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Un pasaje de ¡FUERA CON TODOS LOS DIOSES! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo de Bob Avakian

El cinturón de la Biblia es el cinturón de los linchamientos:
Esclavitud, supremacía blanca y religión en Estados Unidos

Nota de la redacción: Lo siguiente es un pasaje del libro ¡FUERA CON TODOS LOS DIOSES! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo, de Bob Avakian (que se puede pedir a RCP Publications). La edición en español se publicó en 2009.

Ya llevo varios años pensando en el hecho de que lo que se llama el “cinturón de la Biblia” en Estados Unidos es también el cinturón de los linchamientos, y ponderando sus implicaciones. Estas zonas de este país en que la religión fundamentalista ha tenido, históricamente e incluso hoy día, sus raíces más profundas, también son los lugares en que históricamente se ha llevado a cabo y se ha justificado la opresión más brutal, una y otra vez, a nombre del cristianismo. En Estados Unidos, con su historia general de opresión del pueblo negro —comenzando con la esclavitud y continuando en diversas formas hasta el presente— defender la tradición y la moral tradicional e insistir en la obediencia ciega a la autoridad necesariamente va de la mano con la supremacía blanca así como la supremacía masculina.

He aquí algunas preguntas que se plantean en esta conexión: ¿es solamente una asociación accidental —entre el cinturón de la Biblia y el cinturón de los linchamientos—, o es algo con raíces mucho más profundas y conexiones de causalidad? De ser cierto el último caso, ¿cuáles son las raíces históricas y materiales de esta conexión entre el cinturón de la Biblia y el cinturón de los linchamientos, entre el fundamentalismo cristiano y la supremacía blanca en la historia de Estados Unidos?

Se dio uno de los sucesos torales y puntos de viraje en relación a esto en las secuelas de la guerra de Secesión, con la revocación y la traición de la Reconstrucción en el sur de Estados Unidos. A manera de breve resumen de esos años cruciales: durante una década después de la guerra de Secesión, de 1867 a 1877, los soldados federales que habían conquistado el Sur permanecieron ahí a fin de hacer cumplir los cambios que se estaban realizando por medio de las enmiendas de la Constitución y las políticas del gobierno en general. Por un tiempo muy fugaz, aunque no había igualdad, hubo avances concretos para las masas de ex esclavos, e incluso para algunos blancos pobres. Esto incluía lo que entonces constituía una dimensión decisiva: la adquisición de tierras. Los ex esclavos que combatieron al lado de la Unión en la guerra de Secesión no obtuvieron todas las tierras que les habían prometido (los famosos 40 acres y una mula que salen en los créditos al final de las películas de Spike Lee), pero los ex esclavos, y algunos agricultores pobres blancos, adquirieron algunas tierras. Aunque esto aún ocurría bajo la dominación de la burguesía y dentro de la estructura de las relaciones burguesas, se otorgaron algunos derechos importantes a los ex esclavos que obviamente no habían existido bajo la esclavitud — incluido el derecho a votar. Como resultado, también había varios funcionarios negros elegidos durante este período muy corto en los estados sureños23.

Pero, la burguesía centrada en el Norte, después de haber consolidado su control económico y político del país, incluido el Sur, tenía una necesidad de expandirse más hacia el oeste y despachó al oeste al ejército que había combatido en la guerra de Secesión (y que había permanecido en el Sur durante una década después de esta guerra), a fin de llevar a cabo las últimas etapas de la conquista y el genocidio contra los pueblos indígenas, el robo de sus tierras y el encierro de los que quedaban en las reservas, que en efecto eran campos de concentración24. Sacar estos soldados del ejército federal del Sur marcó el fin de la Reconstrucción, y las masas negras en particular volvieron a estar sujetas a la sanguinaria explotación y terror de los dueños nuevos y antiguos de las plantaciones y del Ku Klux Klan, un grupo que organizaron unos ex oficiales y soldados de la Confederación que querían vengarse por la derrota en la guerra de Secesión y restaurar el “estilo de vida sureño”.

Junto con todo eso surgió cierta corriente del cristianismo entre los sureños blancos, en particular el fundamentalismo cristiano, que consideraba que los estados sureños, y específicamente los blancos del Sur, eran un pueblo que, como los israelitas de la antigüedad, había gozado del favor de su Dios pero lo había perdido y recibido su castigo. Este castigo, en la opinión de estos sureños blancos, no se debía a la esclavitud sino porque no se habían mostrado lo suficientemente firmes en su defensa de su estilo de vida — que de hecho se basaba en la esclavitud. A su parecer, ahora iba a darse una restauración de este pueblo, semejante a lo que ocurrió en el pasado cuando Dios le volvió a favorecer al antiguo pueblo de Israel.

