“En la edad de ‘hechos alternativos’, noticias falsas y mentiras fascistas… ¿Cómo se sabe qué es verdad y por qué importa?”
Una discusión estimulante en Libros Revolución-Nueva York
Sunsara Taylor
22 de febrero de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
Un grupo increíblemente diverso de 25 personas o más provenientes de diferentes partes del mundo se apiñaron en Libros Revolución el 3 de febrero para una discusión desatada y estimulante, “En la edad de ‘hechos alternativos’, noticias falsas y mentiras fascistas… ¿Cómo se sabe qué es verdad y por qué importa?”. Era efervescente la mezcla de estudiantes de secundaria y académicos de posgrado, manifestantes contra la prohibición de musulmanes, miembros del Club Revolución, voluntarios de Libros Revolución y clientes nuevos.
En preparación yo releí el libro de Ardea Skybreak, “CIENCIA Y REVOLUCIÓN; Sobre la importancia de la ciencia y la aplicación de la ciencia a la sociedad, la nueva síntesis del comunismo y la dirección de Bob Avakian.” Casi en las primeras páginas, Skybreak explica: “A veces enseñan la ciencia como si fuera una colección de reglas o fórmulas secas —una colección de conclusiones finales a las que hay que memorizar nada más— pero eso no es la ciencia. La ciencia es un proceso. Es un método vivo de investigación. Considera la ciencia como una manera que permite que hagamos un montón de preguntas, acerca de todo y acerca de lo que sea, que brinda un método y un enfoque que permite investigar las cosas sistemática y metódicamente, actuar como un detective en el mundo, indagar hasta lo hondo la realidad natural, o la realidad social”.
Con esto en mente, decidí abrir la velada con una pregunta, para que todos empezaran a pensar y bregar juntos sobre el tema de la discusión, “¿Cómo se sabe qué es verdad y por qué importa?”. Pregunté, “¿Qué quiere decir pensar críticamente?”.
Un alumno de raza negra de 14 años le entró primero, proponiendo, “El pensamiento crítico quiere decir intentar averiguar qué es el punto principal en medio de muchos puntos planteados”. Otro estudiante dijo, “Quiere decir pensar más a fondo… leer entre líneas. Por ejemplo, si lees un artículo en un periódico, quizás te preguntas ¿qué podría estar detrás de esta historia… y cómo se relaciona con otras cosas que estoy leyendo?”. Un hombre blanco en la parte atrás del salón planteó, “Quiere decir interrogar algo… a ver si uno puede encontrarle una falla. Incluso si es idea de uno mismo, a ver si puede agujerarla, como con la ciencia forense”. Un hombre joven de Egipto agregó, “Uno debe preguntar ¿por qué? de siete formas”. Sugirió preguntas tales como: ¿Por qué plantean la idea de esa forma? ¿Por qué incluyen ciertos datos y otros no? Y otros aspectos de preguntar, ¿por qué?
Yo les planteé que un patrón se estaba emergiendo en la discusión. En diferentes maneras, los participantes abordaban la necesidad de examinar una idea sistemáticamente — de identificar la esencia de lo que sostenía, de examinarla desde diferentes ángulos y en su relación con otras ideas e información. Efectivamente, lo mencionado abarca elementos importantes del pensamiento crítico. Pero, todo eso deja sin contestar —y sin hacer — una pregunta más profunda: ¿Qué método debemos usar en ese proceso? En otras palabras, está bien “pensar a fondo”, pero ¿con cuáles criterios y con qué enfoque? ¿“Siguiendo el instinto”? ¿Acumulando evidencia? ¿Consultando escrituras religiosas? ¿Haciendo una encuesta?
Los asistentes pensaron un minuto. Esta vez, la primera en entrarle fue una maestra de secundaria. Empezó con confianza, “Uno debe valerse de la experiencia personal”, pero de ahí se detuvo y agregó, “Pero también podría valerse de lo que ha leído… esperen, no estoy segura”. Otra persona propuso usar el sentido común, como por ejemplo si alguien dijera que un asesinato ocurrió en un camino sin salida en la Calle 135 en Harlem pero no hay caminos sin salida ahí, pues se sabe que aquél está equivocado. Otra persona sugirió que uno tiene que preguntarse qué son los intereses de la persona que dice algo para determinar si se puede confiar en lo que dice.
