De un corresponsal de Revolución/revcom.us

¡La vida de las mujeres negras importa! ¡La vida de toda mujer importa! ¡Aborto a solicitud y sin pedir disculpas!

22 de julio de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Dori tenía solo 27 años de edad. Era una joven mujer negra llena de vida a quien le gustaba comer las hojas de mostaza con cebolla cruda... con pan de maíz... con los dedos... todo mientras mordisqueaba un chile jalapeño.

Le gustaba tomar cerveza de malta mientras jugaba a whist con sus amigas y amigos; éste es un divertido juego de naipes similar a las picas. Como niño/a de ocho años, mi memoria es que ella era el único adulto con quien yo podía hablar cómodamente, porque ella tomaba mis ideas en serio, a pesar de que yo era solo un niño.

Era un tiempo en que se daba un masivo tumulto y resistencia contra algunas formas abiertamente legales de segregación, discriminación y opresión al pueblo negro. Al principio, la resistencia era sobre todo de personas negras, pero pronto se les unían los blancos, los latinos y otros grupos minoritarios de mujeres y hombres, en particular los jóvenes.

Dori nos enseñaba que no maltratáramos a las personas, sin importar el color de su piel. Pero también nos enseñaba que no aguantáramos pulgas a nadie, sin importar quién fuera. Decía que teníamos que ponernos de pie, alzar la voz y demandar el trato igual. Ésta fue una lección de toda la vida. Un principio que aprendí vivir. Inclusive un poco más tarde cuando la policía empezó a jodernos porque éramos niños negros y nos valíamos por nosotros mismos.

A los 27 años, Dori ya tenía cinco hijos, de cuatro a nuevo años de edad. Había sufrido al menos dos abortos espontáneos. Era una persona pequeña. Tenía una complexión menuda. El quinto embarazo y el nacimiento de su último hijo le fueron muy duros para el cuerpo. El parto casi la mató. Los médicos advirtieron que era posible que no sobreviviera otro embarazo.

Pero Dori se había casado por segunda vez y el tipo quería un hijo suyo. Esto era antes del fallo Roe v Wade, así que el aborto era ilegal. Las mujeres como Dori no tenían nada de libertad reproductiva. Como millones de otras mujeres, ella ni siquiera tenía la libertad de considerar alguna alternativa, pues miles de años de cadenas de la tradición, adaptadas por cada sistema basado en la explotación, incluido el patriarcado bajo el sistema capitalista imperialista de Estados Unidos, habían moldeado, condicionado y reforzado el proceso por el cual ella tomaba decisiones.

Cuando Dori se embarazó otra vez y entraba en el trabajo de parto, el hospital solo estaba a unos minutos de distancia. Estaba en Berkeley, donde vivíamos. Pero ese hospital se negó a atenderla. La mandaron al hospital del condado a varios miles de distancia. Ahí iban la mayoría de los negros y todos los pobres. Camino al hospital su útero rompió y cuando por fin llegaron, ella ya se había desangrado y murió.

Todos estábamos impactado. Estábamos traumatizados. Su muerte era algo que sus hijos, su madre y los más allegados nunca superaron. Era una muerte tan innecesaria.

A nosotros no nos importaba un carajo el feto que llevaba en su vientre, y no lo lloramos. No lo conocimos. No tuvimos ninguna experiencia social, directa o indirecta, con ese feto. Se trataba de un grupo de células en desarrollo, una parte subordinada del cuerpo de Dori. No era un ser humano. Un feto no es un niño. ¡No importa si se encuentra en el útero de una mujer afroamericana o en el útero de CUALQUIERA mujer! Es un feto. ¡Eso es lisa y llanamente un hecho científico!

Píense otra vez. Se trata de la vida de una persona real. En el mundo actual, principalmente en el tercer mundo, 300.000 mujeres mueren cada año de complicaciones surgidas del embarazo o del parto. Se trata de la vida de personas reales, desarrolladas, que sí experimentan el dolor y tienen experiencias sociales con otras personas reales que las aman.

