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EL BALONCESTO Y GRANDES CUESTIONES

La controversia en torno a Caitlin Clark — las y los grandes, “el o la más grande de todos los tiempos”, estrellas blancas en un “deporte negro”, el racismo y la lucha en su contra, y el tipo de mundo al cual debemos aspirar

Primera parte: Caitlin Clark — una jugadora de baloncesto sobresaliente y especial

Los campeonatos de baloncesto universitario masculino y femenino (NCAA) acaban de concluir.

El campeonato masculino lo ganó, por segundo año consecutivo, la Universidad de Connecticut (UConn).

De mayor interés —principalmente por razones positivas, pero desgraciadamente también negativas— es el campeonato femenino, que ganó Carolina del Sur, cerrando una temporada invicta con una victoria sobre Iowa y su jugadora superestrella, Caitlin Clark, en el partido de la final del campeonato.

En un mensaje en las redes sociales, “Número Veinticinco”, @BobAvakianOfficial, analizo algunas de las dimensiones negativas así como positivas de este campeonato, particularmente en lo que se refiere a la entrenadora de Carolina del Sur, Dawn Staley. Aquí, me centro en los logros del baloncesto de Caitlin Clark y la controversia en torno a esto.

Lo haré en dos partes. En la Primera parte, voy a abordar por qué Caitlin Clark merece el reconocimiento y la promoción que recibe como jugadora sobresaliente de baloncesto.

Caitlin Clark (22) dribbles the ball for Iowa in a college basketball game against Colorado in the NCAA Tournament in Albany, N.Y., March 30, 2024.

 

Caitlin Clark (22) dribla con el equipo de Iowa en un partido de baloncesto universitario contra Colorado en el campeonato de la NCAA en Albany, Nueva York, 30 de marzo de 2024.    Foto: AP

Si bien, en general, se reconoce que Clark es una jugadora de baloncesto verdaderamente sobresaliente, también hay algo de “odio” —reacciones negativas y viles críticas— contra Clark, que implica argumentos mezquinos, ridículos e incluso descaradamente falsos. Pero también hay cuestiones más amplias relacionadas con esto, incluido el hecho de que Clark, que es blanca, es una superestrella en un deporte que se identifica con las personas negras las cuales lo dominan, en términos de quiénes juegan y sobresalen en el juego (incluso cuando la mayoría de los entrenadores —y casi todos los administradores del juego a nivel universitario, y los propietarios y altos ejecutivos de las ligas profesionales y las cadenas de televisión que se benefician de los partidos— son blancos. En la Segunda parte, abordaré este tema de manera más directa y profunda.

Antes de entrar en lo que hace que Clark sea realmente sobresaliente como jugadora de baloncesto, permítanme aclarar lo siguiente: no voy a hablar de cuáles pueden ser las posiciones políticas de diferentes individuos, incluida Clark. Es seguro decir que ni ella ni ninguno de los otros de los que mencionaré aquí están de acuerdo conmigo sobre la necesidad de una revolución para barrer este sistema del capitalismo-imperialismo y crear un sistema radicalmente diferente y mucho mejor.  En lo que me centro aquí es en la estética — la apreciación de la belleza y el arte, que, en muchos ámbitos diferentes de la vida, incluidos los deportes, enriquecen la existencia humana y que deberían ser parte de cualquier sociedad en la que la gente quisiera vivir. Pero la estética no se puede separar completamente de la política: la forma en que la gente aprecia o no la belleza —incluido lo que piensan que es hermoso y lo que no— está influenciada por la sociedad y mundo más amplios en que vive la gente, cómo esto afecta a las personas y cómo éstas le responden.

Así que, examinémoslo.

Empezaré con lo siguiente como antecedente: cuando se trata de deportes, mi mayor amor es el baloncesto, que jugué durante muchas décadas, desde que era muy joven. Aunque en mi último año de secundaria (en Berkeley High) fui el mariscal de campo del equipo de fútbol americano y pasé mucho tiempo en las canchas de baloncesto del patio de recreo, durante todo el año no jugué en el equipo de baloncesto de la escuela secundaria porque no podía llevarme bien con el entrenador, que era un fundamentalista cristiano y racista. Jugué en ligas recreativas y ligas de iglesias (sí, yo, un ateo comunista revolucionario, crecí en una familia religiosa —aunque no una familia religiosa fundamentalista— y de joven asistí a la iglesia, hasta la escuela secundaria).

