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Número especial sobre las cárceles y las y los presas/os en Estados Unidos  

Del infierno del encarcelamiento a un futuro de emancipación

Estados Unidos, la nación más rica y poderosa del mundo, tiene el 5% de la población del mundo, pero el 25% de los/las presos/as. 2.3 millones de personas se pudren en las prisiones en el país que se jacta de ser el “líder del mundo libre”.

La criminalización de una generación y la opresión de los afroamericanos y los latinos

Para muchos norteamericanos, las tasas astronómicas de encarcelación son solo estadísticas. Pero millones de jóvenes negros y latinos crecen en un ambiente donde ven a muchos de sus amigos mayores entrar y salir de prisión. Para comunidades enteras, la posibilidad de ir a dar a la prisión se asoma alarmantemente sobre la vida de la gente.

Si usted vive en un vecindario negro pobre, ya sea en Nueva York o Los Ángeles, Chicago o Atlanta o alguna otra ciudad... el 10% de los niños que usted conoce tienen un padre en la cárcel. Uno de cada cinco adultos que usted conoce no puede votar porque en un momento de su vida tuvieron una condena por un delito grave. Esas mismas personas son vedadas de tener un trabajo del gobierno y no pueden tener muchos tipos de asistencia, incluyendo ayuda financiera para estudiar en la universidad. Usted lo siente y lo ve a su alrededor, desde los políticos, las noticias de la televisión, la policía que lo espera en la esquina para levantarlo. Hombres jóvenes negros son degradados y tratados como criminales sin un futuro que no sea diferente a la prisión, algunos trabajos de mierda o el ejército. En los primeros seis meses del 2009, el Departamento de Policía (NYPD) detuvo y registró a 163.118 personas negras en la ciudad de Nueva York. Casi ninguno fue acusado de cargos; el 91% de ellas tampoco fueron arrestadas ni recibieron citatorios, pero fueron criminalizadas y fueron puestas en la base de datos del NYPD.

Los afroamericanos constituyen el 13% de la población general, pero más del 50% de la población carcelaria. Cerca del 60% de los hombres jóvenes negros que nacieron entre 1965 y 1969 quienes dejaron la secundaria fueron a prisión al menos un vez por un delito grave antes de que llegaran a los 35 años. La tasa de encarcelación de los negros que dejan la secundaria está 50 veces mayor que el promedio nacional (“Can Our Shameful Prisons Be Reformed?”, de David Cole, The New York Review of Books, 19 de noviembre de 2009).

La gente negra en particular ha llenado siempre las prisiones en cantidades desproporcionadas en comparación a los blancos. Pero al evolucionar las formas de subyugar a los negros en este país, también han evolucionado las formas de hacer cumplir su subyugación. Y las enormes cantidades de afroamericanos en prisión concentran eso en formas terribles con implicaciones alarmantes. En los años 1950, cuando la segregación era aún legal, los afroamericanos constituían el 30% de la población carcelaria. Sesenta años más tarde, los afroamericanos y latinos conforman el 70% de la población carcelaria en un tiempo cuando esa población se ha disparado (Cole).

En épocas anteriores, el látigo del esclavista y las turbas de linchamiento reforzaron el estado subyugado general del pueblo negro. Hoy esas formas de opresión violenta han sido reemplazadas por las pistolas Táser y las armas de la policía y las celdas de la prisión. Los negro y los latinos pobres en los barrios marginales son la zona cero del terror policial y la amenaza de la prisión. Pero los negros de todas las clases son víctimas de la satanización, humillación y represión, por ejemplo, veamos el reciente arresto del prominente profesor de Harvard y notable intelectual Henry Louis Gates, Jr., arrestado por rehusarse a agachar la cabeza cuando fue acusado de “entrar ilegalmente” en su propia casa.

Desde adentro de esta pesadilla, un prisionero escribió a Revolución: “Crecí en uno de los muchísimos barrios pobres de Chicago. Acabé en el bote a los 13 años de edad. Ahora tengo 30. Me criaron el frío acero y hormigón que no llevo como Cicatriz de Honor sino como una denuncia contra un sistema que se ha construido sobre el genocidio y la esclavitud y ha seguido insistiendo en descartar a generación tras generación de ‘indeseables’. Pero que quede claro: busco la verdad y no la piedad. Mi lucha está enlazada con la lucha de millones de personas por todo el planeta”.

