Un debate con mucho en juego:
¿Trump contra el “estado profundo”? ¿O una batalla de la clase dominante sobre la toma fascista del poder por Trump?
2 de abril de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
Desde que tomó el poder, el régimen de Trump y Pence ha desencadenado casi a diario una guerra relámpago de medidas extremadamente reaccionarias con el fin de consolidar rápidamente su reino fascista y reconfigurar radicalmente el gobierno y la sociedad estadounidenses y amenazar al mundo de maneras horrendas.
En respuesta, los críticos y oponentes de Trump en el gobierno y la clase dominante, principalmente agrupados en torno a los demócratas, han respondido con una oleada de acusaciones, investigaciones y revelaciones periodísticas, frecuentemente impulsadas por filtraciones de información clasificada. Estas han frustrado algunas de las movidas de Trump (por ejemplo, al obligar la renuncia de Mike Flynn, al que Trump había nombrado como el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca). Las investigaciones en marcha del FBI y del Congreso sobre la posible interferencia de Rusia en las elecciones estadounidenses y la posible confabulación del régimen trumpista han dejado a la administración bajo una sombra, como dijo un congresista republicano. El New York Times informó el 16 de marzo de un nivel “sin precedentes” de filtraciones y “conflictos institucionales abiertos”.
La camarilla trumpista ha contraatacado, en parte condenando estas filtraciones, investigaciones y cobertura periodística crítica como intentos de parte de un “estado profundo” no electo de frustrar la voluntad de las personas que eligieron legítimamente a Trump a la presidencia. Este concepto, principalmente asociado con los críticos radicales a las acciones estadounidenses por todo el mundo, sostiene en general que existe un “estado profundo” al interior del gobierno compuesto de burócratas de carrera que trabajan en secreto en instituciones poderosas como la CIA, la NSA, el Departamento del Estado y las fuerzas armadas, que ejercen un poder no controlado por los funcionarios elegidos.
Un debate con mucho en juego sobre el “estado profundo”
Muchos otros de los que se oponen a Trump, desde diferentes puntos de vista y con diferentes objetivos, han intervenido en el debate sobre el “estado profundo” — ¿existe? ¿Qué tiene que ver o no con parar a Trump? En este momento contienden diferentes campos entre los liberales y progresistas, que están profundamente equivocados y causan una profunda parálisis en un momento en que urge que millones de personas actúen decisivamente contra el peligro sin precedentes que representa el régimen de Trump y Pence para la humanidad y el planeta.
Algunos liberales creen que el torrente de filtraciones y la oposición desde altos niveles a Trump no provengan de un “estado profundo” sino de los contrapesos institucionales tradicionales y legítimos de la democracia, que dejarán a Trump como un incidente “fugaz” e insignificante en la historia estadounidense.
Otros apoyan a la CIA, el Pentágono y otras alas del supuesto “estado profundo” como la mejor esperanza para parar a Trump. El fundador de la página web “Talking Points Memo” y el bloguero Josh Marshall escribe: “Esperemos que sí haya un estado profundo, y si lo hay, que tengan las cosas bajo control”. Al parecer, para las personas como Marshall, no merecen atención los estragos incalculables de los crímenes de guerra cometidos por estas instituciones por el mundo entero en pro de los intereses del capitalismo-imperialismo estadounidense.
Otros más critican a los organismos de inteligencia del “estado profundo” por filtrar afirmaciones y denuncias secretas no verificadas, lo que consideran un peligro igual o hasta peor para la humanidad y una mayor amenaza para la “democracia” que Trump y Pence. Por ejemplo, el periodista Glenn Greenwald tuiteó: “Presidencia de Trump es un peligro. Abuso de poderes de espionaje por CIA/Estado Profundo para subvertir al gobierno electo es un peligro”.
