La retirada estadounidense de Afganistán
Tres lecciones y dos puntos básicos de orientación

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En 2001, fundamentalistas islámicos fanáticos secuestraron varios aviones y los pilotearon contra el Centro de Comercio Mundial, un enorme edificio de oficinas en Nueva York. El centro fue destruido y casi 3.000 personas murieron. También atacaron el Pentágono, el cuartel general del Departamento de Defensa de Estados Unidos. En respuesta, Estados Unidos, bajo el presidente republicano George W. Bush, declaró la guerra contra el gobierno de Afganistán, que había permitido que el grupo responsable —al Qaeda— se estableciera en ese país. Al gobierno afgano lo encabezaba un grupo fundamentalista islámico fanático y represivo, el Talibán.

Esto intensificó cualitativamente una dinámica la cual Bob Avakian identificó:

Lo que vemos en contienda, con la yihad por un lado y McMundo/McCruzada [el imperialismo occidental cada vez más globalizado] por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de estos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos.

Esta es una formulación muy importante y crucial para entender muchas dinámicas que impulsan el mundo en este período, pero tenemos que tener en claro cuál de “los dos sectores históricamente anticuados” ha causado más daño y representa la mayor amenaza a la humanidad: los sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista, y en particular los imperialistas estadounidenses.

Bob Avakian, Lo BAsico 1:28

Ahora Biden ha anunciado la retirada de tropas de infantería estadounidenses para septiembre del año en curso, tras 20 años de guerra y decenas de miles de muertes afganas e incontables vidas destruidas. En las semanas que vienen, analizaremos más lo que subyace a esta maniobra y el impacto que tiene en la actual situación política explosiva. Esta retirada ha causado inquietud y alarma entre varios comentaristas liberales respecto al daño que hará a las mujeres. Pues hay motivo de alarma: es muy posible que el Talibán tome el poder de nuevo e imponga formas extremadamente reaccionarias de opresión contra mujeres y niñas, privándoles de todos los derechos básicos, negando por completo su humanidad, e imponiendo eso con salvajismo brutal.

Para entender esta situación, es importante ver el contexto más amplio.

Como señalan los artículos acompañantes, Estados Unidos ha justificado esta guerra, en parte, como una guerra para “liberar a las mujeres de Afganistán”. Como también demuestran estos artículos, si bien ciertas reformas sí ocurrieron, las mujeres siguen siendo oprimidas y subordinadas. Lo que sí logró esta táctica fue movilizar apoyo para esta guerra de parte de sectores “progresistas” de la sociedad estadounidense, entre ellos muchos liberales y progresistas.

Una pregunta: ¿por qué aquellos que se preocupan por la mitad de la humanidad que es femenina invocarían al poderoso país que ocupa la cima de un sistema en que millones de mujeres cada año son traficadas para la prostitución y la esclavitud sexual… en que el derecho al aborto, y pronto los contraceptivos, está bajo asalto continuo y ahora pende de un hilo… en que la violación y otras formas de asalto contra mujeres ocurren constantemente y el odio y la denigración de mujeres permea la sociedad en un sinfín de formas, y en que estos horrores asumen una forma aún más concentrada dentro de las mismas fuerzas armadas que supuestamente fueron mandadas a “liberar” a las mujeres de Afganistán… en que la discriminación aún prolifera de manera desenfrenada en toda esfera… y en que el trabajo de mujeres brutalmente explotadas en el Sur global desproporcionadamente alimenta las superganancias que posibilita el “nivel de vida” en los países imperialistas? ¿¡¿Por qué, al enterarse de estos hechos, convocaría uno a la gente a ponerse de lado de semejantes opresores al por mayor de las mujeres, a la expectativa de que terminen la opresión de cualquier mujer, en cualquier parte?!?

Y, en realidad, ¿qué trajo esta guerra? La muerte, la destrucción, y el horror —la abrumadora mayoría de eso contra civiles— mucho más allá de lo que ocurrió el 11 de septiembre. Ya para agosto de 2016, fueron muertas unas 111.000 personas y fueron heridas más de 116.000 como resultado de la guerra estadounidense en Afganistán. La guerra ha desarraigado a casi cinco millones de personas. En mazmorras establecidas por las fuerzas armadas estadounidenses, han encarcelado sin juicio y maltratado a incontables números de afganos, entre ellos dos presos muertos por torturas en la infame prisión de Bagram. Un gobierno represivo y corrupto tras otro, todos impuestos y orquestados por Estados Unidos, perpetraron y agravaron la miseria, pobreza y atraso forzoso que el pueblo afgano tenía que vivir día tras día. Afganistán es uno de los 10 países más pobres del mundo, en que casi el 50 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza y el 36 por ciento enfrenta grave inseguridad alimentaria. Sí, se efectuaron unas reformas para un pequeño sector de mujeres —se abrieron escuelas para una tercera parte de las niñas— mientras continuaba la opresión horripilante general de mujeres.