Uno de mis mejores recuerdos del baloncesto en la escuela secundaria fue un partido de la liga de verano en el que jugué contra un equipo encabezado por Paul Silas, quien más tarde se convirtió en un jugador de baloncesto universitario del Salón de la Fama y pasó muchos años en la NBA profesional. El equipo en el que yo estaba perdió por mucho ese partido de la liga de verano, pero logré anotar 16 puntos, algo que todavía me da una sensación de calidez. Yo era un gran admirador de los grandes equipos de baloncesto de la Escuela Secundaria McClymonds, en West Oakland, cuya estrella entonces era Paul Silas. (Apoyé con entusiasmo a los equipos de McClymonds — ¡excepto cuando jugaron contra mi escuela secundaria!) Así que, esto hizo que mi logro en ese juego de la liga de verano fuera aún más especial para mí.

Además de jugar mucho baloncesto, desde que tenía 5 años he visto una enorme cantidad de partidos. Y, si estás dispuesto y tienes ganas de aprender, como lo he estado yo, puedes aprender muchísimo, no sólo si juegas tú mismo sino incluso simplemente observando y escuchando a los jugadores, entrenadores, comentaristas y otras personas con conocimientos del juego (puedes aprender aunque no estés de acuerdo con su análisis, como hago yo a menudo).

Lo que me lleva de nuevo a Caitlin Clark. Habiendo terminado su cuarto y último año de jugadora para la Universidad de Iowa, Clark está a punto de ingresar a la liga profesional femenil (la WNBA). Durante su etapa como jugadora universitaria, estableció varios récords increíbles. Para citar tan sólo una dimensión al respecto, Clark es ahora la máxima anotadora de todos los tiempos en el baloncesto universitario de la NCAA, tanto femenino como masculino.

Ha habido mucha discusión, y cierto acalorado debate sobre si se debería de considerar a Clark como la “GOAT” (la mejor de todos los tiempos) en el baloncesto femenil. Algunos —incluidos algunos que deberían tener mejor criterio— han argumentado que no se puede considerar a Clark como la mejor de todos los tiempos porque su equipo de Iowa no ganó un campeonato (o múltiples campeonatos). Este es una norma ridícula para la grandeza, ya que el baloncesto es un deporte de equipo, y el que un equipo pueda ganar un campeonato depende del equipo en su conjunto, y no de un solo jugador, sin importar qué tan bueno sea ese jugador. El hecho es que, en sus últimos dos años, Clark llevó a su equipo de Iowa al campeonato femenil. Aunque perdieron ambas veces, fue un logro notable para Iowa llegar a esos partidos de campeonato, algo que se debió abrumadoramente a Clark.

También tengo que decir que creo que toda esta discusión sobre la “GOAT” es una forma equivocada de ver las cosas. Después de todo, el tiempo (como en Lo mejor de todos los tiempos) sigue avanzando; a medida que pasa el tiempo, las condiciones cambian y, en todos los campos de la actividad humana, las personas continúan emergiendo y avanzando a partir de lo que ha sucedido antes. Al igual que a menudo se dice que los récords (como los de mayor cantidad de anotaciones en el baloncesto) “están para romperse”, también es muy probable que el desempeño general incluso del mejor jugador en una época particular, sea superado por alguien que aparecerá posteriormente.

La pregunta más significativa e importante es ¿cómo evaluar a alguien en relación con su tiempo y circunstancias, y si introduce nuevos elementos, o una nueva combinación de elementos, en el juego — o, en cualquier caso, si de alguna manera establece un marco nuevo y más alto al cual otros puedan esforzarse por igualar o superar?

La respuesta, con respecto a Clark, es definitivamente sí . Y, aunque creo que el más grande de todos los tiempos no es una norma válida, sí creo que es posible decir que alguien es el más grande en su tiempo — y el más grande hasta su tiempo. Se puede decir lo mismo de Clark con argumentos muy sólidos.

Parte de esto se puede medir de forma “cuantitativa” — en términos de estadísticas. Por ejemplo, Clark no sólo fue la máxima anotadora del baloncesto femenil de la NCAA este año (con un promedio de casi 32 puntos por partido); también fue la lideresa en asistencias (al pasar el balón de una manera que asiste directamente a una compañera de equipo a anotar), con 9 asistencias por partido, mientras que también promedió alrededor de 7 rebotes por partido (recibir el balón a raíz de que el otro equipo o su propio equipo falló un tiro). En el baloncesto femenil de la NCAA, Clark fue líder tanto en anotaciones como en asistencias esta temporada, así como en la temporada anterior. En sus cuatro años en Iowa, anotó casi 4.000 puntos, y es la única jugadora universitaria, hombre o mujer, que ha anotado más de 3.000 puntos y al mismo tiempo ha dado más de 1.000 asistencias (y la única con más de 3.000 puntos, 1.000 asistencias y 850 rebotes). Y, como a menudo pasa desapercibido (o hasta se niega), también es una muy buena jugadora defensiva, inclusive en la dimensión de robar el balón (quitarlo a los oponentes).

