NO es antijudío oponerse a Israel
Importante maniobra fascista para reprimir las críticas a Israel en las universidades
| Periódico Revolución | revcom.us
El régimen de Trump y Pence, por medio del Departamento de Estado, ha adoptado oficialmente una definición del antisemitismo (odio racista por los judíos) que tipifica a una amplia gama de oposición al estado de Israel y/o a la ideología del sionismo, por definición, como antisemita. Y ahora el Departamento de Educación se está apoyando en esa definición para atacar y suprimir protestas en apoyo al pueblo palestino en la Universidad Rutgers, Nueva Jersey, la Universidad de California-Los Ángeles y otras partes.
Es difícil exagerar hasta qué extremo esto constituye un salto dramático de la represión, no solo a la lucha del pueblo palestino, sino a las universidades como centros del disentimiento, las protestas y el pensamiento crítico, y a la libertad de expresión en general. Ahora se usará el peso entero del gobierno federal estadounidense para suprimir la crítica al estado de Israel. Este salto peligroso —de apoyo militar, político e ideológico básico y continuo a Israel a usar plenamente el peso del estado para reprimir y en efecto proscribir críticas a Israel— es sumamente siniestro y va de la mano con la posición del régimen de Trump y Pence de apoyo acrítico y extremo al estado de Israel.
Ahora las verdades básicas e irrefutables sobre Israel han sido clasificadas como “antisemitas”
El portal del Departamento de Estado estadounidense empieza por enumerar expresiones reales de antisemitismo (por ejemplo, cosas como “la conspiración judía internacional”, exhortaciones a matar y perjudicar a los judíos, negaciones de la realidad del genocidio de los judíos por los nazis alemanes, etc.). Pero luego junta críticas políticas e ideológicas sobre los principios fundacionales y prácticas actuales del estado de Israel, críticas que no tienen nada que ver en absoluto con el antisemitismo, con esas ideas feas, odiosas y acientíficas.
Por ejemplo, Estados Unidos alega que lo siguiente es antisemita:
- Negarle “al pueblo judío su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, al alegar que la existencia del estado de Israel es un proyecto racista”.
Pero la verdad es que la fundación de Israel fue un proyecto racista, porque fue fundado sobre tierras donde la gran mayoría eran palestinos árabes, y porque sus fundadores emprendieron una política deliberada de expulsar a centenares de miles de estos habitantes mediante masacres y terror.
Y debido al hecho de que fue fundado sobre esa base, la naturaleza racista de Israel se ha intensificado desde ese entonces, y un sector considerable de dirigentes y personas de Israel ahora se refieren a los palestinos como animales y predican abiertamente su expulsión o aniquilación. En 1984, el jefe de gabinete Rafael Eitan llamaba a los palestinos “cucarachas”. En 2004, Yehiel Hazan, un funcionario del estado, dijo: “Los árabes son gusanos”. En 2012, el legislador israelí Ayelet Shaked declaró que “el pueblo palestino entero es el enemigo”, y pidió la eliminación total de Palestina, “sus ancianos y sus mujeres, sus ciudades y sus aldeas, sus propiedades y su infraestructura”. En 2015, Eli Ben Dahan, tristemente famoso por decir que los palestinos “son como animales, no son humanos”, fue nombrado viceministro de Defensa a cargo de administrar la ley marcial contra los palestinos en Cisjordania. Y en 2016, el primer ministro Netanyahu le hizo eco a ese racismo, refiriéndose a los palestinos como “bestias salvajes”. Sin embargo, la afirmación de esa realidad bien fundada y bien documentada ahora se tipifica como “expresión de odio” por Estados Unidos. (Vea en ¿Bastión de ilustración o matón para el imperialismo? El caso de ISRAEL, una historia integral de la fundación y el papel de Israel.)
- Trazar “comparaciones de la actual política israelí con la de los nazis”.
Pero, de nuevo, estas comparaciones saltan a la vista para cualquiera que vea las dos experiencias, a tal punto que, en 2014, cuando Israel masacraba a miles de civiles, incluyendo a cientos de niños, durante la invasión a la franja de Gaza, 40 sobrevivientes judíos del Holocausto y cientos de sus descendientes publicaron un anuncio en el New York Times que condenaba esas masacres y decía que “el genocidio empieza con el silencio del mundo”. Y en 2007, cuando Israel limitaba de manera severa el suministro de gas, electricidad y alimentos para los 1.6 millones de palestinos en la Gaza, el gobierno israelí calculó concretamente la cantidad de calorías por persona (2,279) [en inglés] que se debería dejar entrar para evitar una “crisis humanitaria”.
