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De Atash/Fuego #144, Revista del Partido Comunista de Irán (marxista leninista maoísta)

La realidad del comunismo

La realidad de la democracia y el ideal de la democracia

Segunda parte

Nota de la redacción: El siguiente artículo está publicado en persa en la revista Atash/Fuego #144, noviembre de 2023 en cpimlm.org. Fue traducido al inglés, y del inglés al español, por voluntarios de revcom.us. Las anotaciones de los traductores están entre corchetes. La Primera parte del artículo se publicó en revcom.us el 11 de octubre de 2023.

La fuente principal de esta serie de artículos es el libro de Bob Avakian Democracia: ¿es lo mejor que podemos hacer? y otras obras suyas sobre la democracia y la dictadura.

En la Primera parte de esta serie, discutimos que cada democracia y cada estado tiene un contenido de clase y hablar de democracia sin hablar de su contenido de clase no tiene sentido. También dijimos que la democracia burguesa es de hecho la dictadura de la burguesía establecida sobre la base del capitalismo, es decir, la opresión y la explotación capitalistas (y específicamente el capitalismo-imperialismo). Y dijimos que la democracia en realidad sólo se practica dentro de las filas de la clase dominante, mientras que la dictadura se ejerce sobre la clase o clases oprimidas. La fuerza militar es la expresión concentrada de la dominación de una clase sobre otra: las fuerzas armadas representan el monopolio del ejercicio de la fuerza por parte de la clase dominante, y que las demás instituciones, incluido el parlamento [o el Congreso] y las elecciones, son secundarias o subordinadas a ella, e incluso se puede prescindir de éstas, cuando sea necesario. (A pesar de esto, la gente generalmente identifica la democracia con [un parlamento y elecciones].)

En resumen, el aparato estatal —especialmente las fuerzas armadas, pero también los tribunales y el sistema legal, la burocracia administrativa, etc.— está en manos de una clase, una clase que domina las relaciones económicas de la sociedad. Además, las ideas y valores engendrados por este estado, las ideas como la “igualdad”, corresponden a las necesidades de esta infraestructura económica, y el marco de este sistema confiere todos los derechos al individuo y los restringe. Por lo tanto, el aparato estatal de la democracia burguesa no es ni puede ser neutral, ni tampoco puede serlo ningún otro estado (incluido el estado democrático-la dictadura socialista).

Democracia: Es lo mejor que podemos lograr forro, de Bob Avakian

 

Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?

(en inglés, 1986; en español, 2006)
Bob Avakian
ISBN-13: 978-0916650308 [edición en inglés]
Precio: $10.95 [edición en inglés]
Formato: Rústica [edición en inglés]
Pedidos: RCP Publications [edición en inglés]
PO Box 804956, Chicago, Illinois 60680-4111
rcppublications@gmail.com

En la Segunda parte, examinaremos las ilusiones existentes sobre la democracia y también repasaremos los argumentos de los teóricos que intentan conciliar la contradicción contundente entre la realidad de la democracia y el ideal de la democracia.

Estas ilusiones juegan un papel importante en la práctica de hacerse de la vista gorda ante los crímenes contra la humanidad cometidos por las democracias burguesas — que hoy incluyen la destrucción del medio ambiente. Todas las democracias occidentales defendieron incondicionalmente la guerra genocida del ejército israelí contra el pueblo de Gaza. Consideran los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023 contra civiles israelíes como un obstáculo a la democracia — ¡un obstáculo que requiere la matanza de 2,5 millones de seres humanos sobre el planeta Tierra, utilizando una tecnología que es mucho más avanzada que los crematorios de Auschwitz!

Una de las ilusiones, cuando se compara con las innegables realidades de la democracia, es la creencia de que es posible perfeccionar [la democracia], que es un ideal que aún no hemos alcanzado, pero hacia el que debemos seguir avanzando. Este es uno de los argumentos que utilizan los promotores de la democracia cuando se encuentran ante los innegables crímenes de las grandes democracias burguesas. Sí, dicen, se han hecho muchas cosas terribles en nombre de la democracia, pero a pesar de todos sus defectos, la democracia sigue siendo la mejor forma de gobierno posible. Esta forma de pensar es particularmente popular entre las personas en los países gobernados por regímenes autoritarios violentamente represivos (como Irán, tanto bajo el régimen de [Sha] Pahlaví como bajo la República Islámica).