Todos estos son hechos particulares definitivamente impresionantes. Pero, por muy impresionantes que sean, no cuentan la historia completa. La grandeza de Clark es mucho más una cuestión de “calidad” — la forma general en que juega. Con Clark, existe ese fenómeno en el que “el todo es mayor que la suma de las partes”: su impacto en el juego en general es mayor de lo que se vería simplemente sumando las partes individuales de su juego, por sobresalientes que sean.

La forma en que Clark se destaca no es sólo porque es una anotadora prolífica que puede realizar tiros desde casi cualquier lugar más allá de la mitad de la cancha —incluidos tiros a gran distancia, no sólo desde fuera de la línea de tres puntos (a un poco más de 20 pies de la canasta) sino desde 30 o incluso 35 pies— lo que hace que los locutores de los partidos, los comentaristas, etc., exclamen repetidamente cosas como: “¡Esto es increíble, la constancia con la que ella lo hace nunca antes se había visto en el juego femenino!” — y así sucesivamente. (Para aquellos a los que les cuesta trabajo imaginarlo, les recomiendo mucho que consulten los momentos más destacados del baloncesto de Clark en el Internet). Esta extraordinaria habilidad suya hace que sea mucho más difícil vigilarla, ya que también es muy hábil para “poner la pelota en el suelo” (driblar el balón hacia la canasta) y anotar de esa manera, o asistir a sus compañeras a anotar.

No se trata tan sólo del hecho de que Clark repetidamente hace “tiros decisivos” cuando el partido, o el impulso del partido, está en juego.

No es solo que sea increíblemente hábil para pasar el balón a sus compañeras de equipo, haciendo un gran pase tras otro, desde toda la cancha, incluidos pases largos relámpagos extremadamente precisos.

Tiene un “sentido de la cancha” y “visión de la cancha” notables —con la capacidad de ver dónde están no solo sus compañeras de equipo sino también las jugadoras contrarias, en cualquier momento dado, aun cuando el juego avanza rápido— lo cual, entre otras cosas, es una clave para su gran desempeño con los pases. Ella “ve el juego” y “comanda la cancha” de una manera que es verdaderamente excepcional.

La mayoría de los jugadores de baloncesto, inclusive los realmente buenos, ven y reaccionan ante las cosas en lo que podría llamarse una forma “bidimensional”: las cosas suceden, o ellas o ellos hacen que sucedan cosas, y luego hacen cosas en respuesta a eso. Clark también hace eso, pero también su juego tiene una cualidad muy poco usual: una dimensión adicional según la que, mucho más allá de otras jugadoras, ella anticipa lo que va a suceder, por toda la cancha, antes de que suceda en los hechos, y ella actúa sobre esa base. Algo así como la diferencia entre jugadores de ajedrez de muy alto nivel, por un lado, y un gran maestro, por el otro.

Se observa comúnmente que una medida de un jugador de baloncesto realmente bueno, o verdaderamente excelente, es que no sólo sobresalen en lo individual sino que también “hacen que sean mejores sus compañeros de equipo”. Con Clark no se trata tan sólo de que ella las hace mejores en lo que hacen, sino que su papel en el juego y simplemente su presencia en la cancha —y la forma en que esto obliga al equipo contrario a reaccionar— crean oportunidades para sus compañeras de equipo. Inclusive las cosas que sus compañeras de equipo parecen estar haciendo “por su cuenta” se hacen más posibles gracias a la presencia de Clark y su impacto en el juego, y la atención que el equipo contrario tiene que prestarle a ella. En lo que quizá se parezca a un fenómeno sutil, cuando Clark tiene el balón y hace que sucedan cosas, simplemente hay un “ritmo diferente”, que afecta todo el juego, incluido cómo afecta positivamente a sus compañeras de equipo y las cosas que éstas pueden hacer — cosas que les cuestan trabajo hacer cuando intentan hacerlas a solas por iniciativa propia. (Por ejemplo, cuando el “ritmo” del juego lo marca lo que Clark está haciendo, sus compañeras de equipo anotan algunas canastas, incluidos algunos tiros difíciles, que de otro modo quizá fallen).

