales). Eso se debe a los cambios que se han dado en la economía de Estados Unidos y el mundo, y a las poderosas luchas contra la discriminación y la opresión. Si bien en ciertos aspectos el hecho de formar parte de la clase media ejerce una influencia conservadora, sufren constantemente discriminación y atropellos, lo cual lleva a muchos a la resistencia. Esta reconfiguración de fuerzas sociales, y específicamente de las capas medias, es un factor positivo para la revolución proletaria.

La riqueza y poder que se concentra en manos de la gran burguesía es un sueño inalcanzable para la mayoría de las capas medias. En los últimos años, los sectores de la economía ligados directa o indirectamente a la explosión de la alta tecnología, los servicios de consulta legal y financiera y otros han crecido, pero los sectores más tradicionales de la pequeña burguesía han experimentado mucha presión económica.

Muchos pequeños agricultores, sectores de pequeños empresarios, maestros, enfermeros y técnicos no pueden salir adelante. Los pequeños negocios (especialmente los “dot.com”) son inherentemente inestables en una economía dominada por el capital monopolista y sujeta a las fluctuaciones y cambios estructurales del capitalismo.

Muchos de la clase media tienen que trabajar más duro y más horas para conservar su casa, estilo de vida y plan médico. Otros viven con temor de perder el trabajo. En las profesiones de carácter social, como salud y educación, el deseo de servir al pueblo se sacrifica en el altar de la reducción de costos o de la estandarización y la rutina.

Debido a la contradictoria situación de esas capas sociales, vacilan entre la clase dominante (la burguesía) y la clase ascendiente (el proletariado), y se alían a veces con una, a veces con la otra. Pero en última instancia, no tienen futuro en este sistema... ni más futuro que unirse al proletariado y su lucha por conquistar el poder y revolucionar la sociedad y el mundo entero.

Agricultores

En Estados Unidos hay alrededor de 1,8 millones de granjeros. El 50% de los productos agrícolas los producen el 2% de las granjas. Pero una importante cantidad de productos agrícolas, especialmente varios cereales, los producen una gran cantidad de pequeños y medianos agricultores que emplean poca o ninguna mano de obra.

El gran capital, que explota una gran fuerza laboral, opera directamente en el agro: en enormes granjas de frutas y verduras, y en empresas relacionadas.

Pero el capital domina el agro principalmente a través del control de la semilla, los fertilizantes y la maquinaria, por un lado, y del procesamiento y la comercialización, por el otro.

La poca “independencia” tradicional de los pequeños agricultores se está desvaneciendo rápidamente, pues muchos están quebrando o se ganan la vida a duras penas, presionados a “crecer o morir”. Muchos trabajan tierras alquiladas, están agobiados por deudas o su mayor ingreso proviene de empleo fuera de la granja. De hecho, muchos son semiproletarios que se ganan la vida como trabajadores asalariados, aunque sean de categorías relativamente calificadas.

Las subvenciones del gobierno y los programas de seguro para la cosecha ayudan desproporcionadamente a los grandes agricultores, y no ofrecen ninguna seguridad a los pequeños o inclusive a los medianos agricultores. La pobreza es extensa en considerables zonas agrícolas.

Una creciente cantidad de granjeros, en la avicultura, por ejemplo, se están volviendo “empleados” de las corporaciones. Si bien son dueños de algunos medios de producción, los contratos de producción controlan los insumos, las ventas y casi todas las decisiones importantes de la producción. Aquí también se perfilan relaciones semiproletarias.

El principal criterio del proletariado para distinguir entre amigos y enemigos en el sector agropecuario no es el tamaño de la granja, aunque tendría que considerarse en cierto grado, sino la cantidad de mano de obra que explota.

Los dueños de algunas granjas grandes, como las de cereales, hacen casi todo el trabajo por su cuenta (ellos y su familia) o contratan a unos cuantos jornaleros. Pero algunas granjas pequeñas, de fruta y verdura por ejemplo, contratan a una gran cantidad de jornaleros y dependen de su trabajo.

En general, el proletariado revolucionario busca unidad con los agricultores que explotan poca o ninguna mano de obra en granjas pequeñas, medianas o inclusive grandes.

Si bien los agricultores se aferran a la concepción del mundo e ilusiones de los pequeños propietarios, y han apoyado movimientos derechistas, el proletariado consciente de clase tiene que tomar en cuenta las necesidades de los pequeños y medianos agricultores (que no explotan a una importante cantidad de jornaleros). Además, debe ganarse a una buena cantidad de ellos al frente único.

Durante la guerra revolucionaria, la lucha por el control político y militar de las zonas rurales será decisiva. Esa lucha y la posterior transformación de la sociedad serán imposibles sin una base de apoyo en el sector agropecuario. (Véase el apéndice “La nueva economía socialista, Parte 2”).


El sector gubernamental

El sector gubernamental es amplio y contradictorio; abarca unos 20 millones de empleados a nivel federal, estatal y municipal.

