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Revolución #110, 25 de noviembre de 2007
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Los 6 de Jena, los dogales y por qué necesitamos una revolución
¡Basta ya! Esta declaración se oyó el 16 de noviembre cuando miles de manifestantes —en su mayoría negros— marcharon alrededor del tal llamado “Departamento de Justicia” en Washington, D.C., y corearon: “¡Si no hay justicia, no habrá paz!”. Los manifestantes se oponían a toda una oleada de opresión contra los negros: en particular, la epidemia de asesinatos policiales y la justicia desigual; las acciones judiciales (y persecución) de los 6 de Jena; y los dogales que han aparecido en respuesta a la lucha de libertad para los 6 de Jena, ante los cuales las autoridades se hacen de la vista gorda.
El mitin en Washington ocurrió dos meses después de la marcha de decenas de miles de personas en Jena, Louisiana, el 20 de septiembre. No se ha visto nada parecido —nada con ese espíritu, participación o resolución— desde hace mucho, mucho tiempo. En cuanto a la situación del pueblo negro, ha habido demasiado silencio en Estados Unidos. Pero ahora un gigante durmiente se está despertando.
La batalla de libertad para los 6 de Jena ha arrojado una luz sobre la realidad de la situación de los negros en este país: un árbol “solo para blancos” en el patio de una escuela. Dogales colgados del árbol. Y cuando unos estudiantes negros se oponen, el sistema contraataca con viles acusaciones penales contra los 6 de Jena. Esta es la realidad de Estados Unidos en el 2007.
El contraataque reaccionario: Dogales aparecen como demonios que vuelven a la vida en una película de horror: Pittsburgh, Jacksonville, Cincinnati y New London (Connecticut). En la Universidad Columbia de Nueva York, colgaron un dogal en la puerta de una profesora afroamericana. Colgaron dogales en la Universidad de Maryland cerca de las oficinas de varios grupos negros a comienzos de septiembre. El 29 de septiembre, encontraron un dogal en el vestuario de la policía de Hempstead (Nueva York). El 2 de octubre, encontraron un dogal colgado en un poste de electricidad del depósito de armas Anniston del ejército, en Alabama. En Jefferson Parish, Louisiana, los supervisores no quisieron desmontar una exhibición con un dogal y un látigo en una oficina gubernamental. Solo lo desmontaron cuando un trabajador negro informó a la prensa.
Y a Mychal Bell lo volvieron a meter preso tras una audiencia secreta supuestamente por “violar la libertad condicional”, a pesar de que anularon la condena, a pesar de que pasó diez meses de su juventud en la cárcel por un delito por el cual no lo condenaron. Además, por medio de la prensa el sistema ha demonizado a Mychal y al resto de los 6 de Jena, regando rumores totalmente no fundamentados y de ninguna manera pertinentes como si fueran la verdad, mientras que tapan la realidad del racismo en Jena, Louisiana y todo el país, en los Estados Unidos del 2007.
Sí, se está trazando líneas divisorias. Todo mundo tiene que decidir en qué lado estará. Quedarse al margen es estar del lado equivocado, es estar con el statu quo de la supremacía blanca, con los dogales, con los que detentan el poder.
Luchar contra el sistema,
y transformar al pueblo,
para la revolución
¿De dónde viene todo esto, por dónde va y qué hay que hacer al respecto?
Repetidas veces este sistema no ha cumplido con sus promesas de igualdad. Primero tras la guerra de Secesión, que supuestamente iba a ponerle fin para siempre a la esclavitud. Pero una década después, los dueños de las plantaciones volvieron a tomar el poder en el Sur, y los negros otras vez trabajaban casi como esclavos.
Luego, surgió el movimiento de derechos civiles de los años 50 y 60, seguido por la lucha de liberación negra, cuya meta era superar la desigualdad. Pero después de todo el sacrificio, ¿qué es la realidad? La bala del policía ha reemplazado a la chusma linchadora, y la sentencia de muerte todavía pende sobre los negros jóvenes en Estados Unidos. Más de un millón de negros en la cárcel. Un sistema de educación parecido al del sistema de apartheid. Un sinfín de discriminación en todas las esferas de la sociedad y la omnipresente demonización de los afroamericanos en las campañas políticas y los medios. La opresión tiene nuevas formas hoy, y en muchos sentidos es más arraigada, más atroz y tanto más sutil como descarada a la vez.
¿Qué político de peso siquiera está hablando de cambiar esto radicalmente? ¿Cuál allegado a la cúpula del poder pide la libertad de los 6 de Jena? El secretario de Justicia, quien supuestamente debe hacer cumplir las leyes de derechos civiles que quedan, dice que no sabe si el submarino es tortura. ¿Qué nos dice esto?
El problema es que desde la fundación de este país, la opresión de los africanos, y luego de los afroamericanos, ha sido un elemento fundamental del funcionamiento del sistema económico, y esto se reflejan y refuerzan todo el sistema político y la cultura. Ante los movimientos populares de millones a favor del cambio, el sistema no ha concedido igualdad a los negros. Como dijo Bob Avakian: “No se trata simplemente de que la clase dominante no quisiera hacerlo, sino de que no podía hacerlo. No podía hacerlo porque hubiera tenido que desmantelar todo su sistema, y minar su base económica y superestructura”. [“Cómo el sistema ha traicionado al pueblo negro: Momentos decisivos”, en http://revcom.us/a/firstvol/890-899/894/bahis.htm]
Para ponerle fin a la desigualdad y la opresión de los negros y de otras nacionalidades oprimidas, tanto como las demás infamias de este sistema, se necesita una revolución, una revolución que trae todo un nuevo sistema, el socialismo, y toda una nueva forma de poder estatal, que apoyará a las masas a oponerse a toda la explotación y la opresión en todas las formas.