No se trata de un equipo de una sola mujer. Sino que, mucho más que con cualquier otro equipo y su mejor jugadora, las contribuciones de las compañeras de Clark giran en torno a lo que la propia Clark hace (y su mera presencia en la cancha, con los problemas que eso crea para el equipo contrario) y son más posibles gracias a lo que ella hace. El hecho de que, dos años seguidos, Iowa haya llegado hasta el juego de campeonato se debe, como he enfatizado, abrumadoramente a Clark, inclusive en la forma en que su papel aumenta significativamente las contribuciones de sus compañeras de equipo. De una manera verdaderamente extraordinaria, Clark lidera a su equipo, y orquesta brillantemente su juego, a un nivel mucho más allá de lo que sería sin ella.

Esa, entre otras cosas, es la respuesta a los argumentos absurdos que intentan evaluar la grandeza de Clark en función de si su equipo ha ganado o no un campeonato. La verdad de esto quedó demostrada irónicamente en el partido por el campeonato de este año. El equipo de Carolina del Sur era “más profundo” (tenía más jugadoras hábiles) y éstas eran significativamente más grandes y desgastaban físicamente a Iowa, incluida a Clark, quien tuvo que hacer esfuerzos extraordinarios simplemente para mantener a su equipo en lo que fue un partido cerrado hasta el final.

Probablemente el factor más grande en la victoria de Carolina del Sur fue la gran cantidad de rebotes que agarraron tras sus propios tiros fallidos (rebotes ofensivos); y se tiene el hecho de que, al menos en algunos casos, una jugadora de Carolina del Sur consiguió un rebote ofensivo al cometer una falta que no fue sancionada — “saltar sobre la espalada” de una jugadora de Iowa que se había colocado en una mejor posición para jugar y conseguir el rebote que su oponente de Carolina del Sur. Pero no todos los rebotes ofensivos de Carolina del Sur se aseguraron de esta manera; y es una cuestión de especulación si eso habría cambiado el resultado del juego si los jugadores de Carolina del Sur fueran sancionados con faltas en más ocasiones cuando sí “saltaron sobre la espalda” para agarrar un rebote ofensivo. (También hubo un par de casos en los que los errores evitables y las oportunidades perdidas por parte de Iowa al final del juego le impidieron tener la oportunidad de superar una estrecha ventaja a Carolina del Sur y tal vez de hecho ganar el partido; pero discutir eso aquí implicaría entrar en detalles, más allá de lo que es útil.)

En cualquier caso, queda el hecho de que Carolina del Sur, si bien no tenía nadie cercano al nivel de Clark, tenía muchas jugadoras talentosas y era “más profundo” en general —podía poner a más jugadoras en el partido en distintos momentos sin reducir de manera significativa su capacidad— y eso, junto con el tamaño significativamente mayor del equipo de Carolina del Sur en general, fue la clave para desgastar a Iowa y ganar.

Si bien le damos el debido crédito a Carolina del Sur, lo importante aquí es que todo esto enfatiza aún más el hecho de que fue abrumadoramente gracias a Clark que Iowa no sólo estuvo en este partido de campeonato sino que en realidad tuvo la oportunidad de ganar, aun cuando finalmente se quedó corto.

En términos de su impacto a nivel de la sociedad, cabe destacar que este partido de campeonato femenil atrajo a una audiencia televisiva sin precedentes (así como un estadio lleno). De hecho, la audiencia televisiva de este partido fue mayor que la del partido de campeonato masculino. Esto se debió en parte al hecho de que Carolina del Sur era un equipo emocionante que estaba invicto al entrar en este partido, pero se debió en gran medida a la atención que Clark, mediante su juego, ha atraído hacia el juego femenil. Cualquier partido en el que juegue Clark atrae multitudes enormes. Y hay mucha publicidad —y, sí, lo que podría llamarse “hipérbole”— en torno a su juego. Excepto que en realidad no es “hipérbole”: en realidad ella es así de buena.

Este es el fin de la Primera parte. A continuación, abordaré más directa y profundamente la controversia en torno a Caitlin Clark y las cuestiones más amplias relacionadas.