No existe un “estado profundo” pero sí existe una dictadura de la clase dominante capitalista
Los muy reales fenómenos de recabación clandestina de inteligencia, asaltos políticos o campañas propagandísticas impulsadas por filtraciones desde altos niveles, las que los medios de comunicación repiten, e intereses reaccionarios profundamente atrincherados no comprueban la existencia de un “estado profundo” que domine encubiertamente los sectores elegidos del estado. Los crímenes mencionados y los muchos otros crímenes atroces cometidos por el gobierno estadounidense son actos de una dictadura de la clase dominante capitalista-imperialista, que abarca todas las ramas del estado y del gobierno — elegidas y no elegidas. El objetivo y propósito de este estado es de promover los intereses de la clase burguesa y mantener y asegurar el funcionamiento del sistema capitalista-imperialista desde el cual este estado ha surgido y sobre el cual descansa.
Las elecciones y los mecanismos de la democracia no cambian la esencia dictatorial de este estado. Como lo puso concisamente el líder comunista revolucionario Bob Avakian, “La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es la democracia, sino el capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen”.
Es el estado, lisa y llanamente, el que ha cometido todos los crímenes, desde las guerras genocidas para exterminar a los indígenas, a la expansión y la defensa de la esclavitud y la opresión actual del pueblo negro, hasta las guerras actuales que en los últimos 30 años de “paz” han matado a millones y millones de seres humanos. Mistificar este hecho distorsiona lo que estos conflictos representan en realidad.
No se trata del estado profundo contra Trump, sino de una batalla al interior de la clase dominante sobre la forma de dictadura burguesa
Esta dictadura capitalista-imperialista puede tomar diferentes formas:
La democracia burguesa liberal, como la que Clinton y Obama representan, y el fascismo, como el que el régimen de Trump y Pence representa, son diferentes formas de la dictadura de la burguesía, es decir, de la clase capitalista-imperialista, en el ejercicio de su dominio y el reforzamiento de su sistema…
A la vez, el fascismo es una forma aún más grotesca y abiertamente sanguinaria del mismo sistema, que representa horrores para la humanidad y el planeta, más allá de lo que el presente sistema ya inflige en cada momento. Esta relación de ser cualitativamente diferentes, a la vez que comparten una esencia común, se considera “una unidad de opuestos”.
(“Algunos puntos de orientación estratégica para el período entrante”, Comité Central, Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos)
La intensa batalla que ocurre hoy en los niveles más altos del gobierno estadounidense y la estructura de poder no enfrenta los intereses populistas elegidos con los intereses atrincherados en Washington, D.C. — o sea, Trump contra el “estado profundo”. Lo que ocurre hoy es una batalla intensa entre diferentes facciones de la clase dominante burguesa en torno a qué FORMA debe tener su dictadura, y cómo mejor aglutinar y gobernar la sociedad estadounidense y promover los intereses del imperialismo estadounidense ante enormes retos. Esta batalla se provocó por la toma de las palancas clave del poder estatal por Trump y Pence y sus esfuerzos de reconfigurar rápida y drásticamente las normas aglutinadoras de la sociedad estadounidense y convertir al estado capitalista-imperialista opresivo existente en una dictadura fascista terrorista abierta.
En esta batalla también pesan diferencias concretas entre sectores de la clase dominante sobre cómo Estados Unidos debe perseguir sus intereses imperialistas a nivel mundial (y no si debe hacerlo); qué tipos de “pegamento” ideológico pueden aglutinar a una sociedad en una profunda crisis multifacética económica, política y social; a qué grado se debe desechar hasta la pretensión de derechos democráticos (que en primer lugar el capitalismo siempre limita y coarta, y frecuentemente viola); y de no menos importancia, cómo zanjar las disputas entre estas facciones.
El régimen se propone centralizar fuertemente el poder en manos del núcleo fascista en torno a Trump en la Casa Blanca, atacando, recortando, hasta destripando otros centros institucionales del poder, así como con ataques a otros oponentes. Consideran esto como un combate intenso que tienen que ganar más o menos rápidamente. “Si ustedes creen que les van a devolver su país sin pelear, están muy equivocados”, le dijo el estratega principal de Trump, Steve Bannon, a la Conservative Political Action Conference (Conferencia de Acción Política Conservadora) en febrero. “Todos los días — a diario, va a haber una pelea”. Por estas transformaciones extremas, no es de sorprenderse que se hayan soltado mucha tormenta política y lucha aguda al interior de la estructura de poder.