Un feto no experimenta el dolor pero una mujer sí. Un feto no tiene vida aparte de la mujer en cuyo útero está. Véase revcom.us/REVOLUCIÓN del 11 de abril de 2015; mire y descargue el dibujo que explica esto científicamente y póngalo en todas partes: ¡Esto puede ser liberador! Puede contribuir a la lucha por la liberación de la mujer. ¡Un feto no es un niño!

¿Quiere usted hablar del genocidio, como las acusaciones que lanzan algunos pastores negros y los fascistas odiamujeres supuestamente “pro-vida” a las mujeres negras que quieren hacerse el aborto? ¿Qué es eso? Es su manera de decir que la vida de las mujeres no importa, que su valor está en ser reproductora e incubadora, incluso si eso literalmente la mata.

Ellos son defensores del patriarcado, de la subordinación de la mujer al hombre; culpan a las mujeres de su propia muerte porque esos chiflados encubren, ocultan y tapan, mientras protegen y defienden, lo que siempre ha sido el lugar más peligroso para los afroamericanos: este sistema.

El patriarcado es una de las cadenas mentales que atan a las personas, incluidos las personas negras, cuyas raíces están en la jodidera de la Biblia. Génesis 3:16 dice que dios se enfurece con Eva por causar la expulsión de ella y Adán del jardín del Edén, y le pone una maldición, diciendo: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.”

Ese punto de vista patriarcal, cítelo explícitamente o no, es parte de las cadenas mentales y físicas sobre la sociedad y las personas respecto al papel de la mujer: Mujeres obligadas a ser madres, privadas del derecho de decidir si quieren tener un hijo y cuándo, privadas del derecho al aborto a solicitud y sin pedir disculpas, convertidas en premios, reducidas a objetos para la gratificación sexual, golpeadas como si fueran sacos de arena reducidas a ser “perras y putas”. ¡No! No tenemos que vivir así. Solo  lean el libro Números (por ejemplo, Números 31: 17-18).

Éstas son algunas de las fuerzas sociales más amplias que atrapan y esclavizan a mujeres como Dori, que son la mitad de la humanidad, y esta revolución comunista es lo que puede atacar las raíces más profundas de su opresión, y toda la opresión; puede derrocarlas y seguir transformando el suelo que genera la explotación y la opresión para alcanzar un nuevo nivel de interacción entre los seres humanas y con el medio ambiente.

Como dice Bob Avakian en su histórico Diálogo con Cornel West en noviembre de 2014, captado en REVOLUCIÓN Y RELIGIÓN: La lucha por la emancipación y el papel de la religión: “¿Qué tal si una mujer pudiera caminar por la calle y mirar de frente a cualquier hombre sin temer nada”? ¡Imagínelo! Que las mujeres como Dori se traten como plenos seres humanos en lugar de vivir y morir como incubadoras.

Para apreciar por completo lo que se dice aquí, con el conocimiento nuevo y más altamente científico del nuevo síntesis del comunismos, animo muchísimo a los lectores a ver la película de Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos: Habla BA: ¡REVOLUCIÓN—NADA MENOS!

Podemos empezar a captar que vivimos actualmente en una época cuando es posible arrancar de raíz y eliminar toda opresión, toda explotación y todas las formas de esclavización; que la revolución que Bob Avakian dirige está trabajando hoy para acelerar, mientras aguarda, una situación revolucionaria en la cual las masas de la humanidad explotada y oprimida, juntos con los que sienten indignación y alienación ante lo que este sistema hace en todo el mundo, pueden, en sus millones y decenas de millones, enfrentarse, derrotar y desmantelar los instrumentos de la violencia y la coacción, los instrumentos de la dictadura del sistema capitalista imperialista, y reemplazarlos con nuevos instrumentos de revolución que posibilitan que el pueblo revolucionario arranque de raíz todos los cimientos de este sistema y los transforme, reemplazándolos con un nuevo gobierno de clase, nuevos instrumentos revolucionarios, o sea la dictadura del proletariado, un nuevo sistema socialista que será la transición a una comunidad mundial de seres humanos en libre asociación: el comunismo.

Piénselo.

A propósito, Dori era mi madre.

 

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