Tres puntos esenciales sobre la lógica imperialista, y fascista, de la ley fiscal de Trump
Raymond Lotta
27 de diciembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
La nueva ley fiscal NO es principalmente una dádiva, motivada por la avaricia corporativa, aunque algunas manos codiciosas sí están buscando maximizar y manipular sus beneficios, que están completamente sesgados a favor de los ricos. Esta ley fiscal es una maniobra consciente y estratégica para lidiar con las contradicciones económicas y las necesidades de una gran potencia imperialista.
La ley fiscal sí acelerará la redistribución hacia las capas sociales superiores y la concentración de ingresos y riquezas. El Tax Policy Center (el Centro de Política Fiscal) ha calculado que para 2025, el uno por ciento de los hogares más ricos recibiría casi el 85 por ciento de la reducción total de impuestos.
Esta redistribución hacia los sectores ricos y la concentración de la riqueza es un fenómeno, un patrón, de las últimas décadas. Innumerables estudios sobre la desigualdad (el más famoso es de Thomas Piketty) han mostrado esta tendencia en los países imperialistas, y Estados Unidos lleva la posición líder en desigualdad.
Pero la ley fiscal no es, en esencia, un engaño para robar a los sectores pobres y a sectores grandes de la clase media, aunque la gente sí sufrirá mucho. Están operando presiones y compulsiones económicas más grandes. Y están las necesidades de una gran potencia imperialista, específicamente la agenda global del régimen de Trump y Pence.
El análisis acompañante trata algunas de las implicaciones políticas e ideológicas fascistas de la ley fiscal de Trump y Pence, y los ataques económicos verdaderamente despiadados a las masas. Estos son de hecho críticos. Pero opera una lógica más profunda que establece el contexto para todo eso.
1. La agenda de Trump tiene una “lógica”, una lógica geoestratégica capitalista-imperialista.
La estrategia económica de Trump tiene cuatro elementos principales: a) reescribir las reglas y el código fiscal; b) reducir aún más el gasto social; c) expandir la producción de energéticos (los combustibles fósiles), tanto para estimular las ganancias como para mejorar la fuerza económica global, la competitividad y el apalancamiento de Estados Unidos (sobre los precios mundiales del petróleo y sobre los regímenes productores de petróleo que Estados Unidos considera enemigos, como Irán); y d) reconfigurar las reglas y acuerdos comerciales globales para darles una mayor ventaja inmediata a ciertos sectores del capital de Estados Unidos, para subordinar más a sus “socios” como México.
La economía capitalista mundial ha venido experimentando grandes cambios en la correlación de fuerza de los imperialistas rivales. En particular, la China capitalista ha surgido como un rival global al imperialismo estadounidense, y China ha crecido rápidamente en los últimos 20 años y ha ampliado su alcance e influencia a nivel mundial.
Una opinión de los asesores en el régimen de Trump es que Estados Unidos tiene más influencia económica... para palanquear. Como aparentemente ven las cosas, otros países dependen más del mercado de Estados Unidos para sus productos de exportación (para vender sus productos) que Estados Unidos depende de los mercados de esos otros países para vender sus propios productos de exportación. Y así, desde este punto de vista, Estados Unidos puede crear obstáculos a la capacidad de estos países de vender sus productos en Estados Unidos (como la imposición de aranceles, una especie de impuesto a los productos que ingresan a Estados Unidos) y Estados Unidos puede soportar las medidas económicas de represalia que estos países quizá tomen contra Estados Unidos, y también puede intimidar a otros países para que se subordinen a los dictados económicos de Estados Unidos.
Esto es un juego peligroso, especialmente con China, donde el capital de Estados Unidos tiene enormes inversiones. Y de hecho China está financiando una gran parte del déficit del gobierno de Estados Unidos mediante la compra de deuda (bonos) emitidos por la Tesorería de Estados Unidos.
Pero está operando aquí algo más que economía. China en particular está expandiendo sus capacidades militares y Trump está presionando a favor de una expansión militar masiva y una modernización militar, que incluye especialmente armas nucleares.
Debe tomarse muy en serio el nuevo documento de seguridad nacional de Estados Unidos emitido por el régimen de Trump y Pence el 18 de diciembre. Al parecer, lo redactaron los llamados “adultos en el salón”, en particular el asesor de Seguridad Nacional, el general H. R. McMaster (al menos de acuerdo a los informes que se están circulando).
