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Crimen Yanqui Caso # 90: La expedición Sullivan en 1779: El genocidio y la tierra quemada en el norte del estado de Nueva York

Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").

En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.

La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui

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La destrucción de las aldeas indígenas

El crimen

En junio de 1779, una fuerza fuertemente armada de más de 6.200 soldados estadounidenses se dirigió hacia el norte desde Pennsylvania y hacia el oeste desde la ciudad cercana de Albany, Nueva York. Esta fuerza, bajo el mando del general John Sullivan, constituía cerca del 25 por ciento del Ejército Continental creado por el Congreso Continental de las excolonias que libraban una guerra de independencia contra Inglaterra.

Su objetivo: Las tribus indígenas que vivían en la parte occidental del estado de Nueva York: los pueblos Mohawk, Oneida, Onondaga, Tuscarora, Cayuga y Seneca. Estos pueblos se llamaban los Haudenosaunee, y los historiadores los llaman la Liga Iroquesa o la Confederación Iroquesa. La misión de las tropas de Sullivan, en las palabras del comandante en jefe del Ejército Continental: la “destrucción y devastación total de sus asentamientos, y la captura de la mayor cantidad de presos posibles de toda edad y sexo”.

Durante los siguientes tres meses, las tropas de Sullivan marcharon sobre el oeste de Nueva York en una campaña de tierra quemada. Destruyeron todo en su camino. El pueblo Iroqués había vivido en esta zona durante siglos y tenían la agricultura y aldeas de alto desarrollo. Muchos de los invasores expresaron envidia por la abundancia de la gente cuya vida destruyeron y por la solidez de sus casas.

Un historiador describió los métodos de las tropas de Sullivan: “saquearon y destruyeron metódicamente todos los pueblos y aldeas iroqueses en su ruta hacia la zona de los Lagos Finger, su progreso marcado por aldeas en llamas y campos quemados”. A finales de septiembre, las fuerzas estadounidenses habían demolido “unos 50 pueblos, 35 mil metros cúbicos de maíz, 1,8 mil metros cúbicos de verduras y 10 mil árboles frutales”.

La mayoría de la gente logró huir frente al brutal avance arrollador, y se desconoce el número de indígenas americanos asesinados por los soldados. Pero hicieron refugiados a las 5.000 personas que lograron sobrevivir, y destruyeron a las grandes tribus.

Las tropas estadounidenses capturaron a hombres, mujeres, y niños y los metieron en prisiones en que se quedaron por años y en que muchos murieron. Miles de personas que sobrevivieron se vieron obligadas a huir hacia las zonas controladas por los británicos en Canadá durante los peligrosos meses fríos de invierno con fuertes nevadas. Durante lo que llegó a conocerse como el “Invierno del hambre”, familias enteras murieron congeladas. Cientos de personas murieron a causa de la desnutrición y enfermedades. Enterraron a los muertos en fosas comunes. Años más tarde, una mujer blanca que había vivido con la tribu Seneca habló del trauma indescriptible: “¿Qué fueron nuestros sentimientos? ¿Cuándo no había ni un bocado de comida lo suficiente para impedir que un niño pereciera de hambre?”.

Los criminales

El comandante en jefe que ordenó y supervisó este crimen masivo fue George Washington, el “padre de nuestro país” para los que veneran Estados Unidos y todo lo que representa. Los iroqueses llamaron a Washington “Conotocarious”: “el devorador de aldeas”. La primera experiencia militar de Washington fue como un oficial británico en la guerra franco-india (1754-1763), con órdenes de aprisionar o matar y destruir a todos lo que se resistieran o se opusieran a su ejército. Él ordenó a sus generales y soldados a que aplicasen esta política de “matar a toda la gente” indígena durante la guerra de Independencia contra Inglaterra.

El general John Sullivan siguió las órdenes de Washington y llevó a cabo la campaña genocida de destrucción y matanzas en masa. Un sinnúmero de atrocidades genocidas se habían cometido contra los pueblos indígenas desde que los colonizadores europeos llegaron por primera vez a América del Norte. Lo que diferencia a la expedición de Sullivan es que era la primera vez que el precursor del Ejército de Estados Unidos llevó a cabo una campaña genocida oficial contra los pueblos indígenas. Se repetiría muchas veces más.

La coartada

George Washington y otros líderes estadounidenses aseveraron que actuaban en defensa propia. Afirmaron que las atrocidades y la destrucción masiva que desataron eran en respuesta a los ataques contra aldeas agrícolas de parte de algunas de las tribus iroquesas, en conjunto con tropas británicas, enemigos de los colonos en la guerra de Independencia.

