Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

voz del partido comunista revolucionario, eu

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Ola de asesinato y brutalidad del NYPD:
¡¡¡Esto tiene que parar!!!

Aun cuando la ira por el asesinato a sangre fría de Sean Bell el 25 de noviembre sigue creciendo, la policía sigue matando y maltratando. El 13 de diciembre mató a Timur Person, de 19 años, en el Sur Bronx.

A Timur le pegaron cuatro tiros, uno en el pecho. ¿Qué crimen cometió? La policía dice que él y otros tres muchachos estaban en la avenida Walton y que cuando se les acercaron empezaron a correr, lo cual es lógico si uno es joven y negro. Dos policías atraparon a Timur en la entrada de un edificio, donde le dispararon y lo mataron. Una vez más, la excusa de la policía es que tenía una pistola, pero los testigos dicen que se estaba entregando.

Un testigo dijo: “Estaba ahí no más parado… se entregó y de todos modos lo balearon”. Un grupo de personas estuvo un rato gritándoles a los policías y demandando justicia.

La mamá de Timur, Allene Person, dijo que su hijo menor hubiera cumplido 20 años en dos días. “No puedo llorar”, dijo, golpeando la cerca del hospital donde declararon muerto a su hijo. “No me salen las lágrimas por la furia”.

Tres días después de la muerte de Timur Person (y el mismo día que la Marcha por la Justicia en Manhattan) el NYPD volvió a matar porque sí. La víctima fue Anatoly Dimitriev, un migrante ruso de 62 años, balaceado en el pecho dos veces cuando trató de bajar corriendo por la escalera de incendios de su apartamento del Bronx. La policía dice que tenía un hacha y que no obedeció la orden de soltarla. Los vecinos dicen que tenía “problemas mentales”, pero que no era una amenaza a nadie. La semana antes del asesinato de Timur Person, la policía le disparó a tres hombres negros más.

El 6 de diciembre le dieron un tiro en la ingle a Hasani Omari que, supuestamente, sacó una pistola cuando lo perseguían. Como de costumbre, el vocero de la policía dijo: “La investigación preliminar indica que el tiroteo cumple las pautas de la policía”.

El 7 de diciembre, la policía le disparó a Richard Davenport en el brazo, con el pretexto de que él les disparó cuando lo perseguían.

Al día siguiente, la policía le disparó a Wayne Bolton debajo de ambas rodillas y dijo nuevamente que perseguía a una persona armada. Esta vez, el Comisionado de Policía, Raymond Kelly, dio un pretexto asombroso: “A veces los incidentes se dan en racha, en grupo, así son las cosas”. Luego, poniendo todo al revés, dijo: “Creo que eso recalca los peligros que enfrentan los policías”.

Ola de indignación

Esta epidemia de asesinatos policiales ha desatado una ola de indignación. Por primera vez desde el 11 de septiembre del 2001, una amplia gama de gente se ha movilizado para oponerse a la brutalidad policial; muchos se han lanzado a la calle y figuras destacadas se han pronunciado, todo lo cual influencia a personas de todas las capas sociales.

El 16 de diciembre, docenas de miles participaron en una Marcha por la Justicia en Manhattan. La víspera, el reverendo Calvin O. Butts III, de la iglesia bautista Abyssinian de Harlem, la iglesia negra más importante de la ciudad, dijo en frente de la alcaldía que los policías de Nueva York son unos “salvajes ignorantes que se siguen cebando con nosotros como si no mereciéramos respeto por virtud de nuestra humanidad y ciudadanía”. Y agregó: “Ya llevamos mucho tiempo pidiendo cambios, y cada vez nos faltan al respeto”.

La situación se ha puesto al rojo vivo y se está expresando de otras maneras también. Dos días después del asesinato de Sean Bell, sucedió algo en la calle 125 en Harlem que cuenta un testigo: “Yo iba por la calle 125, cuando vi que docenas de policías intentaban sujetar a un señor negro ya viejito. De repente salieron un montón de personas, furiosas, a gritarles a los policías, que empezaron a golpear las macanas en el suelo, casi a nuestros pies, como un extraño ritual, y a decirnos que teníamos que irnos. El grupo empezó a corear: ‘50 tiros’. Uno de los policías contestó diciendo que los vecinos llamaron a decir que ese señor estaba armado y que lo fueran a arrestar. Unos nos quedamos y seguimos careando a la policía. No sé qué pasó con el señor, que alguien dijo que militó en el Partido Pantera Negra”.

Las protestas continúan. La Coalición 22 de Octubre para Parar la Brutalidad Policial, la Represión y la Criminalización de una Generación ha convocado una protesta masiva para el miércoles 20 de diciembre en Jamaica, Queens, cerca de donde mataron a Sean Bell e hirieron a dos de sus amigos. Hablando de la racha de asesinato y violencia policial por todo el país, la convocatoria de la Coalición 22 de Octubre recalca que esto “no quiere decir que se trata de ‘unas manzanas podridas’ o incidentes aislados. Es una epidemia nacional… ESTO TIENE QUE PARAR, y solo la gente lo puede parar, con masivas y enérgicas protestas en las calles y otras acciones”.

También se ha convocado un Día de Indignación para clausurar Wall Street el 21 de diciembre.

“Un sistema donde suceden estas cosas es una porquería”

Muchos están entrando a la vida política con diferentes ideas. Por ejemplo, unos dicen que Sean Bell estuviera vivo si la policía usara balas de goma, o que lo que hace falta es capacitación para los policías o algún tipo de control comunitario sobre los policías que patrullan los barrios negros.

Nicholas Heyward es miembro de la Coalición 22 de Octubre; su hijo de 13 años, Nicholas Heyward Jr., fue muerto en 1994 por policías de Nueva York. Nicholas le dijo a este periódico la semana pasada que mucha gente “no entiende lo que está pasando y tiene que despertar. Lo que tiene que entender es que estos policías no están haciendo algo que no deben hacer, sino que están haciendo lo que tienen que hacer. Claro que están ahí para ‘proteger y servir’, pero no están ahí para protegernos a nosotros sino para proteger y servir a la gente que maneja este sistema de ganancias y poder”.

“Si uno entiende eso, puede entender que nunca se va a poder conseguir que usen balas de goma o que nos vayamos a reunir en sesiones con los policías para establecer mejores relaciones; eso nunca va a suceder. ¿Qué es lo que tiene que hacerse? Como dije en el llamado de la Coalición 22 de Octubre a protestas masivas el 20 de diciembre: ‘No tengo fe en este sistema que ha dado impunidad a los policías que mataron a mi hijo y a tantos otros’”.

Juanita Young también es activista contra la brutalidad policial; su hijo Malcolm Ferguson fue asesinado por la policía de Nueva York en el 2001. Juanita dijo: “En 1999 le dispararon 41 tiros a Amadou Diallo y ahora 50 tiros a Sean Bell. Nada ha cambiado; de hecho, desde el 11 de septiembre del 2001 la situación ha empeorado y los policías están más salvajes. Desde el 11 de septiembre han matado a más de 135 personas en Nueva York y New Jersey, sin que un solo policía haya acabado en la cárcel. Un sistema donde suceden estas cosas es una porquería. No es cuestión de unas pocas manzanas podridas, y eso que solo oímos de los casos más destacados. Hay muchos más de los que nada se dice en la prensa”.

Lo que dice Juanita Young es muy cierto con respecto al silencio sobre la brutalidad y asesinatos de la policía, que han intensificado desde el 11 de septiembre del 2001. Pero ahora, la furia de tanta gente y las protestas masivas han hecho que la verdad emerja. Por ejemplo, el programa del canal CNN “Larry King Show” y “Nightline”, del canal ABC, hablaron del asesinato de Sean Bell y así millones de personas se enteraron.

Las protestas y la resistencia tienen que crecer para que emerjan más verdades y para que muchos más vean la verdadera naturaleza de la policía en este sistema. Las protestas en las calles y la posición pública que toma la gente de renombre estimulan a los del fondo de la sociedad, que son los que más sufren a manos de la policía asesina. Dejan en claro que la gente no sufrirá en silencio cuando la policía mata y maltrata. Y esa resistencia influencia a gente de diversas capas sociales, les hace ver la realidad de la brutalidad policial y moviliza a la vida política con respecto a este y otros problemas y ultrajes de este sistema.

Como dijo Nicholas Heyward: “La única manera de parar la brutalidad policial es denunciando los horrores que comete este sistema y organizando la resistencia contra el sistema que sigue exonerando a policías asesinos, a pesar de pruebas contundentes”.

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Asesinatos en serie

Sean Bell asesinado por el NYPD


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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad

ANÁLISIS MATERIALISTA DEL ESTADO Y SU RELACIÓN CON LA BASE ECONÓMICA SUBYACENTE
Segunda Parte

Revolución va a publicar una serie de ensayos y charlas de Bob Avakian, presidente del PCR, EU, sobre temas y contradicciones de la transición socialista al comunismo. Estos materiales abordan a fondo una amplia gama de interrogantes, como la epistemología y el método; la teoría del estado; la dictadura y la democracia en la sociedad socialista; las formas del nuevo poder estatal; el papel de las clases y los sectores intermedios entre el proletariado y los imperialistas en la nueva sociedad, y la política hacia ellos; la importancia del disentimiento; el punto de vista comunista sobre el arte; la orientación general de “núcleo sólido con mucha elasticidad”; y muchos otros interrogantes del proceso de forjar una sociedad encaminada al comunismo y una sociedad vibrante donde se quiera vivir.

La entrega de esta semana es del ensayo "Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad", una charla que dio Bob Avakian a un grupo de militantes y partidarios el año pasado (2005). La sección titulada "ANÁLISIS MATERIALISTA DEL ESTADO Y SU RELACIÓN CON LA BASE ECONÓMICA SUBYACENTE" salió en Revolución #42 (9 de abril de 2006). La primera parte salió la semana pasada.
Los lectores encontrarán "Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad" en la internet en http://revcom.us/chair_s.htm

Más reflexiones sobre el estado socialista como una nueva clase de estado

Quiero hablar más sobre el tema de la democracia y la dictadura en una sociedad socialista, y sobre el estado socialista, la dictadura del proletariado, como una clase de estado radicalmente distinta. La democracia proletaria (democracia para las masas en una sociedad socialista) debe contener algunas características secundarias y “externas”, si así se quiere, en común con la democracia burguesa, como estipulaciones constitucionales para proteger los derechos de las masas y de los individuos. Pero es una clase de democracia radicalmente distinta en esencia, fundamentalmente porque es una manifestación de un tipo de dominación de clase radicalmente distinto, regido por el proletariado, guiado por su vanguardia, que ejerce abiertamente una dictadura sobre la burguesía derrotada y otros elementos contrarrevolucionarios comprobados, y tiene objetivos radicalmente distintos, sobre todo el avance al comunismo y la “extinción” del estado y de la democracia.

A continuación un pasaje muy importante de Engels, de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, que dice: [En la sociedad comunal primitiva] “no existe aún ‘derecho’ en el sentido jurídico de la palabra… [en la tribu] no existe aún diferencia entre derechos y deberes”.

“No hay diferencia entre derechos y deberes”: vale la pena reflexionarlo y discutirlo profundamente. Podemos continuar y decir, en un sentido fundamental, que lo que era cierto en una sociedad comunal primitiva será cierto de nuevo, pero de una forma distinta (con una base material e ideológica distinta y en un contexto mundial distinto) en una sociedad comunista: donde no existen antagonismos de clases, no hay separación, fundamentalmente, entre derechos y deberes. Otra forma de decirlo es que no existe la separación entre derechos y deberes característica de la sociedad de clases. Todos los derechos y deberes serán ofrecidos y asumidos de una forma consciente y voluntaria, y no habrá necesidad de instituciones que hagan cumplir los deberes y protejan los derechos. No habrá necesidad de un estado ni de las estructuras formales de la democracia. Por supuesto esto no significa que en una sociedad comunista no existirá la necesidad de un gobierno para la administración y la toma de decisiones. Esa necesidad persistirá, y entenderlo es una parte crucial de entender la diferencia entre una visión científica y una visión utópica del comunismo, así como de la lucha para llegar al comunismo (hablaré más sobre esto, conforme avancemos). Pero el estado no es la misma cosa, no es idéntico al gobierno; el estado, insisto, es un órgano, un instrumento de opresión de una clase por otra y de dictadura, y su existencia es siempre una manifestación de la existencia de antagonismos de clase. Ahora, por otra parte, el carácter del estado proletario y la manera en que el poder se ejerce bajo la dictadura del proletariado también debe ser radicalmente distinta de cualquier clase de estado anterior (de acuerdo a los objetivos de la revolución comunista y para avanzar hacia ella).

Para adentrarnos en esto, y como base, quiero parafrasear y repasar tres oraciones sobre la democracia que he formulado para condensar algunos puntos fundamentales. Primero: en un mundo de profundas divisiones de clase y grandes desigualdades sociales, no tiene caso hablar de la “democracia” sin señalar su carácter de clase y a qué clase beneficia. Segundo: en tal situación, no puede haber democracia para todos o “democracia pura”: dominará una clase u otra, y la clase que gobierna impondrá las formas de gobierno y de democracia que concuerden con sus intereses y metas. Por eso, la conclusión de esto es la tercera oración: debemos preguntar si la dominación de esa clase y sus correspondientes formas de democracia sirven para reforzar las divisiones y desigualdades de clase, las relaciones fundamentales de explotación y opresión, o si llevan a extirparlas y en última instancia a abolirlas.

Como dije en otro contexto, podría enseñar todo un curso universitario sobre esto, mencionando los tres puntos y diciendo el resto del semestre: “discutan”. Y no bromeaba. Bueno, tomemos esto como punto de partida para discutir algunos temas relacionados.

Quiero hablar del estado (las fuerzas armadas y los otros órganos de la dictadura) en relación a las instituciones y a las funciones del gobierno en una sociedad socialista, como los organismos de toma de decisiones, asambleas legislativas de algún tipo e instituciones centralizadas que pueden poner en práctica las decisiones, o un poder ejecutivo de algún tipo. También hablaré de una Constitución, del “estado de derecho” y de los tribunales.