Estas prisiones son el puro infierno. A los presos los someten a cámaras de aislamiento las cuales son una tortura que enloquece, que destruye la mente. Se considera esta clase de tortura mental como un crimen de guerra cuando se aplica a los prisioneros de guerra, pero Estados Unidos la aplica a decenas de miles de presos comunes en el sistema penal. Los/las esposan, atacan con Mace y con pistolas Taser, y encadenan. Los ponen unos contra otros en guerras de pandillas al estilo de los gladiadores para el entretenimiento de las autoridades. Utilizan la violación, tanto a mujeres como a hombres, como un medio de control social de los y las presos/as.

Hacen todo eso con la intención de quebrar el espíritu de los millones a los que este sistema no ofrece ningún futuro.

Y esta situación tampoco está mejorándose. Al contrario. La tasa de encarcelamiento ha disparado durante los últimos 30 años. En 1980, casi medio millón de personas estaban presas en Estados Unidos; en 2006, había 2.3 millones de presos, o sea, un aumento de más de 450%. Esta explosión ha impactado a las comunidades afroamericanas y latinas de manera muy devastadora y específica, especialmente a los hombres negros pobres. Los afroamericanos constituyen el 13% de la población, pero constituyen más del 50% de la población de las prisiones. Son encarcelados ocho veces más que los blancos.

Esto ha tenido un impacto devastador sobre el pueblo negro en general; generaciones enteras han crecido en las zonas urbanas a la espera de ir a dar a la cárcel. Aunque los afroamericanos siempre han sido víctimas de la discriminación en el sistema de justicia, esta ha empeorado muchísimo en los últimos 50 años — sí, es mucho peor que en los días de las leyes racistas Jim Crow y la segregación abierta. Al mismo tiempo, está aumentando dramáticamente el número de latinos encarcelados y esto tampoco tiene relación con su porcentaje en la población.

Mientras tanto, las autoridades fomentan en gran escala choques de pandillas y de razas en las prisiones para dividir para conquistar y luego utilizan lo que han instigado como justificación para más brutalidad y tortura. Invocan una “asociación” con una pandilla, la que puede significar lo que quieran, para encerrar a presos en unidades de aislamiento especiales que rápidamente generan un trauma psicológico de tal intensidad que una y otra vez enloquece a los presos. En muchas prisiones, las mismas autoridades de la prisión requieren que los presos se declaren su filiación con una pandilla bajo el pretexto de segregar las pandillas.

Cada vez más en las prisiones, como en toda la sociedad, la supuesta “alternativa” a la mentalidad de perro-come-perro que instiga el sistema penal es el fundamentalismo cristiano reaccionario. De esta manera reclutan a tropas de choque de entre las filas de los oprimidos con la finalidad de reforzar el mismo sistema que los oprime. (Vea “Reclutando para el fascismo cristiano, dentro de las cárceles”.)

Así que permítanos decirles a aquellos que gobiernan esta sociedad: si ustedes no pueden hacer nada mejor que asignar a millones de jóvenes negros y latinos a un futuro de crimen y castigo bajo condiciones de una barbarie de alta tecnología... pues ¡quítense del maldito camino! Porque esta destrucción sistemática de vidas y potenciales humanos no solo es terrible y trágica sino también totalmente innecesaria. Con el poder estatal revolucionario podríamos construir una sociedad en que las energías y creatividad de estos/as jóvenes, cuyo espíritu hoy se sofoca, se mutila y se canaliza hasta la autodestrucción y el odio propio, podrían ser parte de una nueva sociedad revolucionaria vibrante cuyo propósito sea eliminar todo vestigio de la explotación y opresión.

Además, permítanos decirles a aquellos a que este sistema gobierna: si no hubiera ningún otro crimen de este sistema salvo éste, y claro aquellos que tienen el poder cometen muchos otros crímenes horrorosos, eso sería motivo suficiente para hacer la revolución. Y sería motivo suficiente para unirse al movimiento revolucionario hoy, para empezar a acelerar de manera activa la llegada del día cuando se podría hacer semejante revolución.

Pero es importante adentrarse más en la manera en que hemos llegado a esta situación, para ver por qué ocurre esto concretamente.

Detrás de la “explosión de la población” en las prisiones

Violación en prisión: Concentración de la moral patriarcal y herramienta de control social

Un abuso de las y los prisioneras/os particularmente horrible es la violación. Las violaciones son hechas por guardias de las prisiones, particularmente en las prisiones de mujeres, y esta también es realizada por presos contra otros presos.

