Issue and Date
Revolución #81, 11 de marzo de 2007
ADVERTENCIA:
La nazificación de las
universidades estadounidenses
“... los profesores universitarios son el eslabón débil de la respuesta de América al ataque [del 11 de septiembre del 2001]... La historia nos enseña que cuando los intelectuales de una nación no quieren defender su civilización, cooperan con sus adversarios”.
American Council of Trustees and Alumni
(ACTA, grupo de rectores de universidades y exalumnos),
informe de diciembre de 2001
“... así como durante la guerra fría, cuando había una izquierda muy grande que apoyaba al enemigo comunista, ahora tenemos una izquierda aun mayor (porque la izquierda ‘progresista’ y comunista se ha unido a los musulmanes radicales para crear una quinta columna [enemigo entre nosotros] en este país) que desea nuestra derrota en esta guerra y en la guerra contra el terrorismo en general... De hecho, sus ‘críticas’ [se refiere a Noam Chomsky, Howard Zinn, Eric Hobsbaum y Todd Gitlin] han influido en el islam radical. Los seguidores de Bin Laden y Zarqawi siguen la línea ideológica de la izquierda estadounidense en el aspecto laico de sus acusaciones a Estados Unidos”.
David Horowitz,
Frontpagemag.com,
4 de julio de 2005
|
El título de esta sección especial de Revolución — ADVERTENCIA: La nazificación de las universidades estadounidenses — no se escogió a la ligera. Está en marcha un proyecto de fuerzas políticas derechistas y fascistas cristianas, concentradas hoy en el gobierno de Bush, que busca reorganizar las instituciones de educación superior y convertirlas en socios directos del imperio, la represión y la teocracia (un gobierno basado en la religión).
La mayoría de la población no se da cuenta del alcance ni de la magnitud de este ataque creciente contra el disentimiento y el pensamiento crítico en las universidades, ni de la visión de la sociedad y la universidad de quienes lo están llevando a cabo. Pero esta ofensiva ya ha causado daño y sigue adelante con una determinación peligrosa.
A la cabeza de esta arremetida están David Horowitz, quien dirige el Centro para el Estudio de la Cultura Popular y la revista electrónica FrontpageMag.com, y el American Council of Trustees and Alumni (ACTA), un grupo conservador de “vigilancia” académica fundado por Lynne Cheney, la esposa del vicepresidente. Están luchando sistemáticamente para transformar las universidades en varios planos:
Primero, quieren convertir la administración universitaria en un instrumento de coacción y control de los profesores y estudiantes, mediante intimidación, amenazas y purga de pensadores disidentes, cuando se requiera; y dejar que los académicos bajo ataque se las arreglen por su cuenta.
En otro plano, quieren que la universidad sea una zona de adoctrinamiento incuestionable, con límites severos al discurso permitido; se proponen silenciar a los profesores que hacen denuncias o debaten temas polémicos; y restringir y eliminar los programas, como Estudios Afroamericanos o de la Mujer, que desafían y refutan la narrativa oficial de la historia estadounidense y de la desigualdad y el desequilibrio del mundo actual.
En un plano muy fundamental, quieren romper el compromiso de la universidad con el discurso racional y científico, y evitar que oriente la sociedad en esa dirección. Los intentos de los fascistas cristianos de introducir el “diseño inteligente” en las universidades, confundir y borrar la distinción entre la ciencia y la religión, y enseñar y movilizar a una generación de proponentes de la “ciencia creacionista” son una manifestación importante y peligrosa de esto.
El objetivo general de este ataque contra el disentimiento y el pensamiento crítico es transformar el funcionamiento de la universidad, su vida interna y su influencia social. Si este proyecto reaccionario logra implantarse, las universidades terminarán preparando a estudiantes que tendrán muy poca (o ninguna) oportunidad de pensar críticamente para vivir en una sociedad cualitativamente más represiva que lo que se haya visto en este país.
Precisamente en estos momentos, el pensamiento crítico y el disentimiento son más necesarios y urgentes que nunca; precisamente en estos momentos, se deben fomentar no simplemente la ciencia, sino el método científico, el método de pensar que se necesita para poder conocer el mundo.