Hace poco comenté que una de las cosas clave que he estado sopesando es cómo sintetizar lo que dice la polémica en contra de K. Venu (5) con un principio que recalca John Stuart Mill. Un punto central y esencial de la polémica en contra de K. Venu es que, una vez derrotado el capitalismo y abolida la dictadura de la burguesía, el proletariado debe establecer y mantener su dominio político de la sociedad (la dictadura del proletariado), y seguir la revolución para transformar la sociedad hacia la meta del comunismo y la abolición de las diferencias de clase y de todas las relaciones sociales opresivas, y con eso, la abolición del estado, de cualquier tipo de dictadura; y que para hacer eso el proletariado debe tener la dirección de su partido comunista de vanguardia durante la transición al comunismo. Bregando con estas preguntas fundamentales, me he convencido de que el principio que propone Mill (que es necesario escuchar argumentos presentados no solo por la oposición, sino presentados por fervientes partidarios de esas posiciones) es algo que tiene que incorporarse y manifestarse en el ejercicio de la dictadura del proletariado. Este es un elemento, no todo, pero sí un elemento, de lo que he estado formulando y sopesando con respecto a una nueva síntesis. Y de acuerdo a eso, aunque el proletariado debe mantener control firme sobre el estado (especialmente en las primeras etapas del socialismo y por un tiempo, lo cual se concreta con la dirección del partido de vanguardia del proletariado); aunque los órganos e instrumentos clave del estado tienen que ser responsables ante el partido (hablaré de esto y otros aspectos en breve); también hay que ver cómo las masas pueden participar cada vez más no solo en el ejercicio del poder del estado, sino además en otras formas, otros aspectos de la administración y el gobierno de la sociedad, y la creación de leyes; y cómo el proceso político de una sociedad socialista (con el control firme del proletariado sobre el estado concentrado por medio de la dirección de su partido) puede llevar o contribuir a la clase de efervescencia de que he estado hablando como un elemento esencial de lo que tiene que existir en una sociedad socialista, incluido el énfasis en la importancia de la disidencia.

Aquí es donde “el principio de John Stuart Mill” viene al caso, dentro del marco del gobierno del proletariado y sin elevarlo a una categoría absoluta y por encima de la relación de clases y el carácter de clase del estado. No tengo tiempo de entrar en una discusión profunda sobre Mill pero en el libro Democracy: Can’t We Do Better Than That? (Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?), explico que Mill no insistió en aplicar la tesis de libertad sin restricción en un sentido universal y absoluto. Mill no pensó que se aplicaba a los trabajadores en huelga, no pensó que se aplicaba a las personas de los “países atrasados”, quienes, a su modo de ver, no estaban listas para gobernarse a sí mismas, lo cual demostró al ser un funcionario de la Compañía de Indias, un instrumento importante del robo y destrucción colonial en Asia y otros lugares. No obstante, dejando todas estas contradicciones al lado, Mill dice que es importante oír los argumentos de boca de sus fervientes partidarios. Una forma de que se manifieste esto en el gobierno de una sociedad socialista (en el contexto de que el estado esté controlado firmemente por el proletariado y que haya consultas entre el partido y las masas y se implementen mecanismos tales como los que se crearon a lo largo de la Revolución Cultural de China, que combinan a la gente común del pueblo con personas de puestos técnicos o administrativos, profesionales de educación o artistas o profesionales, etc., en el proceso de la toma de decisiones y deberes administrativos en todas las esferas de la sociedad), con esa fundación, es que haya elecciones dentro del marco de la Constitución que tuviera la sociedad socialista en ese momento. Y una de las razones por las cuales debe de ser así es que ayudaría a implementar lo positivo del principio de John Stuart Mill: escuchar las posiciones no solo de boca de la oposición sino de boca de los fervientes partidarios de esas posiciones. Lo positivo de esto en relación con nuestros objetivos estratégicos (la continuación de la revolución socialista rumbo al comunismo como meta) es que la implementación de este principio contribuirá a la efervescencia política e intelectual en la sociedad socialista, así como al brote de pensamiento crítico y creativo, y sí, de la disidencia. Eso hará de ella una sociedad más vibrante en la que se fortalecerán la voluntad y la determinación consciente de las masas, incluidos los intelectuales, de mantener y defender su sociedad y, es más, de continuar revolucionando la sociedad hacia la meta del comunismo, junto con la lucha revolucionaria del mundo.

Una de las cosas que se debe entender acerca de lo que hemos llamado la nueva síntesis es que supone una sociedad mucho más alborotada, en el sentido político, de lo que ha existido hasta la fecha. Bueno, durante la Revolución Cultural de China hubo gran alboroto. Pero yo lo visualizo en un sentido diferente, como algo más constante: donde hay un núcleo sólido, y la elasticidad da pie a toda clase de discusiones partiendo del núcleo sólido y dentro del marco en que el proletariado a) tiene firme control del estado y b) dirige y, en ese sentido, está en control del aparato político general, incluso las partes que en rigor no son el estado, que no son órganos de dictadura política y opresión, como las fuerzas armadas, donde la dirección del partido, y con ella la dominación del proletariado, tiene que ser muy clara y firme.

El principio de Mill es la razón por la cual estoy bregando con la idea de que haya elecciones para, en parte, seleccionar individuos a las asambleas legislativas (mejor dicho, que la selección de parte de las personas, no todas, de las asambleas legislativas a nivel local e incluso a nivel nacional esté abierta a contienda). Tiene que ver con el principio (que he explicado en otras ocasiones) de que inclusive los reaccionarios deben poder publicar algunos libros en la sociedad socialista. Todo esto es poco ortodoxo [risa] y, por decirlo suavemente, polémico, especialmente en el movimiento comunista internacional. Pero creo que para que las masas gobiernen y transformen la sociedad, y para que entiendan cada vez con mayor profundidad lo que implica transformar el mundo, necesitan esa clase de discusión, y que esto tiene que ir más allá de garantizar los derechos de libertad de expresión, de reunión, de disentir, de protestar y demás, que deben tener, dentro del marco de la dictadura del proletariado. Ese es un elemento que estoy sopesando.

Junto con eso, como en las sociedades socialistas previas, tiene que haber una Constitución. Sin embargo, hay que entender que la Constitución, al igual que el derecho, es algo dinámico y en movimiento. En cualquier momento dado tiene identidad relativa. No se puede decir que es completamente relativa o que es esencialmente relativa en cualquier momento dado, o no tendría ningún significado; sería lo que cada quien quisiera que fuera, y eso no es una Constitución. Una Constitución define las reglas del juego para que todos puedan, por un lado, un lado importante, sentirse tranquilos y, por el otro lado, para que puedan contribuir de lleno a la lucha para transformar la sociedad sabiendo cuáles son las reglas. Pero es algo en movimiento en el sentido de que cambia a medida que se avance hacia el comunismo. Una Constitución es un reflejo en la superestructura de dónde se está en la transformación general de la sociedad, incluida la base económica, al igual que el derecho (como dijo Marx) es esencialmente un reflejo de las relaciones de propiedad de la sociedad (y de las relaciones de producción que son la base de esas relaciones de propiedad) en un momento dado. Será necesario, como en China, que la Constitución cambie en las distintas etapas de este proceso. Será necesario romper la vieja Constitución y escribirla de nuevo cuando se avanza, especialmente a saltos, de una etapa a otra. Pero en un momento dado, la Constitución desempeña un papel importante, creo (o debe desempeñarlo) en la sociedad socialista. Por ejemplo, creo firmemente que el ejército, y también en un sentido fundamental los tribunales, especialmente los que tienen impacto en la sociedad, y los organismos administrativos esenciales, deben ser especialmente responsables ante el partido de vanguardia en la sociedad socialista. Pero aquí viene una contradicción: también creo que deben ser responsables ante la Constitución. Mejor dicho, para decirlo directo, no se debe movilizar al ejército contra la Constitución, aunque lo dirija el partido. Ahí se ve el potencial de una gran tensión. Pero si el partido puede dirigir al ejército a saltar por encima de la Constitución, entonces la Constitución carece de sentido. Y entonces hay un gobierno arbitrario en que solo el partido y lo que el partido decida en un momento dado son las reglas, y eso es lo que se impone.

Ahora, esto es muy difícil si pensamos en las revoluciones culturales en la sociedad socialista. ¿Qué pasa ahí? Bueno [risa], las revoluciones son revoluciones; se suspenden muchas cosas, pero hay que reconstituirlas. E inclusive en eso tiene que haber un núcleo dirigente y reglas. Para eso eran las Circulares que sacó la dirección del partido en la Gran Revolución Cultural Proletaria, por ejemplo. Pero día a día, no se puede manejar la sociedad de tal forma que quien tenga el control del partido en un momento defina e imponga las reglas conforme a sus propias ideas. Si eso sucede, las masas no se sentirán tranquilas y, de hecho, es abrir las puertas mucho más a la restauración del capitalismo y a una dictadura burguesa, una dictadura de explotadores y opresores de las masas. Así que existe una tensión y se puede concentrar en esa formulación: que el ejército debe ser responsable ante el partido y ser dirigido por el partido, pero que también debe ser responsable ante la Constitución; y si las masas se unen contra el partido, por ejemplo, en disentimiento masivo, el partido no debe poder movilizar al ejército a reprimir a las masas o a reprimir su derecho de disentir contra el partido. Esto, repito, encierra una aguda tensión, o el potencial de una aguda tensión. Pero estoy convencido de que esos principios, y la institucionalización de esos principios, son necesarios en la sociedad socialista para que las masas realmente lleguen a ser los amos de la sociedad.

Esto plantea lo que llamo “la cuestión de la República Islámica de Irán”. Alguien dirá: “Bueno, eso suena bien; derechos constitucionales, el ejército no puede violar la Constitución; elecciones; ¿Pero va a ser diferente de Irán, donde el Consejo Supremo Islámico tiene el derecho de veto y poder final? ¿En realidad no van a ser diferente de eso, verdad?”. Bueno, y no. No vamos a ser diferentes en el sentido de que no vamos a poner el poder estatal en bandeja para que se lo lleve quienquiera. De hecho, una Constitución tiene que encarnar el carácter del poder estatal: no solo por ejemplo cuál es el papel del ejército con relación al partido, sino cuál es el carácter de las relaciones de producción, además de tener la dimensión de los derechos del pueblo y, sí, de los individuos.

¿Por qué se necesita una Constitución? Porque como Mao señaló (esto es algo importante de Mao), en la sociedad socialista persiste una contradicción entre el pueblo y el gobierno o el pueblo y el estado. Esto no se entendía bien antes de Mao; él lo explicó, si mal no recuerdo, en “El tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”. La Constitución, las estipulaciones, las protecciones y los derechos constitucionales se necesitan como reconocimiento de esa realidad: que inclusive cuando el estado está en manos del proletariado y es un estado positivo, es un buen estado, es un estado que mantiene la dominación del proletariado y respalda la revolucionarización de la sociedad y apoya la revolución mundial, inclusive en ese caso, tiene que haber protección para que no se pisotee a los individuos o a sectores de la sociedad con el pretexto del bien social y mundial, y ni siquiera en la legítima búsqueda de esos objetivos.

De modo que esta es una contradicción importante y por eso es que se necesita una Constitución. Y en mi opinión por eso también es que se necesita “el estado de derecho”. Esto se relaciona con la critica que planteé en las “Dos grandes cuestas” (6) (una charla que di en 1997) sobre la formulación de Lenin de que la dictadura es un poder ilimitado, al margen de toda ley. Bueno, para ser justos con Lenin, lo dijo en las primeras etapas de la República Soviética, cuando no se había acumulado mucha experiencia sobre la naturaleza de la dictadura del proletariado y estaban en circunstancias sumamente apremiantes. Y Lenin no lo dijo como conclusión general del carácter del gobierno a lo largo de toda la transición al comunismo. Ni siquiera entendía del todo cómo sería esa transición. Pero reflexionándolo con perspectiva histórica, esa no es una declaración correcta de lo que es o debe ser una dictadura. Es necesario que haya leyes y es necesario que opere “el estado de derecho”, o si no, no habrá leyes. Quiero decir que la ley se tiene que aplicar conforme al carácter de la sociedad y de lo que estipulan la Constitución y las mismas leyes; se tiene que aplicar del mismo modo a todos y a todo. Bueno, parte del derecho, una parte esencial del derecho, tiene que ser una manifestación de la dictadura sobre la burguesía y la represión de contrarrevolucionarios. Pero no declarar sencillamente a una persona contrarrevolucionaria y quitarle sus derechos sin el proceso judicial, pues en ese caso se abren las compuertas a un gobierno arbitrario y a la restauración de la dictadura burguesa. Esa es otra contradicción intensa.

¿Y un sistema judicial independiente? En mi opinión, el sistema judicial debe y no debe ser independiente. En un sentido concreto debe ser independiente: en el sentido en que no debe simplemente seguir de modo directo, inmediato, los dictados del partido. Debe haber leyes y debe actuar conforme a las leyes. Por otra parte, y en un sentido general, y especialmente si hablamos de un tribunal cuyas decisiones tienen una influencia a gran escala, y especialmente si afectan a toda la sociedad, esto también tiene que estar bajo la dirección del partido y someterse al partido y también a la Constitución. Nuevamente, una contradicción intensa.

Estas son algunas cosas con las que estoy bregando y aquí vuelve a surgir la “cuestión de la República Islámica de Irán”. Hay diferencias fundamentales entre nosotros y la República Islámica de Irán (como encarnación de una cierta clase de gobierno). Primero que todo, ¡nosotros no somos fundamentalistas teócratas! Esa no es una declaración vacía; hay una profunda diferencia: nuestra concepción del mundo, nuestros objetivos políticos, son profundamente diferentes. Pero por verdadero e importante que eso sea, no es suficiente; hay más que considerar en el sentido de que el partido no puede simple y arbitrariamente “saltarse las reglas” para anular lo que pase en la sociedad, según las “reglas” de la sociedad en determinado momento; no puede movilizar el ejército u otros órganos del estado para hacer eso. Si los revolucionarios del partido o el partido colectivamente piensan que la sociedad va camino al capitalismo, y no hay más forma de prevenirlo que por medio de un levantamiento como el que Mao desató con la Revolución Cultural, pues eso es lo que el partido tendrá que desatar; en ese caso, cambia todo, todo se lanza al aire. Pero en mi opinión, si se permite que el partido decida arbitrariamente cuáles son las reglas, qué es el derecho, cómo debe operar el sistema judicial, si se deben aplicar estipulaciones constitucionales o eliminar derechos sin el proceso legal establecido; si se permite todo eso, se aumenta el potencial y se fortalece la base para que suba al poder una camarilla burguesa y para la restauración del capitalismo.