Durante el levantamiento de Jina [en Irán], fuimos testigos de una tendencia entre muchos jóvenes a idealizar la democracia. Por ejemplo, escuchemos las palabras de [la difunta] Sarina Esmailzadeh, quien compara la situación en Irán y Etiopía con la de Los Ángeles en Estados Unidos, y concluye que lograr un “Los Ángeles” es el ideal por el que esforzarse1. Pero, este examen superficial nunca podrá revelar que Irán-Etiopía y Los Ángeles son dos caras de la misma moneda. Aquí ponemos “Los Ángeles” entre comillas, porque la propia ciudad de Los Ángeles contiene impresionantes polos de pobreza y riqueza, como se puede ver en el contraste entre su puñado de comunidades cerradas que albergan a una minoría con una riqueza legendaria y los kilómetros de campamentos de personas sin hogar a lo largo de sus carreteras. O, para tomar otro ejemplo, el lema propagado en Beluchistán [una provincia de Irán], “¡Ni monarquía ni teocracia! [Exigimos] ¡Democracia e igualdad!”, propone la democracia como una alternativa a décadas de opresión y explotación por parte del Sha y los jeques [mulás].

Estos ejemplos ilustran las tendencias espontáneas de las personas a recurrir a esa solución cuando están bajo la enorme presión de gobiernos autoritarios y fascistas-religiosos como la República Islámica, que ejerce un poder extralegal absoluto — y a comparar superficialmente su propia opresión y explotación con “el otro lado del mundo” en Europa y Estados Unidos.

Pero, además de esta tendencia espontánea no científica que impide que la gente comprenda la realidad del problema, hay otras personas cuyas teorizaciones “justifican” esta actitud mortífera no científica, y utilizan la lógica instrumentalista para analizar la historia en su propio beneficio. Hasta prometen que la lucha por la democracia es simplemente un “primer paso” para derrocar a la República Islámica y que, al apoyarse en ella, es posible alcanzar objetivos más elevados “más adelante”.

El concepto de la expansión permanente y el mejoramiento de la democracia

Uno de los argumentos de que la democracia, aunque no sea perfecta, al menos es perfeccionable y ampliable, se basa en la comprensión [equivocada] de la historia del desarrollo de la democracia desde la antigüedad hasta el presente, como una línea recta desde la ciudad-estado griega a los estados democráticos de hoy, y [en el proceso] se han expandido para incluir a sectores de la sociedad que antes estaban excluidos o eran objeto de discriminación — esclavos, mujeres, pobres, etc. Y a partir de esto, concluyen que hoy deberíamos permanecer en la misma trayectoria histórica, expandir la democracia para incluir a los países que aún no son democráticos, y que en los países democráticos deberíamos tratar de extender los derechos democráticos a los inmigrantes, a las personas queer y a otras poblaciones excluidas, e integrarlos en la sociedad burguesa. Pero, lamentablemente, esta comprensión de la evolución histórica de las sociedades humanas va en contra del materialismo dialéctico: en otras palabras, es no científica y va contra la realidad.

Los argumentos de este tipo no son nuevos. Los propuso por primera vez el demócrata francés Alexis de Tocqueville en el siglo 19. “[L]a escena ahora ha cambiado”, escribe. “Poco a poco se van eliminando las distinciones de rango; las barreras que alguna vez separaron a la humanidad están cayendo; la propiedad se divide, el poder se comparte por muchos, la luz de la inteligencia se difunde y las capacidades de todas las clases tienden hacia la igualdad. La sociedad se vuelve democrática y el imperio de la democracia se introduce lenta y pacíficamente en las instituciones y costumbres”2.

Esta bonita imagen tiene un “pequeño” defecto: no es cierta en absoluto — ¡no era cierta entonces ni lo es ahora! Lo que ocurrió con la disolución del feudalismo después de las revoluciones burguesas no fue la extensión de la democracia sin diferencias de clases, sino la extensión de las relaciones fundamentales de explotación capitalista que reemplazaron a las relaciones de explotación feudal. [No fue] una expresión de la soberanía cada vez más amplia de las personas independientemente de su estatus social, sino procesos democráticos como expresión y componente necesario de la supremacía de la dictadura de la burguesía sobre el proletariado y otros oprimidos con el propósito último de garantizar e imponer su dominio sobre el sistema económico básico (el capitalismo y, más tarde, el sistema del capitalismo-imperialismo, o el capitalismo global).

No obstante, hay que tener en cuenta que, hasta cierto punto, el “cambio de escena” fue en sí el resultado de un salto en la organización social humana por medio de revoluciones burguesas, lo que a su vez surgieron como resultado de que el desarrollo de las fuerzas productivas entrara en contradicción antagónica con el modo de producción feudal. [Este salto] cambió radicalmente la superestructura política y sus bases económicas, y nunca fue un proceso gradual y lineal.

Así que, ¿qué hace que la noción de “mejorar la democracia” sea tan importante para la concepción del mundo democrática? Como escribe Bob Avakian, el intelectual democrático,

...desea el sistema social existente pero sin sus peores excesos, donde haya lugar para la reforma y para acoger las demandas de los oprimidos en tanto no amenacen lanzar por los aires el orden establecido y subvertir todas las relaciones sociales existentes3.

