Sobre el bombazo en Boston y las secuelas: La moralidad que necesitamos

29 de abril de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El 15 de abril, unas explosiones en la meta del Maratón de Boston dejaron tres personas muertas, incluido un niño de 8 años de edad. Decenas más resultaron lesionadas, algunas de éstas de gravedad. Las escenas del derramamiento de sangre y corredores y espectadores aterrorizados conmocionaron a las personas en el lugar de los hechos y a cientos de millones que las vieron por televisión.

Justo después de los sucesos ahí, la siguiente declaración salió en revcom.us:

Muchas personas están conmocionadas y preocupadas por los sucesos de Boston del 15 de abril de 2013. En estos momentos, todavía no está claro lo que motiva esta situación, y las especulaciones y comentarios sin fundamento no sirven ningún propósito positivo.

Una cosa es evidente: los actos tal como éste son muy nocivos y no tienen nada que ver con una auténtica revolución emancipadora.

Pero casi en el mismo instante, los gobernantes de Estados Unidos se pusieron, mediante las más altas figuras políticas, las autoridades del orden y los medios de comunicación al servicio de este sistema, a canalizar la conmoción y el dolor de la gente hacia la venganza ciega; a emprender nuevos ataques contra las libertades civiles; y, en lo más fundamental, a tapar, encubrir y justificar sus propios crímenes muchísimo mayores por todo el mundo.

Canalizando el dolor hacia la venganza y la complicidad patriótica en grandes crímenes

Al cierre de esta edición, los oficiales del orden público y los informes noticiosos han identificado a dos hombres como los responsables del bombazo en el Maratón de Boston. Uno ha muerto. Las autoridades interrogaron al otro durante más de dos días antes de leerle sus derechos de Miranda e informarle de su derecho a tener un abogado defensor. Al cierre de esta edición, el sospechoso que sobrevivió no ha hecho ninguna declaración pública y ningún movimiento u organización se ha responsabilizado del ataque. En estas circunstancias, las especulaciones sobre quiénes fraguaron este ataque y por qué siguen siendo irresponsables.

No obstante, prominentes fuerzas reaccionarias en la clase dominante y sus voceros de inmediato pusieron en la mira a todos los musulmanes en Estados Unidos y más allá, para atacarlos, detenerlos y matarlos. Unos senadores republicanos exigieron que se privara al sospechoso que sobrevivió un debido proceso y al contrario exigieron que lo detuvieran como un “combatiente enemigo”. El 23 de abril, el ex representante republicano Joe Walsh por Illinois recomendó que Estados Unidos empezara a etiquetar a “nuestro enemigo… a los jóvenes hombres musulmanes”. Eric Rush, un colaborador del “Noticiero” de Fox, dijo por Twitter sobre los musulmanes: “Sí, son malvados. Que los matemos”.

Mientras salían los vómitos de esta retórica, Barack Obama aprovechó el momento para proclamar la superioridad moral de Estados Unidos, defender y justificar lo que hace por todo el mundo y convocar a las personas, incluidos aquellos en Estados Unidos que están asqueados por las reacciones fascistas en boca de los voceros republicanos, en apoyo a Estados Unidos y su bandera y agenda por todo el mundo. En un servicio religioso el 18 de abril, Barack Obama dijo: “Ante la maldad, los estadounidenses resaltan lo que es bueno. Ante la crueldad, preferimos la compasión. Ante aquellos que les impongan la muerte a los inocentes, preferimos salvar y consolar y sanar. Preferimos la amistad. Preferimos el amor”.

¿De veras?

Otra masacre, pero tapada

Mientras la muerte de los tres individuos durante el Maratón de Boston recibía una cobertura mediática total y omnipresente, en el mismísimo momento se desenvolvía otro acontecimiento muy importante en otro país. Tuvo muy poca mención o nada de cobertura en los mismos medios. Este acontecimiento es el proceso en Guatemala contra Efraín Ríos Montt por genocidio, o sea, las horrorosas matanzas y atrocidades en masa cometidas contra la población civil de dicho país. Los grupos de derechos humanos estiman que unos 200 mil hombres, mujeres y niños eran víctimas de crueles masacres.