Así que todos estos son temas que tenemos que examinar más a fondo. Pero las contradicciones que hemos explorado aquí tienen que ver con el carácter del socialismo como período de transición al comunismo, y no la sociedad comunista en sí, y con la necesidad de atraer a las masas más de lleno a la dirección y al proceso de transformar la sociedad; y segundo, tienen que ver con toda la nueva síntesis y, en particular, la dimensión epistemológica de esto y cómo se relaciona con la dimensión política. Es decir, para expresarlo de manera concentrada, cómo las masas van a conocer al mundo tan cabalmente como sea posible a fin de transformarlo; cómo van a entender más cabalmente la complejidad de la situación, lo que es correcto y lo que es incorrecto, lo que es verdad y lo que es falso, a fin de ser más plenamente amos de la sociedad y transformarla hacia la meta del comunismo. Los temas que estoy explorando y examinando parten de ese marco. Pero es un hecho insoslayable que hay una cosa que NO PODEMOS hacer: el proletariado no puede, en un sentido fundamental, compartir el poder con otras clases —es decir, en la sociedad socialista el estado no puede estar al servicio de diferentes clases—, porque aunque el proletariado tiene que aplicar la orientación estratégica de construir un frente único bajo su dirección hasta llegar al comunismo, solo el proletariado, como clase, tiene un interés fundamental en abolir todas las diferencias de clase y todo lo relacionado con las divisiones de clase, tanto en la base económica como en la superestructura política e ideológica de la sociedad. Lo que existe y se concreta en el derecho, en una Constitución y en la naturaleza del estado, tiene que reflejar la dominación del proletariado y, además, los objetivos del proletariado: abolir todas las diferencias de clase y las “4 todas” y por lo tanto la necesidad del estado. Esto tiene que manifestarse de formas concretas, que se plasman en una serie de Constituciones. Pero esto, a pesar de lo importante que es, en otro nivel no es más que la expresión externa en la superestructura de las transformaciones necesarias de las “4 todas”: seguir transformando la base económica, revolucionando la cosmovisión del pueblo, dentro del partido y en la sociedad en general, y transformando las instituciones políticas para incorporar a más masas y para restringir y, a fin de cuentas, eliminar la diferencia entre el partido y las masas en la dirección del estado y la determinación del rumbo de la sociedad.

De modo que el estado proletario tiene que estar firmemente en manos del proletariado; pero de conformidad con los intereses del proletariado, tiene que ser diferente de todo estado previo: además de reforzar la base económica y la superestructura existentes, tiene que transformarlas, al compás del avance de la revolución mundial hacia la meta del comunismo. Esto tiene que reflejarse en todas las instituciones que he mencionado: el estado y el gobierno, el derecho y la Constitución. Y eso entraña contradicciones muy agudas. Como he señalado muchas veces, es muy fácil promulgar, concebir teóricamente y popularizar la idea de dar rienda suelta a la elasticidad, que es otra manera de decir a la democracia burguesa, porque eso es lo que surgirá y en lo que se transformará. Otra lección de la historia es que es fácil concentrarlo todo en el núcleo sólido y en una concepción lineal de cómo avanzar hacia el comunismo, cómo llevar a cabo la transición socialista (lineal en el sentido de que todo se desenvuelve como extensión del partido, o sea, el partido dirige a las masas a hacer esto o aquello). Sí, en un sentido general, el partido tiene que dirigir a las masas, hasta que deje de ser necesario tener un partido de vanguardia. Pero creo que tenemos que concebir, y la nueva síntesis concibe, un proceso muy complejo y contradictorio, de desencadenar mucho tumulto, agitación, debate y disentimiento entre las masas y junto con las masas, para que a partir de todo eso las masas sinteticen cada vez más lo que es cierto y lo que es revolucionario. Y a partir de eso, habrá que suprimir lo que haya que suprimir e impulsar lo que haya que impulsar, y manejar de manera correcta en cualquier momento dado los dos tipos de contradicciones sociales (contradicciones entre nosotros y el enemigo, y contradicciones en el seno del pueblo). Esta es una manera diferente y no tan lineal de tratar el problema. No es como pescar y tirar el sedal [risa]. Mejor dicho es como “tirar” un proceso con muchos lados y trabajar con las masas para sintetizarlo, sin abandonar el núcleo de todo. Y esto es lo más difícil: hacerlo sin abandonar el núcleo de todo.

El reto es continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado, levantar el suelo (material e ideológicamente, en la base económica y en la superestructura) que hay que sacar y abolir para avanzar al comunismo y realizar las “4 todas”, en relación (y esto sin duda alguna tiene contradicciones) con dar plena expresión continuamente a los aspectos del estado socialista que son radicalmente distintos de todos los estados anteriores para avanzar hacia la meta final de la abolición de sí mismo. Y aquí está otra contradicción: esa abolición requerirá todo un proceso, toda una época histórico-mundial, en que se crearán las condiciones materiales e ideológicas necesarias para el comunismo, no en un país sino en todo el mundo.

Creo que a partir de la experiencia de la dictadura del proletariado hasta la fecha —al pasar por el tamiz y hacer un balance de la primera etapa de la revolución proletaria y la sociedad socialista y al proyectarlo hacia el futuro—, hemos aprendido más a fondo la complejidad de ese proceso; que es un proceso prolongado que requiere toda una época histórica, a diferencia incluso de lo que pensaba Lenin cuando murió en 1924 y por supuesto a diferencia del punto de visto algo ingenuo, como diríamos con la perspectiva histórica de hoy, de Marx y Engels en cuanto a la “extinción” del estado. Marx y Engels pensaban que una vez que el proletariado socializa la propiedad de los medios de producción (y pensaban que iba a pasar primero en una sociedad capitalista desarrollada), no se requerirá un largo período, ni una lucha profunda ni compleja, para poner la administración de la sociedad en las manos de más y más personas y para que se extinguiera el estado. Hemos aprendido que ese es un punto de vista bastante ingenuo, como es de esperarse. [Con una voz de sarcasmo exagerado:] “Dijo que Marx y Engels eran ingenuos”. [risas] Sí, eso es lo que dije. Porque somos materialistas históricos y no religiosos ni idealistas; en ese aspecto las ideas de Marx y Engels no estaban muy desarrolladas, como es lógico. Hemos aprendido mucho por medio de la revolución soviética (después de la experiencia pasajera y limitada de la Comuna de París) y luego de la revolución china y la Revolución Cultural de China (y de examinar la dimensión internacional de esto mucho más profundamente en relación dialéctica con los avances en un país socialista dado) sobre lo complejo que será ese proceso, que las contradicciones que lo impulsan se manifestarán con intensidad y que habrá que dar otro salto para conservar el dominio del proletariado y, es más, para seguir avanzando, para llevar a cabo más transformaciones de la base y la superestructura, a la vez que apoyamos las luchas revolucionarias por todo el mundo.

En ese contexto quiero regresar y hablar más directamente del núcleo sólido con mucha elasticidad… y elasticidad que parte de la base de ese núcleo sólido necesario. En otras charlas, como “Elecciones y democracia, resistencia y revolución”, (7) hablé de cuatro objetivos en relación con el núcleo sólido y el poder estatal. Se puede caracterizar, y así lo he caracterizado, en la formulación “aferrarse al poder estatal y garantizar que ese poder estatal sea algo a lo que vale la pena aferrarse”. Por supuesto que esa es una concentración básica de un fenómeno y proceso mucho más complejo. Pero esos cuatro objetivos son: 1) aferrarse al poder; 2) garantizar que el núcleo sólido se extienda al máximo grado posible, que no sea estático sino que se extienda continuamente al máximo grado posible; 3) esforzarse sistemáticamente por llegar al punto en que ese núcleo sólido no sea necesario y no haya distinción entre el núcleo sólido y el resto de la sociedad; y 4) desatar la mayor elasticidad posible en cada momento dado partiendo de la base de ese núcleo sólido.

 

La interacción dialéctica de esos factores es otra manera de expresar lo que he descrito como un proceso no lineal de seguir ejerciendo la dictadura del proletariado, por un lado, y por el otro (en medio de un proceso tumultuoso y desgarrador, y de una sucesión de saltos) aferrarse al poder y, es más, transformar el carácter de ese poder, al compás de la transformación de la base económica y la superestructura, en relación dialéctica el uno con el otro y con el avance de la revolución mundial hacia la meta del comunismo a nivel mundial.

Notas

5 Esta polémica, titulada “Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”, salió en el número 17 (1992) de la revista Un Mundo que Ganar. [regresa]

6. El Obrero Revolucionario (ahora Revolución) publicó pasajes de esta charla, que se titula “Vencer las dos grandes cuestas - Más acerca de conquistar el mundo”. Están en revcom.us. La serie “Sobre la democracia proletaria y la dictadura del proletariado - Un punto de vista radicalmente diferente sobre cómo dirigir la sociedad” salió en el OR #1214 al 1226 (del 5 de octubre de 2003 al 25 de enero de 2004). La serie “Cómo vencer la cuesta” salió en el OR #927, 930, 932 y 936-940 (12 de octubre, 2 de noviembre, 16 de noviembre y del 14 de diciembre de 1997 al 18 de enero de 1998). Otros dos pasajes son “Materialismo y romanticismo: ¿Podemos prescindir de los mitos?” en el OR #1211 (24 de agosto de 2003) y “Otro vistazo a George Jackson” en el OR #968 (9 de agosto de 1998). Todos los artículos están en la internet en revcom.us. [regresa]

7. Una charla que dio Bob Avakian antes de las elecciones de 2004. Se puede escuchar y descargar en la internet (en inglés) en bobavakian.net. [regresa]

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Manifestación del 4 de enero exigirá juicio de destitución a Bush

“El día que se inicie el Congreso, El Mundo no Puede Esperar encabezará una carga contra la dirección política del país desde las elecciones. ¿Permitir que siga en el poder un gobierno tan criminal como el de Bush? ¡No! ¿Permitir que continúe cuatro años más una guerra injusta que comenzó con mentiras, a pesar de unas elecciones en que la ciudadanía quiso expresar fuertemente oposición a ella? ¡No! ¿Permitir que los demócratas, que ahora son la mayoría, solo acepten que se debata cómo optimizar la guerra y que digan que ni se puede hablar de un juicio de destitución? ¡No!”
“SI LOS CRÍMENES DE GUERRA, LA TORTURA Y LOS CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD NO SON SUFICIENTE RAZÓN PARA INICIAR UN JUICIO DE DESTITUCIÓN, ¿QUÉ ES?
“Este no es un momento de ‘esperemos a ver’. Es un momento crítico para tomar medidas y exigir acción. ¡Que empiecen las investigaciones y el juicio de destitución ya!”

Debra Sweet,
directora nacional de El Mundo no Puede Esperar––
Fuera Bush y su Gobierno

Hoy, todos los ojos están clavados en Irak. La situación se deteriora cada día rumbo al caos. Las contradicciones del inestable gobierno iraquí, los conflictos explosivos en la región y las riñas internas de la clase dominante de Estados Unidos están aumentando.

Pero de lo que nos olvidamos dentro de todo esto es que la situación para los iraquíes es horrible y empeora todos los días. El reciente artículo de Dahr Jamail “Today Is Better than Tomorrow: Iraq as a Living Hell” compila correos electrónicos de una variedad de personas que viven allá para describir la agonía de los iraquíes gracias a la ocupación estadounidense de la que no se habla. Un corresponsal escribe: “Espero mostrarte cómo los perros comienzan a comerse los cadáveres que ahorita están en las calles de Bagdad… La policía iraquí y las tropas estadounidenses dejan los cadáveres en las calles por uno o dos días… Creo que lo hacen para que todos, inclusive los niños, los vean”.

Millones de personas de este país votaron en noviembre con la esperanza de parar esto. Ahora, esas esperanzas se están tropezando contra lo que están haciendo Bush, los proponentes del Grupo de Estudio de Irak y los demócratas del Congreso. Aunque entre ellos hay conflictos muy serios, ninguno de ellos se propone terminar de inmediato esta guerra de ocupación injusta e inmoral, o siquiera cuestionarla. El objetivo de todos ellos es mantener el predominio de Estados Unidos en la región, a pesar del desastroso estado de la guerra. Esto ilustra, una vez más, que el Partido Demócrata opera con una lógica estratégica imperialista y que es un partido imperialista.

Esos mismos demócratas ahora dicen que hay que esperar, que ellos no pueden hacer mucho para terminar la guerra y que lo que hay que hacer ahora es pensar en las elecciones presidenciales del 2008. Pero hay que confrontar y zafarse de la dinámica que canaliza la furia del pueblo a callejones sin salida como las PRÓXIMAS ELECCIONES, una dinámica que apuntala al sistema y al mismo gobierno de Bush. La contradicción entre la oposición que millones quieren expresar y el muro de intereses imperialistas que bloquea esa expresión puede hacerlos caer en la pasividad y desesperanza. Pero por medio de la acción, esto se tiene que transformar en una oposición más resuelta a la guerra sin fin y a toda la agenda de Bush.

Como parte de eso, exhortamos a apoyar de todo corazón el llamado de El Mundo no Puede Esperar y otras organizaciones a manifestarse en la capital el 4 de enero, cuando inicie sesiones el Congreso.

No se pueden tolerar los crímenes de guerra

El gobierno de Bush ha desacatado el derecho y las convenciones internacionales, así como el derecho constitucional del país. Se ha arrogado el derecho de suspender el hábeas corpus, ha realizado cateos y espionaje sin órdenes judiciales, y ha definido que los poderes del “comandante en jefe” están por encima de la ley. Según ningún criterio legal ni moral se debe permitir que siga en el poder. Esto lo ha documentado contundentemente la Comisión de Crímenes de Bush (bushcommission.org) y urgimos a todos que vean el DVD de sus conclusiones y que lo distribuyan.

Al cierre de esta edición, acaban de anular el fallo Hamdan (en que la Suprema Corte ratificó que los presos de Guantánamo tenían derecho de hábeas corpus) porque contradice la Ley de Comisiones Militares, aprobada por los dos partidos en septiembre. Asimismo, un artículo del 15 de diciembre del New York Times informa que desde la promulgación de esa ley, el tratamiento de los presos de Guantánamo es más duro e inhumano.

Los puntos de El Mundo no Puede Esperar siguen siendo ciertos:

TU GOBIERNO está librando una guerra asesina ilegítima contra Irak, basada en mentiras, y tiene a otros países en la mira.
“TU GOBIERNO tortura, y lo defiende.
“TU GOBIERNO detiene indefinidamente por la menor sospecha o deporta en secreto, sin respetar el derecho de los detenidos de ver a un abogado.
“TU GOBIERNO avanza día tras día hacia una teocracia, al gobierno de un fundamentalismo cristiano intransigente y cruel.
“TU GOBIERNO suprime la ciencia que no cuadra con su agenda religiosa, política y económica, por lo que la presente y futuras generaciones pagarán un precio terrible.
“TU GOBIERNO le quiere quitar a la mujer, aquí y en el resto del mundo, el derecho al control de la natalidad y al aborto.
“TU GOBIERNO impone una cultura de avaricia, odio, intolerancia e ignorancia”.

Y los “victoriosos” demócratas no están cuestionando seriamente ninguno de esos puntos.