Y, ¿cuáles son los resultados netos de las dos décadas de horror que dejaron muertas a tantos miles de personas y destruyeron la vida de millones más? Primero, que se fortalecerá el control fundamentalista islámico bárbaramente patriarcal sobre Afganistán, por lo menos a corto plazo1. Segundo, que los imperialistas estadounidenses lograron, al menos temporalmente, movilizar a un sector de la gente con impulsos progresistas en torno a la idea totalmente falsa, corruptora y profundamente dañina de que se pueda presionar a este gobierno a “llevar la democracia” a otros países, y por tanto cuando estos carniceros disfrazan así sus guerras, la gente deba apoyarlos. El espíritu al cual expresa Lo BAsico 5:7 —de que la vida de los estadounidenses NO es más importante que la de la gente de otros países— al cual una vez lo abrazaba un sector importante de la sociedad, ha perdido mucha fuerza en estas dos décadas pasadas, y hay que infundirle vida de nuevo; ¡el internacionalismo es más importante que nunca!

Al mismo tiempo, hay que notar también un tercer resultado: que la alardeada máquina de guerra estadounidense, si bien puede causar tremenda destrucción y crueldad, no siempre logra imponer su voluntad, incluso contra oponentes mucho más débiles. También es un hecho que esta guerra, junto con la guerra aún menos justificada lanzada contra Irak, ha contribuido a la crisis general en la que la clase dominante estadounidense ahora se encuentra enmarañada. Es importante que la gente reflexione sobre esta lección: que por poderosa que sea su maquinaria de muerte y destrucción (y sin duda lo es), NO es todopoderosa, incluso ante oponentes ligeramente armados.

En conclusión, dos lecciones:

Una: Las personas no pueden dejarse llevar por las cruzadas de parte de los imperialistas en nombre de supuestamente acabar con una forma de opresión defendiendo y fortaleciendo otra forma de la misma opresión. Como enfatiza la cita clave de BA al comienzo de este artículo, esta es una dinámica sangrienta que sólo fortalece a relaciones opresivas en general. Y la única manera de empezar a romper esta dinámica es oponerse firmemente al “propio” imperialismo de uno cuando éste lance cualquier guerra, bajo cualquier pretexto.

Dos: Lo que nosotros en los países imperialistas tenemos que hacer es no solamente oponernos a estas guerras supuestamente lanzadas para implantar la “democracia”, sino que tenemos que imbuir audazmente a las personas en todas partes con un espíritu de aplaudir la derrota de estos opresores cuando intentan llevar a cabo estas viles maquinaciones.

 


1. La dinámica que se ha plasmado en Afganistán, y en importantes partes del Medio Oriente, es precisamente lo que Bob Avakian describió en términos de los dos sectores históricamente anticuados que se enfrentan entre sí ahora. Ante los ataques horripilantes y represivos de parte de Estados Unidos y otras potencias imperialistas contra la población afgana, se ha aumentado el apoyo al Talibán en oposición y como resistencia a eso. La situación actual, en que el Talibán está posicionado para tomar el control de Afganistán, con efectos aterrorizadores, es el resultado de más de 20 años de esta dinámica. [volver]

 

Un pasaje de EL NUEVO COMUNISMO

Bob Avakian

De la sección: “El internacionalismo — El derrotismo revolucionario”

¿Qué quiero decir por derrotismo revolucionario, y por qué es tan importante? Derrotismo revolucionario quiere decir oponerse a las acciones del propio gobierno y clase dominante cuando libran sus guerras, que son guerras por el imperio. Significa que aplaudimos cualquier revés que sufren en esas guerras, porque eso debilita su opresivo control sobre las masas, en Estados Unidos y en el mundo más en general. Ahora bien, sí tenemos que reconocer que tenemos una situación diferente a la que había durante la guerra de Vietnam. En esa época, el Frente de Liberación Nacional (FLN) de Vietnam era una organización revolucionaria del pueblo en Vietnam del Sur que combatía, junto con el gobierno y el pueblo de Vietnam del Norte, contra los imperialistas estadounidenses. Ho Chi Minh era el líder de esa lucha, hasta que murió a fines de los años 1960; se autodenominaba comunista pero en realidad era más bien un nacionalista revolucionario. Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, Ho Chi Minh dirigió la lucha armada del pueblo vietnamita para expulsar a los franceses, quienes habían colonizado a Vietnam, y luego para expulsar a los estadounidenses, quienes a principios de los años 1950, intentaban reemplazar a Francia como amo colonial de Vietnam. Bien, en aquella época solíamos ir a las manifestaciones y la gente marchaba por las calles coreando, “Ho, Ho, Ho Chi Minh, el FLN vencerá”. Se sentía muy bien, y era justo hacerlo. Era justo estar del lado del pueblo vietnamita y de Ho Chi Minh quien lo dirigía. No se trataba de que uno solamente quisiera que su propio gobierno perdiera la guerra injusta que libraba, sino de que de hecho, uno podría estar del lado de la gente que luchaba contra el gobierno de uno, porque esa gente representaba una causa justa, representaba una lucha real contra el imperialismo. No se dedicaban a atacar a los civiles. Combatían contra el ejército del imperialismo estadounidense que había invadido a su país y lo bombardeaba masivamente. Así que, en esos días se podía estar del lado de la gente que luchaba contra el gobierno estadounidense, los imperialistas de Estados Unidos.

