Los profesores…
David Horowitz y los nuevos camisas pardas
Revolución #042, 9 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us
El libro The Professors: The 101 Most Dangerous Academics in America (Los profesores: Los 101 académicos más peligrosos de Estados Unidos) de David Horowitz es la base ideológica de un ataque general y frontal contra el pensamiento crítico en las universidades y más allá.
No es una discusión abstracta de lo que se debe enseñar, estudiar o debatir. Busca reforzar un aparato represivo altamente integrado y extenso que ya está en movimiento, cuya meta es prohibir la discusión, el debate y el pensamiento crítico dentro o fuera de los salones de clase sobre los temas más importantes del día.
Horowitz ya ha presentado en 16 estados y en la Cámara de Representantes un proyecto de ley de una “Carta de derechos académicos” o ley de “Derechos estudiantiles” (según su portal frontpagemag.com) para imponer su concepción de ideas “peligrosas” con la fuerza del derecho.
Horowitz fundó el grupo “Estudiantes pro libertad académica”. Dichos estudiantes están grabando clases, delatando a sus profesores y pidiendo que los juzguen en tribunales por sus ideas y por lo que enseñan.
Poderosas fuerzas, como el fascista cristiano Pat Robertson, promueven el libro y azuzan a su público a un frenesí de indignación.
Redes de camisas pardas y una ley de censura
En la universidad Santa Rosa College de California, los estudiantes republicanos que le hacen propaganda a la “Carta de derechos académicos” de Horowitz colgaron estrellas rojas y copias de una ley estatal contra el “adoctrinamiento” comunista en la puerta de diez profesores. Prepararon una declaración de prensa que dice: “Creemos que ciertos profesores han violado las leyes de California”. Un profesor de la lista dijo que “nunca he enseñado nada sobre Marx y nunca he leído nada de Lenin”, pero que a un estudiante le molestó lo que dijo sobre la guerra de Irak. (periódico Santa Rosa Oak Leaf,2 de marzo de 2005)
En la Universidad de California en Los Ángeles, un grupo estudiantil fundado por un socio de Horowitz, Andrew Jones, ofreció una recompensa de $100 a los estudiantes que espíen a los profesores progresistas y graben sus conferencias. Ante la indignación popular, Jones retiró la recompensa pero siguió grabando a los profesores. Pidió a los estudiantes que delataran a cualquier maestro “que no se cansa de hablar del presidente Bush, la guerra de Irak, el Partido Republicano u otro tema ideológico que no tiene nada que ver con la clase. Puede ser de una clase anterior o actual. Si nos ayudas a destapar a ese profesor, te pagaremos". Horowitz se distanció de Jones, pero solo porque su campaña contra los profesores no era un buen ejemplo de "cómo montar una campaña de libertad académica". Nótese la descripción totalmente errónea de que es una campaña de libertad académica. (“Universidad de California: Inquisición a profesores”, Revolución #33, en revcom.us)
Cuando un estudiante grabó una clase y acusó a una profesora navajo de ciencia política de Colorado de “atacar a los republicanos”, ella se vio obligada a grabar todas sus clases para protegerse. No es difícil imaginar el impacto negativo que tiene eso en las discusiones. La profesora recibió amenazas de muerte (“matemos a la puta comunista”) cuando un estudiante y ex infante de marina publicó un artículo contra ella en la revista de Horowitz. A raíz de las amenazas, sus estudiantes la tienen que acompañar al carro después de la clase ("A Liberal Professor Fights a Label", Jennifer Jacobson, The Chronicle of Higher Education,26 de noviembre de 2004)
El espionaje y las inquisiciones que “inspiró” Horowitz en las preparatorias llevaron a la suspensión de un maestro que dijo en clase: “Se parece mucho a lo que decía Adolfo Hitler… Nosotros siempre tenemos la razón, todos los demás son unos retrógrados y es nuestro deber conquistar el mundo”. También les dijo que Estados Unidos es “el país más violento del planeta” y que no tenían que estar de acuerdo con él. En un excelente ejemplo de resistencia, 150 estudiantes protestaron contra la suspensión del maestro con un paro. Uno dijo: “Es uno de los mejores maestros. Es honesto y eso es lo que hace falta”.