Ríos Montt era el presidente de Guatemala de 1982 a 1983, los más sanguinarios años de la historia guatemalteca. En marzo, se inició el proceso en su contra en la Ciudad de Guatemala, acusado por la muerte de 1.771 indígenas. Las acusaciones en su contra son producto de décadas de valientes protestas y demandas de que sea procesado, de parte de la gente de Guatemala, en particular los indígenas que sufrieron tan severamente.

Decenas de personas que, de niño, habían sobrevivido las masacres orquestadas por Ríos Montt se pusieron la vida en peligro a fin de rendir testimonio en su contra. Los jueces y abogados encomendados con el proceso de Ríos Montt recibieron amenazas de muerte de parte de los sujetos relacionados con las fuerzas armadas guatemaltecas. El 18 de abril, al aproximarse el proceso a los argumentos de cierre, los abogados de Ríos Montt se marcharon enfurecidos y declararon que las actuaciones eran “ilegales”. Carol Flores, la jueza, falló que todos los asuntos en la causa desde noviembre de 2011 resultaron nulos e inválidos y que se suspendieran las actuaciones judiciales en contra de Ríos Montt. Los manifestantes en el juzgado gritaron que Flores era “una jueza vendida”. Al cierre de esta edición, no está claro si continuará el proceso en contra de Ríos Montt. (Vea en revcom.us: “El proceso contra Ríos Montt en Guatemala: Una masacre censurada Made in USA”.)

Ríos Montt, un fundamentalista cristiano, dice que dios le dijo que fuera presidente. De hecho, contó con el pleno y abierto aval de Estados Unidos y del entonces presidente Ronald Reagan. Éste abrazaba con entusiasmo a Ríos Montt, personal y públicamente. Dijo que Ríos Montt era un hombre de “gran integridad personal” quien “era blanco de acusaciones falsas” de parte de los activistas de derechos humanos. En diciembre de 1982, Reagan y Ríos Montt se reunieron en una conferencia en Honduras. Después de ésta, un reportero le preguntó a Ríos Montt acerca de sus políticas de “tierra arrasada”; éste “bromeó” que tenía una “política de comunistas arrasados”.

La vida de los estadounidenses no es más importante que la de la gente de otros países

Comparemos la cobertura generalizada del ataque contra el Maratón de Boston con la ausencia casi total de noticias sobre el proceso contra Ríos Montt y lo que éste revelaba, por ejemplo, sobre el papel de Estados Unidos en las masacres a una escala miles de veces mayor que cosas como el ataque en Boston.

¿Dónde están las denuncias de los políticos, los expertos mediáticos y otros individuos en posiciones de autoridad e influencia acerca de Ronald Reagan por su patrocinio de estas masacres? ¿Dónde pedían los medios de comunicación y los funcionarios públicos respuestas acerca de cómo pudo haber ocurrido esto y cómo ver que nunca vuelva a ocurrir?

La escandalosa disparidad, o sea, el encubrimiento de los crímenes mayores cometidos por Estados Unidos, revela muchísimo acerca de la lógica y la (in)moralidad de aquellos que gobiernan en Estados Unidos. Según dicha lógica, es bueno lo que obedezca a los intereses del imperio estadounidense y la respectiva cultura popular y moralidad de que la vida de los estadounidenses es más importante que la de la gente de otros países.

Ésa no es la lógica y no debería ser la moralidad de la gente en Estados Unidos.

En este momento, hace falta que todos aquellos que se hayan indignado por el terror y violencia injustos tomen conciencia de lo que Estados Unidos le hace al mundo. Que conozcan, denuncien y opongan resistencia y se rebelen contra el lavado de coco y confronten políticamente a los más monstruosos criminales en este mundo.