Hay que criticar, desafiar… y rechazar la complicidad

Hay que repudiar categóricamente la tortura y la guerra preventiva que empezó el gobierno de Bush, y que está aceptando y legitimando el Congreso. El pueblo tiene la responsabilidad de movilizarse seriamente y en masa para PARAR ESTO. No hacerlo, cuando uno sabe que estos crímenes se cometen en su nombre, es ser cómplice. El mundo hoy y las gentes del futuro juzgarán fuertemente a los perpetradores de estos crímenes, y también a los que los toleraron pasivamente.

Esto hay que decírselo a todos claramente. Hay una manera de oponerse a esto (lo que en sí es de una importancia crucial) y más que eso, de movilizar a otros a hacer lo mismo. El 4 de enero presenta la próxima oportunidad, y el próximo desafío, para hacer eso.

El día de la apertura del Congreso, cuando se pongan a hablar de estupideces para despistarnos a propósito, tenemos que decirles que no aceptamos eso. Que deben hablar de los crímenes de guerra que se están cometiendo y se están planeando y de la urgente necesidad de pararlos. Y la realidad es que una manifestación de masas en las escalinatas del Congreso ese día, en medio de una gran distribución de la convocatoria de El Mundo no Puede Esperar, puede imponer políticamente esas condiciones. Hay que parar los crímenes de guerra y hay que obligar al Congreso a hacerle un juicio de destitución a Bush con ese fin. Tienen que realizar audiencias para sacar a la luz del día la extrema criminalidad de este gobierno e impulsar la campaña para sacar políticamente al gobierno de Bush… y eso realmente no puede esperar.

La Convocatoria

La base de esta campaña tiene que ser la convocatoria de El Mundo no Puede Esperar para sacar al gobierno de Bush (que está en el portal worldcantwait.org). Esta Convocatoria da una idea clara de los crímenes intolerables y la trayectoria fascista del gobierno de Bush, y de la urgente necesidad de PARARLOS. Su moral positiva inspira a romper el silencio y la parálisis, a tener confianza en el hecho de que representamos a la mayoría, aquí y en el resto del mundo, a hablarles con convicción a los que todavía están engatusados y a seguir el ejemplo de los que han tomado una posición correcta a pesar de enormes dificultades.

En esta campaña tenemos que unirnos con otras organizaciones que piden un juicio de destitución. Algunas de ellas parten de una posición política que quiere contener la demanda de la destitución dentro de un marco aceptable al Partido Demócrata. Tenemos que ser firmes y claros con todos los que recomienden aguar nuestra posición a algo que acepte el Congreso… con los que quieren limitar un juicio de destitución al nivel de cuestiones técnicas de procedimientos del Congreso… con los que no quieren crear conciencia pública de las razones por las que hay que sacar a Bush y repudiar su programa… con los que quieren evitar “herir sensibilidades”. Todos esos caminos llevan a un pragmatismo político que acaba aceptando el statu quo y perjudicando las posibilidades de cambiar la dirección política de esta sociedad.

Tenemos que llevar a la gente a un marco de referencia diferente y a ver que este cambio solo se puede lograr por medio de una movilización política que no se pueda ignorar o marginar… y que lo mismo se aplica a la destitución como un mecanismo de cambio. Solo una fuerte movilización política hará que el Congreso hable de un juicio de destitución. Todos los que están a favor de un juicio de destitución deben familiarizarse con la Convocatoria; sus planteamientos políticos y morales, así como su visión de la historia y del futuro, dan claridad.

Nuestra labor no es escribir un “expediente” aceptable al Congreso ni limitarnos a cabildear a los demócratas para que “cumplan su deber”. Nuestra labor es crear una situación política en que el pueblo marca la pauta política y pone en primera plana la realidad de que TU GOBIERNO está cometiendo crímenes de guerra, y en que el gobierno tiene que responder a eso o perder legitimidad a los ojos de la ciudadanía.

Sin que el pueblo cree una dinámica radicalmente diferente al tomar las riendas de la historia, no se puede lograr nada positivo ni duradero. En este país solo se han logrado cambios, es decir cambios positivos, cuando las masas populares se han volcado a la calle con valor y determinación; nunca se han logrado cambios sin una fuerte sacudida de toda la sociedad que desafíe radicalmente el statu quo.

Esto puede pasar ahora si se le llega a la gente con el medio necesario para expresar esto. La demanda de destitución ahora, tras las elecciones, y en el contexto de una gran distribución de la convocatoria de El Mundo no Puede Esperar, puede acelerar la movilización popular que se necesita para echar al gobierno de Bush.

Y aún más…

¿Qué impacto tendría que el gobierno de Bush no pudiera “seguir adelante” por medio de bombas y golpes? ¿Cómo sería el mundo si en vez de que la clase dominante logre llegar a un consenso para manejar la situación de Irak y el Medio Oriente, una oposición popular masiva saque del poder al gobierno de Bush y Estados Unidos tenga que retirarse de Irak? ¿Qué impacto tendría esto en el resto del mundo, especialmente en los millones que ahora ven que su única alternativa es el fundamentalismo islámico o aceptar la dominación de Estados Unidos?

Hay tiempo, pero no mucho, para cambiar el rumbo, antes de que el gobierno pueda conservar la iniciativa y cerrar los espacios que quedan en la sociedad para la oposición; antes de que las celdas de tortura que siguen construyendo en Guantánamo sean una metáfora viva de una sociedad donde impera la represión, la ignorancia y la confusión. No se puede permitir que el gobierno de Bush resuelva esta crisis a porrazos. Existe una necesidad urgente de que los comunistas y los revolucionarios, en particular, se movilicen para parar esta dirección y para gestar una solución revolucionaria a un sistema que ha gestado algo tan monstruoso como el gobierno de Bush.

El Mundo no Puede Esperar aúna a individuos de varias perspectivas políticas, pero todos se beneficiarían de crear una situación política que permita sacar corriendo a Bush; de una situación en que la rebelión y el levantamiento del pueblo abra un potencial positivo para el futuro de la humanidad y destierre el oscurantismo que Bush y los fanáticos religiosos de este mundo están conjurando. Que el 4 de enero sea una potente señal, para el gobierno y para los millones que están angustiados y furiosos porque la situación sigue por el mismo camino desastroso, de que hay otro camino.

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

4 de enero de 2007: ¡Protesta en Washington, D.C., con motivo del inicio de sesiones del nuevo Congreso!

La organización El Mundo no Puede Esperar y otras están convocando a una protesta el 4 de enero en Washington, D.C., cuando se inicien las sesiones del Congreso. La protesta se realizará al medio día el jueves, 4 de enero, en el parque Upper Senate (esquina de Delaware con Constitution, al norte del Capitolio).

El llamado "¡Fuera Bush! Si los crímenes de guerra, de lesa humanidad y tortura no son motivo suficiente para un juicio de destitución, ¿qué motivos se necesitan?" está en worldcantwait.org (http://worldcantwait-la.com/demo_4_de_jan.htm) y dice:

“Hay que parar todo el programa de Bush. Si se permite que George Bush siga en la presidencia otros dos años, toda la destrucción que ha causado y toda la dirección en que ha encaminado la sociedad recibirán aprobación y legitimidad, y serán irreparables. Exigimos que el Congreso investigue y responsabilice al gobierno de Bush por sus acciones criminales, y que inicie un juicio de destitución contra el presidente”.

Entre los signatarios figuran:

Cynthia McKinney
AfterDowningStreet.org
Cindy Sheehan, Familias de Estrella de Oro por la Paz
Bill Goodman, Centro pro Derechos Constitucionales
ImpeachBush.org
Reverendo Lennox Yearwood, Hip Hop Caucus
ImpeachForPeace.org
ImpeachBush.tv
El Mundo no Puede Esperar—Fuera Bush y su Gobierno

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Por qué urge un juicio de destitución… y por qué hay que sacar al gobierno de Bush YA.

Pasaje del discurso de Sunsara Taylor en un mitin en Nueva York el 10 de diciembre para exigir un juicio de destitución.

Tenemos que llevar a la gente a las calles el 4 de enero, el primer día del nuevo Congreso para exigir: ¡Juicio a estos criminales de guerra! ¡Fuera Bush y su gobierno!

Unos dicen que es mejor no hablar de esto, que es mejor dejar que los republicanos truenen por su cuenta y pierdan en el 2008. Pero esta es una posición divorciada de la realidad y sin sentido político; ¿no les importa cuánto van a sufrir las víctimas de tortura, las familias iraquíes, el pueblo iraní, la mujer y los gays, los migrantes y los negros si dejamos que este gobierno siga a toda prisa por donde va?

Nancy Pelosi y los demás demócratas dicen que un juicio de destitución del presidente “no está sobre el tapete”, pero si George Bush no es acusado por estos crímenes, pues todo lo que ha hecho (la doctrina de guerra preventiva, la tortura, los ataques a la separación de la iglesia y el estado y al imperio de la ley) se legitimará y seguirá en vigor, no importa quién sea el próximo presidente. Y nosotros seremos cómplices de todo esto.

Unos dicen que eso causará divisiones en el país. Los medios de comunicación solo mencionan la destitución para decir que a los republicanos les encantaría esa pelea. Muchos no quieren abordarlo porque temen incitar a los republicanos. ¡Por favor! Arrodillarnos y dejar que ellos tracen el futuro horroroso de la manera que quieran sin luchar, es mucho peor.

Cuando los racistas cazaban abiertamente a los negros, y las leyes y las costumbres sociales los apoyaban… ¡había que hacerles frente!

Cuando el gobierno mandó a una generación a Vietnam a matar a millones de vietnamitas y devastar el país en una guerra injusta… ¡había que hacerle frente!

Sin hacerles frente, estos crímenes no paran.

No se trata de que unos niños malcriados estén haciendo picardías y es mejor esperar hasta que se aburran y se vayan. Este gobierno tiene un plan estratégico para transformar el mundo entero. Tiene las armas del estado y ha forjado una base social fanática y ciega, que desata cada día más para intimidar a los que no están de acuerdo. Tenemos que hacerle frente a esta realidad y transformarla. Evitar tal confrontación, evitar la polarización y los trastornos necesarios, significa ser cómplices mientras la situación empeora.

¿Y qué tiene de malo polarizar a los que no tienen razón… y aceptan los peores crímenes?

El mayor problema hoy no es que no haya gente que apoya lo que estamos haciendo, sino que hay demasiada gente inactiva, desconectada, que no sabe lo mala que es la situación ni cómo puede influenciarla. La única manera de cambiar esta situación es ir a hablar con ellos y polarizarlos por lo que están haciendo en su nombre.

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Los rezos no acabarán con la injusticia
¡Tenemos que entender el mundo como es y hacer la revolución para cambiarlo!

Carl Dix

¿Qué tenemos que hacer para ponerle un alto a los asesinatos y la brutalidad policial que se llevan a cabo una y otra vez? Esta es la pregunta que se hace en las calles de Nueva York cuando se manifiesta la furia por el asesinato policial de Sean Bell y otras personas recientemente. Muchos contestan que dios lo resolverá, lo cual no tiene sentido.

¿Cuándo lo resolverá dios entonces? ¿Por qué no ha hecho algo ya por la injusticia y el sufrimiento que hemos tenido que soportar por tanto tiempo? ¿Estaba dormido cuando este país se formaba a través del genocidio de los amerindios y de arrastrar a los africanos en cadenas de esclavos? ¿Estaba ocupado con otras cosas durante los siglos de esclavitud que siguieron con otro siglo de linchamientos, segregación y terror del Ku Klux Klan? ¿Ha estado de vacaciones mientras continúa la opresión de los negros e incluso se intensifica en estos días? Con todos estos antecedentes, ¿por qué alguien le quiere dejar los asesinatos policiales a dios?

Rezar o esperar a que dios se haga cargo de las cosas nunca ha liberado a nadie ni terminado con la injusticia y tampoco lo hará ahora. Primero, ¡porque dios NO EXISTE! Segundo, porque rezar a algo que no existe lleva a pensar que no tenemos que hacer más que esperar a que dios traiga justicia. O llevará a hacer algo que no rete esta chingadera mientras el sistema se sale con la suya al cometer asesinatos. La religión pone trabas y le ha puesto trabas a los negros desde hace mucho tiempo. Incluso es peor en estos tiempos. El poder la usó como justificación para la esclavitud y ahora la sigue promoviendo como una droga para justificar el servilismo.

No se pone un alto a los asesinatos y brutalidad policial “estando bien con dios”. Los policías son los capataces de este sistema podrido. Se encargan de mantener las relaciones degradantes y desiguales del capitalismo y de la supremacía blanca. Para acabar con esto y todo lo demás con lo que tenemos que lidiar, tenemos que acabar con el sistema capitalista.

La revolución, una revolución comunista, puede hacerlo de una vez por todas. Acabaría con todo lo reaccionario. Haría pedazos el poder de los gobernantes imperialistas y de los explotadores, y de entrada crearía un nuevo poder estatal: un sistema socialista donde las necesidades de las masas, no las ganancias de unos cuantos capitalistas ricachones, dicten lo que hay que hacer. Un sistema donde se defienda a las masas implacablemente al eliminar todas las instituciones e ideas que reafirmen la supremacía blanca. Donde aquellos a quienes se les confía el hacer cumplir de las leyes arriesgarían la vida antes que tomar la vida de una persona inocente. Donde cada quien podría practicar la religión si quisiera, pero no se le impone, como hoy. Donde el sistema educativo y los medios presentan una visión científica del mundo. Donde el disentimiento, la diversidad y la discusión estimulen el proceso de llegar a un mundo sin divisiones de clase, sin denominación racial ni de género, y donde las personas decidan libremente sobre el futuro y la solución de contradicciones por sí mismas sin que el estado esté encima obligándolas a hacerlo.

Llevar a cabo este tipo de revolución no será fácil. Pero es posible y es lo que el mundo necesita urgentemente. Hay un liderazgo que está resuelto a guiar a las masas para hacer lo que sea necesario cuando sea el momento preciso para la revolución. Los que están furiosos por el horror continuo de la brutalidad policial y los asesinatos, los que están preocupados por la situación del país y del mundo, tienen que unirse al Partido Comunista Revolucionario y su líder Bob Avakian. Tienen que leer lo que el presidente Avakian ha escrito, y especialmente escuchar sus charlas sobre la revolución que están en DVD y pasar la voz. Tienen que organizar resistencia conjunta a los ataques que el sistema lleva a cabo, como parte de los preparativos políticos para la revolución.