A la edad de 18, Dorothy (su apellido no se ha sido publicado por sus defensores), una mujer amerindia del norte del estado de Nueva York, dejó la reserva donde creció y se casó con un hombre mucho mayor. El esposo la golpeaba por años incluso cuando estaba en una etapa muy avanzada del embarazo. Cuando ella trató de huir, él le rompió las costillas y le puso una pistola en su cabeza amenazándola con dispararle. A la edad de 22, Dorothy empezó una cadena perpetua por matar a su marido abusador. Inmediatamente después de su llegada a la prisión un guardia empezó a hostigarla sexualmente. Ella se rehusó y este empezó retenerle la mitad de la ración de comida y su jabón y papel higiénico. Una vez el guardia encontró a Dorothy sola en la lavandería. Le echó llave a la puerta desde de adentro y aunque Dorothy se defendió, él la violó. Cuando ella trató de obtener acceso al servicio de salud mental para atención, fue devuelta y con el tiempo le ofrecieron Thorazine, una droga peligrosa que aturde la mente. Desafiando las amenazas si hablara, ella reportó la violación al superintendente de la prisión y un consejero de la unidad de salud mental, y a la oficina investigativa del estado; no obtuvo respuesta. Después de más de un año, ella se unió a una demanda entablada contra el guardia y la prisión. La demanda fue despachada sin ni siquiera tratar los méritos del caso, a partir de las leyes que hace casi imposible que los reclusos demanden a los guardias de las prisiones (“Words From Prison: Sexual Abuse in Prison” ACLU).

Entre los hombres la violación es generalizada. En un sentido, esta es una concentración de la mentalidad depredadora y patriarcal que esta sociedad les inculca a los hombres en una situación en que no hay mujeres a las cuales dominar. A la vez, es una herramienta de control social que manipulan las autoridades. La violación generalizada en las cárceles de Estados Unidos deja severos dolores y traumas físicos y emocionales en los hombres jóvenes vulnerables que son sus víctimas, al igual que en el caso de las mujeres. Además, conlleva un gran riesgo de contagiar a las víctimas con VIH/SIDA. En la programación de “las noticias” sensacionalistas acerca de la vida de la prisión y en los dramas de la TV, la violación en las prisiones es mostrada como un producto de la población carcelaria de depredadores y sicópatas, realizada a pesar de los más enérgicos esfuerzos de las autoridades para detenerla. Pero, si las autoridades estuvieran tratando de detener las violaciones en la prisión en condiciones en que monitorean y controlan todos los movimientos de los prisioneros, ¿por qué es que de acuerdo al estudio congresional del 2003, más de un millón de reclusos han sido violados durante los previos 20 años? Un millón de reclusos.

Un reporte noticioso de la ABC en abril del 2009 citó a un antiguo guardia de una prisión, Johnny Vásquez, diciendo que los reclusos se acercan a los guardias con la queja de que fueron violados, se les dice, “Usted necesita crecer y defenderse a si mismo. Deje de venir a lloriquear. Fuera de mi oficina. No me venga con eso”. Eso en esencia es una expresión de los depravados valores y moral de mate-o-serás-asesinado (relacionado a la supremacía masculina y machista) del sistema que dirige las prisiones y usa la violación como herramienta para promover y reforzar esos valores.

El Dr. James Gilligan, criminólogo de la Universidad de Harvard, le dijo a la ABC que las autoridades usan la violación como un “soborno o una recompensa” para que los reclusos poderosos “cooperen con las autoridades carcelarias”. “Mientras que cooperen, las autoridades de la prisión les permitirán tener a sus víctimas”. El reporte de la ABC resume: “Los expertos dicen que algunos funcionarios de la prisión permiten calladamente la violación como una forma de controlar la población”.

La población de las prisiones en Estados Unidos disparó a principios de los años 1970. Anteriormente, Estados Unidos encarceló a las personas a un ritmo similar a los países industrializados de Europa: aproximadamente uno de cada mil norteamericanos estuvo preso. A partir de 1975, sin embargo, esta tasa había aumentado dramáticamente. Hoy, siete de cada mil norteamericanos están presos, que es un índice mucho mayor que en los demás países del mundo.

