Revolución #88, 13 de mayo de 2007
El socialismo es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor
Parte 13: La Revolución Cultural, Lucha compleja y liberadora
Cada vez más personas se preocupan por el estado del mundo y la suerte del planeta. ¿Tiene que ser así el mundo? No; hay una alternativa mundial concreta: el socialismo y el comunismo. Pero constantemente nos remachan que el socialismo fracasó y que el capitalismo es lo máximo. Toda una generación no ha oído más que el socialismo es una pesadilla. Esa “revisión de la historia” también ha afectado a muchos intelectuales progresistas. El proyecto Pongamos las Cosas en Claro se propone convertir este ataque ideológico contra el comunismo en un debate enérgico en las universidades sobre el pasado del comunismo y el futuro del comunismo. En el 2005 y el 2006, el economista político maoísta Raymond Lotta dio una serie de conferencias por todo el país con ese fin. La conferencia “El socialismo es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor” confronta las mentiras sobre el socialismo, analiza la experiencia y los logros de la revolución bolchevique de 1917 a 1956 y de la revolución china de 1949 a 1976, y plantea la nueva visión de Bob Avakian sobre el proyecto comunista. Revolución está publicando la conferencia por entregas. Salió por primera vez en Revolución a finales del 2005 y a comienzos del 2006. El website del proyecto Pongamos las Cosas en Claro es thisiscommunism.org. Esta es la parte 13.
Parte 13: La Revolución Cultural, Lucha compleja y liberadora
Una de las distorsiones más repetidas sobre la Revolución Cultural es que Mao lo manejaba y manipulaba todo, y que fue responsable de todo acto y lucha que ocurrió. Lo responsabilizan de todo caso de violencia. Persiste la noción de que todo salía de un solo centro de autoridad y mando: Mao.
La realidad es que la Revolución Cultural fue una lucha complicada sobre quién dominaría la sociedad: las masas o una nueva clase burguesa. Participaron diferentes clases y fuerzas sociales: maoístas auténticos del partido y las organizaciones de masas; agrupaciones antimaoístas del partido que organizaban a estudiantes, trabajadores y campesinos; fuerzas militares conservadoras; grupos de ultraizquierda; organizaciones populares que se dividieron en campos rebeldes y conservadores; elementos criminales y más. Estaban en juego distintos intereses sociales y motivos. Algunos aprovecharon la Revolución Cultural para resolver sus disputas personales. Frecuentemente los enemigos de Mao dentro del partido, ante ataques políticos, fingían apoyar a Mao e incitaban enfrentamientos y violencia en nombre de la Revolución Cultural, con el fin de desviar el ataque de sí mismos y de desacreditar el movimiento revolucionario. La realidad es que la Revolución Cultural fue una lucha compleja sobre cuál clase iba a gobernar la sociedad: el proletariado, que junto con sus aliados es la gran mayoría y continúa la revolución para transformar la sociedad, o una nueva clase burguesa.
Sin embargo, durante el transcurso de esta lucha, Mao y la dirección revolucionaria lograron encaminarla en cierta dirección: concentrar la lucha política en los seguidores del camino capitalista más importantes, revolucionar cada vez más la sociedad y hacer que las masas la dominaran cada vez más.
Pensemos en lo que estaba pasando. Mao estaba desencadenando a cientos de millones de personas a luchar y debatir sobre la dirección de la sociedad, y a responsabilizarse del futuro. Nunca había ocurrido nada semejante en toda la historia. En Estados Unidos y otras democracias burguesas, se define la vida política por el voto. Cada cuatro años uno participa en un rito que lo mantiene pasivo y refuerza el statu quo. Pero en la China revolucionaria, brotaron una efervescencia y una agitación social increíbles, lo que es excelente para la sociedad. Y en esa situación no estaba todo bajo control. Algunos Guardias Rojos se pasaron de entusiasmo por eliminar la influencia burguesa en la sociedad y cometieron excesos. En esa atmósfera, Mao y los líderes revolucionarios tenían que guiar a las masas a analizar correctamente la situación, sacar lecciones y conclusiones sobre los métodos de lucha, y consolidar los logros.