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Lo que está en juego en Irak—para ellos… y para nosotros

Segunda parte: Atolladero

Larry Everest

“Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado y McMundo/McCruzada por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos”.
Bob Avakian,
presidente del
Partido Comunista Revolucionario, EU

(Haz clic aquí para la primera parte, “La encrucijada de Irak: Por qué Estados Unidos se lanzó a la guerra”).

La invasión transformó a Irak en una pesadilla para los iraquíes. Hace dos semanas Patrick Cockburn, del periódico Independent de Londres, informó:

“La policía de Bagdad suele recoger más de cien cadáveres torturados y mutilados al día. Los ministerios del gobierno se pelean entre sí… Los sunitas huyen de los barrios chiítas y viceversa; el país entero se está volviendo una tierra de refugiados. La Comisión de Refugiados de la ONU estima que hay 1.6 millones de desplazados internos y 1.8 millones en el extranjero”.

Por otro lado, Irak también se ha convertido en una pesadilla (de una naturaleza fundamentalmente diferente) para el gobierno de Bush: una debacle en ciernes que pone en peligro el control del Medio Oriente, su posición global y la doctrina de Bush de transformar el mundo en aras de la expansión imperial.

El Diccionario de uso del español de María Moliner define atolladero como una “situación incómoda, comprometida o peligrosa de que es difícil salir”. Para Estados Unidos la situación es comprometida y peligrosa porque, en muchos sentidos, sus dificultades se desprenden de sus objetivos extremos y rapaces… y las respuestas a esas dificultades las han agravado. Las apuestas en Irak y el Medio Oriente son globales y enormes, y por eso “salir” sería supremamente difícil. En pocas palabras, la necesidad de Estados Unidos está creciendo y su libertad se está restringiendo.

La ruptura imperial de Bush en el Medio Oriente

¿Cómo llegó la situación a tal punto? ¿Qué empujó a Estados Unidos a invadir y por qué el plan no ha resultado como esperaba?

El gobierno de Bush se vio compelido a conquistar Irak por varias razones: demostrar firmeza como superpotencia después de los ataques del 11 de septiembre del 2001, tumbar un gobierno problemático e iniciar la transformación radical del Medio Oriente. A los ojos de la camarilla de Bush, el statu quo ya no era ni estable ni viable, en parte debido al crecimiento del fundamentalismo islámico en la década pasada. Esta transformación radical del Medio Oriente se propuso tumbar gobiernos poco amistosos, aplastar a las masas con una campaña de “shock y pavor”, y reestructurar las frágiles tiranías de la región por medio de un proceso de “democratización” y mayor penetración económica. Esto les diría a los fundamentalistas islámicos que su oposición será muy cara y, estratégicamente, socavaría su posición y los derrotaría como una fuerza de oposición dinámica y viable.

Irak ofrecía oportunidades además de necesidades. Era débil; muchos iraquíes odiaban a Hussein; tenía una clase media grande, un sistema laico y grandes reservas petroleras. Por eso parecía un excelente candidato para la clase de reestructuración que contemplaba Estados Unidos. Varios neoconservadores y exilados iraquíes decían que los chiítas eran moderados y estaban dispuestos a apoyar “cambios democráticos”. Un nuevo Irak bajo el mando de Washington sería la clave para iniciar un maremoto irresistible de “modernización” y “democratización” por toda la región.

La invasión se realizó con una fuerza relativamente ligera y rápida de 140,000 efectivos (menos de un tercio que en la guerra del golfo Pérsico de 1991, cuya meta era expulsar a Hussein de Kuwait y no conquistar Irak) porque Irak estaba debilitado por una década de guerra y sanciones económicas, y porque la invasión era solo la primera fase de una guerra sin límites para establecer un imperio indiscutible e indisputable. Con ese fin se necesitaba una fuerza flexible y móvil que pudiera pelear en varios frentes uno tras otro, y dejar atrás la “Doctrina Powell” de atacar con una fuerza abrumadora en toda situación.

El plan era conquistar el país rápidamente, transferir el poder a un gobierno títere de exilados y pasar a la siguiente fase. El Washington Post escribió: “Pocas semanas después de la invasión, si todo sale bien, los iraquíes empezarán a tomar control de la situación y las tropas estadounidenses irán de salida”.

A toda velocidad a Bagdad, choque con la realidad

La rapidez de la conquista fue contundente. A los 23 días de invadir el país, cayeron Bagdad y el gobierno de Hussein (junto con sus estatuas). Pero el choque con las profundas contradicciones que entrecruzan el país y la región fue todavía más contundente. Tras la conquista de Bagdad, la vida diaria se desintegró y reinaron el caos y el saqueo; el 17 de abril del 2003 el periodista inglés Robert Fisk informó: “Esto va por mal camino, y más rápidamente de lo que cualquiera se podía imaginar”.

Muchas de las expectativas de Estados Unidos se esfumaron junto con la destrucción de la infraestructura y el estado iraquíes: que los iraquíes iban a recibir al ejército invasor como libertadores; que todas las fuerzas de Hussein serían derrotadas o capitularían, en vez de iniciar una resistencia guerrillera; que los aliados de Washington serían capaces de establecer un gobierno rápidamente; y que la situación se podría estabilizar rápidamente mejorando la vida diaria de la población.

Fundamentalmente, el gobierno de Bush no captó que el shock de la invasión y el colapso del estado iban a destapar profundas contradicciones en Irak (como el odio por Estados Unidos y su aliado Israel), y a abrirle la puerta a una amplia gama de fuerzas de oposición, especialmente las corrientes islamistas, tanto sunitas como chiítas.

(El periodista Nir Rosen describió que las fuerzas religiosas corrieron a llenar el vacío tras la caída de Hussein: “Sin el Partido Baath u otra fuerza política, sin la policía o el ejército, todo lo que quedaba eran las mezquitas. Las viejas autoridades cayeron; jóvenes clérigos airados las reemplazaron y se arrogaron el poder de representar, movilizar y gobernar”).

En pocas palabras, los imperialistas encontraron más necesidad (en la forma de hostilidad, fundamentalismo islámico y oportunidades para otras potencias regionales) y menos libertad de lo que esperaban.

Reajustes y pérdida de la iniciativa

El gobierno de Bush se dio cuenta de que la situación no marchaba conforme al plan y realizó varios reajustes dentro del marco de sus metas estratégicas. Pero esos reajustes fueron muy pocos y muy tarde (aunque no es claro que hubiera podido aplicar medidas “efectivas” en vista de las profundas contradicciones que enfrenta y de los límites de su poder), o crearon nuevas contradicciones más insolubles. Se desencadenó una dinámica en que Estados Unidos perdía cada vez más la iniciativa militar y política, y cayó en una espiral descendente de menos libertad, opciones más onerosas y mayor necesidad.

Por ejemplo, al general Jay Garner, el primer virrey de la ocupación, lo despidieron y lo reemplazaron con J. Paul Bremer, un neoconservador del Departamento de Estado y protegido de Henry Kissinger. Garner siguió la estrategia del Pentágono de mantener al gobierno baathista, entregar el poder a los exilados pro Estados Unidos y retirarse pronto. Pero cuando Bremer tomó las riendas en mayo del 2003, inmediatamente apretó las clavijas y cambió el rumbo. Prohibió el Partido Baath, disolvió el ejército y la policía, clausuró las industrias paraestatales no rentables e inició la privatización de la economía. También abandonó el plan de formar un gobierno interino y creó la “Autoridad Provisional de la Coalición” para iniciar gradualmente el proceso político y formar un gobierno bajo el firme control de Washington.

Esas decisiones se tomaron por razones tácticas y estratégicas. Washington decidió que los partidarios del gobierno de Hussein y el Partido Baath eran el mayor peligro a la ocupación. A continuación, inició un programa a fin de hacer añicos el poder institucional que conservaban los baathistas, ganar la lealtad de los chiítas y establecer una amplia legitimidad. Los neoconservadores del Pentágono también vieron la oportunidad de fomentar su programa de transformaciones regionales construyendo un nuevo estado iraquí desde los cimientos.

Esta “vuelta de hoja” tuvo implicaciones profundas. Tras declarar que iba a liberar a Irak, Estados Unidos optó por imponer una ocupación indefinida altamente controlada. Esto exacerbó lo que Larry Diamond, un funcionario de la ocupación, describió como “sospechas profundas de los motivos de Estados Unidos, junto con recuerdos del colonialismo occidental y rencor por la posición de Estados Unidos sobre la lucha de Israel y los palestinos” y creó “una enorme falta de legitimidad para las fuerzas de ocupación”.

Las decisiones que tomó Bremer empujaron a los sunitas hacia la incipiente resistencia armada, que es una mezcla compleja de partidarios de Hussein, nacionalistas e islamistas sunitas. Muchos eran profesionales que desempeñaban un papel central en la sociedad iraquí, pero con la ocupación quedaron sin opciones y sin lugar, tratados como “terroristas” y enemigos permanentes del nuevo estado.

En el campo de batalla, Estados Unidos respondió a la insurgencia con una combinación de salvajes misiones de cerco y aniquilamiento, redadas, arrestos, sitios de ciudades enteras y tortura. Pero nunca despachó más tropas y esas medidas no lograron aplastar la resistencia… al contrario, se redobló. Los ataques contra las fuerzas estadounidenses aumentaron de 75-150 a la semana en el verano del 2003 a 800 semanales este otoño.

Enemigos potenciales cobran fuerza

El crecimiento de la insurgencia, la debilidad de los exilados laicos y la creciente fuerza de los partidos religiosos chiítas (junto con la decisión de no despachar más tropas) llevaron a la Autoridad Provisional de la Coalición a acelerar el plan de formar un gobierno iraquí y a apoyarse más en fuerzas chiítas y curdas reaccionarias. Las dos cosas han generado nuevas contradicciones que se refuerzan mutuamente.

Washington repartió el poder y organizó las elecciones conforme a divisiones sectarias directamente o de una manera que las reforzaba. Los partidos chiítas en particular (y hay diferentes facciones), y también los curdos, tienen sus propios planes que no siempre coinciden con los objetivos estadounidenses. Las organizaciones chiítas más fuertes quieren imponer un gobierno teocrático, controlar las regiones de mayoría chiíta (donde se encuentra la mayor parte de la riqueza petrolera) y reemplazar a los sunitas como la fuerza dominante… no liberar a todos los iraquíes. La mayoría también tiene vínculos con Irán. Por su parte, los partidos curdos quieren preservar la autonomía en el norte (y con ese fin hacer una limpieza étnica en la ciudad de Kirkuk). Esto está en fuerte contradicción con el objetivo de crear un nuevo Irak unificado.

Las facciones chiítas han aprovechado su control del estado y de varios ministerios para desarrollar su propia fuerza sectaria (en preparación para una lucha a muerte con los sunitas, o quizá para expulsar a Estados Unidos), y no para crear un estado multinacional. Estados Unidos esperaba que el nuevo ejército iraquí asumiera las tareas de seguridad y lucha contra la insurgencia, pero el ejército iraquí es ineficaz u obedece a las milicias sectarias. “Las milicias chiítas pasaron a ser la policía y el ejército”, escribe Rosen. (Además, hay muchas pruebas de que Estados Unidos ha tolerado e incluso organizado los escuadrones de la muerte chiítas que operan en los ministerios contra la insurgencia).

Todo esto (y la ideología fundamentalista religiosa y reaccionaria de los partidos dominantes chiítas, así como los elementos de la insurgencia sunita que representan los intereses y la perspectiva de sectores tradicionales feudales y burgueses) ha desencadenado una ola de limpieza étnica y religiosa, que ahora amenaza la existencia misma de un país unificado.

La resistencia y la guerra sectaria han devastado y desestabilizado la sociedad iraquí e impedido que Estados Unidos reconstruya el país, estabilice la vida diaria y construya una base de apoyo político (por no decir nada de abrir las puertas de Irak a la especulación y la integración con el imperialismo global, que era un elemento importante del plan). Esto, a su vez, ha profundizado la resistencia y la guerra civil.

El papel de la epistemología del gobierno de Bush

¿Por qué las esperanzas del gobierno de Bush estaban tan profundamente desincronizadas con la realidad en Irak y por qué siguió calculando mal e insistiendo en “aguantar hasta el final”?

Muchos comentaristas burgueses y muchos políticos han criticado a la camarilla de Bush por “no estar al corriente de la realidad”. Pero el problema no empieza ahí. Para la camarilla de Bush, las viejas estrategias no habían resuelto los crecientes problemas del imperialismo estadounidense en el Medio Oriente (la experiencia de Irak subraya el creciente desafío del fundamentalismo islámico) y se necesitaban medidas drásticas, fueran cuales fueran los riesgos.

La insistencia de Bush en “aguantar hasta el final” obedece a la necesidad de seguir adelante ante la adversidad y el gran peligro (que hasta cierto punto esperaban dado el alcance de su ambición), porque las apuestas son enormes y retirarse sería un desastre. Hay un elemento de desesperación en todo esto: un temor de que la retirada o una corrección sustancial podría descarrilar todo el proyecto. Parece que las decisiones de la camarilla de Bush han sido moldeadas (y enturbiadas) por esas necesidades y ambiciones, con una epistemología basada en la fe (o ilusiones), como si pudieran doblar la realidad a su antojo si se lo proponen en serio. Todo esto los ha hecho menos flexibles y menos capaces de adaptarse a nuevos giros o dificultades.

Un ejemplo es la decisión de Bush de no despachar más tropas, que probablemente es la que más críticas de la clase dominante ha recibido. Para empezar, despachar docenas o cientos de miles de soldados más hubiera podido crear mayores dificultades para el programa general de Bush. Hubiera cambiado la situación política en este país, estimulado la oposición a la guerra y quizá mostrado el verdadero costo y los horrores del programa de Bush. De ahí provino la estrategia de conservar cierta “normalidad” en Estados Unidos. Bush le dijo a la ciudadanía “salgan de compras” tras el 11 de septiembre del 2001, mientras el gobierno minaba y transformaba las “normas” sociales y políticas. Y sí, Bush y su camarilla tenían un optimismo desmesurado y se engañaron una y otra vez pensando que este o aquel ajuste militar táctico o cambio político iba a controlar la situación (y esperaban demasiado de la capacidad de la tecnología militar de aplastar la insurgencia).

Atolladero

El gobierno de Bush ha recortado sus objetivos en Irak de una “transformación democrática” a “garantizar que el país pueda gobernarse y defenderse, que sea estable, no sea una amenaza a sus vecinos y sea un aliado en la lucha contra el terrorismo”. (Washington Post, 2 de diciembre)

Puede ser muy tarde inclusive para eso. Estados Unidos no ha podido aplastar la insurgencia sunita, y sus aliados iraquíes tienen sus propios planes. La volátil mezcla ha desencadenado una guerra sectaria que amenaza los objetivos de evitar el colapso del nuevo estado iraquí, mantener intacto el país, impedir que se metan otros países y evitar que el conflicto se convierta en una guerra regional. El periodista Robert Fisk (1º de diciembre) escribe: “No habrá una salida digna de Irak, sino un colapso militar aterrador y sangriento… la fractura de Irak es prácticamente un hecho consumado y sus grietas se tragan cadáveres a razón de mil por día”. (Hay informes de que Arabia Saudita está dispuesta a despachar tropas a ayudar a sus hermanos sunitas en Irak si la campaña chiíta de limpieza étnica sigue).