Y como parte del movimiento revolucionario, hay que decir sin pelos en la lengua: ya ha pasado la época en que estos opresores podrán salirse con la suya con estas infamias como el caso de los 6 de Jena.
¿De qué lado estás tú?
Cuando 10,000 personas marcharon en Jena el 20 de septiembre, casi no los acompañaron manifestantes blancos. Otra vez el 16 de noviembre en Washington, D.C., casi no fueron blancos o gente de otras nacionalidades.
Un editorial invitado de este periódico (“La UNIDAD QUE NO NECESITAMOS y la UNIDAD QUE SÍ NECESITAMOS”, Revolución #106, 28 de octubre de 2007), hizo el siguiente desafío:
“¿Con quiénes tomas partido tú, con los que luchan contra la opresión o con el opresor? La gran mayoría de los blancos, incluso de los que están envueltos en ideas reaccionarias, no son iguales al puñado que es dueño de esta sociedad, la controla y dirige, y se beneficia en lo fundamental de la explotación y la opresión; pero, en un sentido básico, uno puede ser parte de la solución o parte del problema”.
Los blancos que dicen que se oponen al racismo pero que se mantienen al margen tienen que captar, y actuar en conformidad, que no hay margen. El silencio es complicidad. Mientras te mantienes callado, dejas que el sistema mantenga la supremacía blanca. Y dejas a los negros aislados en la lucha justa contra todo esto. Por otro lado, si grandes cantidades de blancos toman partido con la lucha contra la opresión de los negros, como ocurrió en los años 60, tendría un impacto poderoso. Les daría fuerza a los que luchan contra la supremacía blanca. Y esta clase de unidad, basada en la oposición a la supremacía blanca, puede contribuir a forjar el movimiento revolucionario que necesitamos.
No necesitamos “limpiar
nuestro propio patio trasero”;
¡necesitamos hacer la revolución!
Desde que los capitalistas capturaron a millones de africanos y los encadenaron, sus apologistas se han inventado pretextos racistas para justificar lo que ha hecho EL SISTEMA. En estos tiempos decían que era la naturaleza de los africanos ser esclavos, y leían de la Biblia para justificarlo. Y con toda nueva forma de opresión, el sistema se ha inventado más mentiras.
Hoy, han trasladado todos los buenos trabajos de las ciudades; la discriminación contra los negros continúa en el empleo, la vivienda y los servicios de salud; y la justicia desigual ha metido a una cantidad muy desproporcionada de negros en la cárcel… y tienen a sus lacayos como Bill Cosby que una vez más le echan la culpa al pueblo por lo que le ha hecho el sistema. Cosby era cómico, pero hoy es muñeco de ventrílocuo, que se sienta en las rodillas del amo y repite sus palabras.
Toda conciliación con esta porquería es venenosa, aunque se dijera: “Bueno, la discriminación es mala, pero los negros comparten una parte de la culpa por su situación”. No es cierto y porque no es cierto, no puede llevar a la liberación o a la victoria en cualquier batalla que tenemos que librar hoy. Llevaría a confundir lo correcto y lo incorrecto, a conciliarse y rendirse precisamente cuando se debe redoblar la lucha, a bajar las miras y a quitarle el filo a la verdad. Esta manera de pensar refleja la posición de la pequeña burguesía, de la clase media, que está “atrapada en el medio” entre las masas básicas y los gobernantes imperialistas. Es posible que la clase media haya avanzado un poco pero su situación sigue siendo precaria y todavía es víctima de la opresión. Puede desempeñar un importante y positivo papel en la lucha, pero su posición social le lleva a defender puntos de vista y programas que culpan a las masas por su propia opresión y que no ve (o a veces no quiere ver o se opone a ver) el hecho de que la única manera de poner fin a esta opresión es por medio de la revolución y un sistema completamente nuevo.
Cosby y los de su índole dicen que los jóvenes negros tienen que “responsabilizarse más de su situación”. Bueno, los estudiantes de prepa negros de Jena se han responsabilizado: se han puesto de pie contra los dogales y hay que apoyarlos. Esta es la clase de “responsabilidad” que necesita el pueblo. Esta es la clase de “buena decisión” que se puede tomar. Y el movimiento de libertad para los 6 de Jena tiene que redoblar, tiene que hacerse más resuelto, como parte de construir un movimiento revolucionario. Cada vez que los jóvenes hacen lo debido, el pueblo tiene que defenderlos. Y si quieres “responsabilizarte”, y tomar “buenas decisiones”, entonces tienes que apoyar esa lucha.
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Las batallas como la de libertad para los 6 de Jena son sumamente importantes y pueden desempeñar un papel esencial en la construcción de un movimiento revolucionario. No podemos permitir que el sistema aplaste al pueblo ni que destruya su espíritu rebelde. Y por medio de esta lucha, y el papel que desempeñan los revolucionarios comunistas en ella, la gente puede aprender la verdadera naturaleza de este sistema: quiénes son nuestros amigos y aliados, y quién es el enemigo… qué es el problema y qué es la solución. Y puede empezar a ver la necesidad y la base de la revolución.
Un pilar de todo este sistema es la brutal explotación y opresión del pueblo negro en este país. Y la lucha contra la opresión del pueblo negro puede ser —y tiene que ser— un elemento poderoso de una lucha general para poner fin a todo el sistema de saqueo global.
Participa en la lucha y distribuye este periódico, y al hacerlo éntrale a las obras de Bob Avakian. En breve, ¡propaga la revolución y construye la resistencia!
Luchar contra el sistema, y transformar al pueblo, para la revolución
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