Pero, ¿qué tal si uno no sabe personalmente si hay o no hay calles sin salida en Harlem? O, ¿qué tal si hay calles sin salida? Eso no comprueba necesariamente que el asesinato haya ocurrido. O ¿qué tal si alguien sí tiene un interés en que alguna idea sea verdad — como un investigador que desarrolla una nueva cura médica? ¿Eso indicaría automáticamente que no se le debe creer?
Platicamos todo eso un rato — y como parte de eso desmenuzamos la idea del “sentido común”. A veces las cosas que las personas suponen que son del “sentido común” son en efecto la verdad (por ejemplo, de que no se puede volar a la luna en cinco minutos), pero en otras ocasiones lo del “sentido común” no es verdad (como la idea de que “Estados Unidos fue fundado en la libertad y la democracia” cuando en realidad fue fundado en la esclavitud y el genocidio). De hecho, el “sentido común” es sólo una manera para aludir a ideas que se aceptan tan ampliamente como la verdad que la mayoría de las personas ni siquiera las cuestionan. Pero eso no es una buena medida para evaluarlas. ¡No simplemente porque muchas personas crean en algo, que por eso sea verdad! En contraste, es esencial evaluar las cosas a base de la evidencia.
Skybreak explica este punto muy poderosamente, por ejemplo al decir, “A mí no me importa lo que piensa la mayoría, si no es acertado lo que piensa. Tienes que demostrarme con evidencia por qué algo es verdad. Y si una persona plantea algo que es la verdad (que corresponde a la realidad concreta) y nadie está de acuerdo, no por eso es que ¡no sea verdad! Muéstrenme la evidencia. Y si, en cambio, un gran número de personas creen que algo sea cierto —que ‘todos saben esto o lo otro’, hay un consenso general— digo que, como científica, ¡no me parece convincente! Tienen que mostrarme la evidencia, pues no hay de otra”.
Después de que forcejeamos un poquito más con eso, presenté unos puntos del artículo de Bob Avakian sobre “Un ‘salto de fe’ y un salto al conocimiento racional: Dos saltos muy distintos, Dos concepciones del mundo y métodos radicalmente diferentes”. BA explica que todo el tiempo todos damos saltos en nuestro pensamiento, pasamos de simplemente percibir un montón de información, a dar un salto para sintetizar esa información y sacar algo de ella. Lo que BA deja claro, y lo que muchos en el salón empezaban a abordar por primera vez, es que las personas usan diferentes métodos para dar ese salto, y que no todos dichos diferentes métodos tienen la “misma validez”, y además que de hecho hay mucho en juego en qué método usan las personas.
Para iluminar ese punto, BA da el ejemplo del futbol americano. A la persona que no conozca las reglas del futbol americano, le parece que una bola de jugadores se arroja unos contra otros no más por no más. Simplemente percibe lo que ocurre, pero no ha dado el salto para averiguar correctamente lo que por dentro lo articula. Si continúa observando un rato suficiente, puede empezar a reconocer los patrones de cómo se juega el deporte y puede llegar a entender las reglas que moldean y subyacen a los patrones que percibe. Por medio de semejante proceso uno da un salto del conocimiento sensorial (de simplemente percibir lo que ocurre) al conocimiento racional (entender las dinámicas subyacentes que articulan los patrones).
O, para aprender de otro ejemplo que da BA, imaginémonos que uno forma parte de un jurado. Los dos lados presentan mucha información y argumentos. Durante este proceso, uno viene acumulando conocimiento sensorial. Pero para llegar a un veredicto, se tiene que pasar por el tamiz toda esa información y evaluar los diferentes argumentos y llegar al veredicto. Dicho proceso requiere un salto. El salto, si se basa en evaluar plenamente las diferentes pruebas presentadas y en identificar correctamente los patrones que la articulan por dentro, es un salto al conocimiento racional.