Pero independientemente de los deseos y aspiraciones de esta capa social [media], la realidad es que este tipo de democracia (y todas las variedades de democracia bajo el sistema capitalista) no puede existir sin [recurrir a] “excesos” violentos, sin una explotación brutal, crisis, guerras y destrucción ambiental. Si bien en ciertos momentos y en algunos países imperialistas, se ha logrado una expansión de ciertos derechos —por ejemplo en la posición de las mujeres—, ello no se debió a la naturaleza en expansión de la democracia, ni siquiera simplemente como resultado de la lucha de las mujeres y grupos por conseguir más derechos. Esta perspectiva del problema supone que fue la democracia la que creó esta “posibilidad de lucha”. Cuando se aplique a los países del Sur global, esta misma perspectiva llega a la conclusión chovinista de que la razón por la que no han alcanzado la democracia y derechos más amplios es que no han luchado lo suficientemente duro. Si bien se ampliaron ciertos derechos, esto se debió principalmente a la posición privilegiada de estos países en el sistema capitalista imperialista la que posibilitaba una estabilidad económica y política basada en la explotación del resto del mundo, esto no es algo que haya sido ni nunca será posible en las democracias del Sur global, desde India hasta Brasil e Irán.

Si examinamos el contexto más amplio, vemos que el peligro de las revoluciones y la existencia de los países socialistas en el mundo han tenido un impacto significativo, ejerciendo presión sobre los organismos de gobierno de las democracias [importantes] para que otorguen algunos derechos dentro del marco de su sistema — para que la gente no vea su atraso en comparación con el [verdadero] socialismo. Un ejemplo negativo de esto es que, a pesar de grandes protestas populares como “La Vida de los Negros Importa”, no ha habido ninguna mejora en la situación del pueblo negro en Estados Unidos. Por el contrario, bajo la presión de las crisis del sistema a escala global, el fascismo encabezado por los republicanos ha cobrado fuerza, y han lanzado ataques sistemáticos contra derechos previamente concedidos, los que tienen la intención de derogar.

La contradicción entre el ideal de la democracia y la realidad de la democracia

Una de las raíces de este problema, a pesar de todos los hechos antes mencionados, [es que] la mayoría de las personas todavía considera la “democracia pura” como el ideal, a pesar de que la práctica concreta de “las democracias” se opone al ideal de la democracia. Por un lado, estamos inundados de escritos de teóricos de la democracia, que presentan tanto los principios universales y eternos, como las profesiones de los opresores burgueses que gobiernan en nombre de la democracia. Y, por otro lado, tenemos la realidad de la vida bajo el gobierno de estas democracias y en el mundo donde, durante décadas, han ocupado los puestos más altos. Si bien esta contradicción es una fuente importante para desenmascarar el sistema y luchar contra él, [la contradicción] es en sí una fuente recurrente de ilusiones sobre la “perfeccionabilidad” del sistema democrático, o la “realización concreta” de los ideales democráticos que aún no han realizado.

Un resultado de esto es que constantemente surgen variantes radicales de la democracia burguesa, una tras otra, entre los oponentes del sistema, y hasta tendencias socialistas que incluyen la idealización de la democracia como un componente central. El estado socialista también es una democracia-dictadura de clase [del proletariado]. No obstante, si esta democracia no avanza hacia la disolución del estado y de las clases (es decir, hacia la disolución de sí misma), y no avanza hacia un mundo comunista, si considera el socialismo como un fin en sí, seguramente perderá su carácter socialista. (Discutiremos este tema en artículos futuros).

EL NUEVO COMUNISMO: La ciencia, la estrategia, la dirección para una revolución real, y una sociedad radicalmente nueva en el camino hacia la verdadera emancipación.

Este libro contiene la principal presentación de apertura pronunciada por Bob Avakian en el primer día de una conferencia del verano de 2015 ante miembros y partidarios del Partido Comunista Revolucionario. Está disponible en revcom.us. (JB Books, 2018). Unos pasajes del libro también están disponibles en revcom.us.

Como mencionamos, la distorsión y el desequilibrio del mundo (es decir, la división del mundo en países imperialistas y países dominados por el imperialismo) y el advenimiento de la era del imperialismo que resultó de la globalización del capitalismo, es una poderosa fuerza material que fomenta ilusiones sobre el mejoramiento de la democracia y su idealización. Esta contradicción encuentra un papel político importante en el mundo, en el marco de esta distorsión para configurar las ideas e incluso las oposiciones y luchas. Las consecuencias políticas e ideológicas del imperialismo en este caso han tenido múltiples capas y múltiples facetas. Por un lado, “los tiempos normales” (que han existido durante décadas) en los países imperialistas han engendrado la “aristocracia” de un sector del proletariado — una capa de trabajadores cuyas condiciones no son desesperadas, que negocian por derechos democráticos ampliados en lugar de un cambio radical. Por otro lado, en los países dominados por el imperialismo, donde las condiciones son constantemente desesperadas, la gente generalmente quiere un cambio revolucionario, [pero] la posición y los privilegios del primer grupo configuran y colorean sus esperanzas y sueños. Esto ha llevado a una tendencia prominente en los países imperialistas hacia la socialdemocracia en la esfera de la política y la ideología, y hacia el nacionalismo democrático-burgués en los países dominados.