El New York Times reporta: “El Sr. Trump, al parecer en un intento de marginar casi por completo a los organismos de inteligencia, el Departamento del Estado y otros organismos formuladores de política, puede haber provocado un conflicto, la intensificación del cual estamos viendo en el número creciente de filtraciones… Los esfuerzos del Sr. Trump de consolidar el poder alejado de esos organismos y bajo su propia autoridad también hacen que éstos luchen por mantener lo que consideran su papel crucial en la gobernanza”.
Lo anterior es el contexto para los ataques de los fascistas trumpistas contra el supuesto “estado profundo”. Cuando se le preguntó sobre el “estado profundo”, el secretario de prensa de Trump, Sean Spicer, habló de personas “atrincheradas en el gobierno” desde la administración de Obama que quieren continuar “ese programa”. El trumpista y ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich dijo: “Hay un estado permanente de burocracias masivas que hacen lo que se les dé la gana y hacen filtraciones deliberadas para atacar al presidente”. Sean Hannity de Fox News dijo que hay “remanentes del estado profundo pro-Obama incrustados como balanos en la burocracia federal… emperrados en destruir al presidente Trump”.
No se trata de llamados a terminar los crímenes sanguinarios de la CIA, la NSA, el FBI u otras ramas del gobierno, mucho menos a desmantelar esos pilares de la dictadura capitalista-imperialista. Llaman a librar una guerra contra el estado liberal burgués y las normas actuales de gobernar, y a reestructurarlos radicalmente en conformidad al fascismo. El hecho de que no señalan a uno u otro funcionario o departamento sino a un “estado profundo” demuestra lo profundas, lo transcendentales y lo radicales que son las transformaciones que el programa fascista trumpista conlleva.
Como resume la declaración, “Algunos puntos de orientación estratégica para el período entrante”, del Comité Central de Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (la cual es crucial estudiar en su totalidad), respecto el régimen fascista de Trump y Pence:
Cuando los organismos judiciales y de inteligencia han levantado obstáculos a este programa o no se han plegado a sus exigencias, este régimen también los ha atacado, reivindicando la supremacía incondicional del poder ejecutivo en oposición al “sistema de controles y contrapesos” entre las diferentes ramas del gobierno, lo que es un principio fundamental de la Constitución estadounidense, e incluso al interior de la rama ejecutiva, reivindicando la dominación incuestionable del núcleo duro de los fascistas en la cúpula, incluido respecto a otras fuerzas burguesas al interior del estado…
Para imponer este programa fascista en la sociedad, se necesita atacar y reemplazar las normas e instituciones de la democracia burguesa, especialmente las que les planteen obstáculos, como la prensa, el poder judicial y otros sectores de la clase dominante.
La urgencia de reconocer el peligro fascista — y de actuar en consecuencia
La actual tormenta política y las divisiones al interior de la clase dominante estadounidense reflejan el hecho de que el régimen de Trump y Pence todavía no ha podido consolidar plenamente el fascismo, y aún existe una ventana de oportunidad limitada para que millones de personas actúen para sacar a este régimen del poder por medio de la lucha y la resistencia políticas masivas.
Pero las personas no actuarán con la valentía, la claridad y la urgencia necesarias para forzar la expulsión concreta de este régimen si continúan pensando que los controles y contrapesos del sistema pronto le cortarán las alas a Trump, guardan esperanzas de que les salven un “estado profundo” imaginario (o instituciones de la clase dominante empapadas de sangre) o no logran entender la escalada de horrores que traerá el régimen de Trump y Pence al pueblo por todo el mundo, hasta más allá y por encima de los crímenes estadounidenses del pasado.
Para el bien de toda la humanidad —y su futuro—, la gente debe desechar estas ilusiones y actuar con la determinación necesaria para parar al régimen de Trump y Pence.
(Para más sobre la dinámica entre los conflictos al interior de la clase dominante y la lucha política de masas, vea “¿Qué hay detrás del furor sobre Rusia y Trump... y cuáles son los intereses del pueblo?”).
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