Obrero Revolucionario #1206, 6 de julio, 2003, posted at rwor.org
Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Con estas palabras muy pertinentes hoy, empieza una cita de 1945 del pastor Martin Niemoeller sobre el ascenso de los nazis en Alemania, que sigue:
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie a quien decir nada.
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Muchos están espantados ante los pasos, diríamos los saltos, que el gobierno está dando para atacar los derechos de los individuos con el pretexto de la "guerra contra el terrorismo". Las medidas judiciales impuestas por el secretario de Justicia, John Ashcroft, y el Departamento de Seguridad de la Patria están sofocando y reprimiendo el disentimiento político, que comparan con "el enemigo" y por tanto hay que vigilar y espiar. En vista de las detenciones de inmigrantes del Medio Oriente y musulmanes, se podría agregar a las palabras de Niemoeller: "Primero vinieron por los inmigrantes árabes...".
Siendo este el caso, hay que decir: "cuando vengan por los comunistas", todo mundo tiene que protestar y resistirse.
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El Partido Comunista Revolucionario (PCR) se enorgullece de contribuir a la construcción y la dirección de un poderoso movimiento contra la guerra en este país, y se une con una amplia gama de fuerzas para oponerse a este monstruo de guerra y represión.
Tanto en la prensa liberal como conservadora han salido artículos que atacan la participación del PCR en el movimiento contra la guerra*. Los "liberales", por su parte, quieren distanciar al movimiento del PCR y sus partidarios, y los reaccionarios piden que el gobierno los investigue.
Algo común de los ataques contra el PCR, tanto de liberales como de conservadores, es decir que apoyamos guerras populares maoístas en Perú y Nepal y, por tanto, "apoyamos movimientos terroristas".
Esas críticas están repletas de palabras cargadas, distorsiones y crudas caricaturas de movimientos revolucionarios serios; se unen al coro de la prensa grande que dice que los militantes del Partido Comunista del Perú son "fanáticos terroristas salvajes" y que la guerra popular de Nepal es una "sangrienta insurgencia".
Tales ataques son peligrosos en vista de que el gobierno de Estados Unidos ha calificado de "terroristas" a los partidos maoístas de Filipinas, Perú y Nepal. Además, con el pretexto de la "guerra contra el terrorismo", tanto Estados Unidos como otras potencias mundiales están atacando a los líderes revolucionarios y, al mismo tiempo, armando, financiando y capacitando a los gobiernos reaccionarios que quieren aplastar las guerras populares maoístas.
En Perú, atacan y calumnian al Partido Comunista, que la prensa llama Sendero Luminoso; jueces encapuchados han condenado a muchos maoístas a la cárcel en condiciones muy crueles.
En Filipinas, Estados Unidos organiza operativos contra la guerra popular que desde hace muchos años dirige el Partido Comunista y que está cobrando fuerza. Su presidente fundador, José María Sisón, exiliado en Europa, ha sido incluido en una lista de terroristas y le quieren revocar el asilo.
En nombre de la "guerra mundial contra el terrorismo", Estados Unidos, Inglaterra, India, China y otros países están enviando dinero, armas y asesores para capacitar al Ejército Real Nepalés, que ha matado a miles de personas a fin de derrotar a los maoístas.
Veamos la definición de terrorismo que dio el Departamento de Justicia en 1983 y que Ashcroft citó últimamente. Dice: "un terrorista es quien perpetra violencia premeditada con fines políticos contra no combatientes".
Pues veamos: Estados Unidos es el único país que ha usado armas atómicas. En 1945 bombardeó las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y mató a cientos de miles de personas. Durante la guerra de Vietnam, Estados Unidos y el ejército títere de la República de Vietnam mataron a más de dos millones de no combatientes. Uno de los casos mejor documentados de genocidio auspiciado por un gobierno es el de Guatemala, donde la CIA entrenó, armó y financió la tortura y matanza de 200,000 personas en las décadas de los 60, 70 y 80. En El Salvador, entre 1980 y 1994, Estados Unidos armó, entrenó y financió la matanza de aproximadamente 75,000 personas, en el afán de aplastar un levantamiento popular**. Y hoy los soldados de Estados Unidos están matando a civiles en Irak.
Así que si se quiere acusar a alguien de "terrorista", según la definición del Departamento de Estado, habría que empezar con el propio Departamento de Estado por "perpetrar violencia premeditada con fines políticos contra no combatientes".
Otra acusación es que las guerras populares maoístas son "insurgencias sangrientas" que "matan a miles de inocentes".
La organización Human Rights Watch calcula que en las dos décadas que ha durado la guerra popular en Perú han muerto 30,000 civiles. Con frecuencia se dice que "los insurgentes han matado a 30,000 personas", dando a entender que han causado todas las muertes. Pero Human Rights Watch, que no es amiga del PCP, dice que el gobierno es responsable del 90% de las muertes.