En una carta para recaudar fondos, Horowitz acusó al maestro de “abuso de menores” y dijo que es un buen ejemplo de por qué se necesita la “Carta de derechos académicos”. En el programa de televisión 700 Club de Pat Robertson, Horowitz respondió así al regreso de ese valiente maestro al salón de clase: “Tengo una carta de derechos académicos y tenemos proyectos de ley en una docena de estados. Habrá audiencias en Pensilvania sobre la libertad académica. Acabo de regresar de Kansas, donde también celebrarán audiencias. La idea es arrojar luz sobre lo que está pasando. Lo que hacen ustedes en el 700 Club es un elemento muy importante del proceso. Si nos dedicamos a contraatacar, podemos cambiar la situación muy rápidamente porque, aunque se requiere mucho tiempo para cambiar el profesorado, podemos obligarlos a portarse mejor. No se debe permitir que un maestro de preparatoria diga cosas así sobre la política. Desgraciadamente el distrito escolar no respondió como es debido. El maestro ha regresado al salón de clase a pesar de que demostró que no entiende la responsabilidad que tiene un maestro”.
En su programa, Robertson le hace publicidad a Los profesores…Repitió las barbaridades de la portada: “¡Son racistas, homicidas, pervertidos sexuales y partidarios de Al Qaeda! ¡Y ahora son los profesores de sus hijos universitarios!”. Agregó: “Son comunistas de hueso colorado. Son puros comunistas. Unos son homicidas”. Advirtió a sus televidentes: “¡Que no le laven el cerebro a sus hijos y además les den una paliza! ¡Les dan palizas! ¡Los amilanan!”. (El video del programa está en el website de People for the American Way. Las citas de Horowitz son de CBN.com).
No es cuestión de “equilibrio” ni de libertad de palabra
Horowitz dice que solo está atacando a los profesores que “aprovechan su autoridad para obligar a los estudiantes a adoptar su política”, pero el libro no se limita a lo que pasa en el salón de clase. Por ejemplo, la sección sobre el profesor Noam Chomsky menciona que enseña idiomas modernos y lingüística. Pero las cuatro páginas de ataques contra él mencionan sus actividades y escritos fuera de la clase y no dicen nada sobre lo que hace en la clase. Lo mismo sucede con casi todos los profesores de la lista.
El libro tampoco respeta el supuesto principio de Horowitz de que “no nos importa si el profesor es liberal o conservador. Lo que nos importa es que se porte de manera profesional; que no adoctrine a sus estudiantes sino que los eduque”. (carta del website del grupo de Horowitz studentsforacademicfreedom.org)
No hay ni un solo profesor conservador, reaccionario o fascista en Los profesores… Los 101 profesores representan una amplia gama de perspectivas y campos académicos. Hacen investigaciones y contribuyen ideas desde perspectivas políticas distintas sobre la “guerra contra el terror”, la represión interna, la supremacía blanca, el fundamentalismo cristiano y la opresión de la mujer y de los gays. El libro acusa de terrorismo a los expertos que estudian y escriben sobre el Medio Oriente desde varias perspectivas. Otros profesores “peligrosos”, según el libro, critican el capitalismo, la avaricia y la globalización, y hablan a favor de explorar e investigar las alternativas. ¡En pocas palabras, es un ataque contra el pensamiento crítico, el debate y la búsqueda de la verdad acerca de los temas más importantes que encaran los estudiantes y la sociedad!
Un programa de supremacía blanca
En la lista de profesores “peligrosos” figuran académicos afroamericanos prominentes de una variedad de perspectivas y campos de estudio: Derrick Bell, profesor de derecho; Mary Frances Berry, ex miembro del gabinete de Clinton; Kathleen Cleaver; Michael Eric Dyson, escritor; Amiri Baraka, poeta; bell hooks; Manning Marable; y muchos más. También hay ataques contra otros académicos negros prominentes que no figuran en la lista, como Cornel West.