Esta explosión de la población de las prisiones no fue resultado de un aumento de crímenes cometidos en Estados Unidos. La causa inmediata pareció ser la llamada “guerra contra las drogas”. Y es cierto que entre 1980 y 1997 el número de personas encarceladas por delitos de drogas subió en un 1.100% (Race, Incarceration, and American Values [Raza, encarcelamiento, y valores estadounidenses] de Glenn C. Loury, con Pamela S. Karlan, Tommie Shelby y Loïc Wacquant). Bien, ésos no fueron los legendarios “capos de la droga” de las fantasías de la televisión, ni siquiera fueron aquellos que vendían las drogas en la esquina. En 2008, cuatro de cada cinco de las detenciones por drogas fueron por posesión y solamente una de cada cinco fue por distribución; la mitad de todas las detenciones por drogas fueron por delitos de marihuana (FBI, Crime in the United States, 2008, Arrest Table [Crimen en Estados Unidos, Tabla de detenciones] en www.fbi.gov/ucr/cius2008/arrests/index.html).

Pero aunque la propaganda oficial fomentó la idea de que el uso de drogas en enorme escala fuera la amenaza más grave a la sociedad, en los hechos esta “guerra contra las drogas” tenía una causa más profunda que una supuesta preocupación por el deseo generalizado de anestesiarse de la gente que vive bajo este sistema. De hecho, esta “guerra contra las drogas” fue tramada desde los cargos más altos durante un tiempo cuando el sistema se enfrentaba a grandes retos alrededor del mundo y en este país.

Richard Nixon, presidente en 1969, lo explicó sucintamente y sin rodeos. En ese entonces el principal ayudante de Nixon escribió en su diario: “[Nixon] recalcó que se tiene que reconocer el hecho de que el único problema en verdad son los negros. La clave es montar un sistema que reconozca esto aunque no parezca así” (The Haldeman Diaries: Inside the Nixon White House [Los diarios de Haldeman: Dentro de la Casa Blanca de Nixon], p. 53, de H.R. Haldeman, citado en Smoke and Mirrors: The War on Drugs and the Politics of Failure [Truco y trampa: La guerra contra las drogas y la política del fracaso], de Dan Baum).

De hecho, la lucha del pueblo negro en esa época y las fuerzas y sentimientos revolucionarios en esa lucha resonaron por toda la sociedad e interactuaron con una amplia gama de reivindicaciones y luchas, desde la opresión de la mujer hasta la guerra de Vietnam. De hecho sacudió los cimientos del sistema, cuestionando su legitimidad misma entre millones y millones de personas.

Por lo tanto el sistema respondió con venganza atacando a las fuerzas revolucionarias y las masas populares que se levantaban. De mediados a fines de los años 1960, la policía y la guardia nacional mataron a cientos, quizás miles de personas, durante los levantamientos. Metieron a la cárcel a cientos de miembros del Partido Pantera Negra. Asesinaron a varios líderes importantes de los Panteras como “Bunchy” Carter y George Jackson; el ejemplo más horroroso fue el asesinato de Fred Hampton mientras dormía por una unidad táctica fuertemente armada del condado de Cook, Oficina del Fiscal del Estado de Illinois junto con el Departamento de Policía de Chicago y el FBI. Nadie nunca fue sentenciado a la cárcel por ninguno de esos crímenes; aunque veintenas de Panteras y sus simpatizantes fueron enviados a la prisión por décadas como resultado de descarados complots y acusaciones fabricadas.

Al mismo tiempo, confrontados por la rebelión de masas, los que gobiernan a Estados Unidos abrieron algunas oportunidades para algunos sectores del pueblo negro, eliminando algunas barreras al empleo y a la educación. De esta forma, los gobernantes tenían el objetivo de desarrollar un “sector amortiguador” en la población negra: un sector de personas que, aunque seguían sufriendo discriminación y otras duras formas de opresión, comenzarían a creer que tenían un interés material en el estatus quo.