El documento es altamente militarista y está lleno de retórica amenazante: describe a China y Rusia como “potencias revisionistas” y “competidores hostiles” que buscan “conformar un mundo antitético a los valores e intereses de Estados Unidos”. Llama a que Estados Unidos se prepare para “superar” a sus rivales en el frente militar. Estados Unidos ya tienen enormes ventajas militares, pero este documento propone aún más ventajas, expansión y preparativos militares. El régimen de Trump ha venido llamando a que se oriente a Estados Unidos para emprender guerras mucho más grandes que las de las últimas décadas.
El programa económico de Trump tiene como objetivo apuntalar y reforzar la base económica interna del imperio de Estados Unidos: los energéticos, los sectores de manufacturas, la base industrial para las fuerzas armadas. Este programa económico está al servicio de una agenda económica y estratégica agresiva e hipernacionalista que es “globalista chovinista” (Estados Unidos Ante Todo).
2. Un problema estructural de la economía de Estados Unidos han sido los bajos índices de inversiones de capital. La nueva ley fiscal tiene por objetivo, en parte, lidiar con ese problema, pero el que pueda lograrlo dista de estar seguro.
Se está dando, en un entorno global más intensamente competitivo, el impulso competitivo de invertir, expandir, explotar la fuerza de trabajo sobre una base cada vez más tecnológicamente avanzada para sacar cada vez más ganancias. Pero las inversiones de capital en Estados Unidos en los últimos años han sido bajas según los estándares históricos. Esto es así a pesar del hecho de que la economía de Estados Unidos ha estado creciendo y el gasto de las empresas ha aumentado un poco en el último año. Las “inversiones de capital” (o la formación de capital) se refieren al gasto de las empresas para nuevas fábricas y estructuras, equipos, tecnología, etc., para impulsar la productividad y expandir y abaratar la producción.
Uno de los objetivos de la reducción de impuestos es estimular las inversiones de capital. La creación de empleos no es el objetivo ni el resultado necesario de las inversiones de capital: por un lado, una gran parte de las inversiones de capital ha sido y seguirá siendo para la tecnología que reemplaza a la fuerza de trabajo; y, por otro lado, las corporaciones multinacionales de Estados Unidos dependen de la rentabilidad de las inversiones en los países con mano de obra barata, la subcontratación, las cadenas de suministro mundiales, etc.
¿Podría estimular tal reducción de impuestos las inversiones? Sí, pero no necesariamente. No existe ninguna conexión establecida entre los impuestos bajos y las fuertes inversiones, el alto crecimiento y la creación de empleos. Pero los proponentes de la ley fiscal, atrapados por sus ilusiones ideológicas y con habilidades de mentir de diversas formas, medio creen lo que dicen y medio engañan en lo que dicen.
Las leyes del capital operan de espaldas a los capitalistas. La rentabilidad esencial del capital, y no los niveles de tributación, es lo que establece los términos de las inversiones. Y los capitalistas no pueden controlar esto. La rentabilidad se determina por la lucha y las interacciones complejas y competitivas de los capitales, por el cambio tecnológico, por los índices salariales, por los factores internacionales, y por otras cosas también.
Los hechos: las corporaciones han venido percibiendo ganancias muy altas en los últimos años. Pero esto no ha llevado a nuevas rondas importantes de inversiones de capital. Esto es así por varias razones, pero un factor crítico es que el rendimiento de las inversiones no es lo suficientemente alto como para generar nuevos desembolsos a una escala que aumente la productividad de la fuerza de trabajo y la competitividad.
Y, por eso, muchas corporaciones estadounidenses tienen grandes cantidades de dinero en efectivo. Estas se pueden considerar como cofres de guerra competitivos para futuras inversiones, para emprender la batalla para vencer a los competidores y ganar participaciones en los mercados. Los impuestos corporativos más bajos tal vez simplemente aumenten el capital que no se está invirtiendo de manera activa y productiva. En el pasado reciente, las corporaciones han utilizado las ganancias adicionales resultado de pagar menos impuestos para volver a comprar sus propias acciones (para aumentar los precios de las acciones) o para comprar activos financieros y propiedades. En otras palabras, los impuestos corporativos más bajos pueden conducir simplemente a una mayor manipulación financiera y mayores ganancias, pero no a ninguna inversión real. Todo esto es parte de la anarquía y el parasitismo del capitalismo-imperialismo.