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Segunda parte: La controversia en torno a Caitlin Clark

Como señalé en la Primera parte, ha habido una cierta cantidad de “odio” —reacciones negativas y viles críticas— en contra de Clark y de la forma en que ella está promovida. En parte, esto implica no sólo afirmaciones mezquinas sino obviamente falsas y ridículas. Por ejemplo, algunas personas han tratado de faltarle el respeto y restarle importancia a sus logros anotadores insistiendo en que la razón por la que ella anota tanto es que realiza 40 tiros por partido (en realidad, son un poco más de 20). O se ha argumentado que la razón por la que ella ha batido récords de anotación es por el año extra de elegibilidad otorgado a los jugadores universitarios debido al Covid, por lo que supuestamente Clark ha jugado cinco años en la universidad, en lugar de los cuatro habituales (de hecho, este era su cuarto año). Y así sucesivamente.

En parte, estas reacciones negativas implican afirmaciones de que Clark y su equipo reciben un trato especial y favorable por parte de los árbitros. Después de haber visto los partidos de Clark muchas veces, puedo decir lo siguiente: si bien se dieron situaciones particulares en las que una “decisión” de los árbitros fue a favor de ella (o de su equipo) cuando no debería haber sido así, también se han dado muchas situaciones en las que lo contrario es cierto — y, como fenómeno general, la “defensa” que los equipos contrarios juegan contra Clark con bastante regularidad implica faltas que a menudo no se sancionan: chocar con ella y agarrarla, en el intento de evitar que ella se coloque en una buena posición para anotar, o para asistir a sus compañeras de equipo a anotar.

Un ejemplo claro de cómo algunas personas intentan encontrar maneras de restar peso a los logros de Clark se vio en el partido de semifinales del campeonato de la NCAA entre Iowa y la Universidad de Connecticut (UConn). Con tan sólo unos segundos restantes en ese partido, UConn tenía el balón mientras estaba detrás de Iowa por un solo punto, y una jugadora de la UConn fue sancionada por una falta ofensiva, dándole el balón a Iowa y lo que esencialmente selló una victoria para Iowa. De inmediato, los comentarios en el Internet y televisión estuvieron llenos de quejas infundadas sobre cómo esta decisión era incorrecta, o no debería haberse hecho — con la implicación (o declaración abierta) de que el partido estaba “amañado” a favor de Clark e Iowa.

La verdad es que se trataba de una falta obvia por parte de la jugadora de UConn — algo que cualquiera que observara con ojo informado y objetivo pudo haber visto claramente en la repetición que se mostró en la televisión en ese momento (y que estaba disponible en el Internet). En cuanto a la idea de que decisiones como ésta no deberían tomarse cuando un partido se decide en los últimos segundos —frecuentemente expresada con afirmaciones como “los jugadores, y no los árbitros, deben determinar el resultado del juego”—, el hecho es que se supone que los jugadores determinen el resultado del juego dentro del marco de reglas definidas. Si las reglas de alguna manera no deberían aplicarse en los segundos finales, si el partido está “en juego”, pues ¿por qué tener reglas en primer lugar?

Ahora bien, se podría argumentar legítimamente que, si una falta es realmente de poca importancia, y no afecta realmente el curso del partido, pues especialmente cuando éste está “en juego” en los últimos segundos, es correcto no sancionar tal falta. Pero, en este caso, la falta de la jugadora de la UConn no fue menor ni incidental: fue una falta clara que sí afectó el partido, en particular la capacidad de una jugadora defensiva clave de Iowa para jugar a la defensiva, precisamente cuando el partido estaba “en juego”. No sancionar esa falta en realidad le habría dado una ventaja injusta a la UConn.

Como se puede ver en una evaluación objetiva de esta situación, y de muchas otras maneras, la pregunta relevante que surge en todo esto es: ¿cuáles son las verdaderas razones del “odio” y la “reacción” contra Clark? ¿Por qué algunas personas —especialmente las que dicen ser, y en muchos casos realmente lo son, fanáticos del baloncesto— no pueden simplemente absorber y disfrutar la belleza de lo que Clark hace en la cancha de baloncesto?

Una parte de la respuesta, sin duda, es todo el asunto de “viles descalificaciones”. (Por qué a tanta gente le encanta descalificar a otros, incluidos a aquellos que tienen éxito en un campo u otro — eso es algo en lo que no voy a entrar aquí, más allá de señalar que esto es una gran parte de toda la cultura venenosa en Estados Unidos).