En Nepal, los grupos que velan por los derechos humanos calculan que desde que empezó la guerra popular en 1996, han muerto aproximadamente 8,000 personas, y que el gobierno ha matado a la gran mayoría. Sin embargo, la prensa sigue dando a entender que la guerrilla maoísta es responsable de todas las muertes.
Tanto en Perú como en Nepal, la mayoría de los que murieron a manos del gobierno cayeron durante las "redadas" de aldeas y no en enfrentamientos. Es un método común que aplican los gobiernos para suprimir insurgencias populares; es terror contra el pueblo que apoya una revolución. A veces meten a los aldeanos en campos de concentración, para privar a los guerrilleros de información, comida y combatientes, pero por lo general los gobiernos recurren a asesinatos, masacres y desapariciones.
Las guerras populares, por contraste, cuentan con el apoyo de las masas políticamente conscientes y movilizadas. Para obtener su apoyo y para alcanzar sus objetivos de construir un orden social justo, las guerras populares apuntan contra las fuerzas armadas del estado reaccionario: la policía, el ejército, los paramilitares, los escuadrones de la muerte, los ronderos y los representantes del estado. En Nepal, tanto los maoístas como el gobierno reconocen que el Ejercito Popular de Liberación tiene control del 90% del campo, y eso no se puede si no se cuenta con el amplio apoyo de las masas, otro hecho que el gobierno y la prensa grande reconocen, por más que no les guste.
Además, difunden mentiras descaradas sobre los maoístas en Perú y Nepal. Por ejemplo, durante el estado de emergencia de 2002 en Nepal, no permitieron que fueran a las zonas de los combates periodistas y la única información venía de los voceros del gobierno. Eso le permitió regar desinformación para pintar de monstruos a los maoístas, con cuentos de que toman drogas antes de entrar en combate, que tienen lazos con fuerzas de la CIA en Pakistán, que matan maestros y usan niños como "escudos", que cortan las manos. Aunque no hay base para semejante desinformación, hay quienes piensan que esas son razones para no apoyar a los maoístas de Nepal.
Es importante comprender que las guerras populares de Perú y Nepal son guerras civiles : un sector de la población lucha para erradicar un orden social reaccionario en el que las masas populares son víctimas de la violencia del sistema todos los días, y otro sector está defendiendo a ese sistema. Si esta manera de realizar cambios sociales parece infundada y poco práctica, pensemos en la guerra de Secesión de Estados Unidos, que involucró a millones de personas de ambos lados y causó violencia y muerte de no combatientes. Esa guerra, para pasar de un sistema mixto de capitalismo y esclavitud a un sistema completamente capitalista, fue una convulsión social de enormes proporciones. Pero pocos progresistas dirían que no fue necesaria por el hecho de que hubo violencia.
El PCR apoya políticamente las guerras populares de Perú y Nepal porque el análisis maoísta indica que la única manera de liberarse los oprimidos del tercer mundo es por medio de las armas, librando una revolución de nueva democracia, tomando el poder y construyendo una nueva sociedad.
La gente ve que hay una enorme brecha entre la vida en Estados Unidos y la vida en el tercer mundo: campesinos que viven como hace dos siglos; niños que juegan y duermen al lado de alcantarillas expuestas y montañas de basura; niñas de 12 años a la venta por el precio de una cabra; maquiladoras de Nike que devoran vidas por $1.56 al día; la muerte de mujeres por violar alguna costumbre feudal o religiosa; gobiernos títeres de Estados Unidos ligados a los escuadrones de la muerte y los capos del narcotráfico; intolerancia, guerra y conflicto étnico.
La juventud, especialmente, pregunta: "¿Es posible otro mundo?" ¿Será la humanidad capaz de eliminar alguna vez la disparidad entre países, nacionalidades, el hombre y la mujer, y las religiones? ¿Hay otro camino para este mundo que no sea la globalización del McWorld o la jihad del fundamentalismo religioso?
Los defensores del capitalismo contestarán que el "comunismo está muerto" y que el camino señalado por Mao Tsetung pasó de moda. Pero la verdad es que las auténticas guerras populares abordan la profunda opresión de las masas tan arraigada en esta sociedad.