En lo fundamental, esta tendencia política e ideológica refleja la perspectiva de los capitalistas y propietarios en pequeño, cuyo ideal de la democracia es un estado en el que la riqueza y el poder no estén concentrados en manos de unos pocos. [Tal concentración de riqueza] se ve como una forma de corrupción o una violación de una democracia que alguna vez se practicó, o al menos se intentó. El ideal pequeñoburgués de la democracia no significa que todos, o ni siquiera la mayoría, de aquellos que pregonan esta perspectiva sean en sí propietarios en pequeño, o que simplemente estén velando por sus propios intereses. [Esta perspectiva] coincide con la idea de los intelectuales que entienden que cuando la riqueza y el poder se consoliden en las manos de unos pocos, inevitablemente se utilizarán mal. Esta clase quiere volver de la era de los monopolios imperialistas a la era del capitalismo temprano. Pero les falta entender que fue precisamente el funcionamiento y las dinámicas del capitalismo primitivo lo que condujo al desarrollo de los monopolios, que el imperialismo creció a partir de los cimientos del capitalismo mismo.

Otro aspecto de este problema es que la pequeña burguesía considera que la autodenominada “democracia pura” está por encima de las clases. Considera que sus propios intereses son los intereses de todas las clases. Por lo tanto, considera que ¡beneficia a todos! el capitalismo reglamentado, en el que cada persona puede ejercer la “democracia directa” en su propia esfera. Estas nociones de la libertad, la igualdad y los derechos corresponden a la posición de los pequeños productores de mercancías.

¿Qué es lo central en esta concepción del mundo? Se trata del ideal de la soberanía individual —de “que el individuo controle su propio espacio”— el que refleja la atomización de las personas cuya identidad como propietarios de mercancías al mismo tiempo está sometida a los dictados del capital y a las fuerzas impulsoras de la acumulación de capital. Es decir, la mayoría de la población del mundo no puede alcanzar este ideal en realidad (aunque la propia mayoría no lo cree así).

Así que el problema no se trata de que la “verdadera democracia”, los “verdaderos derechos humanos” o la “verdadera igualdad” todavía no se hayan implementado en ninguna parte, sino que, como ha señalado Bob Avakian, hablar de democracia sin hablar de su contenido de clase no tiene sentido o tiene implicaciones peores. Escribe que, aunque se implementaran todos estos ideales y principios burgueses, [para parafrasear a BA]

El resultado sería el mismo que hoy. Es decir, una minoría aprovecharía cualquier oportunidad para poder explotar a la mayoría y, para garantizar esta explotación, usaría la fuerza directamente para mantener estas relaciones, así como emplearía a ejecutores, y utilizaría políticas para dividir para conquistar. Es decir, si se aplica cabal y sistemáticamente el principio de la igualdad de oportunidades para todos, no se obtendrá ningún otro resultado. En otras palabras, no tendríamos nada, salvo la sociedad burguesa que tenemos ahora, que incluye desigualdades sociales y explotación del proletariado. Para obtener otro resultado que incluya la abolición de la desigualdad social junto con la abolición de la explotación, es necesario ir más allá de los ideales y los principios de la sociedad burguesa y esas condiciones materiales que son su expresión, y derrocarla. Es necesario derrocar al estado burgués y superar lo que Marx llamó “el estrecho horizonte del derecho burgués” (la igualdad de oportunidades para todos) y todas las relaciones económicas y sociales que la reflejan y la facilitan.

Ya es hora de dejar que los muertos entierren a sus muertos, como dijo Marx, lo que incluye, y de hecho especialmente, en la idealización de la democracia.

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NOTAS:

1.  En un video, Sarina habló sobre sus sueños diciendo: “Sé que en el mundo hay una Etiopía y un Los Ángeles, y como soy perfeccionista, prefiero a Los Ángeles”. Tenía 16 años cuando fue asesinada por mercenarios de la República Islámica.  [volver]

2.  Alexis de Tocqueville, “Introducción del autor” a Democracy in America (Nueva York: Vintage Books), compilador Phillips Bradley, vol. 1, p. 9 [traducción por voluntarios de revcom.us].  [volver]

3.  Bob Avakian, Democracia, ¿Es lo mejor que podemos lograr?, de la edición en español.  [volver]

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