Una parte trabaja en el aparato de control y represión del estado: burócratas de alto y medio nivel, las fuerzas policiales, la administración y los guardias de las cárceles, etc. En general esa parte se unirá a la burguesía; es más, son una importante arma de la burguesía contra el proletariado y las masas oprimidas. (Por ejemplo, la policía y los guardias de los penales no pertenecen a la clase trabajadora; son parte del aparato represivo de la dictadura burguesa).

Otra parte del sector gubernamental desempeña funciones relacionadas con la economía y la sociedad en general, como investigación, educación, salud, bienestar social, vivienda, salubridad y transporte. Muchos son obreros o trabajadores de oficina; otros pertenecen a la pequeña burguesía.

En los últimos años, los empleados gubernamentales han sufrido a consecuencia de la “reducción de la burocracia”, la reorganización del gobierno y otros ataques. También se han eliminado trabajos como resultado de los recortes a los servicios sociales. En los últimos 15 años, muchos empleados de ese sector han librado luchas combativas.


El lumpenproletariado

El lumpenproletariado es la clase criminal. Está compuesta de gente que proviene de diferentes clases y tiene capas altas e inferiores. En los niveles altos se encuentran los capos de las grandes organizaciones del crimen. Es común que tengan negocios legítimos entrelazados con sus operaciones ilícitas y se combinan con la burguesía.

En las capas inferiores están los delincuentes comunes, que se dedican exclusivamente a la delincuencia. A diferencia de muchos pobres que se ven obligados a cometer delitos, el lumpenproletariado son aquellos que se dedican al crimen y cuya concepción del mundo se centra en eso.

Con el desarrollo del movimiento revolucionario y especialmente cuando cobre fuerza, será posible ganarse a la revolución a gente de las capas inferiores del lumpenproletariado, sobre todo cuando estalle la guerra revolucionaria. Pero la única manera de hacerlo será con medidas firmes y lucha decidida para que adopten la concepción del mundo del proletariado.

Los capos del crimen son enemigos mortales del proletariado, y la revolución proletaria aplastará sus grandes organi­zaciones.


Prisiones y presos

¿Quiénes son los presos? Princi­pal­mente los proletarios y pobres. ¿Sus crímenes? Delitos menores que son producto de la pobreza. Una enorme campaña de criminalización de jóvenes negros, latinos y demás ha llevado a un asombroso aumento de presos: más de dos millones, y un cuarto de ellos están presos por delitos no violentos de droga.

Desde el inicio de la supuesta guerra contra la droga, es común que los estados más grandes gasten más en la construcción de cárceles que en la educación. Se necesitan programas de rehabilitación, pero casi no hay.

El sistema penal es un instrumento de la dictadura burguesa para infundir terror a las masas y degradarlas. No rehabilita; somete a los presos a incalificables atropellos y los obliga a trabajar como esclavos. El proletariado se une a las justas luchas de los presos.

La posición del proletariado es eliminar el crimen, pues las masas son sus principales víctimas. Pero el crimen y la ideología que le corresponde es producto del capitalismo, y solo la revolución socialista puede eliminarlo. Por su parte, la gran mayoría de los presos se rehabilitarán en la lucha revolucionaria para transformar el mundo.

Al tomar el poder, el movimiento revolucionario tomará por asalto las prisiones y les ofrecerá a los presos la oportunidad de incorporarse al ejército revolucionario. Se unirá a los que tomen ese camino, desencadenará su profundo odio al sistema y los dirigirá en la lucha por transformarse en combatientes de la revolución prole­taria.


En resumen

Un análisis básico de las principales fuerzas de la sociedad estadounidense lleva a las siguientes conclusiones:

El proletariado será la fuerza principal y dirigente de la revolución socialista.

La burguesía, principalmente los capitalistas monopolistas, es el blanco de la revolución; hay que tumbarla y suprimirla. Conseguirá apoyo y fuerzas de choque, particularmente de la “aristocracia obrera” y sectores reaccionarios de la pequeña burguesía.

El principal y más firme aliado del movimiento revolucionario es la lucha de las nacionalidades oprimidas por igualdad y emancipación. (Véase el apéndice “Eliminar la opresión nacional y la supremacía blanca”).

A medida que el movimiento revolucionario cobre fuerza, el proletariado se ganará el firme apoyo, o por lo menos la “neutralidad amistosa”, de amplios sectores de la pequeña burguesía e incluso de un sector de la aristocracia obrera, además de algunos del lumpenproletariado, por medio de su trabajo revolucionario y de forjar el frente único.

Este es, a grandes rasgos, el análisis social y de clase del frente único bajo dirección proletaria (la estrategia de la revolución proletaria), que le permite al proletariado distinguir amigos de enemigos, unir sus propias filas, ganarse aliados, y aislar y finalmente derrotar al enemigo.

El proletariado debe construir el más amplio frente único que sea posible para atacar y derrotar al enemigo, establecer la dictadura del proletariado, continuar la lucha revolucionaria y dirigir a amplios sectores del pueblo a transformar sus condiciones materiales y su concepción del mundo en el avance hacia el comunismo.


Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en: rwor.org
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497