El “papa popular”

NO es una “nueva” Iglesia católica

Actualizado 30 de septiembre de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El papa Francisco llega a Estados Unidos el 22 de septiembre. Además de reunirse con los poderosos, también hará reuniones bien mediatizadas —de hecho oportunidades fotográficas— con obreros inmigrados de África y México en Nueva York y alentará su lucha por sindicalizarse, además de otros grupos de oprimidos. Anterior a su visita a Estados Unidos había publicado una crítica apasionada de la destrucción ecológica. En un mundo de extrema desigualdad, predica la “dignidad de los pobres”.

Pero, a pesar de las apariencias superficiales, esta Iglesia católica NO es algo nuevo. Es una iglesia re-etiquetada, de imagen actualizada con tal de volver a reforzar su influencia ahora en declive y —por más que el papa supuestamente exprese oposición— aquietar a la gente para que acepte el mundo así como es.

El infierno en que vivimos… y la Iglesia    

La verdad es que la mayoría de los humanos en este planeta no tendrían que leer los estridentes cuentos de espantos del Libro de Revelaciones para saber del infierno — pues ya lo están viviendo en carne propia.

Obligar a la niñita de 10 años en Paraguay a dar a luz tras ser violada por su padrastro, debido al poder de la Iglesia: eso es el infierno. Los padres que no tienen más opción que mandar a un hijo a cruzar el desierto o a cruzar el alto mar en un barco coyotero apiñado por falta de comida o trabajo, y porque su país es arrasado por el crimen organizado o las fuerzas armadas — eso es el infierno para padres e hijos de igual medida. El niñito o la niñita en Yemen que recoge una bomba de racimo hecha en Estados Unidosdiseñada para parecer un juguete y queda hecho añicos — eso es el infierno. El padre o madre de un joven acribillado por la policía porque “correspondía a la descripción” o “parecía amenazante”... el migrante, desesperado para trabajar, que sobrevive a duras penas... el preso, sea inocente o sea impulsado al crimen por un sistema criminal... el o la joven gay al que lo humillan y lo amedrentan hasta que se suicide, o incluso lo maltratan o lo matan los muy santos poniendo en práctica el código moral de la Biblia... o la señora joven en África o Asia que se muere de SIDA mientras la ven sus hijos que se preguntan qué será de ellos (pudiendo haberle salvado la vida un simple condón, la distribución del cual lo prohíbe la Iglesia)... todos ya saben del infierno.

Este infierno en que vive la humanidad es en parte causada directamente por la Iglesia, y todo en su conjunto es sostenido y protegido por ella; en medio de ESTO Francisco viene para ofrecer un consuelo falso de que si uno acepta en lo fundamental este orden y trabaja para unas reformas modestas, la iglesia lo apoyará. Sin embargo estas reformas no son más que echarle pintura al infierno — un infierno concreto en el cual la Iglesia no solamente es cómplice sino que es uno de los arquitectos de un pillar principal.

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¿Por qué alabar eso? Lo que hace falta es la revolución — acabar con este infierno que se llama capitalismo y crear un mundo aquí y ahora donde la gente pudiera trabajar y luchar hombro a hombro por el bien común, en lo concreto... por un mundo SIN explotación, SIN que un grupo oprima a otro... por un mundo en el que no hundan al pueblo en la ignorancia y el miedo sino que se le dé acceso al conocimiento y los medios para entender de verdad el mundo y actuar para cambiarlo.

ESO no lo permitirá el papa. Lo ha comprobado por su complicidad con una junta fascista en Argentina durante los años 70 y 80, donde, en el mejor de los casos, distanció la Iglesia de los que oponían resistencia. Pero lo que nos hace falta es la emancipación — no el consuelo.

Re-etiquetar la Iglesia en un mundo en crisis

Para entender cómo la Iglesia católica se está re-etiquetando, o sea actualizando su imagen, por medio del papa Francisco, uno tiene que considerar por qué lo elevaron al papa. La Iglesia católica es una institución en crisis dentro de un mundo en crisis. Hoy día la mayoría de los católicos viven en los continentes más empobrecidos: África y América Latina. Son regiones del mundo donde el funcionamiento del capitalismo-imperialismo inflige el peor infierno a las más personas. Son lugares donde la huella de la esclavitud, el genocidio y el saqueo colonial (en antiguas y nuevas formas) es cosa de todos los días. En África subsahariano, por ejemplo, nada menos de 40 por ciento de la población carece de acceso a las necesidades básicas de la vida: alimento, agua potable, ropa, y albergue, y el promedio de expectativa de vida de una persona es de 46 años (mientras personas en países en el otro extremo del espectro de desigualdad global viven décadas más).