Lo que acompañó todo esto, no solo en el Sur sino en Estados Unidos en su conjunto, fue que reescribió en cada vez mayor grado la historia de la guerra de Secesión, y en esencia se borró el papel del pueblo negro en la guerra de Secesión en las versiones históricas de la misma (David Brion Davis habla de esto en el libro Inhuman Bondage: The Rise and Fall of Slavery in the New World [Inhumano cautiverio: El ascenso y caída de la esclavitud en el Nuevo Mundo]). En gran medida hasta se borró, ofuscó y tergiversó la realidad básica de los motivos de la guerra. Aunque la guerra de Secesión abarcó un conjunto de factores y motivos (las personas del lado del norte no solo combatían por convicción moral, si bien muchas personas se veían motivadas a combatir contra la esclavitud por razones morales, entre ellas mucha gente que se inspiró por la rebelión, por ejemplo, encabezada por John Brown contra el sistema de esclavitud poco antes del comienzo de la guerra de Secesión, una rebelión la que no obstante fracasó), la esencia y el motivo decisivo del conflicto fue la cuestión de la esclavitud — y eso llegó a manifestarse con cada vez mayor claridad. Del lado del Norte, cuyo triunfo condujo a la abolición de la esclavitud, lo que en esencia ocurría fue que los intereses de la naciente burguesía (centrada en el Norte) empezaban a chocar de manera más profunda y aguda con el sistema de esclavitud y los esclavistas del Sur. Este antagonismo creciente entre estos dos modos de producción, estos dos sistemas diferentes de explotación —el sistema capitalista y el sistema de esclavistas— era la raíz de este conflicto; y la realidad, que iba quedando cada vez más clara, fue que la burguesía y su modo de producción no podían prevalecer sin abolir finalmente la esclavitud. Pero, no obstante la naturaleza contradictoria del lado burgués de este conflicto (que, entre otras cosas, se manifestaba en la manera parcial y vacilante en que Lincoln manejaba la abolición de la esclavitud), no cabe duda de que el asunto central y fundamental de la guerra de Secesión fue la esclavitud.

Pero, para repetir, sobre todo después de la revocación de la Reconstrucción, se empezó a reescribir todo eso. Con cada vez mayor frecuencia se refería a este conflicto como “La guerra entre los estados”. Y luego empezaron a representar importantes enfrentamientos de esa guerra que eran versiones tergiversadas de su contenido: las personas —en su aplastante mayoría blancas— se vestían de uniformes grises y uniformes azules (en representación del Sur y del Norte) y representaban de nuevo importantes batallas (esto todavía se hace). Esto también se ha expresado en la esfera de los deportes. Cuando yo era niño, y durante un tiempo después, se organizaba un partido de fútbol americano Gris-Azul, un duelo de estrellas que oponía estudiantes universitarios de último año del Sur contra otros del Norte. Se ritualizó la guerra de Secesión y se le redujo a un conflicto casi no antagónico al interior de la familia, aunque latía un profundo resentimiento en el seno de los segregacionistas sureños recalcitrantes quienes añoraban la “gloria” de la Confederación y los días de la esclavitud. De hecho, era más entre las personas —es decir, las personas blancas— del Norte que la sensación de antagonismo se había desvanecido en gran parte.

Esta nueva versión de la historia, y sus expresiones culturales, estaban ligadas a un cristianismo fundamentalista que tenía sus orígenes en el Sur pero que se extendía, y cada vez más hoy se está extendiendo muy enérgicamente, a otras partes del país, no solo en las zonas rurales sino también en las zonas suburbanas y exurbanas. Y, con lo que es una ironía terrible y escandalosa, este mismo fundamentalismo religioso también se está extendiendo en los barrios urbanos populares, con su promoción, en particular en el seno del pueblo negro, por parte de predicadores reaccionarios con ideas patriarcales.