Pero retirarse de Irak podría crear mayores dificultades para los imperialistas estadounidenses. Irak se podría desintegrar; las fuerzas islamistas opuestas a Estados Unidos se podrían envalentonar; y podría desestabilizar a aliados, ya frágiles, como Egipto, Jordania y Arabia Saudita. Como dijo Lenin con respecto a la I Guerra Mundial, pronto se podrán ver las coronas tiradas por decenas en las calles del Medio Oriente.

En la próxima parte: No habrá salida digna

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Apoyen el viaje de corresponsales de Revolución a Oaxaca

Recibimos esta carta de dos corresponsales de Revolución:

Estimados compañeros:

La represión está cayendo duro sobre una fuerte lucha que ha sacudido a Oaxaca durante meses y ha alegrado a mucha gente por todo México y otras partes del mundo. Ahora más que nunca hace falta oír la voz de los que están luchando con tanta valentía, sacar a la luz el terror gubernamental que se está desenvolviendo en este momento, y entender más a fondo cómo el pueblo está enfrentando estos nuevos retos y qué implica para la lucha para la emancipación en los dos lados de la frontera. Por eso, ¡nos vamos a Oaxaca!

Este diciembre tenemos la oportunidad de viajar con una delegación cuya misión es posar la atención internacional en la situación de Oaxaca. Investigaremos lo que está ocurriendo al momento, entrevistaremos a los militantes, a grupos de derechos humanos y a otros. Vamos a investigar, documentar, conocer y a escribir: busquen nuestros artículos y reportajes de último momento en revcom.us. Pedimos a todos que sigan nuestro viaje y difundan los artículos en muchos portales.

Lo que se sabe ahorita de la situación es muy grave. Han detenido a centenares, desaparecido a una cantidad desconocida y torturado sin piedad. El gobierno de Calderón que entró el 1º de diciembre, apoyado por Estados Unidos, amenaza reprimir todo movimiento que rompa la “paz social”. Aún no está claro cómo se desarrollará todo eso, ni cómo responderá a esta represión el pueblo oaxaqueño y de otras partes. En este momento de incertidumbre, cuando no suficientes estadounidenses saben de esta importante lucha, vamos a divulgar noticias de Oaxaca. Al regresar estaremos preparadas para dar conferencias en clases, grupos y reuniones.

Para lograr lo que planteamos, necesitamos apoyo. Primero y urgentemente, necesitamos fondos. También hay que correr la voz: difundir nuestros reportajes, mandarlos a sus listas de servicio y listas de correo electrónico, organizar conferencias en barrios, escuelas, librerías, etc.

Favor mandar donaciones a:

RCP Publicaciones
Asunto: Reportaje de Oaxaca
PO Box 3486
Chicago, IL 60654

Sinceramente,

Luciente Zamora y Nina Armand

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

La rabieta racista de Michael Richards, “Strange Fruit” y 50 tiros

Li Onesto

La rabieta racista del cómico Michael Richards y el asesinato policial de Sean Bell me trajeron a la mente la canción "Strange Fruit" (Fruta extraña) de Billie Holiday:

Los árboles del Sur dan el fruto extraño,
sangre en las hojas
y sangre en la raíz
cuerpos negros que se balancean en la brisa del Sur
fruta extraña que cuelga de los árboles de álamo.
Escena pastoral del Sur galante,
los ojos saltones y la boca enroscada,
olor de magnolias, dulces y frescas,
entonces el olor repentino a carne quemada

Cuando unos negros interrumpieron con burlas un número de Michael Richards (que representa el papel de "Kramer" en el programa "Seinfeld"), este se puso a despotricar y los llamó varias veces “niggers”. Esto dice mucho sobre el modo de pensar de Richards. Pero lo más diciente es cómo empezó.

Dijo:

"Hace 50 años los hubieran colgado cabeza abajo con una horqueta en el culo".

Piensen en lo que dijo:

"Hace 50 años los hubieran colgado cabeza abajo con una horqueta en el culo".

Hay que examinar ese comentario sobre el linchamiento.

Cuando Richards respondió enojado y quería poner "en su lugar" a los negros que lo interrumpieron, ¿a qué recurrió? Al linchamiento, al terror y asesinato institucionalizados con que mantenían a los negros "en su lugar". Cuando otro miembro del público le dijo: "Te estás propasando. Haz el favor", Richards respondió: "Bueno, ustedes me interrumpieron. Eso es lo que pasa cuando interrumpen a un blanco. ¿No lo saben?".

Más tarde, Richards pidió disculpas; dijo "lo siento mucho, muchísimo" y que quería "entender toda esta hostilidad, por qué existe, por qué está dentro de cada uno de nosotros…".

Es una buena pregunta: de dónde sale tal hostilidad. Hay que captar y confrontar el hecho de que una fuente son los privilegios y los derechos otorgados a los hombres blancos en Estados Unidos. Pero este incidente va mucho más allá de Richards y dice algo mucho más profundo sobre el uso histórico de la palabra "nigger" y el linchamiento, esa práctica tan “americana”.

En una de las discusiones en la internet sobre la rabieta de Richards, me llamó la atención este comentario:

"Lo que me molesta a mí y a mis conocidos negros no es tanto el uso de la palabra 'nigger' sino la referencia al linchamiento. No creo que nadie lo haya mencionado. Soy una mujer blanca del estado de Maine y en mi familia ha habido mujeres muy racistas. Escupían a los negros si se sentían molestas y se limpiaban la mano en la falda sin disimular si saludaban a un negro. Mi esposo es afroamericano (nos casamos en 1986, al graduarnos de la preparatoria) y tenemos problemas porque no vivimos en una sociedad neutral. Una vez una señora negra me dijo que han matado a hombres negros (Emmett Till me viene a la mente) nada más por mirar a una mujer blanca. [En 1955 unos blancos torturaron y mataron a Emmett Till, de 14 años, en Mississippi supuestamente por chiflarle a una mujer blanca]. Me han dicho cosas horribles porque mi esposo es negro, tanto negros como blancos. Mi esposo es del Sur, el paraíso del linchamiento. El más reciente ocurrió en 1981, cuando Michael Donald, de 20 años, caminaba a una tienda; dos racistas blancos lo golpearon, lo castraron, le cortaron la garganta y lo colgaron de un árbol. Kramer no hizo algo tan extremo y mucha gente se ha vuelto insensible a la palabra 'nigger'… pero el comentario sobre el linchamiento es lo que molesta a mucha gente, tanto negros como blancos. Específicamente dijo: 'Hace 50 años los hubieran colgado cabeza abajo con una horqueta en el culo'. Se puede decir que es racista porque así ES. Dijo eso a dos hombres negros que por su edad no deben saber mucho del linchamiento, pero de todos modos saben lo que representa históricamente".

A diferencia de esa señora, a mí sí me molesta la palabra "nigger". Pero lo que ella dice sobre el linchamiento y la historia es cierto, y brilla por su ausencia en el debate y la polémica por los comentarios de Richards. Esa palabra tiene una realidad histórica objetiva, y todos los esfuerzos por darle un "nuevo significado" o ponerla en "otro contexto" no pueden cambiar ese contenido y significado. No se puede separar de toda la historia, y la actual realidad, de supremacía blanca en este país. Por eso no es tan sorprendente que una rabieta racista conecte esa palabra con una de las expresiones más horrorosas de la supremacía blanca y del terror asesino contra los negros.

El Instituto Tuskegee informa que de 1865 a 1965, lincharon a 3,446 negros.

Tres mil, cuatrocientos cuarenta y seis.

Nada más en Mississippi, lincharon a 539 negros.

Todo mundo debe ir al portal withoutsanctuary.org y ver las fotos de los linchamientos, de los cuerpos quemados y mutilados, y de las multitudes felices; hay familias blancas enteras que celebran y disfrutan el "deporte" de cazar, torturar públicamente y ejecutar a negros. Vendían postales como recuerdos. Esta es la asquerosa historia de este país durante largo tiempo, incluso después de que acabó la esclavitud.

En el DVD "Revolución: Por qué es necesaria, por qué es posible, qué es", Bob Avakian habla de la venta de postales de linchamientos y dice que este sistema fomentó y moldeó esos horrores, y que no habría perdurado sin la esclavitud, primero, y después sin una semiesclavitud, segregación y terror (centrados en el Sur, donde vivía la gran mayoría de los negros, encadenados de una u otra manera a las zonas rurales y las plantaciones de blancos).

Si nunca han visto esas fotos, vale la pena verlas. Si ya las han visto, vale la pena volver a examinarlas. Piensen en cómo el terror contra los negros impregna toda la historia de este país. La supremacía blanca es uno de los cimientos del sistema capitalista estadounidense. La segregación y la discriminación continúan hoy contra los negros y otros grupos en toda la sociedad, con el respaldo de la violencia del sistema.

Desde el fin de la esclavitud (1865) hasta la década de 1940, el Ku Klux Klan organizó mítines públicos, quemó cruces, arrastró a familias negras de su casa y torturó y asesinó… por ser negro. En tal situación, todos los hombres negros vivían traumatizados por el temor de que los podían linchar. Era como vivir sentenciado a muerte, una sentencia que se podía cumplir en cualquier momento. Los podían matar por caminar con la cabeza en alto, por no decir "sí señor" con la debida rapidez, por parecer una "amenaza" o sin ninguna razón. Y esto ha tenido consecuencias para todos los negros.

¿Y últimamente?

En 1981, unos miembros del KKK de Alabama, enojados porque absolvieron a un negro de la muerte de un policía, atacaron al azar a Michael Donaldson. Le dieron una paliza con una rama, le cortaron la garganta y lo dejaron colgado de un árbol.

En 1998, tres hombres blancos miembros de una pandilla supremacista secuestraron a James Byrd, Jr., en Jasper, Texas. Le dieron una paliza, lo encadenaron a un camión y lo arrastraron tres millas amarrado a una camioneta hasta que la cabeza se desprendió del cuerpo.

Sí, el terror continúa hoy, y especialmente a manos de la policía: los que "sirven y protegen" el sistema, que se portan como ejército de ocupación en los barrios negros, hostigando, maltratando y asesinando, especialmente a los chavos. Un hombre negro, como Sean Bell, puede ir a celebrar su matrimonio y morir en una ráfaga de 50 balas.

En tal situación, ningún joven negro puede escapar el trauma de tener que vivir con el miedo de que lo mate un policía. Es como vivir sentenciado a muerte, una sentencia que se puede cumplir en cualquier momento. Los pueden matar por caminar con la cabeza en alto, por no decir "sí señor" con la debida rapidez, por parecer una "amenaza" o sin ninguna razón. Y esto tiene consecuencias para todos los negros.

¿Qué clase de sociedad y sistema requiere linchamientos y terror policial para mantenerse?

¿Y no debemos hacer todo lo posible por acabarlos?

Sí, el terror continúa hoy, y especialmente a manos de la policía: los que "sirven y protegen" el sistema, que se portan como ejército de ocupación en los barrios negros, hostigando, maltratando y asesinando, especialmente a los chavos. Un hombre negro, como Sean Bell, puede ir a celebrar su matrimonio y morir en una ráfaga de 50 balas.

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Del Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar

“La cadena de violencia contra la mujer tiene miles de años y es tan larga que cruza toda frontera y da la vuelta al mundo”

27 de noviembre de 2006. Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar. Una amplia variedad de fuerzas en muchos países celebraron el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer el 24 de noviembre. En el marco del día, la Organización de Mujeres 8 de Marzo (Irán-Afganistán) publicó el siguiente volante.

Justo cuando soldados estadounidenses violaron a una muchachita iraquí de 14 años y la quemaron viva, en Neka, un pueblito en el norte de Irán, a la tía de Atefeh también le ardió el corazón cuando asesinos islámicos la ahorcaron luego de violarla a los 15 años.

Cuando los caudillos islámicos en Afganistán mataron a pedradas a Amina, Hajieh temblaba en la prisión Jolfa en Irán al imaginar las despiadadas pedradas. En otra prisión iraní, Khyrieh rogaba llorando: “No me apedreen, ahórquenme”.

En la misma hora que jóvenes patriarcales en una colonia de París prendieron fuego a Sohane, de 18 años, Marjan, de 16 años, se prendió fuego a sí misma para no tener que casarse con un hombre de la edad de su abuelo. Un poco más tarde Sumara murió en Pakistán de quemaduras por todo el cuerpo. Murió sin decir que su esposo la quemó.

Cuando en Somalia circuncidaron a Kolsum, de 7 años, su grito se mezcló con el llanto de Maryam en su noche de bodas, cuando a los 9 años le quitaron la muñeca y la hicieron mujer.

Sindisou tiene SIDA. La han violado muchas veces, empezando con su abuelo a los tres años. A Fadima la mataron en Suecia su padre y su hermano.

Marie Trintignant murió de una golpiza que le dio su novio, un famoso cantante francés. Al poco rato Nadia, una poeta afgana, murió a manos de su marido. A Lisa y Joyce las violaron y las mataron hombres desconocidos en Estados Unidos.

Natalia se paró en la ventana de un burdel en Amsterdam en espera de un cliente, mientras un barco con un regimiento de esclavas sexuales anclaba en Hamburgo.

Durante los años en que cientos de miles de mujeres iraquíes murieron por las sanciones que impusieron Estados Unidos y sus aliados, millones de africanas murieron en guerras o por las consecuencias de guerras, y a miles de sus hermanas en Bosnia las violaron los soldados.

La cadena internacional de violencia ha unido a millones de mujeres: la violencia que viven a diario más de tres mil millones de mujeres en todo rincón del globo. En las ciudades, en los pueblitos, en la casa o en el trabajo, en la calle… una cadena soldada en un extremo al estado, y en el otro a la violencia doméstica.

La cadena de violencia contra la mujer tiene miles de años y es tan larga que cruza toda frontera y da la vuelta al mundo.

Si bien la lucha y la resistencia de mujeres por todo el mundo han sacudido las cadenas de violencia, la belicosidad desbocada del capital y el nuevo orden mundial ha extendido su alcance y presión. La pobreza, la muerte, la enfermedad, el hambre, el analfabetismo, la esclavitud y el desempleo en el mundo actual han apretado más las ataduras de violencia que nos ciñen las manos y las piernas.