Los profesores… ataca a los que han contribuido al estudio de la esclavitud, la aparcería y la discriminación actual contra los afroamericanos. Eric Foner, que ha documentado las promesas y la traición del período de la Reconstrucción, figura en la lista. También están muchos profesores latinos. Demos un vistazo a los hechos que Horowitz asocia con esos profesores “peligrosos”:
“Las acciones de Colón iniciaron la era de colonialismo moderno, violación, saqueo, genocidio, destrucción cultural, esclavitud y devastación económica y ambiental”. (p. 51)
“La esclavitud es un ejemplo de lo que ha hecho la América blanca y un recuerdo constante de lo que podría volver a hacer”. (p. 60)
Sin la acción afirmativa “una cantidad desproporcionada de estudiantes latinos no tendrá la oportunidad de estudiar en las universidades”. (p. 153)
Imagínense una universidad donde no se permita mencionar esas verdades dentro o fuera de los salones de clase, y entenderán una parte importante del plan de Horowitz. Otra parte se puede ver en su obsesión por atacar la demanda de indemnizaciones por la esclavitud de los negros y su idea de que ellos “están endeudados a América”. En una total distorsión de la historia de la esclavitud, el terror del Ku Klux Klan, la discriminación y la criminalización, sacó una serie de desplegados en periódicos universitarios diciendo: "¿Por qué los negros y sus líderes no dan las gracias por esos beneficios?”.
Acusa de “terrorismo” a los que se oponen a la guerra
En el ambiente amistoso del 700 Club, Horowitz explicó un tema principal del libro: los que se oponen a la guerra de Irak apoyan el terrorismo: “Calculo que hay de 50,000 a 60,000 profesores radicales que quieren que los terroristas ganen y nosotros perdamos la guerra contra el terror. Piensan que los terroristas son luchadores de libertad y que América es una potencia imperialista que oprime a los pueblos del tercer mundo, y que somos la causa de los ataques”.
En el libro, ataca declaraciones como la siguiente: “¿Qué mayor abdicación de responsabilidad hay, como ciudadano y profesor, que quedarse callado ante lo que está pasando en Guantánamo, Abu Ghraib y Faluya?” (p. 76) Y: “Levantemos el velo del discurso oficial de llevar libertad y democracia al mundo, y se verá el sufrimiento de los pueblos que tienen que vivir con la realidad de la política exterior de Washington”. (p. 239)
Otra declaración “peligrosa”: “Lo que motivó la invasión de Irak no fue la autodefensa sino sueños de hegemonía: controlar el petróleo, desplegar una fuerza militar permanente que podría eliminar virtualmente toda competencia geopolítica en el Golfo, y cercar e invadir a Irán”. (p. 248-249)
Cualquier universidad que prohíba la discusión de esos temas sería un ambiente escandalosamente represivo.
Prohibido: Cuestionar la represión, la globalización, la avaricia o el capitalismo
Los profesores…ataca una amplia gama de estudios o críticas del capitalismo, como:
“Los cambios estructurales como resultado de la globalización han llevado a mayores disparidades económicas entre ricos y pobres. Como consecuencia, las mayores concentraciones de pobreza se encuentran entre los alumnos de las escuelas públicas urbanas y los grupos raciales oprimidos”. (p. 63)
Y:
“Tenemos que aclarar los lazos entre el capitalismo estadounidense, la conquista global y las visiones imperiales…”.
Prohibir tal discusión es prohibir la exploración de temas fundamentales. De hecho, Horowitz ataca casi toda investigación seria de la situación mundial, como la siguiente tesis sobre la represión en Estados Unidos y el peligro de que empeore: “Con un secretario de Justicia como John Ashcroft, los planes globales estadounidenses conducen a una mentalidad protofascista dispuesta a recurrir a métodos extremos para lograr sus metas. Sin ser paranoicos, esa es la mentalidad que puede concebir un incidente como la quema del Reichstag como pretexto para aumentar el control estatal de presuntas islas de resistencia”. (p. 161; la quema del Reichstag fue el pretexto con que Hitler aplastó la oposición a su gobierno)
Se necesita mucho más pensamiento crítico en las universidades
Las perspectivas, verdades y preguntas que Horowitz quiere prohibir demuestran lo reaccionario que es su programa. No es una campaña a favor de “libertad de expresión”, “libertad académica” o una “carta de derechos para los estudiantes”; es un elemento muy peligroso del programa general de guerra y represión del sistema.