También hay una gran ironía en la manera en que la guerra de Secesión ha llegado a presentarse como una tragedia nacional: en realidad, la guerra de Secesión, en una escala mucho mayor que durante la guerra de la Independencia estadounidense, tuvo un contenido auténticamente liberador, de parte del Norte. Aunque esta guerra estuvo bajo la dirección de la burguesía y finalmente se mantuvo dentro de los confines de las relaciones burguesas, la guerra de Secesión es la última guerra de parte de la clase capitalista estadounidense que con razón se puede considerar justa, e incluso gloriosa. Y es la única guerra de la cual ellos están avergonzados. [risas] Por eso, se escucha reiteradamente de la terrible tragedia del “hermano que mata al hermano”. Bien, no pienso que los esclavos la veían así — no creo que los 200 mil ex esclavos que, una vez que se les permitiera hacerlo, combatieron con heroísmo en el Ejército de la Unión, pensaran que mataban a sus “hermanos” en los combates contra el Ejército de la Confederación. No sé si muchos de los soldados blancos del ejército del norte que iban al campo de batalla cantando alabanzas a John Brown pensaran que mataban a “hermanos” cuando combatieron al Ejército de la Confederación. Creo que ellos pensaron que estaban librando una justa lucha por acabar con un terrible mal.

Pero, en la opinión de la burguesía dominante de hoy —y en la manera en que ha modelado, o procurado modelar, la opinión pública— la guerra de Secesión fue una terrible tragedia nacional. Lo cierto es que efectivamente se libró a un terrible costo. Los 600 mil muertos de esa guerra representan el equivalente de unas seis millones de personas en términos de la actual población de Estados Unidos. Pero, a pesar de ese costo muy real, las personas que entonces combatieron en esa guerra —de hecho de ambos bandos, pero aquí hablo de las personas que estaban del bando liberador de la guerra, del bando opuesto a la esclavitud— pensaron que estaba librando una guerra justificada, una guerra justa. Y eso es profundamente cierto, pero se ha escrito una nueva versión.

Por lo que se refiere no solo a la guerra de Secesión sino al fenómeno más amplio de la religión y la supremacía blanca en Estados Unidos, y por qué el cinturón de la Biblia también es el cinturón de los linchamientos, contiene un análisis importante el libro de Kevin Phillips, American Theocracy: The Peril and Politics of Radical Religion, Oil, and Borrowed Money in the 21st Century [Teocracia estadounidense: El peligro y la política de la religión radical, el petróleo y el dinero prestado en el siglo 21]. En el capítulo 4, “La religión radicalizada: Tan americana como el pastel de manzana”, Phillips hace la siguiente observación: “Desde hace mucho, el Sur rebasó… a Nueva Inglaterra como la región que más se dejó llevar por el destino manifiesto y una relación de alianza con Dios” (American Theocracy, p. 125).

Lo que señala Phillips es que, desde los orígenes del país, en Nueva Inglaterra surgió una fuerte corriente entre los colonos de ver en el establecimiento de su nuevo hogar en el Nuevo Mundo una expresión de una relación especial con Dios y una consumación de Su voluntad. Pero en los tiempos desde entonces, eso en gran parte se ha ido perdiendo de vista en Nueva Inglaterra a la vez que ha llegado a manifestarse y afirmarse mucho más poderosamente de parte de los sureños — o sea, cabe mencionar de nuevo, los sureños blancos (o una gran cantidad de estos). Esos sureños piensan con fervor que esta idea se aplica tanto a Estados Unidos en conjunto como también, muy particular y especialmente, a los estados sureños. Por eso, utilizando la expresión “excepcionalismo norteamericano” para la noción de que Estados Unidos tiene un destino especial y un lugar especial en los designios de Dios y que se caracteriza por una bondad especial, Phillips agrega: “El [Sur] ha llegado a ser la región líder del excepcionalismo norteamericano, con una nada despreciable cantidad de… excepcionalismo sureño” (p. 125). En otras palabras, en la opinión de los fundamentalistas religiosos que tienen su base en el Sur y en las tradiciones del Sur, ya que Estados Unidos en general y el Sur en particular se caracterizan por este excepcionalismo especial, cuando Estados Unidos se aventura al mundo y hace lo que en otros casos se consideraría mal, pues, al contrario, es bueno, porque Estados Unidos tiene una bondad especial inherente y lo que hace es por definición… bueno — lo favorece de manera especial y lo apoya Dios.