En Nepal, el 85% de la población es campesina. A la mayoría, los pequeños sembradíos que tienen no les alcanza para dar de comer a la familia, porque los terratenientes, funcionarios corruptos, politiqueros y prestamistas los estafan. El rígido y sumamente discriminatorio sistema de castas le niega a muchas de las 70 castas y grupos éticos sus derechos culturales y religiosos. En todo aspecto de la sociedad la mujer es oprimida y se considera inferior al hombre. El rey manda el ejército, y la monarquía tiene profundas raíces en la estructura de poder. El país entero está bajo el yugo y dominio de India y países imperialistas como Estados Unidos. El corrupto gobierno reaccionario no se ha encargado de problemas básicos como el alimento, el agua, el sistema sanitario o la salud de la población.
Eso requerirá el desmantelamiento y rechazo de todas las relaciones económicas, sociales y políticas dentro del país y con otros países.
Por ejemplo, ¿cómo se podría obtener la verdadera liberación de la mujer en Nepal?
Al igual que en otros países semifeudales, la opresión que sufre la mujer en Nepal es parte del tejido de la sociedad. Esta sociedad defiende y mantiene las tradiciones feudales, como matrimonios concertados, la dote, la poligamia y que las viudas no pueden volver a casarse. Una combinación de reglamentos feudales y capitalistas permiten que la mujer sea propiedad, que sea controlada y vendida, ya sea en matrimonios o para la prostitución. Las costumbres religiosas y culturales que promueven y perpetúan la superioridad del hombre dominan todo aspecto de la vida social en las aldeas. En una situación así, se sofoca la libertad e independencia de la mujer.
En un país como Nepal, para que la mujer obtenga su auténtica liberación, equidad en todo aspecto, como el derecho a propiedad de la tierra, de ir a la escuela y de escoger su esposo, sería necesario revocar todas las relaciones económicas que rigen la propiedad de la tierra. Habría que arrebatarles el poder a los cabecillas religiosos, políticos y militares que defienden y protegen a los terratenientes, politiqueros y prestamistas. Habría que anular las instituciones sociales y culturales que protegen el patriarcado. Habría que revolucionar por completo el sistema de educación. Y habría que eliminar el dominio del país por India y otras potencias.
Quien ha investigado lo que está sucediendo en las bases de apoyo de la guerrilla, sabe que la guerra popular está destruyendo lo viejo y construyendo lo nuevo.
Con el poder en las zonas liberadas, los maoístas ya están llevando a cabo transformaciones fundamentales que se llevarán a cabo en todo el país una vez que tomen el poder nacional. Están distribuyendo la tierra y se ha empezado la colectivización del trabajo. Por primera vez, la mujer puede tener propiedad de la tierra. Las nacionalidades oprimidas tienen el derecho de hablar su propio idioma y de practicar sus costumbres, así como de participar en todo nivel del nuevo gobierno revolucionario. Se han eliminado las leyes y costumbres que discriminaban contra las castas inferiores, y ya no se practican costumbres feudales como los matrimonios concertados o la poligamia. Los tribunales populares castigan severamente el maltrato de la esposa y la violación. La mujer tiene el derecho de divorciarse, de heredar propiedad, ir a la escuela y militar en una milicia o incorporarse al Ejército Popular de Liberación. La mujer participa igual que el hombre en la nueva vida económica, política y social de la comunidad.
Este es un ejemplo vivo de cómo la guerra popular maoísta moviliza a las masas para tomar el poder en sus manos, construir una sociedad nueva y arrancar las profundas disparidades económicas, sociales y políticas que imponen el feudalismo y el capitalismo.
Unos dirán que esos son logros que se podían haber obtenido sin la guerra popular, pero la verdad es que en Nepal no se hubiera podido obtener nada de eso sin la lucha armada, que es lo que permitió tomar el poder político y establecer un gobierno popular en las zonas liberadas. Para llevar a cabo tales cambios revolucionarios en todo el país será necesario tumbar a la clase dominante y tomar el poder en todo el país. Solo de esa manera las fuerzas de liberación podrán romper el yugo de la monarquía, arrebatarle el poder a la pandilla que gobierna, y romper las relaciones de explotación con India y otras potencias.
Ni la monarquía, ni nadie de la clase dominante de Nepal, India o Estados Unidos u otras potencias les iban a permitir a los maoístas llevar a cabo su programa pacíficamente. No entregarán el poder, por más que saben que la guerrilla controla la mitad del país. Tanto Inglaterra como Estados Unidos han declarado que "no se puede permitir que los maoístas prevalezcan en Nepal".
El hecho de que Estados Unidos diga que auténticos movimientos de liberación popular, como los de Perú, Nepal y Filipinas, son "terroristas" es un magnífico ejemplo de que "terrorismo es lo que Estados Unidos dice que es".
Hoy, cuando Estados Unidos quiere tildar de "terrorista" a cualquier movimiento que desafía su dominio o a sus títeres, es indispensable que discutamos en serio y comprendamos el derecho que tiene el pueblo de hacer la revolución.