Estos fenómenos, por ejemplo el crecimiento de un movimiento derechista de estudiantes agresivos en las universidades, tienen paralelos alarmantes con la experiencia de Alemania a finales de los años 20 y comienzos de los 30 del siglo pasado (ver el artículo acompañante). La situación actual tiene ciertos aspectos distintos, pero se encamina en una dirección muy peligrosa. Debemos aprender de la historia y no dejar que esta ofensiva reaccionaria siga cobrando fuerza, porque después será mucho más difícil pararla.
Por otro lado, la seriedad de la situación en las universidades plantea serias preguntas acerca de la sociedad que la ha generado; y la resistencia a esa situación podría ser parte y fuente de inspiración de un amplio movimiento que se oponga a toda la dirección de la sociedad, con la guerra contra el mundo y el programa fascista interno. Hay mucho en juego.
Señales y precedentes peligrosos
Esta ofensiva multifacética ya ha tenido muchos efectos:
* Se han montado campañas amarillistas contra profesores disidentes y radicales; el ataque al catedrático Ward Churchill, profesor de Estudios Amerindios de la Universidad de Colorado en Boulder, es el ejemplo más extremo. Importantes agentes derechistas y políticos republicanos se unieron a Bill O’Reilly y el resto de la “máquina de ruido” republicana para crear una histeria nacional que ha tenido un impacto dramático y duradero. La campaña le dice a los académicos: los análisis críticos sobre las causas del 11 de septiembre y el papel mundial de Estados Unidos pueden considerarse herejías y, por consiguiente, a los profesores culpables se les puede castigar quitándoles su tribuna, su carrera y hasta la seguridad personal.
* Los derechistas de la radio y la internet identifican y calumnian a profesores progresistas, quienes después reciben correos electrónicos y amenazas de muerte. Al estilo de la Inquisición, se publican listas de profesores radicales y “peligrosos” en libros de alta visibilidad como The 101 Most Dangerous Professors (Los 101 profesores más peligrosos); otras listas circulan en cada universidad. De esa manera, alertan a una base social conservadora y fundamentalista religiosa de que en su seno hay una “amenaza traidora”.
* Los ataques a los profesores que estudian el Medio Oriente, que llegaron a un punto crítico en la Universidad Columbia a finales del 2004, tienen el propósito de crear un ambiente en que las críticas a la conducta de Estados Unidos en el Medio Oriente o en otras partes se consideren apoyo al “enemigo terrorista”; asimismo, cualquier crítica del estado de Israel se considera antisemitismo. Al poeta irlandés Tom Paulin y al profesor de la Universidad de Nueva York Tony Judt les cancelaron presentaciones públicas porque han criticado el tratamiento israelí a los palestinos. El académico progresista y antisionista Norman Finkelstein, autor del libro The Holocaust Industry (La industria del holocausto), es víctima de una campaña derechista para impedir que obtenga una cátedra con titularidad en la Universidad DePaul o en cualquier otra institución.
* Los grupos como Campus Watch (sionista y derechista) y Students for Academic Freedom (Estudiantes pro Libertad Académica, creado por Daniel Pipes y David Horowitz) organizan estudiantes reaccionarios en universidades por todo el país (en la Universidad de California en Los Ángeles les ofrecieron recompensas monetarias por un tiempo). Esos grupos acosan, hostigan, espían y vigilan a los profesores progresistas e izquierdistas. En la Universidad Columbia, han atacado a estudiantes que protestaban contra una presentación del líder de los Minutemen, un grupo paramilitar y antimigrante. Todo eso hace pensar en una versión estadounidense de la Juventud Nazi.