Phillips repasa el hecho de que, tras la guerra de Secesión, si bien el Sur salió derrotado y el sistema de esclavitud fue abolido, después de la revocación de la Reconstrucción el Sur “se resucitó” respecto al poder político e influencia en el país en conjunto. En esta conexión, señala Phillips, surgió una mitología religiosa, la cual echó raíces en amplios sectores de la población blanca del Sur, de que el Sur (blanco) tenía una alianza especial con Dios y era el objeto de un plan especial de Dios de volver a colocarlo en su debido lugar, de rectificar un terrible mal que se había cometido por medio de la guerra de Secesión. Phillips hace una comparación muy aleccionadora y pertinente entre los blancos sureños de Estados Unidos y los colonos blancos (afrikáners) de Sudáfrica, así como los protestantes de Irlanda del Norte y los sionistas que establecieron y gobiernan el estado de Israel. Cuando leí eso, de inmediato me sonó, pues me había llamado la atención una y otra vez que, al escuchar a un protestante norirlandés, a un afrikáner o a un vocero israelí (o a un colono israelí de Cisjordania), todos tenían una marcada semejanza y en ciertas formas hasta hablaban de manera muy similar no solo en términos de la clase de argumentos que plantean sino también en cuanto a su postura y actitud en general. Phillips señala que todos estos grupos, entre ellos los blancos sureños fundamentalistas, se creen un pueblo al cual se está restaurando su relación debida y justa con Dios — que se está reestableciendo una alianza rota y ejerciendo un destino especial establecido por Dios25.

Como concluye Phillips: “Resalto el número relativamente pequeño de culturas con alianzas con Dios en la historia debido a las actitudes bíblicas que sus poblaciones casi siempre comparten: intensidad religiosa, historia insegura y, para protegerse, una disposición a enrolarse con un dios de guerra del Viejo Testamento” (American Theocracy, p. 128). Esta observación perspicaz de Phillips se aplica al Sur de Estados Unidos, y en particular a los blancos sureños, y también se aplica a aquellas personas en el resto de Estados Unidos a quienes les atrae un fascismo cristiano fundamentalista basado en una interpretación textual de la Biblia. Luego, Phillips subraya que la importancia de lo señalado en el mundo de hoy tiene “menos que ver con Ulster [los protestantes de Irlanda del Norte] y Sudáfrica y más que ver con Estados Unidos y en particular con el Sur. Los israelíes y, en cierto grado, los norteamericanos lectores de las Escrituras están en el camino a ser los últimos pueblos de la alianza” (p. 128). Phillips señala de manera escalofriante que esta visión y los respectivos valores están cobrando aceptación y fuerza en muchas más personas en todas partes de Estados Unidos — y, para repetir, como dura ironía, este fenómeno incluye a algunas personas que son las más directamente oprimidas por la supremacía blanca.

Con la cada vez mayor propagación de esta concepción del mundo más allá del tradicional cinturón de la Biblia de Estados Unidos y con el aumento de su peso en la clase dominante de Estados Unidos, se plantea la posibilidad de una tentativa de imponer, mediante la fuerza y la violencia, en Estados Unidos y a nivel mundial, todo lo que trae a la mente el látigo del esclavista y el dogal del linchamiento. Hoy (de nuevo, retomando la formulación de Phillips), este fenómeno acompaña y se encarna en el poder destructivo de “la primordial superioridad moral de una nación bíblica convertida en una superpotencia de alta tecnología que propaga el Evangelio” (American Theocracy, p. 103)26.

Algo que señala David Brion Davis en Inhuman Bondage (lo que es algo que también señalé en Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?) es que, aunado a los argumentos de Aristóteles que justificaban la esclavitud, una de las principales cosas que citaban los apologistas y los defensores de la esclavitud en los estados sureños era la Biblia. Más específicamente, para santificar en términos religiosos la esclavización masiva de las personas de origen africano en el Sur de Estados Unidos, se invocaba repetidamente la historia de la manera en que Cam, el hijo de Noé, provocó la ira de Dios — de modo que Dios lo expulsara a África y les echara una maldición a los descendientes de Cam, a partir de su hijo, Canaán27.

Por todas las razones que he señalado (y sobre las que las declaraciones que he citado de Kevin Phillips arrojan alguna luz), existe un componente marcado y específico de supremacía blanca ligado inextricablemente al fundamentalismo religioso en Estados Unidos, dada la historia general de este país. Este es un hecho objetivo, si bien no es cierto que todo individuo que está metido en el fundamentalismo religioso esté consciente de ello.

