El golpe de estado fascista derrotado, la batalla que sigue ardiendo y el camino hacia adelante para salir de esta locura

Actualizado el | revcom.us

 

El 6 de enero de 2021, una turba asesina —impulsada por una mentira y organizada e instigada por el propio Mentiroso en Jefe, Trump— se emprendió una marcha para tomar por asalto el Congreso y, de forma escandalosa, ilegal, asesina, para echar por tierra las elecciones. Agitaron con orgullo las banderas del racismo, la esclavitud y el genocidio. Se toparon con muy poca resistencia inicial por parte de la policía mientras merodearon por los pasillos. Corretearon, golpearon e incluso mataron a aquellos que se resistían, mientras que (en vano) cazaron a sus oponentes más prominentes. Luego, cuando se restableció el orden, tanto la mentira como el mentiroso que animaban y dirigían a la turba fueron defendidos por una mayoría de los representantes del partido fascista en la Cámara de Representantes. Dos tercios de los representantes republicanos de la Cámara votaron esa misma noche para apoyar la demanda de la turba de que el Congreso NO cumpla con su deber de certificar los resultados de la elección presidencial de Biden y Harris.

Este fue un intento violento de golpe de estado fascista, nada menos, dirigido por Trump y apoyado no sólo por la turba desbordada sino también por su cábala en el Congreso, el poder ejecutivo, las organizaciones republicanas de base, sectores de la policía, etc.

Tanto el movimiento fascista como sus representantes fueron derrotados ese día, lo cual es extremadamente importante. Fue y es extremadamente importante que los demócratas inmediatamente hayan impulsado la demanda de llevar a cabo un juicio político de destitución y hayan ganado la votación al respecto. Y es extremadamente importante que Trump, al menos por ahora, haya sido sacado de sus plataformas de las redes sociales y se haya impedido, hasta cierto punto, que él propague la toxina aún más.

Pero Trump sigue en el poder. El fascista Partido Republicano y sus voceros mediáticos, con muy pero muy pocas excepciones, todavía no sólo se oponen a castigar a Trump de cualquier manera, sino que actúan como si ellos (¡y él!) fueran la parte agraviada. Y la turba que han azuzado, configurado y organizado durante años promete volver con venganza en manifestaciones en los próximos días. 20.000 soldados serán desplegadas para defender la toma de posesión de Biden y Harris. Las amenazas de violencia reaccionaria al estilo de las chusmas de linchamientos en todos los 50 estados de Estados Unidos para este fin de semana que viene resuenan en el aire.

Piense en la seriedad de la cosa, el carácter sin precedentes de ella.

Hay que derrotar esta cosa. Hay que defender las elecciones. Hay que inaugurar a Biden. Hay que someter a Trump a un juicio político de destitución, y hay que expulsarlo de la vida pública en la vergüenza, y en la medida en que haya cometido crímenes contra el pueblo, hay que procesarlo. En tal juicio, usando las reglas de evidencia, hay que desenterrar vigorosamente cómo ocurrió tal cosa y hasta qué punto hubo, o no hubo, confabulación entre sectores del estado (la policía, etc.) y la turba fascista.

Pero incluso en esta etapa temprana del proceso, se ha destapado nítidamente una profunda putrefacción y un gran peligro. Es justo que millones de personas sientan como si el futuro fuera incierto, en el mejor de los casos. Es justo que todos sientan como si se haya puesto en tela de juicio cosas profundas de Estados Unidos y que, en respuesta, se hagan preguntas profundas.

Que la primera de esas preguntas sea...

¿Por qué pasó esto?

En resumen, y en esencia, uno de los principales partidos lleva décadas avanzando hacia una resolución fascista de los profundos e intratables problemas que enfrenta Estados Unidos en los ámbitos económico, social, político y moral. El fascismo no es una palabrota, como tampoco es una palabrota lo que dice una médica al decir que el bulto que usted se siente es un tumor canceroso. El fascismo, entendido científicamente, describe y analiza una respuesta que está disponible para el capitalismo-imperialismo a esos problemas. Este programa fascista está arraigado en el racismo abierto y cruel, en la misoginia y en el chovinismo nacional extremo. Es una forma de gobierno en que se ejerce la dictadura descaradamente sin respetar para nada los derechos democráticos. Es un orden moral y epistemológico en que se exalta la ignorancia y represión fundamentalista cristiana a la vez que se descuartiza la búsqueda científica del conocimiento a no ser que se suprima completamente.