Retomando algunos de los enfoques propuestos en la discusión hasta ese punto, comenté que hay otras maneras de dar un salto en el pensamiento que para nada tendrían justificación. Por ejemplo, uno podría pasar de la experiencia personal de ser robado y de ahí, querer que encarcelen a los ladrones. Pero el hecho de que uno haya sufrido un robo en el pasado no tiene ninguna relevancia para determinar si sea culpable otra persona diferente acusada de robo, y si uno diera el salto sobre esa base para sacar un veredicto, sería muy incorrecto. O uno podría decir, “No me hace falta escuchar la evidencia, con rezar me basta”. Ambas respuestas son métodos de pensar que alejan a uno de un conocimiento correcto de la realidad. Por más “a fondo” que uno pensara y aplicara semejantes métodos, no pensaría científicamente ni tampoco se justificaría su veredicto.
Varias personas, entre ellas una joven negra que daba pecho a su bebé, asentían enérgicamente con la cabeza cuando señalé que las personas dan saltos en su pensamiento todo el tiempo, pero la mayoría del tiempo eso ocurre tan automáticamente que ni siquiera se dan cuenta de que lo hacen. Les pedí a los asistentes que se adentraran más en esa cuestión del método — y que dieran ejemplos de la aplicación de diferentes métodos en el mundo a nuestro alrededor. También les pedí que comentaran si todo eso sobre métodos tiene algunas consecuencias en el mundo.
Con eso se inició una ronda de forcejeo aún más a fondo. Una persona planteó que, si bien es verdad que las personas usan diferentes métodos, no vale comparar el salto científico con el salto de fe, “Sería como comparar manzanas con naranjas”. Sostuvo que los dos son igualmente válidos, porque los dos dan saltos a conclusiones que no son contenidas simplemente en los hechos. Después de un rato, un joven que es activo con Rechazar el Fascismo planteó: “A mi modo de pensar” —explicó— “si uno se basa en la fe, comienza con su conclusión y de ahí sale a buscar los hechos para confirmarla. Pero, si uno es científico, sale e investiga la realidad y los hechos, y de ahí saca sus conclusiones. Al parecer, son opuestos”.
Otro respondió: “Pero, las personas pueden llegar a la misma conclusión por medio de diferentes métodos”. Dio ejemplos de varias conclusiones a las que han llegado fuerzas religiosas que no contradicen lo que los científicos han llegado a entender.
Los participantes dieron vueltas a esa idea un rato hasta que otro estudiante de secundaria comentó, “Eso me recuerda de lo que el maestro de matemáticas siempre nos dice: Puedes sacar la respuesta correcta por una razón equivocada, pero la siguiente respuesta te va a salir incorrecta. Debes sacar la respuesta correcta por la razón correcta, para que puedas resolver el siguiente problema y el siguiente problema. Ahora pienso que esa idea se aplica en todas partes — no sólo en las matemáticas”.
Nos valimos de esa perspectiva muy importante para examinar cosas como el diluvio de mentiras proveniente del régimen de Trump y Pence. Por ejemplo, Kellyanne Conway acababa de MENTIR con el invento de una masacre que nunca ocurrió, para de ahí vilipendiar a la prensa por no cubrir esa masacre inexistente. Es muy importante desmentir ese embuste. Pero el día de mañana, cuando ella vuelva a mentir, ¿cómo va a reconocerlo la gente? Incluso si uno pudiera refutar cada una de semejante maremoto de mentiras, si eso fuera todo lo que uno hace, las personas empezarán a hacerle caso omiso. O dirán, “Bueno, ¿quién podría decir de hecho qué es la verdad? En fin, cada cabeza es un mundo”, y terminan escogiendo la voz que más les guste. ¡Eso no sirve!
Conway y el régimen de Trump no solo riegan mentiras, sino entrenan activamente a la gente a no pensar críticamente. Al contrario, le entrenan a creer lo que ellos digan simplemente porque ellos lo dicen, y a tratar de “falsas” a las demás fuentes de información. En contraste, debemos armar a la gente no sólo con los hechos que desmienten las falsedades particulares, sino también en el método científico para que cada vez más pueda distinguir por sí misma qué es verdad.