* El gobierno impone restricciones al pensamiento crítico en las universidades. Los republicanos han presentado la Carta de Derechos Académicos de David Horowitz (ARBOR) en el Congreso y en las legislaturas de por lo menos 23 estados para que sea ley. Esa Carta propone reglas para todos los profesores bajo la rúbrica de un plan de estudios “imparcial y equilibrado”. En Florida, propusieron darles a los estudiantes el derecho de entablar demandas contra profesores que mencionen temas polémicos “inapropiados” o planteen dudas sobre la oposición creacionista a la evolución (Democracy Now!, 6 de abril de 2005). En Arizona, un comité del senado estatal hace poco aprobó un proyecto de ley que prohíbe que los profesores de las universidades públicas aboguen por “una u otra posición en polémicas partidarias sobre asuntos sociales, políticos o culturales” (insidehighered.com, 19 de febrero de 2007).
Puntas de lanza del ataque
David Horowitz es un izquierdista de los años 60 que se volvió ideólogo derechista. Se describe como defensor de los estudiantes y profesores conservadores que son víctimas de la "persecución" de una "dictadura izquierdista". Esa “dictadura” supuestamente se apoderó de las universidades, les está metiendo ideas radicales a los estudiantes e impide la contratación de académicos conservadores. Dice que ARBOR es un esfuerzo de llevar "equilibrio" y diversidad al mundo académico, por la fuerza de la ley. (Ver el artículo "La derecha pide 'equilibrio' en el sistema educativo: Un pretexto para el adoctrinamiento")
En realidad, eso de que "la izquierda se ha apoderado" de las universidades es un cuento, y muy pocos profesores o estudiantes lo creen. Por eso a Horowitz lo consideran descabellado en vez de amenazador.
Pero este tipo, que se describe como "ariete" del contraataque a la izquierda, de ninguna manera es una "víctima". Desafortunadamente, tampoco es irrelevante. Es un agente político reaccionario bien conectado a la cúpula del poder. Horowitz trabaja de la mano con Karl Rove y altos dirigentes del Partido Republicano, así como con poderosas figuras de los servicios de espionaje (James Woolsey, ex director de la CIA), el Departamento de Justicia (Edwin Meese, ex secretario de Justicia), personajes radiales derechistas (Rush Limbaugh y otros) y dirigentes del movimiento fascista cristiano (Pat Robertson).
Las acusaciones de que en las universidades rige una “tiranía” izquierdista le endulzan el oído al enorme y creciente movimiento de evangelistas y fundamentalistas cristianos. A estos les gusta decir que todavía se encuentran en el coliseo peleando con los leones, cuando en realidad su religión es cuasioficial.
Además, la campaña de Horowitz es sumamente racista. Lanza ridículo intelectual y vilipendio político contra los especialistas de las facultades de estudios étnicos afroamericanos y de otras nacionalidades. En la primavera del 2001, Horowitz sacó desplegados en periódicos universitarios por todo el país contra las solicitudes de indemnización a los afroamericanos por los horrores de la esclavitud. Preguntaban: “¿Y qué me dicen de la deuda que los negros tienen con América?”. Imagínense las consecuencias de restaurar la legitimidad de tales declaraciones de supremacía blanca y la posición de dominación que ocupaban en las universidades, esta vez con el pretexto del “equilibrio” académico.
Otra punta de lanza del ataque contra el pensamiento crítico es el grupo de rectores de universidades y exalumnos ACTA (American Council of Trustees and Alumni). Después de los ataques del 11 de septiembre del 2001, ACTA publicó una lista de 117 declaraciones de profesores y estudiantes que considera “moralmente ambiguas”, “antiamericanas” o las dos. Un ejemplo es la siguiente: "Debemos construir puentes y relaciones, y no solo bombas y muros".
ACTA trabaja especialmente con legisladores republicanos y exalumnos conservadores (y se jacta de que entre sus miembros figuran los gobernadores de Nueva York y Colorado, que condenaron públicamente a Churchill en el 2005 y pidieron despedirlo). ACTA dice que es la mayor fuente de fondos no gubernamentales destinados a las universidades. Moviliza al sector adinerado e influyente de la derecha para ejercer control de las universidades por medio del control de los fondos gubernamentales y particulares, y de la selección de los consejos directivos (que nombran a los presidentes universitarios).