El ataque de Horowitz ocurre en un contexto de profundo cuestionamiento sobre el rumbo de esta sociedad. El gobierno está aumentando la intervención telefónica y electrónica, espiando lo que se lee en las bibliotecas y encarcelando solo porque lo manda el presidente. En ese contexto, la meta de Horowitz no es plantear y debatir tales sucesos sino todo lo contrario: aplastar el pensamiento crítico en las universidades y más allá. Los temas que busca prohibir tienen que ser el centro de discusión, debate, lucha y, a fin de cuentas, acción, de costa a costa.
Horowitz sobre la inteligencia de la mujer
En el último capítulo de Los profesores…, Horowitz defiende la declaración del ex presidente de la Universidad Harvard, Lawrence Summers, de que las mujeres están excluidas de altas posiciones en el campo científico debido a “diferencias de aptitud”. Dice que “las declaraciones de Summers representan las conclusiones de un gran conjunto de pruebas y opinión neurocientíficas”. Lo documenta con una nota de pie de página que parece citar un estudio fidedigno, pero en realidad es de un debate entre dos psicólogos de Harvard sobre los comentarios de Summers.
En realidad, las opiniones de Summers no representan el conjunto de pruebas científicas, y ni siquiera una idea “alternativa” verosímil.En una declaración sobre Summers, el Consejo de la Asociación Estadounidense de Sociología decía: “Los patrones más convincentes de investigación demuestran que las aptitudes humanas, medidas por el éxito en el trabajo, son moldeadas por influencias sociales e interactúan con ellas”. Los presidentes de las universidades Stanford, Massachusetts Institute of Technology y Princeton (dos de ellos científicas) dijeron que la afirmación de Summers es un “mito”. Muchos estudios académicos —con “las metodologías y normas profesionales aceptadas” que supuestamente defiende Horowitz, menos cuando no concuerdan con su política e ideología reaccionarias— también la refutan.
Debate: Horowitz vs. Churchill
Al cierre de esta edición el website del grupo estudiantil de Horowitz ha anunciado un debate entre Ward Churchill, profesor de la Universidad de Colorado, y Horowitz el 6 de abril a las 8 p.m. en el auditorio Jack Morton de la Universidad George Washington en Washington, D.C.
Churchill surgió como una figura importante de la batalla sobre el pensamiento crítico en las universidades cuando poderosas fuerzas reaccionarias (del gobernador de Colorado al telepresentador Bill O’Reilly) pidieron que lo despidieran por un comentario que hizo después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
El website de Horowitz escribió que “Churchill es típico de la izquierda académica que odia a América: una quinta columna que representa una amenaza a nuestra supervivencia tan grave como Osama bin Laden y Al Qaeda. Los alborotadores de los años 60 son los profesores de hoy. Han moldeado universidades que le hacen eco a su mentalidad. Las facultades de estudios de la mujer, estudios afroamericanos, estudios hispanos, estudios étnicos, estudios gay y lesbiana son pretextos de adoctrinamiento neomarxista (donde la raza, el género o la sexualidad sirve de sustituto para las “clases”)…”.
Emma Pérez, la nueva presidenta de la facultad de Estudios étnicos que remplazó a Churchill cuando lo despidieron, dijo lo siguiente sobre los ataques a Churchill en un comentario en Counterpunch: “Tiene que quedar muy claro lo que está en juego. Va mucho, mucho más allá de un ataque individual contra Ward Churchill. Es una estrategia nacional cuidadosamente preparada de antemano que lleva tiempo buscando un caso para sentar un precedente. Han encontrado una situación muy favorable en el caso de Ward y en el clima post 11 de septiembre. Igual que en otros campos, quieren desmantelar los puntos de apoyo estructurales (libertad académica, titularidad, estudios étnicos) que los movimientos sociales ganaron para la gente de color y los intelectuales liberales y progresistas en las universidades en los años 60 y 70… Esta es una lucha para hacer historia”.