¿Quién puede leer esto y no pensar en la política nazi de dejar entrar al ghetto judío apenas suficiente alimento como para que siguieran con vida y trabajando? Pero díganlo en voz alta —o protesten en contra— y verá que ha “cruzado la raya” hacia antisemitismo, según el gobierno de Estados Unidos.
- Y en una categoría aún más abarcadora, Estados Unidos dice que es antisemitismo si se aplica “el doble criterio al requerir que [Israel] tenga un comportamiento no esperado o exigido a ninguna otra nación democrática”.
Mejor dicho, si uno protesta contra los crímenes de Israel, pero no protesta contra crímenes similares llevados a cabo por otro país, eso es “antisemitismo”.
Esa definición no es simplemente una babosada que aparece en un portal gubernamental — el Departamento de Educación está aplicando esta definición para penalizar críticas y protestas contra Israel en universidades de Estados Unidos. En particular es una reacción al movimiento BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones) que ha jugado un importante papel al denunciar y aislar a Israel, como ganarse a un buen número de académicos, artistas y otros para que se rehúsen a participar en eventos en Israel, de la misma manera que las fuerzas antiapartheid denunciaron y aislaron al régimen racista de Sudáfrica en los años 1980 y 1990. Si bien BDS, como organización, no denuncia la falta fundamental de legitimidad del estado de Israel en general, (junto con organizaciones como Estudiantes por la Justicia en Palestina y el grupo de Rutgers, Belief Awareness Knowledge and Action [Creencia Conciencia Conocimiento y Acción]) ha jugado un papel progresista — y esto es intolerable para los imperialistas. Desde ya hace un tiempo una amplia gama de imperialistas ha estado persiguiendo a BDS y movimientos relacionados; pero estas maniobras del régimen de Trump y Pence constituyen un salto al poner en juego directamente la fuerza del estado en su contra.
El sionismo NO es una religión, pero el imperialismo estadounidense, y especialmente el régimen de Trump y Pence, lo respaldan con un fervor casi religioso
El sionismo NO es una religión. Es un movimiento político que surgió en el siglo 19 con el propósito de “resolver” el problema del persistente antisemitismo y persecución europeos. El antisemitismo europeo en realidad sí fue horroroso, signado no solo por satanización y discriminación persistentes sino también por periódicos pogromos, durante los cuales grandes cantidades de judíos fueron abiertamente asesinados y linchados. El movimiento sionista no respondió a esto con una lucha contra esa represión en Europa, sino al trasladar a los judíos a Palestina para construir su propio estado. El movimiento sionista buscó el apoyo de diversas potencias imperialistas que lo auspiciaran como cabeza de playa colonial en el estratégicamente importante Medio Oriente. Inglaterra fue la primera en apoyar este proyecto, seguida por Estados Unidos, quien apoyó la fundación del estado de Israel y casi todas sus guerras y devastaciones desde ese entonces. Previo la fundación del estado de Israel, la mayoría de los judíos NO apoyaban a ese movimiento; al contrario, o emigraron para escapar a la discriminación o la combatieron ahí donde estaban.
Si bien el sionismo no es una religión, el imperialismo estadounidense, especialmente desde el ascenso del régimen de Trump y Pence con su núcleo de fascistas cristianos, sienten un fervor casi religioso por el estado de Israel. Y no debe sorprender, pues Israel es un enclave fuertemente armado y completamente pro Estados Unidos en el centro de una de las regiones más estratégicas del mundo. Israel es el agente de confianza y ejecutor armado del dominio de Estados Unidos en el Medio Oriente, con sus enormes reservas de petróleo, vías pluviales estratégicas y con su población de centenares de millones de amargamente explotados y oprimidos.
Ese “fervor” ha dado un salto con el régimen fascista de Trump y Pence, por dos grandes razones. La primera, el régimen tomó el poder con la estrategia de reconfigurar radicalmente al Medio Oriente, incluyendo apoyándose en Israel como eje de una campaña para contener y posiblemente tumbar al gobierno iraní, que podría incluir una guerra. La segunda, una gran parte de la base social de este régimen se compone de fanáticos fascistas cristianos que combinan el chovinismo blanco europeo con un punto de vista religioso de que Israel tiene que dominar el Medio Oriente sin oposición, y que todos los judíos tienen que reunirse ahí, para cumplir con su “profecía bíblica”. Solo señalaremos de pasada la aparente ironía de un régimen que cuenta entre su base tanto a aquellos neonazis que desfilan con antorchas y coros de “los judíos no nos reemplazarán”, como a los que respaldan hasta el cogote a los sionistas — donde lo que los unifica es el extremo racismo blanco y supremacía europea abiertamente pregonada por el régimen.