De nuevo, una de las ironías duras y agudas de todo eso es la propagación de este fundamentalismo religioso, en alto grado por medio del ariete de la enérgica reafirmación de la autoridad patriarcal absolutista, entre los que son las víctimas más directas de la supremacía blanca. Entre más eche raíces este fundamentalismo en estas personas, más tendrá el efecto de amarrarlas más firmemente al proceso global que no solo intensificará muchísimo su opresión sino que tendrá implicaciones genocidas, en particular en una situación en que gran cantidad de jóvenes de los barrios urbanos populares —un gran porcentaje de jóvenes negros y también muchos jóvenes latinos— ya están presos o de una u otra forma están enredados en el “sistema de justicia criminal”.

Antes de analizar más directamente estas implicaciones genocidas, cabe examinar otra dimensión en que, en la historia de este país, la supremacía blanca se ha estado reforzando mutuamente con la promoción de la religión. En el libro When Affirmative Action Was White: An Untold History of Racial Inequality in Twentieth-Century America (Cuando la acción afirmativa era para blancos: La historia desconocida de la desigualdad racial en Estados Unidos en el siglo veinte), en el transcurso de analizar la manera en que el Nuevo Trato y las medidas que se aplicaron mediante la Ley de prestaciones para ex combatientes y sus dependientes (GI Bill), la Administración Federal de Vivienda, el Departamento de Asuntos de Veteranos y demás, reforzaron y promovieron concretamente la supremacía blanca y el ensanchamiento de la brecha entre los blancos y los negros en Estados Unidos28, Ira Katznelson habla específicamente de cómo esta situación afecta las universidades e instituciones de educación superior. Examina cómo se canalizó una mayor proporción de los fondos del gobierno a las universidades de las cuales, en los primeros años después de la Segunda Guerra Mundial, todavía eran excluidos casi todos los negros, y la disparidad entre el apoyo económico y de otra índole del gobierno para las universidades negras en comparación con las universidades que en gran parte o completamente excluían a los negros. Como parte de su análisis general, señala el plan de estudios históricamente restringido de estas universidades tradicionalmente negras. Con sus limitados recursos y fondos, pero también en parte bajo la influencia de toda la tradición asociada con Booker T. Washington, su plan de estudios se limitaba en gran parte y daba peso a tres campos: los programas vocacionales, la enseñanza y la teología. (Véase Ira Katznelson, When Affirmative Action Was White, W. W. Norton & Company, 2005 — capítulo 5, “White Veterans Only” [“Solamente para veteranos blancos”], especialmente la tercera parte, pp. 129-134.)

En otras palabras, se daba mucho más énfasis a la religión en las universidades tradicionalmente negras que en otras universidades, de las cuales en gran parte seguían excluidos los negros por muchos años después de la Segunda Guerra Mundial. En esta parte, Katznelson examina en particular los años justo después de la Segunda Guerra Mundial, pero las diferencias que trata han tenido un efecto más grande y prolongado y una aplicación, implicaciones y repercusiones más amplias, hasta hoy día. La promoción de la teología en las universidades tradicionalmente negras reforzaba el papel que históricamente había jugado la iglesia negra, que fue alta y agudamente contradictorio.

Desde los tiempos de la esclavitud, la estructura de poder ha promovido el cristianismo en el seno del pueblo negro en Estados Unidos. Los diversos pueblos de África de los cuales los esclavos fueron raptados practicaban diferentes religiones, y además de obligarlos a adoptar una nueva cultura y costumbres, incluso al extremo de requerir que asumieran nuevos nombres (como se representa en la serie especial televisiva Raíces, por ejemplo), en general los esclavistas impusieron el cristianismo en lugar de las religiones tradicionales de los esclavos29.

A la vez, como es lógico en un pueblo oprimido, a partir de los tiempos de la esclavitud los negros han buscado tomar algunas partes de esta nueva religión, inculcada bajo el yugo del esclavista, y utilizarla como medio para luchar contra la opresión. Por ejemplo, la historia del Viejo Testamento de la esclavitud que padecieron los israelitas en Egipto y de Moisés, quien condujo al pueblo a salir de la esclavitud —con el tema de “deja ir a mi pueblo” expresado en las canciones religiosas y en otras formas— llegó a ser una poderosa parte de la tradición y la cultura religiosas negras. Pero el papel de la iglesia negra siempre ha conllevado cierta especie de papel dual, y el papel del clero negro siempre ha sido contradictorio, a veces de manera muy aguda. Esto ha implicado negociar con los esclavistas (y con las autoridades supremacistas blancas que han ejercido el poder desde el fin de la esclavitud) a fin de obtener algunas mejoras de las condiciones del pueblo — pero siempre han hecho esto sobre una base que impedía que la situación se saliera del control y amenazara los intereses fundamentales de los opresores; siempre han llevado a cabo la lucha, o han procurado limitar la lucha que estalle, dentro de un marco que no desafiara en lo fundamental las relaciones opresivas. Una y otra vez, sobre todo cuando se aumentaban las tensiones y la furia de las masas amenazaba con desbordarse, los predicadores irían con los opresores y les diría en efecto: “Si no me dan algo para ofrecer a la gente, no tendré ninguna forma de impedir que se reviente la situación”.