También se tiene el hecho muy evidente de que algunas (aunque lejos de todas) jugadoras y ex jugadoras del baloncesto, que han recibido elogios por sus logros, se han dejado sumirse en celos mezquinos y muy feos por el hecho de que Clark es simplemente una mejor jugadora de lo que son (o eran). Esto quedó claramente patente en las declaraciones de algunas (os) “comentaristas” durante el transcurso del torneo femenil de la NCAA y, en particular, en las semifinales de las “Final Four” y en el partido final.

Al mismo tiempo, existe un fenómeno que no debe ignorarse y el que hay que abordar directamente: el hecho de que Clark sea blanca en un deporte que se identifica con las personas negras y en que estos dominan (en términos de quién juega y sobresale en el deporte). En este sentido, cabe señalar, en primer lugar, que en su mayor parte, jugadores y exjugadores, entrenadores, comentaristas, etc., de raza negra, han expresado un verdadero aprecio por el juego de Clark y la forma en que ha llamado la atención sobre el baloncesto femenil mucho más que antes y, al mismo tiempo, Clark ha desempeñado un papel decisivo en la elevación del nivel general del baloncesto femenino. Esto incluye a Dawn Staley, la célebre entrenadora del equipo de Carolina del Sur, que venció a Iowa en el partido de campeonato. (Una vez más, en un mensaje en las redes sociales, Número Veinticinco, @BobAvakianOfficial, analizo algunas de las dimensiones negativas, así como positivas, de este campeonato, particularmente en lo que se refiere a Staley).

No obstante, algunas personas parecen creer que es injusto el hecho de que se hable de Clark, que es blanca, como posiblemente la mejor en un ámbito (el baloncesto femenino) que se identifica con las personas negras y en el que hay muchas jugadoras negras muy buenas. Y cabe señalar que, si bien ciertas personas negras expresan parte de estas reacciones negativas, más que una pequeña parte proviene de personas blancas que aparentemente, en sentidos equivocados, tratan de establecer su antirracismo —o simplemente están haciendo alardes como oponentes “woke” [“concienciados”] del racismo— adoptando posiciones estrechas y mezquinas, que para nada le sirven a las personas negras ni a la verdadera lucha contra el racismo.

Esto se expresó con bastante crudeza en un artículo del USA Today, cuyo titular proclama: “El baloncesto femenino necesita que las caras del futuro sean negras. Entran JuJu Watkins y Hannah Hidalgo”. (Hidalgo fue la jugadora clave en el equipo de Notre Dame, el que fue derrotado temprano en el campeonato de la NCAA; Watkins fue la estrella del equipo de la USC que perdió más tarde, en la ronda “Elite Eight”, justo antes de las “Final Four”.) Junto con otros problemas importantes con este artículo del USA Today, confunde diferentes preguntas.

En primer lugar, ¿es importante que las mujeres negras reciban crédito y respeto por sus logros que son verdaderamente admirables en el baloncesto (y en términos más generales)? ¿Es necesario oponérsele fuertemente y dejar atrás cualquier prejuicio o discriminación a este respecto? ¿Y es importante el reconocimiento de esto, particularmente para las jóvenes negras y los niños negros en general? La respuesta a estas preguntas es definitivamente sí. Hablando específicamente del baloncesto femenino, las jugadoras negras no son las únicas que han allanado el camino, sentando las bases para aquellas que ahora están recibiendo muchos elogios, incluido Clark, pero han tenido un papel muy importante en sentar esas bases.

La otra pregunta importante es la siguiente: ¿con cuál norma hay que evaluar y apreciar los logros — según lo que las personas han hecho en realidad, o según su “identidad”?

La respuesta a esa pregunta es que hay que evaluar los verdaderos logros sobre la base objetiva de lo que las personas en realidad han logrado, sin tener en cuenta su “identidad”. Si alguien tiene una enfermedad muy grave, ¿debería contar con un tratamiento del mejor médico que pueda encontrar —cualquiera que sea la “identidad” de ese médico—, o esta decisión debería basarse en la “identidad” del médico? (Sí, el hecho de que un médico quizá tenga la misma “identidad” que un paciente —y haya compartido muchas de las mismas experiencias significativas— es relevante, como parte del panorama; pero, aun al tomar eso en cuenta, en términos fundamentales la decisión sobre el tratamiento por parte de un médico debe basarse en los conocimientos y habilidades generales del médico, cualquiera que sea su “identidad”).