Reclutando para el fascismo cristiano, en las cárceles

Las autoridades de la prisión promueven la Biblia y en particular las sectas del fundamentalismo del virulento fascismo cristiano adentro de las prisiones. La Corporación de Correccionales de América, el operador de prisiones privada más grande de la nación, está actualmente en el proceso de conectar la programación fascista cristiana de la Red Trinidad de Transmisiones de Pat Robertson en todas las 65 correccionales juveniles, federales y estatales en 19 estados y el Distrito de Columbia. Más allá de eso, existen ahora prisiones especiales, o pabellones de las prisiones para los fundamentalistas cristianos. Un antiguo compinche de Nixon, Chuck Colson, pasó tiempo en la cárcel después de declararse culpable de delito grave de obstrucción de la justicia por su intento de difamar a Daniel Ellsberg, el acusado en el caso de los Documentos del Pentágono y activista contra la guerra. Hoy Colson es un reaccionario fundamentalista cristiano que monta “prisiones basadas en la fe”. Y los grupos fundamentalistas cristianos dirigen algunos de los pocos programas de reintegración de los prisioneros a la sociedad después de su liberación. Por medio de la extendida promoción del fundamentalismo cristiano (en descarada contradicción de la supuesta separación del estado y la iglesia), los sistemas penitenciarios programa a los presos de modo que éstos se culpan a sí mismos (y a otros prisioneros) por sus condiciones y los alista como “soldados cristianos”, en la prisión y cuando salen, al servicio de un movimiento fascista cristiano desatado en la sociedad en general.

Unos cambios importantes relacionados a la globalización coincidieron con estos acontecimientos. Trasladaron de los centros urbanos a los suburbios (donde vive la clase media) y luego a otros países las fábricas que producían bienes, mientras que las masas negras quedaron encerradas en esos centros urbanos debido a la segregación en la vivienda y a las privaciones. Simultáneamente a los centros urbanos les privaron de fondos y los dejaron convertirse en zonas económicas y culturales muertas. Hasta cierto punto surgieron espontáneamente el narcotráfico y las pandillas involucradas en ello, pero también los manipularon sistemáticamente y en algunos casos los promovieron a fin de llenar el vacío económico y político en los ghettos y los barrios dejado por el abandono económico y la represión contrarrevolucionaria del movimiento. Eso se intensificó en los años 1980 cuando la CIA orquestó el financiamiento de los terroristas centroamericanos pro-Estados Unidos (la “Contra”) mediante la venta y distribución de drogas por medio de las pandillas en las zonas urbanas de Estados Unidos (vea “La conexión de la CIA con el crack: Entrevista del OR a Gary Webb” en línea en revcom.us y Dark Alliance, The CIA, the Contras, and the Crack Cocaine Explosion [Alianza oscura, la CIA, la Contra y la explosión de cocaína crack], de Gary Webb).

Los gobernantes utilizaron todo eso, junto con otros ataques, para crear una “clase paria”1 en los centros urbanos, es decir, una clase de excluidos sociales a quienes no les daban el mismo trato ni derechos de costumbre. Y luego utilizaron la presencia de esa clase paria como una válvula de escape y un blanco para el resentimiento que se acumulaba en un gran sector de las personas blancas, muchas de las cuales experimentaban pérdidas e inestabilidad económica y de ese modo los gobernantes reforzaron y reacondicionaron el “herramienta” de la supremacía blanca para la nueva época.

La situación horrible de hoy que documentamos en este número, o sea, el enorme aumento de presas y presos y la criminalización de dos generaciones de jóvenes afroamericanos y latinos2, no sucedió porque esos jóvenes dejaron de sujetarse los pantalones con cinturones. Ocurrió como resultado de la forma en que aquellos que gobiernan este sistema respondieron al desafío revolucionario de los años 1960, junto con los cambios económicos y políticos que ocurrían en la sociedad en general.

La respuesta del sistema, y la nuestra

Dividir para conquistar o Luchar contra el poder, y transformar al pueblo, para la revolución

Un preso escribió lo siguiente a Revolución: “Hoy las cárceles de California en particular han aprobado un reglamento porque el estado ahora encierra a los presos de todos los grupos sociales y raciales juntos de las celdas. Este reglamento genera conflictos entre los presos. En esencia oponen presos contra presos en peleas al estilo de los gladiadores como antes pero ahora están confinados a una celda”.

Y agregó: “Existe un remedio para las situaciones así y se requerirá de una vanguardia en cada penal para encontrarlo y llevarlo a buen término. ¡No nos dejaremos usar como gallos en una pelea de gallos! Este es un caso clásico en que el estado procura quitarse de encima la presión y oponer la rabia de unos presos contra otros y no en la dirección indicada”.