Como punto fundamental de orientación y moralidad y con una importancia particular en estos momentos, he aquí esta declaración de Bob Avakian:

“La vida de los estadounidenses no es más importante que la de la gente de otros países”.
(Lo BAsico, de los discursos y escritos de Bob Avakian, 5:7)

Las sistemáticas masacres de civiles por aviones no tripulados

Además de coincidir con el proceso contra Ríos Montt en Guatemala, el ataque contra el Maratón de Boston ocurrió en un momento de mayores denuncias de los grandes crímenes que Estados Unidos comete por todo el mundo, como conservar una cámara de tortura en Guantánamo (vea en recom.us: “La huelga de hambre en la Bahía de Guantánamo: ‘Respétennos o mátennos’" y Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar: Militares yanquis toman medidas para aplastar la huelga de hambre en Guantánamo”) y el reino de terror en curso contra el pueblo en una gran extensión del mundo librado por Estados Unidos en la forma de ataques con aviones no tripulados.

Un informe de 2012, “La vida bajo los aviones no tripulados”, redactado por dos grupos de investigación académica, calcula que de junio de 2004 a mediados de septiembre de 2012, los ataques de aviones no tripulados de Estados Unidos dejaron cientos de civiles muertos solamente en Pakistán. Por ejemplo, el informe describe un ataque de un avión no tripulado de 2006 sobre una escuela religiosa en Pakistán que dejó 80 personas muertas, entre ellas 69 niños. ¡Sesenta y nueve niños masacrados en una escuela por un avión no tripulado estadounidense! ¿Y la cobertura de los medios de comunicación estadounidenses? ¿Y la respectiva indignación en la opinión pública en Estados Unidos?

La muerte de civiles por ataques de aviones no tripulados no es simplemente un “daño colateral” accidental pero sí el resultado deliberado de la política del gobierno estadounidense: lo que las autoridades estadounidenses llaman con cinismo “doble toque”, o sea, la práctica de seguirle a un ataque con proyectiles con otro o más, unos minutos o hasta horas después, con la evidente intención de matar a los familiares o vecinos que febrilmente remueven los escombros en busca de sobrevivientes y seres queridos, “en busca de niños en sus camas” y rescatistas calificados. El informe agrega: “Una organización humanitaria tenía una ‘política de no ir de inmediato [al lugar donde se ha reportado el ataque de un avión no tripulado] a causa de los ataques concomitantes. Se establece una espera obligatoria de seis horas’. Según la misma fuente, por lo tanto ‘solamente la gente del rumbo, los pobres, recogerán los cuerpos de los seres queridos’”. (Vea “‘La vida bajo los aviones no tripulados’, una entrevista a James Cavallaro en The Michael Slate Show” (próximamente) y “Asesinato por un avión no tripulado” de Larry Everest.)

Desde que Barack Obama entró en funciones, ha aumentado radicalmente el número de ataques con aviones no tripulados sobre una amplia extensión del mundo desde Afganistán hasta Yemen. En una audiencia del Senado estadounidense el 23 de abril sobre los aviones no tripulados, Farea Al-Muslimi, un yemení quien pasó un año en Estados Unidos con una beca del Departamento de Estado y quien se describe como pro estadounidense, dijo:

“Hace solamente seis días, un avión no tripulado atacó a mi aldea, lo que provocó terror entre miles de humildes y pobres campesinos. El ataque y su impacto me acongojaron, al igual que lo hizo los trágicos bombazos en Boston la semana pasada que les acongojaron a ustedes así como a mí”.

Agregó: “Admito que los ataques de los aviones no tripulados y el programa de asesinatos selectos han hecho casi imposibles en Yemen mi pasión y misión en apoyo a Estados Unidos. En algunas regiones de Yemen, la ira en contra de Estados Unidos debido a esos ataques hace que sea peligroso que yo reconozca que he estado en Estados Unidos, mucho menos admitir cómo mi vida cambió gracias a las becas del Departamento de Estado. En ciertas ocasiones, es demasiado peligroso admitir siquiera que tengo amigos estadounidenses”.

Al-Muslimi le dijo al Senado que los ataques de los aviones no tripulados de Estados Unidos en Yemen “hacen que la gente tema más a Estados Unidos que a Al Qaeda”.

De nuevo, es necesario plantear la pregunta: ¿dónde está la cobertura de eso de parte de los medios informativos establecidos? ¿Dónde están las declaraciones de indignación de parte de los de arriba?

