Del nuevo libro Oil, Power & Empire: Iraq and the U.S. Global Agenda (Petróleo, poder e imperio: Irak y el plan global de Estados Unidos)
Obrero Revolucionario #1227, 1° de febrero, 2004, posted at rwor.org
Durante la invasión de Irak de marzo pasado, el gobierno y la prensa de Estados Unidos hablaron maravillas de los dos principales partidos curdos iraquíes: la Unión Patriótica de Curdistán, encabezada por Jalal Talabani, y el Partido Democrático Curdo, de Masood Barzani. ¡Y con razón!
Esos dos partidos, que son rivales y controlan diferentes territorios en las regiones curdas del norte de Irak, pusieron a la disposición de Estados Unidos docenas de miles de peshmergas. El Pentágono y la CIA despacharon comandos a dirigir a las tropas curdas y estas derrotaron al ejército iraquí. En ese "frente norte" no murió un solo soldado yanqui.
Los dos partidos tenían zonas prácticamente independientes del gobierno central pues después de la guerra del Golfo de 1991 Estados Unidos le prohibió a la fuerza aérea iraquí volar por el espacio aéreo del norte. Cuando empezó la invasión, los dos partidos curdos se sumaron a la guerra con la esperanza de que la destrucción del gobierno central les daría más poder en un futuro gobierno central y un estado curdo semiindependiente.
Sin embargo, ahora que Estados Unidos está tratando de armar un gobierno central a su imagen y semejanza, ha traicionado una vez más las demandas y aspiraciones de los curdos.
Curdistán, la región montañosa que es el hogar de los curdos, no ha tenido gobierno propio en los tiempos modernos. A los curdos los gobiernan Turquía, Irán, Irak y Siria.
Los curdos son aproximadamente el 20% de la población de Irak y la mayoría vive en la zona montañosa norte, que constituye el 17% de los 438,446 kilómetros cuadrados de Irak. (Vea el recuadro "Cómo les negaron la estadidad a los curdos").
Los gobiernos de la región y los terratenientes feudales han oprimido salvajemente a los curdos, y han pisoteado sus derechos culturales y políticos.
La prensa menciona con frecuencia que Saddam Hussein atropelló y masacró a los curdos, y reprimió su lucha de independencia (¡pero no dice que era aliado de Washington cuando lo hizo!). Igualmente, el gobierno de Turquía, fuerte aliado de la OTAN, ha librado una intensa guerra genocida por más de una década contra los curdos en el sur del país.
El control imperialista de la región ha pisoteado una y otra vez las aspiraciones nacionales de los curdos. Hoy, existe fuerte oposición en Bagdad, Washington y Turquía a que los partidos curdos controlen los campos petroleros del norte cerca de las ciudades de Kirkuk y Mosul, que contienen cerca del 40% de las reservas de petróleo de Irak.
Estados Unidos y Turquía temen que si eso sucede, los curdos podrían financiar un ejército y un gobierno independientes; y eso comprometería la integridad de Irak.
Turquía teme también que si los curdos tienen cierto grado de autonomía en el norte de Irak, apoyarán la lucha de los curdos de Turquía y les darán refugio.
Puede que la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA les hayan hecho promesas a los políticos curdos, pero no tienen la menor intención de que caiga ni pizca de poder en manos de las masas curdas.
En papel, los principales partidos curdos han prometido que no declararán independencia y que permanecerán en la federación iraquí. El líder de la Unión Patriótica de Curdistán, Jalal Talabani, ha sido presidente provisional del "Consejo de Gobierno Iraquí", el gobierno títere que Estados Unidos está amasando.
Una y otra vez Estados Unidos ha querido llevar al norte de Irak miles de tropas de Turquía a ayudar en la ocupación, pero los partidos curdos se han opuesto rotundamente pues creen que Turquía busca apoderarse de los campos petroleros con tropas y milicias de grupos étnicos turcos de Irak. Durante la invasión, las tropas curdas tomaron rápidamente las ciudades de Kirkuk y Mosul, pero les mandaron volver a sus puestos rurales.
En resumen: Estados Unidos alentó las aspiraciones de autonomía de los curdos, armó a los peshmergas y los usó para conquistar el norte de Irak. Ahora, a fin de consolidar el control de Irak y los países vecinos, está presionando a los curdos para que renuncien a una mayor autonomía y al control del petróleo del norte. Además, es probable que desarmen a los ejércitos curdos y que incorporen a los peshmergas en el nuevo ejército iraquí.
Estados Unidos nunca tuvo intenciones de repartir "liberación" como bolsas de arroz a los pueblos oprimidos de Irak y de la región. El periodista William Safire del New York Times escribió el 14 de enero que el administrador colonial, Paul Bremer, "les dijo a los líderes curdos bruscamente la semana pasada que olvidaran la posición anterior de Washington en pro de la autonomía y que aceptaran el programa de unidad".