Martin Luther King jugó este papel — de manera muy explícita. En medio de las enormes rebeliones urbanas de los años 60, King asumió en muchas ocasiones esta posición: si no me dan algo, ya no voy a poder contener la furia de las masas. Y a la hora de la verdad, cuando la furia de las masas sí rebasó los límites aceptables para la estructura de poder, King se unió al coro que pedía que el gobierno despachara el ejército para reprimir a la fuerza las rebeliones urbanas de masas. Esta es la posición que King asumió en el contexto de la rebelión urbana extremadamente poderosa en Detroit en el verano de 1967; y cabe decir que cuando despacharon el ejército a Detroit, la violencia no paró en ese momento sino que predominó cada vez más la violencia de parte del ejército (y de la policía y otros organismos del estado) dirigida contra las masas de negros, muchas de las cuales el ejército y la policía asesinaron a sangre fría. Eso es un hecho de la historia.

Aun cuando aceptáramos que King lo hizo por un compromiso sincero con el pacifismo, por una oposición estratégica a la lucha violenta de parte de los oprimidos y por un sentimiento de que los negros solamente perjudicaban sus propios intereses participando en levantamientos violentos, es necesario señalar que de fondo este razonamiento es erróneo y objetivamente cuadra con los intereses de los opresores. De hecho, el papel de King relativo a estas rebeliones, y en general, concordaba con su declarada posición de que solo se podía alcanzar la igualdad y la justicia para los negros en el marco del sistema capitalista y según los términos de este sistema, cuando en realidad este sistema siempre ha encarnado en sus propios cimientos y refuerza constantemente la desigualdad y la opresión de formas sumamente asesinas para las masas negras y solamente se puede ponerle fin a esta situación barriendo este sistema mediante la revolución30.

Este es el papel que ha jugado este sector de predicadores negros en la historia, aunque se les ha presentado como los líderes de la lucha. En realidad, su papel ha sido mucho más contradictorio —y a menudo mucho más agudamente contradictorio— que eso31.

En relación a todo esto, sobresalen muy claramente dos cosas en la actualidad: primero, es necesario tener muy claro que esta ideología —la teología del cristianismo, y de la religión en general, y la concepción general del mundo que expresa— no puede conducir a la liberación verdadera y completa, y por su cuenta siempre acabará buscando restringir las cosas dentro de los límites que establece el sistema existente. Para expresarlo en términos básicos, en la medida en que estén dispuestos a tomar partido con los oprimidos en la lucha contra la opresión y la injusticia, es posible y necesario unirse con los clérigos religiosos y otras personas con este punto de vista, pero la concepción del mundo y la orientación política que representan no deben dirigir la lucha, o esta no llegará a dónde necesita llegar para lograr la emancipación de la opresión y la explotación. Segundo, en la actualidad hay un sector o capa de predicadores negros que están colaborando y promoviendo abiertamente el programa fascista cristiano, en gran parte sobre la base de afirmar agresivamente el patriarcado en particular. Eso solo puede conducir al desastre: no debe haber unidad con ese programa y hay que oponérsele muy vigorosamente, denunciarlo por lo que es y luchar implacablemente en su contra32.

23. Estados Unidos es un país raro — las relaciones opresivas en este país han asumido algunas formas peculiares. Me acuerdo que hace varios años hice cierta investigación de este tema y descubrí que, en algunos cálculos del Sur de este país, si se determinaba que uno tenía una decimosexta parte de sangre africana, era clasificado como negro. Por ende, sobre la base de esa definición, había una persona (todavía recuerdo su nombre: P. B. S. Pinchback) que llegó a ser vicegobernador de un estado del sur durante la Reconstrucción; tuvo el puesto político más alto en el Sur de entre todas las personas de origen africano (según esta definición), hasta hace muy poco. Pero incluso con ciertas peculiaridades, eso reflejó los cambios que se llevaban a cabo como resultado de la guerra de Secesión y el período muy corto de la Reconstrucción. [regresa]