Con respecto a JuJu Watkins y Hannah Hidalgo, después de haberlas visto jugar a cada una de ellas, puedo decir lo siguiente: Watkins en particular muestra la capacidad de ser una gran anotadora, así como una muy buena jugadora en todos los sentidos. Hidalgo es definitivamente buena pero, al menos en este momento, no está al mismo nivel que Watkins. (También hay otras muy buenas jugadoras jóvenes de baloncesto que han mostrado potencial para ser grandes — por ejemplo, MiLaysia Fulwiley, del equipo de Carolina del Sur, quien, junto con Watkins e Hidalgo, fue jugadora universitaria de primer año esta temporada). Pero, nuevamente, al menos en este momento, ninguna de ellas está al mismo nivel —o en la misma categoría— que Clark y la forma en que ésta ha elevado el baloncesto femenino.

(Especialmente para las personas familiarizadas con el baloncesto, esto debería ayudar a ilustrar esta evaluación mía. Cuando trato de pensar en alguien con quien comparar a Watkins —hombre o mujer, universitario o profesional—, me viene a la mente Kevin Durant: una estrella de la NBA, un jugador ofensivo implacable, al que es muy difícil de impedir que anote, y quien contribuye en muchos otros sentidos. En cuanto a con quién comparar a Clark... no se me ocurre nadie, porque el “paquete total” del juego de Clark es nuevo y único — es, literalmente, incomparable).

Esta es mi evaluación definida, que se basa en una apreciación de los logros en el baloncesto, especialmente cuando se juega a su mejor y más creativo nivel — y no se basa en “políticas de identidad” u otros factores como “promover a jugadores a fin de comercializar el juego”. Por supuesto, algunas personas quizá no estén de acuerdo con esta evaluación mía. Pero, en todo caso, el quid es que hay que abordar este tema —de qué tan buenas son las diferentes personas— y determinarlo de acuerdo con una evaluación objetiva del nivel que realmente han alcanzado, y no con ninguna otra norma. Y si Watkins, o Hidalgo —o las dos (u otra persona)— alcanzaran el nivel que Clark ha alcanzado, eso no se debería a las estadísticas (puntos anotados, etc.) sino, tal como se le ocurrió a la propia Clark, la calidad general de lo que hacen y su impacto general en el juego.

Creo que he mostrado claramente que Clark definitivamente merece el reconocimiento que ha recibido como una jugadora de baloncesto verdaderamente sobresaliente. Ahora bien, en la medida en que el deseo de algunas personas de promocionar a Clark se debe a que ella es blanca —en lugar de simplemente a lo sobresaliente que ella es en realidad—, pues eso está claramente mal, es una expresión del racismo dominante en Estados Unidos, y hay que oponérsele muy fuertemente. Pero eso no justifica una actitud de resentimiento contra Clark, o un deseo de negar o restar importancia a sus logros, debido a que ella es blanca en un ámbito donde las personas negras generalmente han fijado la norma.

En cierto sentido, aunque este resentimiento contra Clark no está justificado, es comprensible: el hecho es que, hasta el día de hoy, aun con los logros y la prominencia que han obtenido más de unas pocas personas negras, la desigualdad sigue siendo un factor importante en la sociedad estadounidense, y es cierto que, debido a esta discriminación, todavía es difícil para las personas negras encontrar lugares en Estados Unidos en que puedan alcanzar el éxito, tal como se mide según las normas de esta sociedad. El baloncesto es uno de esos pocos lugares — y ahora sale esta mujer blanca, Caitlin Clark, tan prominente en el baloncesto. Esto me trae a la mente una rutina de Richard Pryor, donde medio en broma decía, ojalá que ¡Jerry West no fuera tan bueno en el baloncesto! (West, un jugador blanco del Salón de la Fama, originario de Virginia Occidental, se convirtió en una estrella prominente en la universidad y luego en la NBA profesional de fines de los años 1950 a principios de los 1970).

Con respecto a Caitlin Clark, es un hecho que ella rinde respeto a las grandes jugadoras que la precedieron y habla con mucha pasión de cómo, en sus años tempranos, su héroe y modelo fue Maya Moore, una gran jugadora de baloncesto negra, quien fue una estrella universitaria y profesional. Y Clark, que insiste en decir que quiere que su éxito sea una inspiración tanto para los niños como para las niñas, claramente tiene en mente a todos los niños, ¡y definitivamente no solo a los blancos!