En las propias palabras de los criminales

Las órdenes de George Washington al general John Sullivan, 31 de mayo de 1779:

La Expedición a que se le ha nombrado para comandar debe dirigirse contra las tribus hostiles de las Seis Naciones de Indios, con sus socios y adherentes. Los objetos inmediatos son la total destrucción y devastación de sus asentamientos, y la captura de la mayor cantidad posible de presos de todas las edades y género. Será esencial arruinar sus cosechas ya en el suelo e impedir que planteen más.

Yo recomendaría que se ocupara rápidamente un puesto fuerte en el centro del Territorio Indio, con una cantidad suficiente de provisiones desde donde se puede desplegar pelotones para arrasar todos los asentamientos de los alrededores, con las instrucciones para hacerlo de la manera más eficaz, de forma que la zona no sea solamente invadida, sino que destruida.

Pero de ninguna manera considerará usted ninguna propuesta de paz antes de que efectúe la ruina total de sus asentamientos. Nuestra seguridad futura dependerá de la incapacidad de los indios para hacernos daño y del terror que los inspire la severidad del castigo que reciban.

El verdadero motivo

A la vez que los líderes de las antiguas colonias que se convertirían en Estados Unidos luchaban por la independencia política contra Inglaterra, también luchaban para expandir el país hacia el oeste en territorios donde los pueblos indígenas norteamericanos habían vivido durante siglos. Una de las áreas que querían captar era el norte y el oeste del estado de Nueva York, lo que consideraron un enlace con la región de los Grandes Lagos. Vencer y destruir a los iroqueses que vivían en esta región era clave para lograr ese objetivo.

Estados Unidos afirmó que su victoria sobre los británicos representó asimismo una victoria sobre los pueblos indígenas. El Tratado de París que ratificó el triunfo de Estados Unidos sobre Inglaterra en su guerra de Independencia desposeyó oficialmente a los restantes indígenas que habían vivido en esta zona de Nueva York. Luego, en 1788, el Tratado de Fort Stanwix acabó con cualquier demanda de los indígenas a la tierra. Dieron enormes extensiones de tierra en las que los iroqueses habían vivido y trabajado por siglos a los soldados que habían quemado y asesinado a través del estado.

Una historia del estado de Nueva York registró: “En 1789, habiendo sido extinguidos los títulos de propiedad indígenas sobre la mayor parte de las tierras en el estado de Nueva York, la Legislatura efectuó un estudio para mapear varias porciones de estas tierras, ya designadas para los soldados del estado que habían servido en la guerra de la Revolución. Esta extensión de tierra abarcaba 1.680.000 acres [6.800 kilómetros cuadrados], y se denominaba la Military Tract [Extensión Militar]... [las que] contenían cada uno cien lotes de 600 acres [2.4 kilómetros cuadrados]. Le asignó un lote a cada soldado raso y suboficial. Los oficiales recibieron porciones más grandes en proporción con su rango”.

El genocidio y despojo de los iroqueses en el estado de Nueva York sirvió de modelo para el genocidio que Estados Unidos cometió contra los pueblos indígenas y el robo de sus tierras a través del continente en su expansión hacia el oeste. Washington, un dueño de esclavos de Virginia que también había medido y comprado tierra indígena en lo llegó a ser en el estado de Ohio, compró él mismo 6.100 acres [25 kilómetros cuadrados] de tierra fértil cerca de lo que hoy es la ciudad de Utica, Nueva York. Los norteamericanos blancos inundaron el área, y se reconoció el hecho de que los pueblos indígenas la habían ocupado una vez sólo con unos nombres de lugares tales como Cayuga, Seneca, y Oneida.

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Lo BAsico, de los discursos y escritos de Bob Avakian   

Estos imperialistas hacen que el Padrino se parezca a Mary Poppins.

—Bob Avakian, Lo BAsico 1:7

Los reincidentes

Con la fundación de Estados Unidos, las atrocidades genocidas contra los pueblos indígenas llegaron a ser la norma militar y política oficial. El Sendero de Lágrimas... el Traslado de los Cheroquí… las Guerras Semínolas... la Guerra del Dakota en Minnesota... las depredaciones contra los apaches, comanches y los otros pueblos de lo que hoy es el suroeste de Estados Unidos.... La lista de horrores es interminable. Pueblos enteros, idiomas y culturas borrados del mapa por la fuerza bruta. El robo de las tierras que esos pueblos habían ocupado se ha consagrado en las leyes de Estados Unidos, una y otra y otra vez. (Revolución sacará a la luz esta historia aún más en esta serie Crimen Yanqui).

Estos crímenes continúan hasta el día de hoy — la alta incidencia de asesinato y brutalidad policial contra los pueblos indígenas, la continua degradación y escarnio infligido sobre sus culturas, la pobreza y desesperación extrema en los campos de concentración (también conocido como “reservas”) en que muchos son obligados a vivir, y otras medidas más.

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