24. También se utilizó a estas tropas federales contra las huelgas de lo que entonces era un movimiento de trabajadores mayormente blancos. [regresa]

25. He aquí una llamativa ironía en cuanto a los gobernantes sionistas de Israel en particular: si bien muchos de ellos de hecho son laicos, no obstante basan sus reclamos a las tierras de Palestina en escrituras religiosas. Según una broma, que solía circular en el mismo Israel: “La mayoría de los israelíes no creen en Dios, pero ¡saben que Él les prometió el estado de Israel!” [regresa]

26. Aunado al importante análisis y las observaciones del libro de Kevin Phillips, American Theocracy, así como de Inhuman Bondage, de David Brion Davis, algunas observaciones que son muy pertinentes a esta cuestión se hallan en The Baptizing of America (El bautizo de Estados Unidos) del rabino James Rudin, así como en una charla de mayo de 2005 del teólogo afroamericano, el Dr. Hubert Locke, “Reflections on the Pacific School of Religion’s Response to the Religious Right” (Reflexiones sobre la repuesta de la Escuela Pacífica de Religión a la derecha religiosa). [regresa]

27. En tiempos más recientes, vemos que de nuevo los argumentos que procuran justificar y reforzar la supremacía blanca han recibido un trato muy respetuoso de parte de los medios de comunicación burgueses y otras instituciones “dominantes”. Por ejemplo, esto se ve en el caso de The Bell Curve (La curva en forma de campana), un libro que se publicó y se promovió de manera muy agresiva en los años 90. Al buscar justificar las relaciones opresivas en general y, más específicamente, la supremacía blanca, el libro no se apoya tanto en justificaciones de las escrituras religiosas, sino que basa sus argumentos en una racionalización seudo-científica de lo que alega es la inferioridad y la superioridad innatas de varios grupos. Argumenta explícitamente que las personas de origen africano tienen una inferioridad de base genética, en particular en cuanto a capacidad intelectual. Se planteó este argumento en el afán de oponerse a programas como los de acción afirmativa, así como en general para justificar las relaciones opresivas y desiguales y reforzar la ideología del chovinismo blanco (el racismo) que va de la mano con la forma en que la supremacía blanca está integrada a toda la historia y los cimientos, y las instituciones y las estructuras dominantes, de la sociedad estadounidense. No obstante, con cada vez mayor frecuencia en estos tiempos en Estados Unidos vemos que se propone que el fundamentalismo religioso sea una base ideológica aglutinadora para los puntos de vista y programas políticos más abiertamente reaccionarios, entre ellos la supremacía blanca así como la supremacía masculina. [regresa]

28. También se halla un análisis del papel y el efecto del Nuevo Trato y los programas relacionados en el apuntalamiento de la supremacía blanca y la desigualdad en Working Toward Whiteness, How America’s Immigrants Became White, The Strange Journey from Ellis Island to the Suburbs, de David R. Roediger, Basic Books, 2005. [regresa]

29. A pesar de algunas claras limitaciones, algunos antecedentes útiles al respecto se hallan en Religions of Africa: A Pilgrimage Into Traditional Religions (Las religiones de África: Una peregrinación por las religiones tradicionales), de Noel Q. King, Harper & Row, 1970; y Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos, de Vittorio Lanternari, Seix Barral, 1965. [regresa]

30. Véase La pura verdad, verdad liberadora: Cómo este sistema siempre ha oprimido al pueblo negro, cómo se puede acabar finalmente con toda la opresión, en revcom.us/puraverdad/index.htm, en que se cita la siguiente declaración de Martin Luther King, que deja muy en claro su punto de vista y orientación y la unidad entre el objetivo que él planteó de buscar (el espejismo de) obtener la igualdad dentro de este sistema y su insistencia en el carácter que la lucha debe tener:

“La revolución racial en Estados Unidos ha sido una revolución para ‘participar’ y no para destruir. Queremos una parte de la economía estadounidense, el mercado de vivienda, el sistema de educación y las oportunidades sociales. Esta meta indica que el cambio social en Estados Unidos debe ser no violento” (Martin Luther King Jr., Where Do We Go From Here [¿A dónde vamos ahora?], p. 130, citado en La pura verdad, verdad liberadora, parte 7, “Todo lo demás es confusión e ilusión”). [regresa]

