El fascismo es una dictadura sangrienta abierta, sin siquiera dar la apariencia que la gente tiene derechos*

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Es cierto que en el “levantamiento de Ferguson”, y hoy en el hermoso levantamiento en contra de la supremacía blanca, y la brutalidad y asesinato policial, la policía (y los efectivos de la Guardia Nacional) han llevado a cabo una feroz represión, a órdenes de los políticos del Partido Demócrata. Esto es un reflejo del hecho de que vivimos bajo una dictadura todo el tiempo — la dictadura de la burguesía (la clase capitalista). Pero, antes del régimen de Trump y Pence, ésta ha sido una dictadura que se ha ejercido en la forma de la democracia burguesa (una democracia que se basa en el sistema capitalista y el gobierno de la clase capitalista sobre las masas de personas, se conforma a dicho sistema y gobierno, y permanece dentro de los confines de dicho sistema y gobierno). Esa contradicción —entre la apariencia democrática externa y la esencia interna de la dictadura— tiene implicaciones concretas. Implica que, mientras la forma de la dictadura burguesa sea “democrática”, para mantener ese caparazón democrático los representantes políticos y jurídicos de la clase dominante tienen que permitir que se ejerzan ciertos “derechos y libertades civiles”, hasta cierto punto, y al menos dar la apariencia de respetar un “estado de derecho” que no sea simple y flagrantemente el ejercicio de la fuerza bruta sobre la sociedad en su conjunto, y contra cualquier intento de oponerse a lo que el gobierno está haciendo.

La razón por la que algunas personas piensan que cualquier tipo de represión severa equivale al fascismo es básicamente porque se dejan engañar por la apariencia externa de la democracia —y en su mente la “democracia” significa que supuestamente no debe existir ninguna represión, o al menos no una represión severa— así que cuando exista tal represión, incluso en “tiempos normales”, creen que se trata de algo distinto a la democracia, cuando en realidad el ejercicio de la dictadura burguesa incluye mucha represión brutal cuando esa dictadura se ejerce en la forma “democrática”. Pero eso sigue siendo cualitativamente distinto a una dictadura burguesa fascista de verdad, que en esencia deja de lado toda apariencia o de “democracia” y gobierna abiertamente por medio de la violencia y el terror.

En ciertas ocasiones, como hoy, la contradicción entre la apariencia de la democracia y la esencia de la dictadura puede llegar a ser muy aguda para la clase dominante burguesa. Los fascistas —los fascistas reales concentrados en el régimen de Trump y Pence que están ahora en el poder, y no los “fascistas liberales” imaginarios en la cabeza de este partidario del nacionalismo negro estrecho dogmático—, han estado actuando de manera vengativa, y de manera acelerada, para resolver esta contradicción con maniobras hacia una dictadura manifiesta, apoyándose abiertamente en el terror y la violencia en contra de aquellos que se oponen a este régimen y todos los que este régimen considera como una amenaza, sin fingir permitir el disentimiento y la protesta.

No simplemente no está en sintonía con la realidad cuando se actúe como si no importara para las masas de personas —y para cualquier movimiento contra la opresión y la injusticia, sin hablar de cualquier movimiento para una revolución real—, el que estos fascistas muy reales lograran consolidar totalmente su gobierno fascista. No está en sintonía con los intereses vitales, de hecho de vida o muerte, de las masas de personas —y actúa en contra de esos intereses— no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo.

 


* Un pasaje del artículo “Sobre la ciencia del nuevo comunismo que se necesita, y no los alardes del estrecho nacionalismo dogmático”,el que está disponible en revcom.us.  [volver

 

 

 

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