Por qué el régimen les da duro a las universidades por esto
Pero, repetimos, para todos los imperialistas el apoyo a Israel es fundamental. Sin un poderoso estado israelí, el imperio estadounidense y su capacidad de explotar a la gente y los recursos del mundo resultaría fuertemente debilitado. BDS le ha asestado golpes políticos reales a Israel, y además, está contribuyendo a que las universidades en Estados Unidos vuelvan a cobrar vida como centros de pensamiento crítico, protesta y resistencia — lo cual es especialmente peligroso para el régimen fascista de Trump y Pence. Por todas estas razones, la definición de antisemitismo por Estados Unidos no tiene nada de abstracto: es parte de la intensificación de una ofensiva para aplastar a estas fuerzas y reprimir el disentimiento en general.
Como parte de esto, el Departamento de Educación (DOE) acaba de volver a ver una queja de 2011 en contra de la Universidad Rutgers en Nueva Jersey con la alegación de que Rutgers no castigó suficientemente duro a Estudiantes por la Justicia en Palestina (SJP) o a Belief Awareness Knowledge and Action, después de que estos grupos celebraron un programa en la universidad bajo el título “Nunca más para nadie”. La Organización Sionista de América (ZOA) presentó la queja original con falsas alegaciones de que a los judíos les cobraron para asistir al evento y a los demás no les cobraron. En 2014, DOE investigó las alegaciones y desestimó la demanda. Y por supuesto, las alegaciones de SJP de que sus miembros fueron agredidos y llamados “cabeza-toallas” y “terroristas suicidas”, y que ZOA le llamó a un voluntario judío “traidor”, no fueron investigadas.
Lo que estaba claro en ese entonces y ahora es que ZOA —y ahora el DOE— objetaban el evento mismo, que era parte de la gira internacional que incluía a sobrevivientes judíos del Holocausto y oradores palestinos para demostrar las similitudes entre la persecución a los judíos en la Alemania nazi y cómo tratan a los palestinos en Israel, y para movilizar el apoyo para la lucha palestina. Su título proviene del tema de remembranza del Holocausto —“Nunca más” se puede permitir que se dé el genocidio mientras el mundo guarda silencio— para recalcar el punto de que esto no le debe pasar a ningún pueblo, y a propósito le daba la bienvenida a los judíos a que se unan a esta lucha. Es muy diciente el que para las fuerzas que respaldan a Israel este evento fue algo objetable, y trataron de atacar, desbaratar y clausurar esta gira, no solo en Rutgers sino en todo Estados Unidos y a nivel mundial.
De la misma manera, en California, la UCLA amenazó con presentar cargos mayores [add link to this article when it is posted] contra los manifestantes que entraron al evento pro-israelí coreando “Libertad, libertad, para Palestina”, ¡con condenas de hasta 5 años de cárcel! Fueron las fuerzas sionistas las que pidieron que se presentaran los cargos, ligándolos específicamente a la nueva definición de antisemitismo y planteando la amenaza de una demanda por el DOE contra la UCLA si no les diera duro a los manifestantes. Pero miembros del Club Revolución ya se enfrentan a fuertes cargos y años de cárcel por alzar la voz en la universidad cuando se presentó Steve Mnuchin, el secretario de Hacienda de Trump.
PalestineLegal.org ha documentado los ataques legales y extrajudiciales [en inglés] contra las actividades y grupos que apoyan al pueblo palestino en 37 colegios y universidades en Estados Unidos. Muchos tratan alegaciones de que levantar una réplica del muro construido por Israel para cercar las zonas palestinas, pedir que la universidad no invierta en Israel, realizar un simulacro de desalojo y demolición de hogares palestinos por Israel, organizar un curso sobre “voces palestinas” en la literatura y los medios informativos, o mandar una carta al New York Times para pedir “una resolución final del estatus de la cuestión palestina” son antisemitas. Y en muchos casos, los que presentan estos cargos los sustentan citando la definición del gobierno estadounidense.
