Valientes gimnastas femeninas denuncian sistemático abuso y violencia sexual… ¿POR QUÉ nadie les había prestado atención? ¿CÓMO continuó tanto tiempo?

21 de febrero de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us

 

A mediados de enero, más de 150 mujeres dieron testimonio sobre el abuso sexual que sufrieron a manos del Dr. Larry Nassar, el médico del equipo nacional de gimnasia. Eran jovencitas y hasta niñas con grandes sueños, resueltas a brillar en los logros y la competencia atlética. Para lograr ese objetivo, ellas y sus familias acudieron a un hombre que les dieron a entender que no sólo curaba, sino “hacía milagros”.

Pero él traicionó su confianza, manipuló su inocencia, y se abusó de sus tiernos cuerpos. Las mintió — las convenció que sus violaciones sexuales eran “procedimientos médicos” necesarios. Las avergonzó para que guardaran el horroroso secreto como si ellas, y no él, hubieran hecho algo malo. Algunas abandonaron su profunda pasión por el deporte. Otras se cerraron y aguantaron, soportando el abuso como si ese fuera “el precio” por seguir sus sueños. Todas tienen cicatrices que hasta hoy hieren.

Abusadas, manipuladas, asechadas, y descartadas como niñas desechables por Nassar y quienes lo protegían a él, se volvieron un ejército de mujeres fuertes que rompieron el silencio, y con toda razón demandaron justicia. 

Fue un momento poderoso que tiene que ser un grito de batalla de muchas más personas: ¡ESTE ABUSO TIENE QUE PARAR!

Pero queda mucho que resolver: ¿Cómo y por qué se permitió eso y por tanto tiempo? ¿Qué será necesario para parar esto?

Hicieron caso omiso a mujeres, rechazaron señales de aviso, y encubrieron el abuso 

Nassar se aprovechó de jovencitas y mujeres por dos décadas. Las acusaciones de abuso fueron ignoradas, encubiertas y suprimidas. La Universidad Estatal de Michigan, donde Nassar trabajaba, por fin llevó a cabo una investigación en 2014, pero no dio resultados. USA Gymnastics admitió que en 2015 se enteraron del abuso de Nassar, pero en vez de alertar a otras instituciones donde trabajaba y así impedir que continuara perjudicando a estas niñas, ¡lo mantuvieron en secreto y pagaron a sus víctimas para que también guardaran el secreto!

La ex gimnasta Rachael Denhollander ha escrito: 

Empezaron a hablar personas que sonaron la alarma hace años antes de que yo ingresara a la clínica de la Universidad Michigan State para conocer al célebre doctor. Ellas no solo sufrían de la devastación del abuso sexual; sufrían de profundas heridas por haber sido calladas, culpadas y a menudo hasta regresadas para que las siguiera abusando… por lo menos 14 directores técnicos, entrenadores, psicólogos o colegas fueron alertados de su abuso. Lo que verdaderamente da náuseas es la realización de que la gran mayoría de estas víctimas fueron abusadas después de que dos adolescentes en 1997 le dijeron al director técnico de gimnasia de la universidad del abuso.

Denhollander relata que perdió amigos, la iglesia y su privacidad después de denunciar a Nassar en 2016, por lo cual fue atacada, insultada y calumniada. Concluyó diciendo: “Sin embargo, todo eso sirve para recordar: esas son precisamente las dinámicas culturales que le han permitido a Nassar quedarse en el poder”. (New York Times, 26 de enero)

Ella tiene razón.

¿Y qué de las raíces del abuso?

Seamos francos, el abuso perpetrado por Nassar fue extremo, pero no es una excepción tan insólita. El dominio sexual y la explotación de las mujeres, la creencia de que son inferiores y subordinadas a los hombres, es lo que la sociedad entera enseña a los hombres —y a las mujeres— ya sea en las relaciones familiares, la tele ordinaria, las películas y la música, la cultura popular en la escuela y la cruda pornografía.

Pregúntese, ¿por qué es que esta conducta predatoria ha sido perpetrada contra niños y niñas por décadas (y quizás siglos) en la iglesia católica, que constantemente ha encubierto a los curas para que sigan cometiendo crímenes en diferentes partes (mientras en cambio expulsaban a los curas que se atrevieron a retar, en lo más mínimo, la posición política de la iglesia)?

¿Por qué es que encubrieron por años otro caso de conducta predatoria (en este caso cometido contra muchachos de la Universidad Penn State)? Y, ¿por qué es el abuso sexual tan predominante —y protegido— a todo nivel en las fuerzas armadas? Y se podría dar muchísimos más ejemplos.

Pregúntese por qué incluso mujeres en posiciones de autoridad participaron en el encubrimiento. Pregúntese por qué a quienes primero denunciaron esto las estigmatizaron y las condenaron al ostracismo.

