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Revolución #65, 15 de octubre de 2006
La “sentencia Katrina” – Tortura en las prisiones de Nueva Orleáns
Segunda parte: La pesadilla de la evacuación
Esta serie se basa en un informe de 141 páginas publicado el 10 de agosto por el Proyecto Prisión de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU): “Abandonados y maltratados: Presos del condado Orleáns después del huracán Katrina”. El informe se basó en un cuestionario que contestaron 1,300 presos y en entrevistas a presos actuales o puestos en libertad. Contiene extensos testimonios y pruebas de maltrato inhumano y racista. La primera parte de esta serie, “Celdas con llaves e inundación”, describe que abandonaron a los presos, unos encerrados con candado, cuando el huracán tocó tierra y el agua empezaba a inundar la prisión, y que los sheriffs, al regresar, dispararon gas mace, táseres, cachiporras y escopetas contra los presos que solo trataban de sobrevivir. Esta parte relata la evacuación brutal e inhumana de miles de presos.
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Tres lanchas y casi 7,000 personas. ¿Qué significó eso para los presos abandonados en la prisión del condado Orleáns? Que la evacuación de todos iba a durar tres días. Que tendrían que pararse en agua hasta el pecho diez horas, esperando el rescate. Y eso fue solo el comienzo de la pesadilla de evacuación.
Albert G. Couvillion, un preso entrevistado por ACLU, dijo: “Teníamos miedo y unos gritaban que no sabían nadar… El miércoles, nos escoltaron con las manos en la cabeza y encañonados con armas automáticas. Caminé por aguas negras que me llegaban al cuello, agua grasosa llena de basura, hasta llegar a las lanchas que nos esperaban a una cuadra y media de la prisión”.
Había 354 presos menores el día que el huracán Katrina tocó tierra. Los jóvenes también relataron historias horribles sobre la evacuación: que los ataron uno al otro con esposas plásticas y los jalaron con una soga hasta los botes. Un joven de 15 años dijo: “Me daba miedo porque no sé nadar y nos jalaron por la camisa y varias veces quedé sumergido en el agua. Tragué mucha agua”.
El agua era muy profunda y algunos presos eran chaparros y no tocaban fondo o estaban débiles para mantenerse parados.
Una señora dijo que cargó a una señora mayor en las espaldas desde su edificio a la cárcel central, donde estaban juntando a los presos para evacuarlos. Dijo: “Caminamos por agua de 1.35 y a veces 1.50 metros de profundidad. Yo cargaba en las espaldas a una señora de 65 años porque mide 1.42 metros, no sabe nadar y tiene problemas del corazón; los agentes le dijeron que si no aprendía rápido a nadar, tenían lista una bolsa de cadáveres con su nombre…”.
La carretera 10. Aquí dejaron a los presos, en el puente sobre la calle Board, en manos de guardias brutales y desalmados que los hicieron sentarse por horas y días, con las piernas cruzadas y espalda con espalda. No les permitían moverse para nada. Si se ponían de pie para hacer sus necesidades, los golpeaban. Un preso dijo: “Varias veces me rociaron con gas mace porque quería estirar las piernas doloridas y entumecidas, o porque necesitaba ir al baño”.
Un sheriff admitió: [Hubo] unos incidentes en que usamos gas pimienta que se han podido evitar… Cuando rociaron a los presos con gas pimienta, únicamente estaban pidiendo agua o comida. No buscaban pleito ni nada por el estilo. Pero si hacían ruido, los rociaban”.
Quantonio Williams le dijo a la ACLU: “Hicieron filas. El agua estaba llegando a las primeras filas. Cuando nos llevaron, nos dijeron que nos darían agua y comida. Vimos mucha comida y botellas de agua, pero no nos la dieron a nosotros. Los guardias se tomaban el agua… Mucha gente se desmayaba debido al sol. La única manera de no quemarse era mojar la camisa en el agua crecida. Estábamos sentados todo el día bajo el sol sin agua ni comida… arrinconaron a las personas desmayadas a un lado, al sol, y no las transportaron. Un señor empezó a gritar y a quejarse, y el agente roció a todos los que estaban cerca, a mí también. Tenía la espalda mojada con mace”.
Docenas de presos le dijeron a la ACLU que los agentes usaron táseres contra gente que solamente se estiraba o pedía ayuda. A un señor “que tenía que ir al baño lo mordió un perro policial, porque se puso de pie cuando nos habían ordenado quedarnos sentados en el pavimento caliente… El guardia no logró que el perro le soltara la pierna hasta unos cinco minutos después”. Otro preso dijo: “Los guardias desfilaron a un preso con alambres de táser pegados a la espalda. En ningún momento nos dieron agua o comida, y pasamos todo el día sentados directamente bajo el sol, a punta de fusil”.