La lucha de clases en la sociedad –sobre el camino que seguiría, el socialista o el de vuelta al capitalismo– se concentraba en la cúpula del partido y del estado. Mao no estaba tratando de monopolizar el poder, como nos han dicho tantas veces. Pudo mandar a arrestar a todos sus adversarios pero, como mencioné, no lo hizo, porque eso no hubiera resuelto el problema de impedir que la revolución retrocediera. Mao estaba dispuesto a poner todo en juego, a poner su confianza en las masas y a movilizarlas políticamente a bregar con las cuestiones candentes de la sociedad. Afirmó que la Revolución Cultural era una lucha para derrocar a los seguidores del camino capitalista, pero que, en lo más profundo, buscaba cambiar la concepción del mundo: llevar a las masas a conocer y cambiar conscientemente el mundo y a sí mismas.
Un movimiento revolucionario popular sin precedentes
La Revolución Cultural causó gran debate y cuestionamiento. Hubo manifestaciones políticas, protestas, marchas y reuniones políticas masivas. Se publicaron montones de periódicos: nada más en Pekín salían más de 900 periódicos. Se distribuían incontables volantes mimeografiados. Las materiales y lugares para todas esas actividades se proporcionaban gratis, como papel, tinta, brochas, prensas, salones para mítines y sistemas de sonido.
Los Guardias Rojos ayudaron a extender el movimiento al proletariado. Cuando la Revolución Cultural entró a la clase obrera, dio un viraje. En 1967-68, 40 millones de trabajadores participaron en luchas populares intensas y complejas y levantamientos para reconquistar el poder de las autoridades conservadoras atrincheradas en las organizaciones del partido en municipalidades y alcaldías. Por medio de experimentación, debate y evaluación, y con dirección maoísta, las masas forjaron nuevos órganos de poder político proletario.
El alcance y la intensidad de la Revolución Cultural no tienen paralelo en la historia de la humanidad. La rutina de todos los días se hizo añicos. Gente de todo entorno social participaba en el debate popular.
Los campesinos discutían los valores confucionistas que aún influenciaban su vida. Los obreros de las fábricas de Shanghai experimentaban con nuevas formas de administración participativa.
Nada ni nadie estaba por encima de la crítica. Se pidieron cuentas a las autoridades políticas, administrativas y pedagógicas que se alejaron del pueblo. Los funcionarios ya no podían encerrarse en el despacho a gritar órdenes; tenían que convivir con las masas y conocer su situación.
La Revolución Cultural provocó un profundo cuestionamiento ideológico. Mao dijo que si la revolución no transformaba las costumbres, hábitos y modos de pensar, no era tal. La revolución tiene que dar a luz nuevos valores y una nueva manera de relacionarse. “Servir al pueblo” fue la consigna que Revolución Cultural popularizó. No tiene nada que ver con la idea burguesa de que los ricos hagan actos caritativos para los pobres. Al contrario, se trata de servir las necesidades de la gran mayoría de la sociedad y la causa del comunismo internacional, de poner patas arriba la mentalidad capitalista de “yo primero”.
Lo que Mao enfatizaba es que aunque exista una economía socialista, la propiedad socialista solo será una fachada si no se promueve el espíritu de trabajar por el bien común.
Impacto internacional
No es posible exagerar el impacto que tuvo la Revolución Cultural en otros países. Era una época de auge radical y revolucionario por todo el mundo. La Unión Soviética era totalmente opuesta a la revolución proletaria, pero Mao presentaba la visión de la revolución comunista comprometida hasta el fin.
Les puedo constatar personalmente lo mucho que me impactaron los Guardias Rojos cuando era un joven rebelde en la prepa y la universidad. Yo quería ser como ellos. También me acuerdo de lo emocionante que fue la famosa carta de Mao de apoyo a los negros que se levantaron en Estados Unidos en abril de 1968, tras el asesinato de Martin Luther King. La China maoísta apoyaba la revolución por todo el mundo y hacía la revolución de nuevo dentro de su misma sociedad. Para mí, era increíble. Y lo sigue siendo....
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