El sistema trabaja duro para conseguir que la gente acepte veredictos simplistas sobre las guerras populares, que en esencia condenan a las masas por luchar contra su opresión.
Un antiguo dicho chino dice: "Los mandarines se permiten prender fuego a las casas del pueblo, mientras a este le prohíben encender sus lámparas". Los opresores se permiten cometer gigantescos crímenes contra las masas y desatar violencia brutal cuando estas responden de una manera que no les gusta. El gobierno de Estados Unidos tilda de "terrorista" a quienes recurren a la violencia para oponerse, pero lo que el pueblo tiene que entender es que hay una diferencia entre la violencia de los opresores y la violencia de los oprimidos.
Las guerras populares maoístas son seculares: se proponen distribuir la tierra con el fin de socializar la propiedad y colectivizar el trabajo; apuntan a la igualdad entre el hombre y la mujer; a eliminar la globalización de maquiladoras y el comercio internacional de la mujer; a eliminar el sistema de castas y a poner fin a la discriminación de las nacionalidades minoritarias.
Las guerras populares maoístas se proponen construir nuevas sociedades en las que las masas populares trabajen conscientemente para eliminar todas las formas de opresión y desigualdad . Un mundo completamente nuevo sin clases y sin las relaciones, instituciones e ideas que surgen de la explotación de clases.
¡Hay que apoyar con entusiasmo estas luchas!
Aun los que tienen reservaciones sobre las guerras populares maoístas deben oponerse a que Estados Unidos los califique de "terroristas", y a que apoye políticamente, con dinero y armas a los gobiernos reaccionarios que tratan de aplastar a esos movimientos.
Además, aun quienes no apoyan las guerras populares no deben permitir que el gobierno ataque a los que las apoyan.
Es triste ver que en ciertos círculos no se aspira a mucho y que domina el pesimismo. Es necesario reabrir un serio debate sobre cómo cambiar la sociedad y cómo eliminar toda la opresión . Tenemos que ampliar nuestros horizontes y, por lo menos , tenemos que decir que los pueblos tienen ese derecho sin que el gobierno de Estados Unidos, el responsable de tanto sufrimiento en el mundo, los ataque y persiga.
¿Qué está en juego?
Si se permite que Estados Unidos ataque a los auténticos movimientos de liberación con el cuento de que apoyan a "terroristas", si acusan de "terroristas" a quienes apoyan políticamente las guerras populares, si se permite que ataquen y persigan a quienes dicen que se necesita una revolución , si el gobierno logra aislar a los activistas más radicales, si el anticomunismo logra dividir al movimiento...
Si las autoridades logran todo eso, afectará a todos , acentuará la opresión contra todas las organizaciones y movimientos progresistas, y contra todas las ideas y acciones progresistas.
"Primero vinieron por los comunistas"... y luego vinieron por los demás.
Los nazis persiguieron a los comunistas por todo lo que representaban, por lo que luchaban y porque representaban la mayor fuerza que luchaba contra su programa de guerra, sangre, represión y genocidio.
Hoy en Estados Unidos, los ataques contra los comunistas y radicales son un aspecto muy importante de la guerra del gobierno contra las libertades civiles.
Esto no presagia nada bueno...
Quieren sofocar nuestro sueño de un mundo mejor. Si permitimos que ataquen a los soñadores todos sentirán el golpe.
Millones de personas están muriendo de pobreza, enfermedades, hambre y guerras sin sentido, pero en unos rincones del mundo los oprimidos están luchando y muriendo por un mundo nuevo, por un mundo verdaderamente libre.
¡Ellos sueñan con un mundo mejor, y nosotros debemos hacer lo
mismo!
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NOTAS:
* En "La
pura verdad: Sobre los revolucionarios y el movimiento contra la guerra"
(OR No. 1182, 12 de enero, 2003, y en www.rwor.org), respondimos a un ataque
contra nuestro partido que apareció en Salon.com y se repitió
en unos periódicos de la prensa grande. En ese artículo hablamos
sobre el papel de los radicales y los comunistas en el movimiento contra la
guerra y señalamos que la participación de nuestro partido en
el movimiento "no en nuestro nombre" llevó a forjar nuevas
alianzas y campañas para unir a millones de personas que se oponían
a la guerra contra Irak. Desmentimos falsa información y aclaramos el
punto de vista de nuestro partido sobre el disentimiento en la sociedad revolucionaria,
y refutamos la caricatura que se hizo del punto de vista de nuestro partido
sobre importantes acontecimientos internacionales, como el apoyo a las guerras
populares maoístas.
** Derailing Democracy, the America the Media Don't Want You to See, David McGowan, Common Courage Press, 2000.
Este artículo se puede encontrar en español e inglés en
La Neta del Obrero Revolucionario en:
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