3. Los impuestos a las corporaciones son necesarios para respaldar al estado capitalista-imperialista; el estado capitalista salvaguarda y promueve los intereses estratégicos del capital imperialista; pero esto está lleno de contradicciones. La reducción de las tasas impositivas corporativas es un intento de lidiar con esas contradicciones. Sin embargo, estas contradicciones son potencialmente explosivas.
La piedra angular y la pieza central de la ley fiscal recién adoptada es la gran reducción de las tasas impositivas corporativas del 35 al 21 por ciento. La tasa impositiva oficial (35 por ciento) más los impuestos de los estados eleva la tasa más alta al 39 por ciento. Esto hará que la tasa impositiva corporativa de Estados Unidos sea la tercera más alta del mundo. Pero esto es muy engañoso. Cuando se tienen en cuenta las varias exenciones y subsidios, y otras disposiciones especiales, la tasa impositiva corporativa se reduce en aproximadamente un 27 por ciento. Ese nivel se ajusta al promedio global. Y ha habido casos flagrantes en los últimos seis años cuando algunas grandes corporaciones estadounidenses han evitado el pago de todos sus impuestos.
Pero esta tasa impositiva “promedio” es una limitación a algunos sectores del capital de Estados Unidos en las condiciones particulares de la economía capitalista mundial, con los cambios en el poder económico global y una mayor competencia global.
En este sentido, es extremadamente útil repasar el artículo de Bob Avakian “‘Convertirse previamente en capital’... y poner fin al capitalismo”. Al examinar las dinámicas del capitalismo, el gasto público y los impuestos y préstamos necesarios para financiar el gasto del estado, Avakian señala que “la recaudación de impuestos está en conflicto efectivamente con la rentabilidad para agrupaciones individuales de capital”. Los impuestos son una deducción a la plusvalía (las ganancias) que proviene de la explotación del trabajo asalariado.
Bien, el estado capitalista es indispensable para el funcionamiento del sistema. Actúa para salvaguardar los intereses estratégicos más amplios de la formación capitalista-imperialista nacional, como Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Rusia, etc. El estado imperialista proporciona el apoyo represivo y militar para el capital. Esto significa, por ejemplo, contender por la dominación de diferentes partes del mundo por medios militares y de otro tipo. El estado capitalista también toma medidas para facilitar el funcionamiento más rentable y la expansión del capital, como la construcción de carreteras y el transporte, la inversión en investigación, etc.
Pero la lucha entre los diferentes sectores / alas de la clase dominante se desarrolla y se determina en función de estos “intereses más grandes de capital” en sí. Los beneficios provenientes de la expansión de la explotación en todo el mundo, o de la construcción de nuevos proyectos de infraestructura, se redundarán en algunos sectores de capital más que en otros, y ellos lucharán entre sí sobre esto. Y no obstante, los impuestos reducen el conjunto de la plusvalía que está disponible para los capitales individuales. Esto es cierto aun cuando estos capitales individuales requieren que el estado capitalista asegure las condiciones políticas y económicas necesarias para desarrollar la producción capitalista rentable. Así que, de nuevo, toda la cosa está llena de contradicciones. La reducción de las tasas impositivas corporativas es una forma clave en que los sectores de los imperialistas que ahora dominan políticamente en Estados Unidos consideran que se puede lidiar con esas contradicciones. Pero estas reducciones también llevarán al descenso de los ingresos para el gobierno, lo que podría generar déficit presupuestarios acelerados, de entre $1 millón de millones y $1.5 millones de millones según la mayoría de las estimaciones, y podría suscitar grandes tensiones financieras en la economía (y podría ser una “justificación” para los recortes del gasto social).
A manera de conclusión...
En resumen: el objetivo principal de esta ley fiscal es reforzar ciertos sectores de la economía de Estados Unidos como parte de la agenda económico-militar “Estados Unidos Ante Todo”. Pero no hay ninguna garantía de que los impuestos corporativos más bajos realmente estimulen nuevas inversiones grandes. Pero la “reforma fiscal” sí conducirá a una mayor desigualdad de ingresos y riqueza, y a nuevas penurias para los pobres y a muchas personas de las capas sociales medias. En esto el régimen fascista está apostando a que podrán acceder a porrazos a un papel más dominante en la economía mundial; que podrán reimpulsar niveles más altos de inversiones de capital; y que lograrán que las masas se traguen estos despiadados ataques a su nivel de vida. El que logren ganar esta apuesta, a un costo enorme y tal vez verdaderamente catastrófico, o el que fracasen..., la principal implicación es clara: prepararse para la lucha.
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