Pero a medida que se globaliza esta violencia, de igual manera la lucha y la resistencia de la mujer está llegando a una dimensión internacional. Oímos el eco de nuestras luchas y resistencia desde la distancia, y nos late más fuerte el corazón. Nos inspiramos con las luchas de cada quien, y nos enorgullecemos y nos alentamos de nuestras victorias. Lo que logra la mujer en cualquier parte del mundo lo logramos todas.

Al concientizarnos más, las mujeres entendemos que esta violencia es un arma en las manos del sistema patriarcal y clasista para consolidar y establecer nuestra subyugación. También entendemos que no será posible controlar esta violencia sin acabar con la condición subordinada de la mujer. No va a desaparecer por las buenas la dominación de la mujer, porque la apuntala el poder del sistema patriarcal y clasista. La liberación de la mujer depende de derrocar el sistema reaccionario dominante en el mundo.

Aquí estamos a millones, unidas por lazos a toda prueba, dispuestas a romper las ataduras de nuestra opresión y esclavitud milenaria, y a poner los fundamentos sobre los cuales se podrá construir una sociedad sin opresión ni explotación. Hemos de apresurar el paso, porque se nos hace tarde. El tiempo nos toca la puerta.

(Más información: www.8mars.com)

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Augusto Pinochet: General fascista al servicio de los padrinos yanquis

El general Augusto Pinochet, una de las figuras más odiadas del mundo, murió en Santiago de Chile el 10 de diciembre. Pinochet fue el jefe de la junta fascista que le dio un golpe militar al gobierno de coalición de Salvador Allende en septiembre de 1973. El golpe y el reino de terror de los años siguientes dejaron por lo menos 30,000 muertos y desaparecidos (aunque no se sabe la cifra exacta), 400,000 torturados y un millón de exilados.

Es una gran injusticia que Pinochet haya muerto sin ir a juicio por sus terribles crímenes. Pero para hablar de esos crímenes, hay que empezar con su padrino mafioso: el imperialismo estadounidense. El golpe de 1973 fue la culminación de varios años de sabotaje franco y operaciones secretas ordenadas por Washington. Este es uno de los crímenes más extensamente documentados de Estados Unidos por todo el mundo.

Golpe Made in USA

En 1970, la coalición de partidos parlamentarios de izquierda Unidad Popular, encabezada por Salvador Allende, ganó las elecciones. El gobierno de la Unidad Popular no representaba un cambio revolucionario de las estructuras económicas y políticas, y no se zafó de la correa imperialista. Pero Estados Unidos estaba resuelto a matar a Salvador Allende desde el comienzo por dos razones. Una: llegó al poder por medio de un levantamiento de los trabajadores, parte de la clase media y especialmente los campesinos que querían y esperaban cambios más radicales, y que le quitó fuerza y prestigio a los viejos aliados políticos de Washington; esto le pareció demasiado peligroso en el contexto de la ola mundial de lucha contra la dominación imperialista. Dos: Allende era amigo de Cuba y uno de los partidos de la Unidad Popular era el Partido Comunista de Chile, un partido revisionista (falso comunista) estrechamente aliado a la Unión Soviética, que en esa época se perfilaba más y más como un rival imperialista de Estados Unidos. Por todo eso, este vio la necesidad de tumbar a Allende, y lo hizo de modo ilegal e inmoral.

Un informe de un comité del Congreso dirigido por Frank Church documentó en 1975 que el presidente Richard Nixon se reunió con su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, con el director de la CIA y con el secretario de Justicia poco después de la elección de Allende. En esa reunión, Nixon mandó darle un golpe militar. Poco antes de que se ratificara a Allende como presidente, la CIA secuestró al general René Schneider, comandante de las fuerzas armadas, quien era el principal obstáculo a una intervención militar. Schneider murió tres días después del secuestro, pero el golpe no tuvo éxito.

Un cable del subdirector de planes de la CIA, con las órdenes de Kissinger al jefe de la CIA en Santiago, enviado en octubre de 1970, decía: “La posición firme y permanente es que Allende sea derrocado con un golpe… Es imperativo que dichas acciones se implementen clandestinamente de modo que quede oculta la mano del gobierno de Estados Unidos”. (El archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington contiene varios documentos sobre el golpe de Pinochet: gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB8/nsaebb8.htm).

Para preparar el terreno, Estados Unidos “cerró la llave” (palabras de Kissinger) de la economía chilena. El director de la CIA, Richard Helms, anotó a mano durante una reunión de 1970 con Nixon que este ordenó hacer que la economía de Chile “grite”. Se cancelaron los créditos bancarios y la ayuda gubernamental. El Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales controladas por Estados Unidos suspendieron los préstamos. Un comité de corporaciones ideó una estrategia contra Allende en colaboración con el gobierno. La CIA mandó agentes a organizar el sabotaje de la economía, por ejemplo, una huelga de camiones que paralizó el transporte.

Al mismo tiempo, Estados Unidos mandó más fondos a las fuerzas armadas, llenas de golpistas. La CIA también financió y dirigió a los partidos de derecha y sus grupos paramilitares, y le abrió un chorro de dinero a la prensa opuesta a Allende.

A pesar de todo esto el apoyo a Allende creció, especialmente en los sectores más pobres y oprimidos de las masas, y en sectores de la clase media. Pero la oposición se estaba endureciendo, y la campaña de presión económica y política sembró miedo y parálisis.

En medio de los preparativos para el golpe, en Chile muchos pensaban que el gobierno de Allende representaba “el camino pacífico al socialismo” por medio de las elecciones y que era posible obtener el apoyo de las fuerzas armadas, o de sectores importantes, o por lo menos “neutralizarlas”. Poco antes del golpe, Allende nombró a Pinochet comandante en jefe de las fuerzas armadas, con la esperanza de que respetara la Constitución. Por todo eso, el pueblo no estaba preparado para la brutal realidad del golpe fascista Made-in-USA.

Dictador asesino

El 11 de septiembre de 1973, Pinochet atacó al gobierno de Allende. La Moneda, la casa presidencial, fue bombardeada y rodeada por tropas y tanques. Se dice que Allende se dio un tiro en vez de entregarse. Los militares llenaron de gente el estadio de Santiago, improvisado como campo de detención, tortura y ejecuciones.

Siguió un reino de terror, con el respaldo directo de Estados Unidos. A una cantidad desconocida de personas las llevaron a centros de tortura secretos, como el barco Esmeralda. Ahí les aplicaban “descargas eléctricas de alto voltaje a los testículos, los colgaban boca abajo, y los sumergían en agua o excrementos”. ( Santiago Times, 7 de septiembre de1999) En muchos casos, los desaparecidos solo aparecieron porque eran extranjeros, como un sacerdote inglés, un empleado de la ONU o un cineasta estadounidense de nombre Charles Horman (cuya historia dramatiza la película Missing de Costa Gavras, con Jack Lemon y Sissy Spacek).

Al tomar Pinochet el poder, la “llave” financiera internacional se volvió a abrir y el país se llenó de capital de Estados Unidos y otros países imperialistas. Pinochet puso en práctica el programa de “privatización” y otras medidas dictadas desde Washington, a fin de garantizar la explotación del pueblo y los recursos de Chile. El “milagro chileno del mercado libre”, alabado por Estados Unidos, que enriqueció a unos sectores, se basaba en la tortura, el asesinato y la miseria de muchos, muchos chilenos. (Milton Friedman, el gran proponente del capitalismo, dirigió la “reestructuración” de la economía chilena. Friedman murió unas pocas semanas antes de Pinochet, pero curiosamente este vergonzoso capítulo de su historia no se mencionó mucho en sus obituarios).

En los años 70, el gobierno de Pinochet se alió con los servicios de seguridad de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay en una conspiración fascista conocida como la Operación Cóndor. La revista CovertAction Quarterly informa que esa operación secuestró, torturó y mató a centenares (quizá miles) en América Latina. Escribe: “Estados Unidos proporcionó la inspiración, la financiación y ayuda técnica para la represión” de la operación Cóndor. La CIA organizó reuniones de las agencias de seguridad y dio cursos y equipo de tortura. Las unidades de Chile y Argentina ayudaron a los escuadrones de la muerte de Nicaragua, El Salvador y Honduras.

La policía secreta buscó, secuestró y mató a chilenos que se refugiaron en el exterior. Un caso famoso es el de Orlando Letelier (embajador a Estados Unidos y ministro de Defensa del gobierno de Allende) y su asistente estadounidense Ronni Moffitt, muertos por una bomba puesta en su auto en Washington, D.C., en 1976. El escritor John Dinges informa que en documentos dados a conocer en 1999 y el 2000 se demuestra que "la CIA conocía los planes de asesinato… por lo menos dos meses antes pero no los paró”.

Kissinger a Pinochet: “Prestó un gran servicio”

Cuando Kissinger fue a Santiago en 1976, le dijo a Pinochet: “En Estados Unidos, como usted sabe, simpatizamos con lo que está haciendo”. Al final de la conversación, dijo: “Usted le prestó un gran servicio al Occidente con el derrocamiento de Allende. De otra forma, Chile hubiera seguido los pasos de Cuba”.

Con el apoyo de Estados Unidos, Pinochet fue dictador hasta 1990 y conservó el cargo de comandante de las fuerzas armadas hasta 1997. Después recibió el título de “senador vitalicio”, lo que le dio inmunidad parlamentaria y protegió el papel central de las fuerzas armadas en el estado. En un viaje a Inglaterra en 1998, un juez español lo acusó de “crímenes de genocidio y terrorismo, incluido el asesinato”, y estuvo bajo arresto domiciliario. Por todo el mundo hubo manifestaciones pidiendo juicio y castigo para Pinochet. Pero las autoridades inglesas lo soltaron y regresó a Chile, donde los militares lo recibieron con grandes homenajes.

Cuando Pinochet murió, el comandante del ejército fue quien se lo comunicó a la presidenta Michelle Bachelet. La prensa de derecha exigió honores de estado y de ex presidente en el entierro de Pinochet. Bachelet, torturada por la junta, al igual que su madre y su padre (quien era general de la fuerza aérea), rehusó. Pero aceptó que recibiera un entierro con honores como ex comandante de las fuerzas armadas, al que asistió la ministra de Defensa. También aceptó un período de duelo oficial de las fuerzas armadas. Miles de oficiales jóvenes pasaron por el ataúd de Pinochet y le hicieron un saludo fascista.

Pero miles más, en Santiago y en el resto del país, desafiaron la posición conciliadora de Bachelet y se echaron a la calle a protestar contra los honores oficiales que recibió este monstruoso criminal.

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Tan americano como ir de compras y torturar: Teatro ambulante durante el Día Internacional de los Derechos Humanos

Sunsara Taylor

Orange jumpsuits at Macy
Nueva York, 10 de diciembre: Compradores observan teatro ambulante sobre los presos de Guantánamo, víctimas de tortura en la guerra imperial.

El siguiente informe, sobre una protesta contra la tortura que ocurrió en Nueva York el 10 de diciembre, es del portal de la organización El Mundo no Puede Esperar—Fuera Bush y su Gobierno. La protesta fue una respuesta a su llamado para el 10 y 11 de diciembre: “Pronúnciate contra la tortura y ponte overoles naranja”, que dice: “Ponte por un día la ropa que los presos de Guantánamo deben ponerse todos los días… manifiéstate contra la tortura que lleva a cabo nuestro gobierno en nuestro nombre, una realidad que debemos confrontar todos los días”. Para más informes sobre otras protestas del 10 y 11 de diciembre, visita el portal worldcantwait.org.

El domingo 10 de diciembre, el Día Internacional de los Derechos Humanos, fue un día soleado; los turistas y los compradores hacían cola como de costumbre en estas fechas. Cientos de personas por la calle Broadway y alrededor de la esquina esperaban su oportunidad de ver las famosas vitrinas navideñas de la tienda Macy’s. Música grabada saludaba a la multitud que pasaba con niños en los hombros, bolsas de compras en la mano, dinero para gastar y el cuello estirado para alcanzar a dar un vistazo a los regalos y al árbol de navidad.

Inevitablemente, sin querer, los ojos de los compradores se volteaban de las ventanas hacia nosotros. En la acera de enfrente, 12 personas estábamos agachadas con capuchas negras y con overoles naranja brillante: el uniforme de marca registrada de Guantánamo. Teníamos las manos agarradas a la espalda, como si estuviéramos esposados. Sin que se dieran cuenta, por las capuchas que nos ocultaban la cara, nosotros mirábamos sus expresiones.

La cara de una joven blanca hacía una mueca al agarrar el brazo de su novio: “Wow”, exclamó y luego: “Esto es intenso”. Un grupo de amigos migrantes dejó de conversar; su conversación perdió importancia. Los niños miran hacia arriba, buscando una explicación de sus padres. ¿Pero cómo explicarle a un niño la imagen viva de angustia sin fin y de tortura que se lleva a cabo en nuestro nombre?

Se hace así: “No importa, querida. No les gusta nuestro presidente”.

O así: “Están mostrando algo que no debería pasar. Está bien lo que hacen”.

O así, cantado en voz alta por una joven negra que empujaba una carreola para que todos oyeran: “¡Así es! ¡¡Tenemos que sacar a ese pinche Bush!!”.

Pero no importa cómo se lo explicaran, los niños seguían mirando, aunque sus padres los tiraban del brazo.

Ellos no eran los únicos. Muchos se quedaron mirando de un lado al otro de la calle: las vitrinas con ese brillo, altares al consumismo y el espíritu navideño, y a nosotros debajo de las capuchas, réplicas vivas de los espíritus humanos devorados por la inacción y la conformidad de los estadounidenses.

George Bush nos dice a todos: “Nos odian por las libertades que tenemos”. A todos nos dijeron que fuéramos de compras, para que no “ganen los terroristas”. Recordé eso cuando la semana pasada escuchaba la historia espantosa de Khaled El-Masri en el programa “Democracy Now”, que provocó la idea de traer las capuchas anónimas de víctimas de tortura al corazón de compras de Nueva York, la cuna de la película Miracle on 34th Street (Milagro en la calle 34).

El-Masri, un ciudadano alemán, fue secuestrado y torturado por el gobierno estadounidense en una mazmorra secreta de la CIA. Lo golpearon, lo patearon y lo alimentaron a la fuerza durante meses, mientras le contaban del tratamiento que recibían otros detenidos: colgados del techo durante días en frío extremo, ahogamiento simulado, fractura de piernas y brazos, dientes rotos. Él no tuvo audiencia, derecho a los tribunales, y aun ahora que está libre no le han dado ninguna explicación de por qué lo detuvieron.