Si bien esta conducta predatoria es bestial y si bien muchos lo pueden reconocer como tal claramente después de los hechos, ¿por qué perdura año tras año, y en una esfera tras otra — si no fuera por las profundas relaciones sociales de la opresión de la mujer que son parte de las relaciones económicas y políticas de esta sociedad y de su funcionamiento, así como el hecho de que culturalmente se hace cumplir y se normaliza a través de cosas como la pornografía y de la aún más ampliamente diseminada pornificación de la cultura, incluyendo en anuncios?

Más que nada: ¿qué es la clase de sociedad y sistema bajo el que estamos viviendo que produce y sostiene semejantes instituciones y semejante cultura? ¿Qué cambios se requieren —y qué tan profundos deben de ser— para acabar con esto de una vez por todas?

Hay que insistir en hacer estas preguntas, y en las respuestas. Es muy importante el hecho de que en el contexto del actual auge de lucha en torno a #YoTambién y en contra de la agresión sexual y la conducta predatoria, mucha más gente ha empezado a buscar respuestas a estas preguntas. Este tipo de opresión empezó con la escisión de la sociedad en clases como hace 10.000 años, y eso también puede terminar, como parte de acabar con todas las relaciones de explotación, con todas las formas de opresión, y todas las instituciones e ideas que potencializan esa explotación y opresión. Nosotros de revcom.us, exhortamos a todos a que estudien a fondo las importantes obras de Bob Avakian, el arquitecto de una completamente nueva síntesis de la revolución y la emancipación de la humanidad, como aspecto crucial de eso. Este es un buen lugar para empezar: ¡A romper TODAS las cadenas! Bob Avakian sobre la emancipación de la mujer y la revolución comunista.

NO, jueza Aquilina, ¡La venganza extrajudicial NO es la respuesta!

Sin embargo, en vez de tocar estos interrogantes, hay fuerzas reaccionarias en la sociedad que nos piden alabar a la juez Rosemarie Aquilina como gran defensora de víctimas.

¿Por qué? Porque, durante la sentencia, ella se tiró a la yugular de Nassar, pavoneando que en efecto ella firmó su “orden de muerte” y quejándose de que “Nuestra Constitución no permite castigo cruel y aberrante”. Hasta dejó en claro que, si no fuera por las prohibiciones constitucionales, ella tal vez “permitiría que le hagan a él lo que él les hizo a estas bellas almas —estás mujeres en su niñez— que alguien o muchas personas le hagan a él lo que les hizo a otras”. O sea, desde el estrado judicial, con la toga puesta, y con el pleno poder del estado, deseó que lo violaran a Nassar —algo que él sabe, algo que todos saben— es común en la prisión, y ahora más probable por lo que ella dijo. O sea que ella está enseñando y fomentando la venganza a muerte. Imagínense si se aplicara a otros delitos ese “estándar de justicia” — si al que ha agredido a una persona el estado lo diera una paliza, si a la persona que accidentalmente mata a una criatura al manejar ebrio se le matara a su criatura como retribución.

Si bien se entiende porqué muchos tienen ganas de vengarse, dejarse llevar por esos sentimientos —aun en casos de horripilantes crímenes— es sumamente dañino. La venganza rebaja a los que la practican. Pueda ser que alivie por un instante a quienes lo cometen, pero despista de la tarea de poner al descubierto los interrogantes más profundos y urgentes sobre las instituciones y cultura en general que hay que arrancar de raíz. Eso empeora el problema — ya que el sistema sigue moliendo, regenerando el mismo antagonismo que engendró al horror inicial, las masas populares caen en pelear y matarse entre sí en una espiral descendente. Piensen en la pesadilla de matanzas mutuas y genocidio en Rwanda entre los tutsis y hutus en los años 1990, donde murieron millones, y en cómo eso repercutió en África Central en las próximas décadas. Piensen en las matanzas entre los hindúes y los musulmanes durante la escisión de India en 1947. Piensen en los miles de jóvenes negros que están peleando entre sí en una guerra de retribución pandillera en lugares como Chicago. En todos los casos, el sistema que es responsable del sufrimiento del pueblo perdura incambiable, y el pueblo paga un precio cada vez más alto. ¡Eso no es algo que debemos de desear! Al fin, uno puede volverse en lo que dice que odia — Aquilina, la supuesta vengadora de las víctimas de violación, en efecto prepara el camino, para la violación del hombre que sentenció.

Para ser claros: es absolutamente necesario que un comprobado depredador sexual como Nassar pase muchos años en la prisión. La justicia lo exige — pero también exige más, mucho más.

La meta, al fin y al cabo, deber ser —y es— eliminar la opresión de la mujer y todas las formas de opresión, y avanzar hacia un mundo donde la gente solo demuestre asombro y lástima de que los seres humanos tuvieran que vivir en una sociedad como esta.

 

 

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