El fascismo es una forma del capitalismo-imperialismo, una opción para los gobernantes que en tiempos normales ejercen este dominio —esta dictadura— de una manera más democrática. Pero el fascismo no es lo mismo de siempre, es una forma diferente de gobierno capitalista. Y representa un salto con graves consecuencias para las masas de personas, en Estados Unidos y por todo el mundo. Llegó a concentrarse en las pasadas elecciones la lucha con consecuencias agudamente riesgosas y grandes al interior de la clase dominante de los capitalistas imperialistas sobre si dar ese paso o no.

El fascismo a menudo llega al poder, y por lo general prefiere llegar al poder, con los adornos del “consentimiento democrático”. Trump y su entorno vieron en estas elecciones algo crucial para lograr ello; y con temores de derrota desde el principio, de antemano él pregonaba la mentira de que los demócratas de alguna manera estaban amañando las elecciones... ¡cuando éstos aplicaron las reglas propias del sistema para darle posibilidades a la gente para votar en medio de una pandemia! Trump dijo repetidamente, antes de que se emitieran los votos, que iba a ganar y que la única manera que él pudiera perder iba a ser por fraude. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por suprimir el voto, a pesar de los esfuerzos por utilizar y controlar ilegalmente los recursos del gobierno para ayudar a la reelección de Trump, Biden ganó — de manera definitiva y, para cualquier persona que no esté amarrada en la fiebre-sueño fascista demencial propagada por Trump y sus aliados, de manera innegable.

Un sector del partido fascista y del aparato fascista tal vez hubiera pensado que era más sensato no cuestionar el resultado de estas elecciones particulares. Este sector incluía a McConnell y Pence, así como a otros. Consideraron que podían impulsar mejor este “proyecto” de pesadilla de otras maneras, a partir del control que ya se han tomado de grandes sectores de los tribunales (incluida la mayoría de la Corte Suprema), las legislaturas, sectores de las fuerzas armadas y varios otros elementos del estado (el ejército, la policía, la burocracia, etc.), y sobre esa base paralizar a Biden así como retomar el poder ejecutivo a una fecha posterior, sin perturbar demasiado la legitimidad del sistema a los ojos del mundo y del público en general dentro de Estados Unidos y sin tal vez suscitar una resistencia masiva.

Trump se pronunció violentamente en desacuerdo — insistió en presentar como la verdad un mundo inexistente en el que él ganó las elecciones y de alguna manera fue privado de la victoria por medio de este o aquel esquema imaginario descabellado. Soltaba diatribas de que esta situación iba a poner fin a “nuestro país”. Cuando no pudo salirse con la suya en los tribunales y en las legislaturas con un acto tan descarado de robo, se maniobró para movilizar a una turba el 6 de enero para hacerlo por la fuerza.

Afortunadamente, por ahora, se le han dado un revés.

Ahora, los desacuerdos entre Trump y otras figuras del partido republi-fascista son importantes — en el sentido de que la situación hace que haya mayores posibilidades de asestar una derrota decisiva al intento de golpe de estado fascista de Trump. Pero las raíces de este fascismo van más allá de Trump, y esas raíces continuarán afianzándose sin importar lo que le pase a Trump como individuo. Los sueños de que esta situación de alguna manera, de por sí y en sí, se evaporará como la fuerza impulsora en la vida política de Estados Unidos son sueños sin ninguna base en la realidad. Como Bob Avakian ha escrito:

Biden y los demócratas no pueden “hacer que se unifique el país”, como dicen falsamente, porque no puede darse ninguna “conciliación” con estos fascistas — cuyas “quejas” se derivan del resentimiento fanático contra cualquier limitación a la supremacía blanca, la supremacía masculina, la xenofobia (el odio por los extranjeros), el chovinismo pro estadounidense rabioso y el saqueo irrestricto del medio ambiente, y que se expresan cada vez más en términos literalmente lunáticos. ¡No puede darse ninguna “conciliación” con esto, salvo de acuerdo a los términos de estos fascistas, con todas las terribles implicaciones y consecuencias de hacerlo!

Segunda pregunta: ¿Y ahora qué?