A juzgar por las caras que se transformaban delante de nosotros (de celebremos las navidades a una mirada de confusión y seria perturbación), puede que muchos hayan aprendido a borrar eso de la mente, pero no es todavía algo con lo que estén a gusto.

Pero, como dice la convocatoria de El Mundo no Puede Esperar: “Si no nos oponemos y movilizamos para parar esto, nos obligarán a aceptarlo”.

Otros han aprendido a aceptar y a celebrar la barbaridad de la tortura. Esos eran los que gritaban: “¡Si odian este país, se lo merecen!”, o “¡¡Vamos a estar allá cuatro años más!!”.

Sería agradable decir que son apenas los aullidos de unos tontos intolerables, pero ese es el espíritu y el nivel de conversación que se ha apoderado de gran parte de las emisoras y las salas del poder. Fue el vicepresidente quien dijo que la tortura conocida como “el submarino” (simulacro de ahogo) es simplemente un “remojo” y algo “obvio” que hacer. Fue en público que John Yoo, el arquitecto del programa de tortura de Bush, dijo que el presidente tenía el derecho a torturar “aunque eso incluya aplastar los testículos del hijo de la persona torturada”. Y fue el comandante en jefe quien, al abogar por la Ley de Comisiones Militares, que desatiende las Convenios de Ginebra, preguntó con incredulidad: “¿Qué quiere decir eso de ‘atentados contra la dignidad humana’?”.

Pero la hostilidad de los hombres que nos maldijeron hizo que muchos voltearan a vernos y sacudió a otros de su indiferencia. Sacaron cámaras de teléfono móvil y de bolsillo. Los labios formaban lo que nuestras pancartas decían: “Fuera el gobierno de Bush”.

A mi derecha, una voz perforó el alboroto de tráfico, teléfonos móviles y bromas. ¡Un joven del Medio Oriente agita los brazos y clama: “Odio a este presidente! ¡Odio lo que hace! ¡Miren esto! ¡Miren lo qué está haciendo!”. Sus dos amigos lo miraban con asombro por la profundidad de su emoción. Uno era latino y el otro blanco. Al verlo, se empezó a formar un grupo más grande. Empezaron a tomar los volantes que distribuíamos y empezaron conversaciones a susurros entre familias y amigos.

Yo no estaba sorprendida por la profundidad de sus emociones, pero sí me impresionó su valentía. Nada podría impedirle al gobierno detenerlo. Considérese el caso de Dilawar, de 22 años de edad, considerado inocente por la mayoría del personal militar estadounidense que lo detuvo cuando conducía su taxi frente de una base en Bagram, Afganistán. Pesaba apenas 122 libras, pero lo encadenaron al techo. Los guardias se turnaron a golpearle las piernas más de 100 veces con tal fuerza que ya no se doblaban. Se reían porque cada vez que lo golpeaban él gritaba “Alá”. A los cuatro días, todavía encadenado al techo, murió. Su autopsia describió que el trauma era comparable a ser atropellado por un autobús.

Las rodillas y espaldas nos comenzaron a doler por estar agachados, y la gente seguía pasando. Nos miraban y se veía también intensidad en los rostros de los que no se paran. No teníamos ninguna duda de que durante la cena y el café, a través de llamadas telefónicas y correos electrónicos, habíamos provocado una conversación que se llevarían los turistas y se repetiría cada vez que abrieran el periódico para leer otro informe, ver a otro detenido en grilletes, oír otra justificación de la necesidad de torturar.

De alguna parte oí el nombre de José Padilla, el ciudadano estadounidense detenido por tres años sin imputarle cargos, pero considerado “combatiente enemigo”. En unas escenas que se acaban de publicar lo vimos con grilletes y cadenas, con anteojeras y orejeras para que no tuviera contacto humano al llevarlo al dentista. Esa tortura es tan premeditada y punitiva que seguro hubiera impresionado a Heinrich Himmler. Nuestra presencia hacía más real estos horrores para los que nos veían.

Cuando estábamos a punto de irnos ese día, una señora vestida de rosado y blanco se acercó a mí. El pelo lo tenía arreglado como esas amas de casa que van a la iglesia, llevan los hijos a los partidos de fútbol, pasan el tiempo haciendo compras en los centros comerciales; así de común y corriente. Me tomó del brazo y fijó la mirada donde sospechaba que estaban mis ojos y me dijo: “Soy de Houston y me siento muy orgullosa de usted. Gracias. Gracias. Gracias por esto”.

Al igual que las Dixie Chicks, sentía vergüenza de que Bush sea de su estado. Cargaba un montón de bolsas de Macy’s, sus hijos todavía esperaban regalos debajo del árbol, pero estaba conmovida al escucharnos decir que ni la tortura ni las guerras injustas terminarán hasta que saquemos al gobierno responsable de eso. Nos dio su correo eléctrico y número de teléfono. Otra vez me tomó del brazo y me dijo: “No quiero decirles a mis hijos que permití todo esto”.

Al continuar la tortura, el silencio es complicidad. No se trata solo de cambiar el gobierno, sino de cambiar a la gente que no le gusta lo que está pasando pero que está aprendiendo a aceptarlo. Todavía hay tiempo para hacerles recapacitar, pero no queda mucho tiempo. Nos toca hacerlo a nosotros, los que todavía podemos hacer compras y hablar, ponernos capuchas y hacer cosas así, los que podemos retar a otros a que despierten para que junto a millones más paremos todo esto en seco.

Como escribió Ariel Dorfman en un artículo que publicó el Washington Post cuando se aprobó la Ley de Comisiones Militares y se legalizó la tortura en este país: “¿No puede este país [Estados Unidos], el más poderoso del mundo, comprender que cuando se permite que sus agentes torturen a un ser indefenso, no solo se corrompen la víctima y el victimario, sino que la sociedad entera, todos lo que insisten en que no es para tanto, todos los que no quieren admitir lo que se está haciendo para que ellos duerman tranquilamente de noche, todos los ciudadanos que no salieron a la calle para protestar y pedir que renunciara toda autoridad que sugiera, que siquiera susurre, que la tortura es inevitable, una noche oscura a la que tenemos que entrar si queremos sobrevivir en estos tiempos peligrosos?”.

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Nuevas citaciones

Reprimen el disentimiento con mecanismos judiciales

El gobierno de Bush está utilizando las citaciones como nunca antes para intimidar a los críticos y reprimir el disentimiento.

Una citación o comparendo es una orden de comparecer ante un tribunal o de entregar documentos. Tanto la fiscalía como la defensa pueden usar citaciones para que les entreguen pruebas, pero ahora el gobierno federal busca convertirlas en un arma de represión y censura.

El 17 de noviembre Jennifer Rogers, subfiscal federal, le informó a la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) que esa organización había recibido un documento oficial por correo electrónico el 23 de octubre y que es ilegal que lo tenga o lo haga público. Exigió que la ACLU devolviera el documento (de tres páginas y medio) y que destruyera todas las copias.

Traducción: La policía política que monitorea los correos electrónicos se dio cuenta de que alguien se lo filtró a la ACLU y no quiere que el público lo vea.

La ACLU le preguntó a Rogers con qué autoridad pedía el documento, ¡y ella contestó que lo autoriza la Ley de Espionaje de 1917! Cuando la ACLU se negó a cumplir la orden (diciendo que el documento no tiene secretos militares, como requiere esa ley), el gobierno le dio una citación para comparecer ante un gran jurado de acusación con todas las copias del documento y todos los demás documentos “secretos” que ha recibido de la misma fuente desde hace dos meses.

La citación dice: “No es necesario comparecer personalmente si entregan los documentos” antes de la fecha de la audiencia. Esto demuestra que al gobierno no le interesa que la ACLU dé pruebas al gran jurado sino que devuelva todas las copias de un documento que el gobierno ya conoce. El director ejecutivo de la ACLU, Anthony Romero, dijo que la citación es “un esfuerzo patente de intimidar y bloquear a los partidarios de los derechos humanos como la ACLU que buscan denunciar las fechorías del gobierno”.

Los “Pentagon Papers”

En el pasado, el gobierno ha buscado castigar a los funcionarios del gobierno que filtran documentos y obligar a los reporteros a divulgar su nombre. Pero nunca antes ha logrado prohibir la publicación de información vergonzosa una vez que llega a manos públicas.

Para entender lo novedosa que es esta forma de usar las citaciones, recordemos el caso de los “Pentagon Papers” de 1971. Daniel Ellsberg y Anthony Russo filtraron 47 tomos de documentos clasificados al New York Times, y la Suprema Corte decidió que el gobierno no podía impedir que los publicara, a menos que perjudicaran directa e irreparablemente a la nación. Los “Pentagon Papers” eran prueba de que el gobierno llevaba mucho tiempo mintiendo al público sobre muchos aspectos de la guerra de Vietnam. Solo perjudicaban la credibilidad del gobierno.

Casi toda la información que se ha filtrado últimamente de mentiras y espionaje gubernamentales proviene de funcionarios del gobierno hartos de lo que está pasando. Tal fue el caso de la divulgación de las intervenciones telefónicas (de conversaciones de ciudadanos estadounidenses) por la Agencia de Seguridad Nacional y de las “entregas extraordinarias” de presos a países donde los torturan. Como no ha podido pararlos, ahora el gobierno está atacando con citaciones a los que reciben la información.

Citan a los periodistas en el caso de Watada

Otra infamia parecida está pasando en el caso del teniente Ehren Watada, el primer oficial que desobedeció órdenes de ir a Irak. Un fiscal militar mandó comparecer a la periodista Sarah Olson, y amenazó con citar a Marc Ash, director ejecutivo de Truthout, y a Sari Gelzer y Dahr Jamail, colaboradores de Truthout (un respetado portal de noticias y comentarios). Lo que Gelzer y Jamail tienen en común es que entrevistaron a Watada o grabaron programas donde condenó la guerra.

El fiscal no está buscando pruebas contra Watada; no ha pedido los apuntes, grabaciones no publicadas ni fuentes de Olson, ni pone en duda la fidelidad de la información publicada. Lo que ha pedido es que Olson “autentique” los informes ya publicados, o sea, que una periodista progresista sea parte del equipo de la fiscalía.

“Básicamente, el ejército busca obligarme a ayudarle a enjuiciar al teniente Watada, confirmando la fidelidad de mis informes”, dijo Olson. “Eso es algo que no puede hacer ningún periodista. Me están usando para castigar a un militar porque habló con los medios”.

* * * * *

Tenemos que oponernos enérgicamente a que usen las citaciones para atacar a los medios y a organizaciones como la ACLU. No se puede permitir que sea lo “normal”. Es otro ejemplo de las palabras de El Mundo no Puede Esperar cuando dice: “Si no nos oponemos y movilizamos para parar esto, nos obligarán a aceptarlo”.

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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

La mitad de la preparatoria Berkeley High asiste a una reunión de El Mundo no Puede Esperar

un lector

Berkeley assembly
Estudiantes de la prepa Berkeley High llenan el auditorio en el foro de El Mundo no Puede Esperar, 11 de diciembre.
Foto: Revolución

El 11 de diciembre, la mitad de los estudiantes de la preparatoria Berkeley High fueron a escuchar a Carlos Mauricio, un sobreviviente de tortura, y a Larry Everest, corresponsal de Revolución y autor de Oil, Power, and Empire (Petróleo, poder e imperio), decir la verdad que se necesita tan urgentemente sobre la guerra de Irak y la Ley de Comisiones Militares, la nueva ley sobre la tortura firmada por Bush. El evento fue parte de las acciones organizadas por todo el país por El Mundo no Puede Esperar y otros grupos para el Día Internacional de los Derechos Humanos.

La reunión la organizó El Mundo no Puede Esperar de la prepa Berkeley High, con la ayuda de un organizador juvenil de San Francisco. Los miembros del club distribuyeron volantes por toda la escuela y pidieron que los estudiantes vistieran ropa color naranja el día del evento para representar las víctimas de tortura en Guantánamo que tienen que usar overoles naranja. El canal de cable Nickelodeon filmó a un miembro del club como parte de un programa sobre el activismo estudiantil. El organizador habló con todo maestro que pudo encontrar para que llevaran a sus clases a la reunión. La respuesta fue inspiradora. La reunión duró el equivalente de tres clases del día escolar y un promedio de 20 clases estuvieron en cada uno de esos tres períodos. Más o menos unos 1,500 estudiantes asistieron.

Dos miembros de El Mundo no Puede Esperar empezaron cada una de las tres asambleas con breves informes sobre la amenaza que representa el gobierno de Bush, y un reto: “Somos el futuro y somos responsables por la clase de mundo en que vivimos. Por eso la pregunta es: ¿Qué clase de mundo será?”.

Carlos Mauricio contó que en 1983, cuando era maestro de preparatoria en El Salvador, lo secuestró una escuadrón de la muerte, patrocinado por Estados Unidos. Unos estudiantes dieron gritos sofocados de asombro cuando describió los gritos de los que violaban y electrocutaban en la prisión donde estaba encerrado. Hizo la conexión entre su experiencia y la Ley de Comisiones Militares, y señaló que la nueva ley sobre tortura también cambia muchos derechos fundamentales, como el de hábeas corpus, dándole el derecho al gobierno de detener sin procesamiento.

Larry Everest habló sobre la crisis que tienen ante sí los estudiantes con el gobierno de Bush, de la devastación global a la tortura y la guerra. Expuso que la guerra de Irak es una parte clave de los planes que tiene Estados Unidos para que siga creciendo su imperio. Al terminar, hizo una referencia al Señor de los Anillos y el reto que le puso Gandalf a Frodo cuando se aproximaba un gran peligro: “¿Qué vas a hacer?”.

No hubo mucho tiempo para contestar preguntas; sin embargo, algunos estudiantes pudieron preguntar sobre los ataques a la Carta de Derechos y sobre “qué podemos hacer”. Un organizador de El Mundo no Puede Esperar concluyó con un llamado para que los estudiantes tengan el valor de cambiar el mundo y de ser parte del movimiento para sacar corriendo al gobierno de Bush. 140 estudiantes se apuntaron para ser parte de El Mundo no Puede Esperar. Un miembro del club dijo: “Nunca he visto tanta gente callada y escuchando a los ponentes… pero aún tenemos mucho que hacer”.

El Mundo no Puede Esperar y otros grupos han hecho un llamado a celebrar “100 reuniones” en escuelas por todo el país empezando en el semestre de primavera. (Hay más información en worldcantwait.org). La experiencia de la reunión en Berkeley High subrayó la base y la necesidad urgente de entablar una conversación con los estudiantes por todo el país sobre la realidad de lo que hace el gobierno de Bush, como parte de construir un movimiento para sacarlo corriendo.

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