Hoy, desafortunadamente, la situación es diferente y no es tan favorable a corto plazo. Nadie con una posición decente debe querer apoyar a estos yihadistas islámicos reaccionarios que de hecho también son los ejecutores de relaciones brutalmente opresivas —en particular, pero no exclusivamente las horrorosas relaciones patriarcales— y que, al servicio de eso, realizan todo tipo de depravadas masacres de civiles comunes. Así que uno no puede, si tiene una posición justa, identificarse de ninguna manera con esas fuerzas y respaldarlas. No obstante, hay algunas personas en el mundo que se autodenominan de izquierda o hasta comunistas o maoístas, gente como este tipo Ajith, que tratan de darles un rostro bonito a estos yihadistas fundamentalistas islámicos e insisten que son antiimperialistas, que libran una lucha antiimperialista. Pero la realidad es que, aunque combatan contra Estados Unidos, no representan una fuerza positiva, progresista, ni mucho menos una fuerza revolucionaria; y allí donde han logrado ejercer el poder, su dominio es brutalmente opresor. Eso se ha demostrado repetidas veces en el mundo real. En la mente, uno puede imaginar que esta gente es distinta a cómo realmente es, pero eso solo puede causar mucho daño, porque en el mundo real no son una fuerza positiva, si bien por sus propias razones, se oponen al imperialismo estadounidense, en cierta medida, pero no de ninguna manera fundamental ni con ningún fin positivo.

Esto genera una situación difícil porque, especialmente por el gran parasitismo de la sociedad estadounidense —en la que importantes sectores de la población, en particular de las capas medias, reciben una tajada del botín de la dominación y saqueo imperialista en el mundo— cuando el gobierno de Estados Unidos puede señalar las continuas atrocidades que realizan esos fundamentalistas islámicos, esto refuerza la tendencia de la gente a apoyar, o al menos no oponerse seriamente, a su propio país y gobierno y las guerras que emprenden contra estos fundamentalistas islámicos. Lo hace más fácil que las personas acepten lo que hay y tomen la posición: “No me gustan mucho estas guerras, pero miren a esa otra gente; tenemos que hacer algo acerca de los grupos como el Estado Islámico (EI)”. No importa el hecho de que Arabia Saudita, un gran aliado de Estados Unidos, corta más cabezas que el EI, y encarna e impone todo tipo de horrorosa opresión, contra las mujeres y otros. Pero no obstante, la gente puede decir: “Miren a esa gente, como el EI”. Por lo tanto, esto lo hace más fácil que las personas no tomen el camino más difícil de ir en contra de su propio gobierno y las guerras que libra.

Sí, es verdad: los fundamentalistas islámicos que se oponen a estos imperialistas no son buenos, no proponen una alternativa positiva. Pero eso no hace que las guerras por el imperio que libra el gobierno estadounidense sean justas. Esta situación ha continuado demasiado tiempo y hay que desafiarla de frente y a profundidad. Son guerras por el imperio. Son guerras injustas. Se llevan a cabo con medios de destrucción masiva, matan a cientos de miles de civiles, torturan gente al servicio de estas guerras. Hay que oponérseles y oponérseles enérgicamente. No es aceptable que la gente nada más tome la posición: “Sí, quisiera que acabaran esas guerras, pero tenemos que hacer algo acerca de estos fundamentalistas islámicos”. Es crucial que la gente llegue a ver la verdadera naturaleza de las guerras que libra su gobierno y por qué hay que oponerse activamente a estas guerras; y aunque no se puede, y no se debe, apoyar al otro bando, de todas formas uno todavía tiene que tener el enfoque básico de aplaudir la derrota de su propio gobierno en las guerras que libra. Hay que aplaudir la derrota de estos imperialistas porque, en primer lugar, sus guerras son injustas, aun cuando la gente del bando contrario también sea injusta. Y en segundo lugar, cada derrota así debilita a este sistema y su clase dominante y nos acerca más al momento en que la gente de hecho podrá hacerlo caer y crear algo liberador en su lugar.


Aldeanos afganos cerca de hogar destruido por bombardeo aéreo de Estados Unidos y OTAN, lo que dejó cinco mujeres, tres niños y un hombre muertos, al norte de Kabul, Afganistán, 5 de marzo de 2007. Foto: AP/Musadeq Sadeq


Estados Unidos prometió mejorar la vida para la gente de Afganistán, pero más de la mitad de la población de 35 millones siguen en la pobreza, una cuarta parte de ellos que padecen un hambre constante y severa. Casi la mitad de los niños afganos no estudian en una escuela, con un efecto desproporcionado a las niñas. En la imagen: para subsistir, unos niños fabrican ladrillos. (Foto: RAWA)

 

 

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