Las presas, en particular, tenían que aguantar a guardias sádicos. Una presa recordó: “Nos hicieron orinar y defecar ahí donde estábamos sentadas y con la ropa puesta. Era inhumano, humillante y degradante. Unas teníamos la regla pero no teníamos toallas sanitarias. Nos quedamos con las que teníamos puestas por tres días. Algunas estábamos cubiertas de sangre menstrual. Los equipos de SID y SWAT nos llamaban ‘cocas’, ‘putas’, ‘perras’ y toda clase de insultos”.
Tres y tres docenas. Esa evacuación inhumana de la prisión del condado Orleáns duró tres días. Después de eso, pusieron en buses a los presos para llevarlos, al final, a más de tres docenas de prisiones estatales. El informe de la ACLU relata muchas historias de la brutalidad tras la evacuación, que arreció, porque al parecer los guardias singularizaron a los presos de Orleáns para darles un trato peor que el racismo y sadismo “normal”.
Un preso de 17 años, trasladado a la cárcel de seguridad máxima del condado Bossier, dijo: “Los guardias nos rociaron gas mace y nos decían cosas racistas. Solo estuve ahí unas dos semanas y me rociaron seis veces. Nos daban porciones pequeñas de comida, apenas lo suficiente para vivir”.
Timothy Ordon dijo que un sheriff lo golpeó y luego le susurró al oído: “Nigger mocoso, aquí no toleramos esas pendejadas de Nueva Orleáns”. El sheriff volvió a pegarle y lo arrastró por los pies a la celda.
Tyrone Lewis era músico y escribió muchas canciones populares. El conjunto Neville Brothers grabó varias de ellas. Cuando entró a la OPP en julio de 2004, le dijo al guardia que cuando lo detuvieron le golpearon el pecho y temía que le hubieran dañado el marcapasos. Pero no le hicieron ningún examen médico. Después de la evacuación, les dijo a los guardias que tenía dolores de pecho. Según el informe de la ACLU, la única respuesta que le dieron fue: “Chíngate, no vamos hacer nada por los niggers de Nueva Orleáns”. Tyrone empeoró y el 14 de septiembre lo internaron en un hospital de Monroe, Louisiana. Tyrone murió tres días después. El acta de defunción indica que la causa de muerte fue complicaciones del marcapasos.
Otro preso llevado a Bossier dijo que su fecha de libertad era el 9 de septiembre. Agregó: “Le dije a un guardia que mi fecha ya pasó y si podía hacer algo para salir de ahí. El guardia explotó y empezó a echarme palabrotas. Yo le contesté igual y entonces me echó gas pimienta por la ranura donde ponen la comida… Más tarde, regresó con un chingo de guardias y un tipo blanco, fornido y pelón que parecía estar al mando. Desde fuera de la celda le dijeron al preso que estaba conmigo que cuando la abrieran, tenía que salir. Pude ver que me estaban apuntando la luz roja del táser y supe que iban a entrar a golpearme. Me arrodillé con las manos en la cabeza para demostrarles que no iba a causar problemas. Entraron en la celda y el pelón me disparó el táser. Cuando dejó de dispararme, los demás guardias se me echaron encima y me pusieron grilletes en las manos y las piernas. Luego volvieron a golpearme. Todavía tenía los alambres del táser, uno en el pecho y otro en el estómago, y cuando el pelón les ordenó dejarme en paz, me pasó corriente de nuevo, diciéndome cosas como ‘Así te gusta, así te gusta’. Eso lo hizo tres veces: pasarme la corriente y luego dejarlos golpearme, y luego otra vez con la corriente. Perdí el conocimiento y desperté en una celda, a solas y sin ropa. La celda tenía el armazón de una cama, pero no había colchón. Solo el armazón, un excusado y papel higiénico. Me decían cosas como: ‘Ustedes los niggers de Nueva Orleáns creen que son muy gallitos’ y ‘Son todos animales. Te voy a mandar al bosque con los animales’. Llamaron a Nueva Orleáns ‘ciudad de hampones’. Soy amerindio, pero como tengo piel de color café, pensaban que soy negro”.
Un preso llevado al centro correccional del condado Quachita escribió: “A mí me han golpeado, escupido, disparado con táser y balines, rociado con gas mace y gas pimienta, varias veces el perro por poco me muerde, me han insultado, me llamaron nigger, mono, animal y otros insultos racistas. Me quitaron todos los privilegios y algunos derechos, me han puesto en cuartos de hule, me han desnudado y rociado con gas pimienta… Piensan que todos nosotros somos asesinos y nos dicen que como matamos con impunidad, pueden tratarnos como quieran y con impunidad. Que no le importamos a nadie, que todos vamos a morir aquí y nos van a enterrar allá atrás, donde sus padres enterraban a nuestros padres. Claro que están hablando de la esclavitud y si eso no es discriminación, entonces no sé cómo llamarlo”.
Tercera parte: “Justicia” de mazmorra y labor de esclavos
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