Al mismo tiempo, la misma Iglesia se ha caracterizado por escándalos sin fin sobre el abuso sexual de niños, por proteger más a la élite privilegiada que a los oprimidos, y por su aspecto y actuación como si casi nada haya cambiado desde la Edad de Tinieblas. En Estados Unidos y Europa, donde también viven muchos católicos, la hipocresía sexual de la Iglesia y su flagrante desdén por la ley, junto con sus edictos draconianos contra las mujeres que quieren controlar su propia reproducción (sea por el aborto provocado o la planificación familiar) han disminuido su legitimidad y su relevancia.

En el contexto de una iglesia y un mundo en crisis, la Iglesia católica hizo un llamado en 2013 a cambiar radicalmente su imagen. Los líderes de la Iglesia corrieron al entonces papa Benedicto, al cual muchos odiaron, y elevaron al papa Francisco al símbolo y líder de una iglesia de marca renovada.

El papa Francisco está sirviendo no solamente para revitalizar la Iglesia sino jugar cierto tipo de papel. Primero, para promover la enseñanza tradicional católica de que si las personas sean obedientes y humildes, si acepten su lugar en el mundo y se rebajen por pecadores culpables de su propio sufrimiento, sus vidas tendrán sentido y vivirán para siempre después de la muerte. Segundo, para promover la idea de que si las personas luchan por mejorar modestamente sus vidas, la Iglesia las defenderá y tomará partido con ellas. Tercero, que —en el caso de las personas las que la Iglesia ha casi literalmente demonizado, incluyendo las mujeres que se hacen el aborto o practican el control de natalidad, personas gay y lesbianas, y las que se divorcian y vuelven a casarse— se les perdonará y se les tendrá compasión... si se arrepientan de sus supuestos pecados.

La dizque misericordia del papa hacia las mujeres es degradante y ultrajante

Alaban al papa por cambios supuestamente compasivos y tolerantes en la posición de la Iglesia sobre la mujer y la gente LGBT (lesbiana, gay, bisexual y transexual). Hace falta espacio como para analizar tanta hipocresía y tergiversación que ese mito conlleva, y el engaño propio de las personas que se lo han tragado. En todos esos casos de su dizque misericordia, que conste que Francisco sigue insultando a las personas por pecadores que tienen que arrepentirse — el único cambio siendo que ahora si se arrepientan sinceramente la Iglesia las recibirá de regreso.

Veamos un ejemplo: el aborto provocado. Recientemente el papa anunció un año de misericordia y dijo que mujeres que se han provocado el aborto pero se arrepientan sinceramente y confiesan a su cura se les permitirá hacer la comunión.

¿Misericordia? ¿Arrepentimiento? ¡No jodan!

En realidad, 47.000 mujeres mueren cada año de abortos provocados estropeados, debido en gran parte a que la Iglesia se ha aferrado a penalizar el aborto provocado. 47 mil. ¿Qué tal si la Iglesia parara contra una pared a 47.000 mujeres? Imagínatelas, como las mujeres que tú conoces, desde todos los diferentes países, personas con vidas y sueños y trabajo y amor. Ahora imagínate que se las asesina, una por una, casi mil cada semana. No solamente por un año, no solamente por una década — sino por siglos. Este “papa popular” es empapado en la sangre de mujeres, desde su calzado hasta su vestimenta carmesí. El de que profese inquietud por ellas pone sal en las heridas abiertas y repetidas.

Es más, millones más de mujeres sin contar son obligadas a tener hijos contra su voluntad, debido a la oposición de la Iglesia al control de la natalidad. Cabe repetir — durante siglos.

Ninguna mujer, en ninguna parte del mundo, tiene nada de que arrepentirse ante la Iglesia católica. Y ninguna persona pensadora, en ninguna parte, debe tragarse el cuento torcido del “papa popular”. El castigo vengativo, aunque viene envuelto de inquietud y misericordia, sigue siendo venganza.

¿Y la Iglesia? Nunca podrá expiar el sufrimiento que ha impuesto y la ignorancia que consagra, día tras día, vengativamente y sin pedir perdón. El día en que se rompan y se entierren todas las cadenas de la tradición sobre todos los humanos —incluyendo el control ideológico y las cadenas demasiadas concretas de la Iglesia católica—será de verdad un día de júbilo.

El pueblo no necesita un cambio de imagen para la Iglesia. No necesitamos que un tipo en piyama medieval nos dispense en turno misericordia y condenación, que profese apoyarnos mientras procura blanquear y encubrir los horrores flagrantes de este sistema… que dé consuelo al esclavo para hacer tolerable la esclavitud en vez de darle dirección para luchar para terminar la esclavitud… que dé sermones a los destructores del medio ambiente al mismo tiempo que legitima el derecho de gobernar de ellos.

Necesitamos una revolución. Y la necesitamos lo antes posible.

 

 

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