Precisamente, porque la realidad de Israel es tan descaradamente opresiva, tan necesariamente tiene que arroparse en la mitología de ser un bastión noble contra la opresión del pueblo judío. Y porque esta “narrativa” es tenue, cada vez más es necesario prohibir que la gente siquiera tomen en cuenta puntos de vista críticos. Y Estados Unidos ha asumido el papel de ejecutor de esta supresión vengativa de ideas heréticas. La lucha por un mundo en el que la gente de todas las nacionalidades lucha en colectivo en pos de los intereses de la humanidad —o incluso por un mundo en el que la gente puede debatir y discutir las ideas en contienda— requiere desafiar y repudiar estos esfuerzos de suprimir a la fuerza las críticas a Israel.
Después del Holocausto, lo peor que le ha pasado al pueblo judío es el estado de Israel.
Bob Avakian, Lo BAsico 5:12
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Los judíos han sido víctimas de amargas discriminaciones y opresiones durante siglos, que adquirieron niveles monstruosos que culminaron en el Holocausto cuando seis millones de judíos fueron asesinados en masa en campos de exterminio. Como pueblo oprimido, los judíos de Europa buscaron muchas soluciones. Para la mayoría, esto significaba buscar la integración en la sociedad en general, y para muchos implicaba participar en proyectos de emancipación humana universal, es decir, buscar el fin de la opresión del pueblo judío como parte de buscar la libertad para todos. Para una minoría significaba el movimiento sionista, centrado en construir un estado-nación judío separado para todos los judíos.
El establecimiento de este estado-nación, Israel, con el aval del imperialismo británico y occidental, constaba de olas de limpieza étnica, ataques militares y paramilitares contra aldeas palestinas con el propósito de desplazar al pueblo palestino y luego ocupar y destruir aldeas palestinas a fin de allanar el camino para la expansión de las colonias sionistas. Para diciembre de 1947, los sionistas habían comenzado las expulsiones en masa de los palestinos. Esta ola de terror, conocida como la Nakba (de la palabra árabe que significa “catástrofe”) continuó a los primeros meses de 1949.
Durante la Nakba, casi un millón de palestinos fueron forzosa y brutalmente expulsados de sus tierras, aldeas y hogares, huyendo con las únicas posesiones que podían llevar. Muchos fueron violados, torturados y asesinados. El evento organizado por Students Supporting Israel [Estudiantes en Apoyo a Israel] en la UCLA (Universidad de California-Los Ángeles) titulado “Pueblos Autóctonos Unidos” es parte de un esfuerzo concertado de las fuerzas pro-israelíes para borrar esta historia y poner la realidad patas arriba como una parte central de legitimar la colonización genocida y la ocupación de lo que es tierra palestina. Los sionistas dicen que son los habitantes originales y autóctonos de Palestina, pero ¡no se trata de cuál de los muchos grupos tribales y étnicos mesoorientales vivió en la tierra hace miles de años! Es que durante muchos siglos, Palestina estuvo en su inmensa mayoría ocupada por árabes (con una minoría judía muy pequeña antes del siglo 20) y, además, se formó y forjó ahí una nación palestina con su propia cultura, idioma, economía, historia y demás, la que los europeos, en este caso los europeos judíos, desarraigaron de manera violenta, los cuales trabajaban en estrecho alineamiento político y militar con las principales potencias imperialistas. ¡Así que es ridículo que los representantes de estos invasores imperialistas europeos intenten reclamar el manto de un pueblo autóctono oprimido que lucha por sus derechos!
Oponerse a los crímenes del estado de Israel no es lo mismo que “oponerse al judaísmo” o al pueblo judío. Israel tiene de rehén a dos millones de palestinos en la Franja de Gaza, la que han convertido en una prisión al aire libre. El ejército israelí impone un bloqueo, impidiendo la entrada de toda ayuda, dejando que la gente no tenga acceso a agua potable y atención sanitaria adecuada, e incluso recurre a asaltos a barcos que llevan ayuda y mata a balazos a los valientes voluntarios. Y para colmo, indiscriminadamente lanzan bombas fabricadas en Estados Unidos, incluso sobre escuelas y hospitales, cometen crímenes contra el pueblo palestino que, si los cometiera otro país, la comunidad internacional los denunciaría como políticas de genocidio, asesinato en masa y ocupación brutal. Israel no es una solución a la centenaria opresión del pueblo judío como judíos. Y oponerse a los crímenes brutales del estado israelí no es lo mismo que la discriminación, pero sí es no solo expresión política protegida, sino también justo y justificado.
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