Todo lo que hace es muy deliberado. Cuando la presidenta de la Universidad de Colorado comentó que se estaba creando una atmósfera macartista en relación con Ward Churchill, la presionaron hasta que renunció. La reemplazaron con Hank Brown, un cofundador de ACTA. Ahora Brown tomará la decisión sobre el despido de Churchill. Cuando el gobernador Jeb Bush de Florida abolió el consejo directivo del sistema universitario y lo reemplazó con un consejo en cada universidad en el 2001, invitó al vicepresidente de ACTA a dar la principal charla en las sesiones de orientación. (WorkingForChange.com, 19 de noviembre de 2001)
¿Por qué hacen esto ellos?
No hay un solo "ellos". Por el contrario, existe una gama de poderosas fuerzas políticas y sociales (en la clase dominante y la sociedad en general) con programas distintos pero que coinciden en parte. Lo que los une es el reconocimiento de que en las últimas décadas, miembros de la generación de los años 60 han entrado a las universidades, obtenido cátedras, ganado cierta influencia en el mundo académico, y escrito obras que refutan la versión oficial de la historia de Estados Unidos y su papel en el mundo. Tales obras progresistas no predominan en las universidades hoy, pero ese reto intelectual es muy positivo y es precisamente el papel social que deben desempeñar las universidades.
Pero desde la perspectiva de los reaccionarios, es intolerable. No quieren que los que entren a la universidad descubran que el mundo "aislado" de donde salieron no concuerda con el mundo como realmente es. Todavía hay espacio para el pensamiento crítico en el mundo académico y otras partes de la sociedad, y a los ojos de los reaccionarios eso es una fuente de contaminación. Quieren eliminarlo. Desde hace tres décadas, la batalla para cambiar las universidades es un frente crítico de la guerra cultural/intelectual que está librando la derecha. Para ella la situación en las universidades es una causa del "deterioro cultural y moral" y una fuente de "deslealtad" que debilita la voluntad nacional.
La campaña de transformación radical de las universidades cobró fuerza y ferocidad tras el 11 de septiembre del 2001.
El gobierno de Bush tiene grandes ambiciones para reconfigurar el mundo y establecer un imperio indiscutible e indisputable que dure décadas. Lo está haciendo en un período de grandes cambios y trastornos en el mundo y en la sociedad estadounidense. Las fuerzas de la cúpula de la clase dominante necesitan forjar cohesión social en una sociedad cada vez más diversa y sobre una base muy distinta a la que ha prevalecido hasta hoy. Buscan imponer nuevas normas sociales cuya base es la moral fundamentalista, una visión religiosa, absolutista y anticientífica de la realidad y de cómo se adquiere el conocimiento, y una política agresiva de "dios y patria". Han iniciado una época represiva con la Ley Patriota, espionaje e intervenciones telefónicas sin restricciones, advertencias a "tener cuidado con lo que diga" (como dijo el vocero de Bush tras el 11 de septiembre) y tortura "si decimos que la necesitamos".
En este contexto, en una situación donde esa visión de la sociedad tiene mucho poder y mucha iniciativa hoy, poderosas corrientes empujan a las universidades a funcionar de una manera distinta. El pensamiento crítico, el disentimiento y los valores académicos que fomentan una búsqueda sin trabas de la verdad dondequiera que se encuentre están en conflicto con este programa político e ideológico extremista.
Bob Avakian, en su análisis de los objetivos centrales de este ataque organizado contra el mundo académico, ha subrayado que el programa imperialista actual no resiste el escrutinio del pensamiento crítico y la búsqueda racional de la verdad. Por eso, los proponentes de ese programa tienen que cambiar la definición de la verdad y de cómo encontrarla. Tienen que prohibir y declarar inaceptable el pensamiento crítico y el disentimiento que ponga en duda los pretextos, ya sea de una medida en particular o de los cimientos de todos esos pretextos. (Exhortamos a escuchar la charla grabada “'Balance' Is The Wrong Criterion – And A Cover for a Witch-hunt – What We Need is the Search for the Truth: Education, Real Academic Freedom, Critical Thinking and Dissent" [Lo del “equilibrio” es para despistar… y justifica la represión en las universidades. Lo que necesitamos es la búsqueda de la verdad: La educación y una auténtica libertad académica, pensamiento crítico y disentimiento]).