No obstante, es un hecho que, sin que sea culpa suya, el éxito y la fama de Clark parecen ser, para algunos, un recordatorio de que las personas negras todavía están mantenidas atrás y abajo en muchos sentidos. Como he subrayado antes, ni siquiera las personas negras de “clase media” pueden escapar al racismo, la discriminación, la brutalidad y el asesinato por parte de la policía que están dirigidos contra las personas negras en su conjunto en Estados Unidos — de hecho, ninguna persona negra, sin importar qué “tan alto” haya logrado ascender en la sociedad, puede escapar completamente a esta situación. Y, después de todo, el baloncesto es un ámbito en el que, durante mucho tiempo, las personas negras fueron excluidas de jugar en las ligas dominantes, a pesar de que muchos sobresalieron en el juego; fue tan sólo hace unas pocas décadas que por fin lograron romper esa barrera, y han llegado a establecer los términos de cómo se practica el juego.

Pero aquí va una ironía llamativa: el resentimiento contra Clark por sobresalir, en un deporte en que las personas negras han llegado a establecer los términos, no logra reconocer y apreciar a fondo el estilo de juego y las normas que han establecido las personas negras, algo de lo que Clark ha aprendido y que sobre tal base ha desarrollado su juego!

Algunos quizá argumenten: bueno, dado que las personas negras han establecido esta posición en el baloncesto, no deberían sentirse amenazados si de vez en cuando aparece un jugador blanco que está en la cima del juego. Y, como he señalado, en su mayor parte entre los jugadores negros, y ex jugadores, etc., ha habido un verdadero aprecio por el juego y los logros de Clark. Pero es un hecho que, sin importar cuál sea su posición, las personas negras nunca podrán sentirse “seguros y protegidos” en Estados Unidos donde, a todos los niveles, la supremacía blanca está integrada en las estructuras y el funcionamiento del sistema — una supremacía blanca que sistemática y a menudo violentamente, se manifiesta y se aplica. (Desde los años 1960, el número de negros asesinados por la policía es más grande que los miles de negros que fueron linchados durante toda la época de abierta segregación y terror del Ku Klux Klan después de la Guerra Civil. Incluso las personas negras “conservadores” no pueden escapar concretamente a este racismo —y al hecho de que ellos, también, podrían convertirse en víctimas de la brutalidad y asesinato policial— mientras se ocupan en insistir en que ¡Estados Unidos no es un país racista, o que no es un problema tan grande la opresión racista!) 

La respuesta al ultraje muy real de la opresión racista no debería ser que se vea como una especie de injusticia cuando una persona blanca sobresalga en un ámbito en el que las personas negras, por fin, han podido establecer la norma. Esto me trae a la mente la situación de hace varias décadas, cuando el destacado jugador negro de la NBA, Isiah Thomas, expresó su acuerdo con el comentario de que, si Larry Bird fuera negro, se le consideraría simplemente otro buen jugador, en lugar de presentarlo como un gran jugador. La verdad es que Bird era un gran jugador — y como observó un comentarista deportivo negro: Thomas eligió al chico blanco equivocado con el fin de señalar que, en general, los blancos están injustamente elevados por encima de las personas negras. (Es cierto que algunos vieron en Bird una “gran esperanza blanca” — algo que no debería tener cabida en el baloncesto, ni en ningún otro lugar, pero esa es una cuestión diferente a qué tan bueno era Bird en realidad).

La respuesta a la discriminación y a la opresión en general no es de responder con una visión estrecha y una venganza mezquina, especialmente contra aquellos que no son la causa de esa opresión. La respuesta es de luchar contra la discriminación y la opresión, dondequiera que existan, y de hacerlo con la generosidad de espíritu que aspira a poner fin a la opresión asesina y la explotación despiadada a las que están sometidas masas de personas —literalmente miles de millones de personas— en todo el mundo. La respuesta a todo esto es de deshacerse —de barrer— todo este sistema en que esta opresión está incorporada, y reemplazarlo por un sistema donde la supremacía blanca, la supremacía masculina y tantos otros ultrajes de este sistema del capitalismo-imperialismo serán abolidos y desarraigados y seguirán existiendo únicamente en los museos de historia.

Con eso en mente, lo que es de crucial importancia es el hecho de que (como he abordado en anteriores artículos y mensajes en las redes sociales) este es un momento poco común en el que la revolución que podría hacer todo esto posible no sólo es urgentemente necesaria sino que en realidad se podría hacer nacer.

Y, al igual que todos los que queremos ver un mundo mejor, sin todos estos ultrajes, tenemos que trabajar activa y urgentemente por esta revolución, al mismo tiempo nosotros (y la gente en general) no debemos dejar de apreciar la belleza que existe en muchos ámbitos diferentes de la vida, tanto en la naturaleza como en la sociedad humana, cualquiera que sea la fuente de esa belleza.