Un científico político objetó: “Kellyanne sí se muestra científica. Afirma sus hechos y saca sus conclusiones”. Vaya disparate que revela el sofocante peso del relativismo en el mundo académico. Para nada. No hubo ninguna evidencia para sustentar las afirmaciones que hizo Conway sobre una masacre, por lo que muy definitivamente no son “hechos”.
Retomando un tema importante del libro de Skybreak, un miembro del Club Revolución explicó contundentemente que la ciencia es un proceso basado en la evidencia: uno comienza con la evidencia tomada de la realidad y saca conclusiones a base de analizar y pasar por el tamiz esa evidencia, y de ahí la aplica de nuevo a la realidad tanto para comprobarla y confirmar si es correcta, como para cambiar esa realidad en concordancia con lo que es realmente posible y lo que uno considera deseable. No importa cuántas veces sostenga algo Kellyanne ni nadie más del régimen trumpista (¡ni en ninguna otra parte!) ni tampoco importa cuántas personas crean algo, si no se basa en ninguna evidencia, ¡no es un “hecho” y no tiene nada que ver con la ciencia!
Más adelante, Raymond Lotta retomó un punto que se había planteado de que “la fe y la ciencia son esferas separadas que no tienen nada que ver la una con la otra”. Refutó ese argumento explicando que se puede y se debe examinar con el método científico toda afirmación que haga la religión. Para iluminar el punto, explicó las maneras en que la evidencia material de la evolución refuta el mito de la creación en la Biblia. Más allá de eso, continuó, la ciencia también puede examinar los orígenes de varias religiones y por qué diferentes pueblos crearon diferentes mitos religiosos. Por ejemplo, explicó por qué las sociedades patriarcales que inventaron la cristiandad pusieron tanto énfasis en que la mujer sea la causa del “pecado original”. Aún más, continuó, la ciencia puede analizar por qué diferentes personas practican diferentes religiones. Dio el ejemplo de cuando secuestraron a los negros y los convirtieron a la cristiandad a punto del fusil por medio de la esclavitud. Eso no es todo, dijo, y se adentró más: también se puede aplicar la ciencia para examinar el efecto objetivo de la religión para mantener sistemas de opresión. Presentó ejemplos de cómo la religión ha entrenado a la gente no solo a aceptar códigos morales opresivos sino también a encontrar “sentido en su sufrimiento y explotación”, así como ha servido para impedir que la gente haga las preguntas de “por qué” y busque respuestas en el mundo real, con el método científico.
Cada vez que Lotta planteó que “la ciencia puede ir aún más a fondo”, muchas caras en el salón se iluminaron con cada vez más regocijo ante el descubrimiento y del pensamiento nuevo. Varias personas, entre ellas la estudiante de secundaria que había citado a su maestro de matemáticas, se echaron a reír de gusto a cada paso del proceso.
La discusión se arrancó en muchas diferentes direcciones y abordó mucho más de lo que yo pudiera hacerle justicia en este escrito. Como la describió una joven asiática, la conversación fue desordenada, pero también lo es el mundo real que estamos tratando de entender. Pero también era estimulante; hizo salir a la luz cuestiones de método que muchas personas ni siquiera reconocieron antes y capacitó a todos a que se adentraran juntos y sacaran importantes conclusiones. Durante toda la velada, nos valimos mucho de los adelantos que ha hecho Bob Avakian —y remitimos a los participantes a su obra— sobre el reconocimiento de la increíble importancia del método científico para el proceso de conocer y cambiar el mundo y sobre el proceso de poner el comunismo sobre una base plenamente científica.
Algunos todavía tenían la mano alzada cuando decidimos levantar la discusión formal para darles a los participantes una oportunidad de conversar más a fondo de manera informal, para dar un vistazo a los libros, etc. Pasamos de mano en mano una pila de ejemplares del libro de Ardea Skybreak para que lo revisaran y lo compraran, y también ejemplares de unos libros de Bob Avakian, Lo BAsico, El comunismo nuevo, and ¡Fuera con todos los dioses! Compraron éstos y otros libros, y formaron grupos para continuar forcejeando mucho tiempo más.
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