Es imperativo que todos ustedes que resultaron sacudidos, molestos, enfurecidos, angustiados, privados de sueno durante horas e incluso días, o todo lo anterior a raíz de los acontecimientos del 6 de enero, busquen POR QUÉ ocurrieron estos acontecimientos, y excaven en busca de las raíces al nivel más profundo posible. Mientras ustedes lo hacen, el lugar en que hay que empezar es con el entendimiento sintetizado que ha desarrollado Bob Avakian (BA). Él ha estado haciendo sonar la alarma y analizando las causas subyacentes, las fuerzas impulsoras y las dinámicas centrales del fascismo en la sociedad estadounidense y en el sistema que lo sustenta desde al menos los primeros años de la década de 1990. Su análisis ha sido coherente y, al mismo tiempo, se ha profundizado constantemente a medida que se han desenvuelto los acontecimientos — y él ha dirigido en el desarrollo de diferentes iniciativas, con la participación de toda una gama de personas, en librar lucha contra el fascismo... aun cuando eso no era popular, y aun cuando eso entrañaba un riesgo de no poca monta. (Para conocer este análisis de BA, lea aquí.)

Más allá de eso, durante todo este período BA ha desarrollado una salida a esta locura — una estrategia para una revolución real, y sobre esa base la visión de una nueva sociedad, concretada en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la autoría de BA. Es un hecho que no existe en ningún otro lugar, en ningún documento de fundación o guía real o propuesto de ningún gobierno, nada que se parezca no sólo a las protecciones sino a las disposiciones para el disentimiento y la efervescencia intelectual y cultural que están encarnadas en esta Constitución, mientras que ésta tiene, en su núcleo sólido, una cimentación en la transformación socialista de la economía, con el objetivo de abolir toda explotación, y la correspondiente transformación de las relaciones sociales e instituciones políticas, para arrancar de raíz toda la opresión, y la promoción, por medio del sistema educativo y en la sociedad en su conjunto, de una orientación que “habrá de capacitar a las personas en buscar la verdad dondequiera que ésta conduzca, con un espíritu de pensamiento crítico y curiosidad científica y de esta manera aprender continuamente acerca del mundo y estar mejor capacitadas para contribuir a cambiarlo en conformidad con los intereses fundamentales de la humanidad”.

En momentos en que las estructuras y las dinámicas de este sistema —el capitalismo-imperialismo— han mostrado su ruindad total y peligrosa en lidiar con las pandemias gemelas de la Covid-19 y el fascismo, existe una alternativa real fundada en una profunda comprensión de las dinámicas del mundo real acerca de la forma en que es posible transformar las sociedades de manera fundamental por medio de la revolución, y que la humanidad puede emanciparse a sí misma. Ello es una enorme fuente de esperanza real, sobre una base científica.

También es imperativo que todos aquellos que resultaron sacudidos, y despertados, a raíz de los acontecimientos de los últimos meses busquen y se sumen a una comunidad de resistentes que, desde diversos puntos de vista, reconozcan que el fascismo es un fenómeno que no va a desaparecer y que hay que derrotarlo, mediante acciones no violentas de masas. Esa comunidad es Rechazar el Fascismo, que actualmente está organizando mesas redondas y otras formas que atraen y unifican a personas de diferentes perspectivas para explorar las cuestiones que esta situación plantea. Sobre esas mesas redondas, vea aquí, y para leer y firmar El Compromiso a la Gente del Mundo iniciado por Rechazar el Fascismo y enterarse de las diferentes formas de resistencia, vea aquí.

*  *  *

Las noches desveladas suscitan una pregunta: ¿te pones a descubrir por qué pasas la noche sin poder conciliar el sueño, y te pones a trabajar para entender y transformar lo que se te quita el sueño, y buscas y conversas con aquellos que han propuesto un camino de salida? ¿O buscas un retorno al entumecimiento y la acomodación?

La humanidad —y las generaciones por venir, si es que las habrá— está contando con lo que decidas hacer.


Amotinadores tipo MAGA (Hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza) ocupan el Frente Oeste del Capitolio antes de tomar por asalto el propio edificio, 6 de enero. Foto: AP

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y distribuir ampliamente

De RefuseFascism.org (Rechazar el Fascismo):

¡Trump y toda la cábala fascista tienen que marcharse ya!

Conversación de mesa redonda en inglés con: Rosie O’Donnell, Jason Stanley y Andy Zee. Con la anfitriona Sunsara Taylor.

 

 

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