Además, ¿dónde está la protesta política en Estados Unidos que esté a la altura de estos crímenes?

Despejando un choque de dos fuerzas reaccionarias

Como se recalcó al comienzo de este artículo, al cierre de esta edición el sospechoso que sobrevive relacionado con el ataque al Maratón de Boston no ha hecho ninguna declaración pública y, al cierre de esta edición, ningún grupo jihadí islámico se ha atribuido el ataque en dicho Maratón.

Dicho ello, según lo que se sepa, unos individuos o fuerzas relacionados con la jihad islámica o inspirados por la misma han cometido ataques en Estados Unidos. Entre las declaraciones abiertamente fascistas, de “matar a los musulmanes” del colaborador del noticiero de Fox y los llamamientos de Obama a unirse en defensa de los principios que supuestamente hacen que Estados Unido sea un país grande, la clase dominante estadounidense está aprovechando este incidente para justificar y movilizar a la población en apoyo a sus monstruosos crímenes en curso así como los ataques contra las libertades civiles en Estados Unidos bajo el pretexto de oponerse al fundamentalismo islámico.

Tras los ataques en Boston, Obama trasmitió un mensaje a “todo el que pueda hacerle daño a nuestra gente. Efectivamente, los vamos a encontrar. Y, efectivamente, ustedes tendrán que encarar a la justicia. Los vamos a encontrar. Los haremos rendir cuentas”.

En años recientes, han utilizado tales llamamientos y amenazas para movilizar la opinión pública a favor de sus guerras contra otros países y pueblos que no tienen nada que ver con los ataques contra Estados Unidos, pero los cuales los gobernantes estadounidenses consideraban como impedimentos a sus intereses, tal como la invasión de Irak tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. En virtud del contexto en que ocurrieron, las declaraciones de Obama sirvieron para justificar los crímenes que Estados Unidos comete ahora mismo contra las fuerzas que afirma que tienen relación con la jihad islámica.

Para entender la realidad que motiva los crímenes que cometen los imperialistas bajo el pretexto de “combatir al terrorismo”, los siguientes puntos son cruciales:

Primero, el ascenso de la jihad fundamentalista islámica es en gran parte un producto del funcionamiento del imperialismo (lo que incluye las políticas específicas de la CIA en Afganistán, donde apoyó y financió la lucha de los fundamentalistas islámicos contra la Unión Soviética).

Segundo, los crímenes del imperialismo estadounidense, siendo la masacre de 200 mil campesinos guatemaltecos orquestada por Estados Unidos solamente uno de la larga lista de crímenes, eclipsan al por mayor a los crímenes cometidos pos las fuerzas jihadíes islámicas.

Tercero, si uno no se le opone pero si al contrario termina en la complicidad activa o pasiva con “el Occidente” (el imperialismo estadounidenses y otros imperialistas) o la jihad islámica, acabará por reforzar a ambos, en un círculo vicioso en que cada ataque de aviones no tripulados que masacra a decenas de niños escolares en Pakistán (con protestas pequeñísimas pero muy pequeñísimas en contra en Estados Unidos) propicia el reclutamiento de más jihadíes y así sucesivamente.

Haga lo correcto en tiempos peligrosos

Por ello, de nuevo, se plantea la pregunta: ¿Se dejarán las personas en Estados Unidos que sean manipuladas de modo que sean activos cómplices en los terribles crímenes en estos momentos? ¿Se paralizarán por la incertidumbre moral las personas que tienen mejor juicio? ¿Se dejarán muchísimas pero muchísimas personas intimidar en la complicidad pasiva y el silencio ante los crímenes que “nuestro propio” gobierno comete por todo el mundo?

¿O tomarán las personas, como punto de partida, los intereses de la humanidad en su conjunto, y se opondrán a “nuestro gobierno” y sus acciones criminales e inmorales por todo el mundo?

Hacer lo último, con valor y convicción, establece los términos según los cuales es posible librar la verdadera lucha para poner fin a toda opresión.

 

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.