Sobre Afganistán y la extrema opresión de las mujeres:
Un opresor no puede liberarnos de otro — ¡Necesitamos una revolución!
| revcom.us
Nota de la redacción: Lo siguiente se adaptó de “La retirada estadounidense de Afganistán: Tres lecciones y dos puntos básicos de orientación” publicado en revcom.us la semana pasada.
Como explican los artículos adjuntos Estados Unidos ha justificado en parte esta guerra como una guerra para “liberar a las mujeres de Afganistán”. Como también muestran estos artículos, aunque sí se produjeron algunas reformas significativas para una parte de las mujeres en las ciudades, la inmensa mayoría de ellas siguió estando brutalmente oprimidas y subordinadas en condiciones similares a las anteriores. Pero esta táctica logró movilizar el apoyo a esta guerra de parte de los sectores “progresistas” de la sociedad estadounidense, entre ellos muchos liberales y progresistas.
Una pregunta: ¿por qué alguien que se preocupa por la mitad femenina de la humanidad respaldaría al poderoso país que ocupa la cima de un sistema en el que millones de mujeres al año están atrapadas en la prostitución y la trata y esclavitud sexual... en el que el derecho al aborto, y pronto el control de la natalidad, está bajo constante asalto y ahora pende de un hilo... en el que la violación y otras formas de agresión ocurren constantemente contra las mujeres, y el odio y la denigración contra las mujeres impregnan la sociedad, adoptando un sinfín de formas, y en el que esos horrores adoptan una forma aún más concentrada en las propias fuerzas armadas que supuestamente fueron enviadas para “liberar” a las mujeres de Afganistán... en el que la discriminación en todas las esferas sigue sin freno... y en el que las superganancias que hacen posible el “nivel de vida” en los países imperialistas resultan desproporcionadamente del trabajo que se exprime a las mujeres amargamente explotadas del Sur global? ¿¡¿Por qué, a la hora de reconocer estos hechos, llamaría alguien a la gente a alinearse del lado de semejantes opresores tan grandes de las mujeres, con la expectativa de que dichos opresores pongan fin a la opresión de cualquier mujer, en cualquier lugar?!?
¿Y qué, en realidad, es lo que esta guerra trajo? La muerte, la destrucción y el horror —la inmensa mayoría de ello contra civiles— mucho más de lo que se hizo el 11 de septiembre de 2001. Para el agosto de 2016, la guerra estadounidense in Afganistán había dejado a unas 111.000 personas muertas y había dejado a más de 116.000 lesionados. La guerra ha forzado a casi cinco millones de personas a abandonar sus hogares. En las mazmorras establecidas por el ejército estadounidense, encarcelaron sin juicio y brutalizaron a innumerables afganos, incluidos dos prisioneros torturados hasta la muerte en la tristemente célebre prisión de Bagram. Un gobierno represivo y corrupto tras otro, todos impuestos y manejados por Estados Unidos, que perpetuaron y agravaron la miseria, la pobreza y el atraso obligatorio al que el pueblo afgano tiene que enfrentarse a diario. Afganistán se encuentra entre los 10 países más pobres del mundo: casi el 50 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y el 36 por ciento vive una “inseguridad alimentaria aguda”. Y sí, aunque hubo reformas en la situación de las mujeres, principalmente en las zonas urbanas, estas reformas para nada eran extensas. No golpearon las raíces de las relaciones patriarcales opresivas ahí, ni tenían eso como objetivo. En realidad, el cambio fundamental de la situación de las mujeres que se necesita en esta situación puede producirse únicamente a partir de una revolución comunista profunda, en la que desde el principio haya lucha contra esta opresión y en la que se desbrocen las raíces económicas, sociales, políticas e ideológicas.
¿Y cuáles son los resultados netos de las dos décadas de horrores que dejaron a miles y miles de muertos y destruyeron la vida de millones? En primer lugar, el control fundamentalista islámico bárbaramente patriarcal sobre Afganistán será fortalecido, al menos a corto plazo1. En segundo lugar, los imperialistas estadounidenses lograron movilizar, al menos temporalmente, a un sector de la población estadounidense que tiene impulsos progresistas para que apoyen la idea totalmente falsa, corruptora y profundamente nociva de que es posible presionar al gobierno de Estados Unidos para que “lleve la democracia” a otros países y que, por lo tanto, cuando estos carniceros pueden revestir sus guerras con estos ropajes, la gente debería apoyarlos.
Este sistema del capitalismo-imperialismo se ha construido sobre la base de la esclavitud y la supremacía blanca y atrocidades de diverso tipo, y sigue perpetrándolas, contra el pueblo negro, otros pueblos oprimidos y las masas de la humanidad en todo el mundo, lo que incluye la mitad de la humanidad que es del sexo femenino. Algunas personas afirman que la respuesta a esto es el islam, y en particular la yihad islámica fundamentalista. Pero eso no es la respuesta —no es una alternativa radical a este sistema y sus monstruosos crímenes— es, en sí, otra forma de esclavización, opresión y atrocidades contra las mujeres y las masas de personas en general. La respuesta es una revolución real —una revolución verdaderamente radical y emancipadora— la revolución comunista, para eliminar, por fin, toda opresión, en todas partes.
Bob Avakian
1. El caso es que la dinámica que se ha desenvuelto en Afganistán, y en importantes sectores del Medio Oriente, es exactamente lo que Bob Avakian describió en términos de los dos sectores anticuados que se enfrentan ahora mismo. Mientras Estados Unidos y otras potencias imperialistas lanzaban ataques horrorosos y represivos contra la población afgana, lo que ha ocurrido es un creciente apoyo al Talibán en oposición y resistencia a ello. La situación actual, con el Talibán a punto de tomar el control de Afganistán, con efectos horrorosos, es el resultado de más de 20 años de esta dinámica.