La Casa Blanca de Bush II sostiene que es el mejor amigo y aliado de los curdos de Irak. Bush y compañía criticaron una y otra vez la "persecución de la población civil, especialmente chiítas, sunnis, curdos, turcomanos y otros" por parte del gobierno de Hussein, como dijo Bush ante las Naciones Unidas en septiembre de 2002, y explicaron que la guerra, la conquista y el cambio de gobierno eran necesarios para obtener la libertad de los curdos.
Pero los defensores de la guerra de 2003 no se tomaron la molestia de mencionar el sórdido récord de manipulación y traición a los curdos de la década de 1970. La historia que veremos a continuación demuestra que las promesas actuales son vacías e hipócritas, y que las verdaderas intenciones de Washington son otras.
En 1972, Nixon, Kissinger y el sha de Irán confeccionaron un cínico plan para lidiar con la situación del golfo Pérsico: estimular una insurgencia curda en Irak para debilitar a Bagdad. En una visita a Moscú en mayo, Nixon y Kissinger prometieron cooperar con la Unión Soviética para "promover condiciones en que todos los países vivan en paz y seguridad y no sufran interferencia extranjera". El periodista Seymour Hersh (colaborador del New York Times y después del New Yorker ) escribió en una biografía de Kissinger: "Al día siguiente, Nixon y Kissinger volaron a Teherán y le prometieron al sha en secreto abastecer clandestinamente de armas a la facción rebelde curda de Irak, país que en esa época pertenecía a la esfera soviética...". Kissinger explicó después que el objetivo era que el sha "mantuviera ocupado a Irak mediante el apoyo a la rebelión curda y que dispusiera un numeroso ejército cerca de la frontera".
Desde la creación de Irak por Gran Bretaña, la población curda ha sufrido discriminación sistemática y opresión. Buena parte del petróleo de Irak está en los alrededores de Kirkuk, en Curdistán. Pero los curdos no recibieron beneficios de la riqueza petrolera ni tenían voz en la política petrolera del país. Curdistán era una región subdesarrollada, con menos industrias, carreteras, escuelas y hospitales que el resto de Irak. Los curdos sufrían discriminación laboral en el gobierno y tenían poco control de sus asuntos locales.
Cuando el partido Baath tomó el poder en 1968, prometió que la situación de los curdos iba a mejorar. La nueva constitución de 1970 reconoció "los derechos nacionales del pueblo curdo y los derechos legítimos de todas las minorías dentro de la unidad de Irak". En 1974 una "Ley de Autonomía para la Zona de Curdistán" prometió que el idioma curdo sería un idioma oficial y que se emplearía en las escuelas de Curdistán. Ese ha sido el mayor reconocimiento oficial de la identidad y los derechos de los curdos en Irak. (Por contraste, Irán y Turquía, en esa época fuertes aliados de Estados Unidos, jamás han reconocido que los curdos son una nacionalidad distinta ni les han prometido derechos nacionales).
Sin embargo, en las negociaciones de 1971 entre los representantes curdos y el gobierno de Bagdad quedó claro que este no iba a considerar asuntos centrales para los curdos: el control de las fuerzas de seguridad locales, una porción justa de los ingresos del petróleo y compartir el poder nacional. El gobierno baathista también alentó la migración de iraquíes árabes a Curdistán y realizó un atentado contra el líder curdo Mustafá Barzani. Este, quien colaboraba con Estados Unidos y el sha de Irán (y seguramente Israel) desde la década de 1960, les pidió ayuda contra Bagdad. Barzani le prometió al Washington Post:"Estamos dispuestos a seguir la política americana en esta región si Estados Unidos nos protege de los lobos. Con el debido apoyo, podemos controlar el campo petrolero de Kirkuk y dárselo a una compañía americana para que lo explote".
El plan de Kissinger y el sha entró en marcha en 1972. Irán y Estados Unidos estimularon a los curdos a rebelarse contra Bagdad, y les dieron millones de dólares en armas, apoyo logístico y fondos. En el curso de los tres años siguientes, la CIA les dio $16 millones e Irán les dio artillería avanzada y el 90% de sus armas.
Pero la meta de Estados Unidos no era la victoria ni la autodeterminación de los curdos. La CIA pensaba que eso "llevaría a prolongar la insurgencia y, por lo tanto, a estimular aspiraciones separatistas y quizá le daría a los soviéticos una oportunidad para crearles dificultades" a Irán y Turquía. El congresista de Nueva York Otis Pike, a cargo de una comisión que investigó las actividades de la CIA, llegó a la conclusión de que "ninguna de las naciones que ayudaban a los curdos deseaba seriamente que alcanzaran su objetivo de un estado independiente". El verdadero objetivo de Estados Unidos y de Irán era debilitar y agotar a Irak. Los memorandos de la CIA tratan a los curdos como "una carta que hay que jugar" contra Irak y "una herramienta sumamente útil para debilitar su potencial de aventurismo internacional".