Las universidades "liberales" e "izquierdistas" son un blanco especial de esa campaña por su papel como centros de pensamiento crítico y disentimiento; para forjar un movimiento estudiantil derechista; y para azuzar prejuicios contra lo intelectual, lo laico y lo modernista. Por otro lado, el creacionismo disfrazado de "diseño inteligente" se ha vuelto más común y el gobierno de Bush somete a pruebas religiosas y políticas la investigación científica que recibe fondos federales. (Ver las declaraciones "Defender la ciencia" y "Restaurar la integridad de la ciencia al proceso político").
Todo esto explica por qué decimos que este ataque al pensamiento crítico y el disentimiento es una "nazificación" de las universidades. No son incidentes aislados sino parte de un programa coordinado para hacer que las universidades se ajusten al proyecto de conquista imperial y reconfiguración social en una dirección fascista.
Ecos históricos: El "macartismo" y la Alemania nazi
Por eso también creemos que la situación de hoy es potencialmente más peligrosa que la de la época de McCarthy, aunque hasta la fecha no hemos experimentado las peores infamias de esa época. A finales de los 50, purgaron a miles de profesores de las universidades y la vida pública en general con el pretexto de una amenaza de guerra con la Unión Soviética. No se podía permitir oposición a esa agenda. A pesar de que no estalló la guerra, de todos modos sacaron a los profesores progresistas.
Hoy, cuando están librando una "guerra contra el terrorismo" que "durará generaciones", y cuando están socavando los principios laicos fundamentales del país (que han perdurado 200 años) y derechos básicos como el hábeas corpus… existe el potencial de que surja una situación mucho peor que hace 50 años… si no nos movilizamos para impedirlo. Una lección importante de la época macartista es que las "salvaguardas" de la libertad académica no impidieron que pasara. De hecho, la diversidad y efervescencia intelectual no regresaron a las universidades sino hasta que estallaron las luchas y rebeliones de los años 60.
El programa actual de reestructurar las universidades tiene fuerte apoyo de un sector poderoso de la clase dominante, y ningún otro sector tiene un programa coherente alternativo para confrontarlo. Esta situación tiene muchas semejanzas a la República de Weimar en Alemania, en los años 20 y comienzos de los 30, que precedió la toma del poder de Adolfo Hitler. Tal como los socialdemócratas de ese período en Alemania, los dirigentes actuales del Partido Demócrata no son capaces ni están dispuestos a desafiar la dirección en que el núcleo dominante está llevando al mundo ni la reconfiguración social que considera necesaria.
Así, se redobla la ofensiva contra el pensamiento crítico; se moviliza a millones de fundamentalistas cristianos en torno a una ideología fascista, absolutista y apocalíptica; y se preparan nuevas guerras criminales.
El reto
El reto ante los directores, los profesores y, especialmente, los estudiantes universitarios es confrontar este ataque… en unidad con amplios sectores sociales. Tenemos que defender a Ward Churchill y otros académicos que están bajo ataque y, en general, defender el derecho de los profesores a disentir y tener ideas radicales. Es sumamente importante que la nueva generación defienda la búsqueda sin límites de la verdad, la efervescencia intelectual y el disentimiento. De una u otra manera, la lucha en torno a la vida universitaria e intelectual tendrá repercusiones profundas en el futuro de la sociedad estadounidense y las posibilidades de forjar una sociedad totalmente nueva.
Como decimos en el artículo "La nazificación de las universidades por Hitler": "Hoy, los fuertes ataques contra las ideas radicales y el pensamiento crítico en las universidades deben dar la alarma. ¿CUÁNDO es hora de actuar para cambiar el curso de los acontecimientos? En Alemania, ¿era a comienzos de los años 30, antes de que Hitler 'llegara a ser Hitler' en el sentido más completo y en la forma más horripilante, o DESPUÉS? ¿Es prudente descartar esas lecciones históricas, en este contexto, o sacar las debidas lecciones de esa experiencia amarga y actuar antes, y no después, cuando sea demasiado tarde?".
No cabe duda de la lección… y del reto.
Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.