31. Se puede ver una representación de estas contradicciones, por ejemplo, en una película que salió en los años 60, Nothing But a Man (Nada más un hombre). No contó con una amplia distribución pero es muy interesante y en general es una película muy positiva, aunque con limitaciones, que se reflejan en cierto grado en el título. Se trata de la historia de un trabajador ferroviario negro en el Sur quien por su trabajo cuenta con mayor movilidad y tiene alguna experiencia con los sindicatos, y por ende no quiere soportar las porquerías racistas abiertas a las cuales los negros estaban sujetos en el Sur en ese entonces. En cierto momento conoce, se enamora y se casa con la hija de un predicador, y entra en un conflicto muy fuerte con el predicador a causa de su actitud de negarse a soportar todo este racismo — y por su desdén a los negros, entre ellos este predicador, que soporten y se concilien con todo el ambiente racista. La película presenta muy bien el papel conciliador del predicador — de negociar para obtener unas cuantas concesiones y a la vez luchar por mantener a la gente bajo control, de modo que no encabrone al Amo Blanco y eche a perder todo el arreglo. Esta película capta una buena parte del papel agudamente contradictorio, históricamente, de este sector de predicadores negros y la teología que han pregonado. A diferencia de la mitología que promueven la clase dominante así como muchos de estos predicadores —de que siempre han estado al frente dirigiendo la lucha—, la realidad, una vez más, es mucho más contradictoria: si bien algunos clérigos negros han jugado un papel positivo y han hecho verdaderas contribuciones a la lucha, también ha habido un aspecto importante en que muchos de ellos han buscado contener la lucha dentro de los límites que le son más aceptables a la clase dominante — en particular cuando la lucha ha desafiado y a veces ha reventado los límites que estos predicadores buscan imponerle a fin de mantener este arreglo que tienen con la clase dominante para poder obtener ciertas concesiones a cambio de mantener a las masas bajo control e impedir que rebasen los límites. [regresa]

32. Como paréntesis, acerca de una parte secundaria pero no insignificante del panorama, cabe contemplar por qué los blancos del Sur tienen una representación desproporcionada no solo en las fuerzas armadas estadounidenses en general sino más específicamente en el cuerpo de oficiales. En el caso de los soldados rasos, se puede explicar este fenómeno en un importante grado por el hecho de que en realidad, hay una cantidad importante de blancos en el Sur que tienen opciones limitadas. Pero también están los valores machistas y militaristas que históricamente han ido de la mano con la influencia del fundamentalismo religioso y en general la cultura y los valores conservadores — no es accidental ni incidental, por ejemplo, que las palabras “patriota” y “patriarcado” tengan la misma raíz. Específicamente en cuanto a la gran cantidad de blancos en el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas estadounidenses, además de los valores machistas y militaristas, está la historia general de la aristocracia sureña, desde el sistema esclavista hasta después de la abolición literal de la esclavitud (y su reemplazo con un sistema de aparcería y explotación en las plantaciones, lo que en esencia fue una forma feudal, por un período de unos cien años después de la guerra de Secesión). Se tomó de Europa y se emuló conscientemente esta tradición aristocrática en el Sur, y si uno examina a un país como Inglaterra, con su aristocracia, existe la tradición en que un hijo hereda la propiedad de la familia, otro se une al clero y el tercero ingresa a las fuerzas armadas. Y hay factores no solo ideológicos sino también prácticos que operan en esta situación. En un sistema en que la riqueza se basa en la propiedad de la tierra, si no se puede explotar más intensamente a las personas que trabajan la tierra, habrá un límite a la cantidad de riqueza que uno puede acumular; y si se siguen dividiendo las tierras, resultará en una situación en que empezará agotarse la riqueza de la familia. Pero si uno envía un hijo al clero y otro a las fuerzas armadas, no habrá necesidad de dividir la tierra entre tantas personas (y habrá menos bases para rivalidades y antagonismos entre los hijos). Históricamente, eso era parte importante de la cultura de los estados sureños —es decir, del sector aristocrático de terratenientes blancos ricos del Sur— y este muy posiblemente es uno de los factores que ha contribuido a que haya tantos sureños blancos no solo en las fuerzas armadas estadounidenses en general sino específicamente en su cuerpo de oficiales. A su vez, dadas las particularidades históricas del Sur, ya explicadas, esta presencia de una gran cantidad de sureños blancos es un factor que contribuye a un ambiente más favorable para la propagación del fundamentalismo religioso —el fascismo cristiano— en las fuerzas armadas estadounidenses y los elementos de alto rango. [regresa]

 

 

 

 

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