Por eso, Irán manejó la ayuda militar a los curdos con "control draconiano"; nunca les dio más de tres días de municiones para que no tuvieran la libertad de acción necesaria para la victoria. En cierto momento de 1973, Kissinger intervino personalmente y mandó frenar el plan de una ofensiva curda porque temió que tuviera éxito y complicara las intrigas que siguieron a la guerra Árabe-Israelí de octubre. La investigación de la Comisión Pike llegó a esta conclusión:
"El presidente, el Dr. Kissinger y el sha esperaban que nuestros clientes no ganaran. Preferían que la insurgencia siguiera a un nivel de hostilidades que drenara los recursos del vecino de nuestro aliado [Irán]. Eso no se le comunicó a nuestros clientes, quienes recibían estímulo para seguir luchando".
En 1975, la insurgencia curda era un serio problema para el gobierno de Bagdad. Unos 45,000 guerrilleros curdos, ayudados por dos divisiones iraníes, tenían en jaque al 80% de los 100,000 soldados del ejército iraquí. Esto causaba graves tensiones económicas y militares. Kissinger y el sha no querían una guerra total ni el colapso del gobierno. Lo que querían eran presionar a Irak a suavizar su posición de nacionalismo árabe antiisraelí y sacarlo de la esfera soviética para demostrar a los otros países de la región que ser cliente soviético no pagaba. El sha por su parte quería demostrar que Irán era la potencia más fuerte del Golfo y un buen gendarme regional de Estados Unidos; también quería renegociar el Pacto Sa'dabad de 1937, que le dio a Irak el control del canal de navegación Shatt al Arab que corre entre los dos países.
La intención del sha, según un memo de la CIA, era abandonar a los curdos "tan pronto como llegara a un acuerdo con su enemigo sobre las disputas fronterizas". Efectivamente, ocho horas después de que Irak aceptó las condiciones de Estados Unidos e Irán (formalizadas en el Acuerdo de Argel de marzo de 1975), los dos países les cortaron la ayuda a los curdos, inclusive la comida, y cerraron la frontera de Irán para cortarles la retirada.
Los curdos no sabían que estaban a punto de ser abandonados. Pero el gobierno de Irak sí sabía y al día siguiente lanzó una campaña de "búsqueda y destrucción" de gran envergadura. Los curdos pensaban que Estados Unidos los estaba protegiendo para que el sha no los traicionara, y la traición los cogió desprevenidos. Sin apoyo de Irán, las fuerzas curdas sufrieron enormes bajas y de 150,000 a 300,000 curdos tuvieron que huir a Irán.
Washington traicionó con frialdad a sus "aliados" curdos, pero "el cinismo de Estados Unidos y su aliado no había terminado", como señala el informe de la Comisión Pike. Barzani le escribió a Kissinger pidiendo ayuda, pero no recibió respuesta.
Después Washington "no quiso dar ayuda humanitaria a los miles de refugiados que creó la terminación abrupta de ayuda militar", puntualizó la Comisión Pike. Un telegrama de la CIA admitió que "nuestro aliado [Irán] después expulsó a la fuerza a más de 40,000 refugiados y el gobierno de Estados Unidos no admitió ni a uno solo como asilado político, aunque cumplían los requisitos".
La campaña secreta de Estados Unidos e Irán emponzoñó las relaciones entre Bagdad y los curdos. La Comisión Pike señala que si los dos países no hubieran alentado la insurgencia, los curdos "podrían haber llegado a un arreglo con el gobierno central que les diera un mínimo de autonomía y se hubiera evitado el derramamiento de sangre. Pero nuestros clientes [los curdos] combatieron, sufrieron miles de bajas y quedaron 200,000 refugiados".
Como represalia, el gobierno de Bagdad lanzó una campaña de pacificación y trasladó a la fuerza a unos 250,000 curdos al centro y el sur de Irak, y a muchos árabes a las zonas curdas.
Kissinger rechazó las conclusiones de la Comisión Pike con una frase célebre: "Los operativos de acción secreta no son obras de caridad". La Comisión contestó: "Incluso en el contexto de las operaciones clandestinas, nuestra empresa fue cínica".
Es importante señalar que durante estas operaciones (que se iniciaron en septiembre de 1973) la mano derecha de Kissinger era el general Brent Scowcroft, quien después fue asesor de seguridad nacional del presidente Bush Sr. y arquitecto de la guerra del Golfo de 1991 contra Irak.
También es importante señalar que el gobierno trató de impedir que las críticas de la Comisión Pike salieran a la luz del día. Primero, la Cámara de Representantes resolvió no divulgar el informe. Luego, cuando al corresponsal de la cadena CBS Daniel Schorr le filtraron una copia del informe y se la dio al periódico Village Voice, lo despidieron. Después lo acusaron de desacato al Congreso porque no quiso divulgar quién le dio el informe. La CIA tenía un nuevo director cuando eso pasó: George H.W. Bush.