Esto ha representado una continuación en términos nuevos y extremadamente perversos de los siglos de opresión y supremacía blanca que este sistema ha desarrollado y que han sido una parte integral del mismo. (Vea en “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos”, Revolución #144, un análisis detallado de esta historia, su legado y la opresión sistemática y continua del pueblo negro en esta sociedad.) Este sistema, como ha señalado Bob Avakian, tuvo dos oportunidades de “corregirse” con respecto a la historia de su opresión criminal del pueblo afroamericano: después de la guerra de Secesión y después de las luchas monumentales de los años 1960. Después de la guerra de Secesión seguida de un corto período de la Reconstrucción, en lugar de dar justicia, el sistema respondió volviendo a esclavizar en formas nuevas a las masas negras en las plantaciones en el Sur en un sistema cruel e infrahumano de aparcería y segregación apuntalado por las chusmas de linchamiento. (Vea “Cómo el sistema ha traicionado al pueblo negro: Momentos decisivos” de Bob Avakian.)

Después de las luchas de los años 1960, de nuevo ante las demandas para la justicia, el sistema volvió a responder con vileza: con la represión contrarrevolucionaria que hemos descrito aquí y la discriminación, desigualdad y opresión continua concentrada en el encierro en masa en sus mazmorras a los jóvenes negros.

Una sentencia de muerte supermáxima

Un informe de 2001 de Amnistía Internacional (AI) detalla la muerte en la cárcel de David Tracy, condenado de delitos menores de drogas a la edad de 18. Después de tratar de suicidarse cinco veces y cuando le quedaban solamente unos cuantos meses de su sentencia, por fin logró suicidarse a la edad de 20 en una celda de aislamiento supermáximo en el penal estatal Wallens Ridge en Virginia. AI describió las condiciones en esa unidad: A los presos “de rutina los maltratan con pistolas de electrochoque que aturden, los guardias los someten a insultos verbales racistas, les disparan con pistolas de perdigones que duelen mucho y los colocan innecesariamente en amarres de cinco puntos [amarran al preso para impedir que mueva las piernas y brazos]”. Las condiciones en esta unidad supermáxima típica son “contrarias a las normas internacionales que prohíben la tortura y otro tratamiento o castigo degradante, cruel o inhumano, lo que incluye a lo que se establece en el Convenio Internacional sobre los Derechos Políticos o Civiles y el Convenio Contra la Tortura, que son tratados que ha ratificado Estados Unidos”. En otras palabras, además de infrahumanas e inmorales, las condiciones de los penales de Estados Unidos son ilegales de acuerdo al derecho internacional y el de Estados Unidos. (“United States of America: Abuses continue unabated? Cruel and inhumane treatment at Virginia supermaximum security prisons.”)

En otras palabras, una vez tras otra el sistema contestó de la misma manera a la búsqueda de justicia: un NO contundente. (No cambia esto en lo fundamental el hecho de que un presidente negro encabeza este sistema, el cual de manera asidua no critica ninguna manifestación de la opresión específica que experimentan el pueblo negro y otras minorías y quien de hecho sermonea a las masas negras sobre sus supuestas malas costumbres.)

Ya es hora, desde hace tiempo ya es hora, de que la gente responda a esta respuesta del sistema. Ya es hora hoy de unirse a la verdadera revolución, a una revolución que tiene como objetivo eliminar toda opresión. De luchar contra el poder, y transformar al pueblo, para la revolución. De entrarle a la revolución que necesitamos y de conectarse con la dirección que tenemos, el presidente Bob Avakian, y de promoverlo.

Al hacer eso, podemos tomar inspiración de las/los presas/os que han respondido al llamado del movimiento revolucionario, y de quienes salen algunas cartas en este número: de aquellos que han desafiado las condiciones de encierro impuestas por las autoridades y que han roto con los valores “gangsta” de perro-come-perro que prevalecen en las prisiones y que al contrario aspiran a ser emancipadores de la humanidad.

Existe otro camino. Ya es hora de tomarlo.


1. Se toma el concepto de singularizar a los negros y a los amerindios como una “clase paria” que remonta a los primeros días de los Estados Unidos y la forma general en que la supremacía blanca ha embotado la conciencia de clase en los Estados Unidos desde ese entonces de la importante obra, El comunismo y la democracia jeffersoniana (en inglés), Bob Avakian, en la cual éste lo desarrolla más. [regresa]

2. El término “latino” incluye a muchas nacionalidades distintas cuyas raíces se encuentran en América Latina pero quienes ocupan una posición subordinada y oprimida dentro de la sociedad norteamericana. Aunque las formas de la opresión varían en ciertas maneras importantes, existen también formas en común entre estas nacionalidades, y entre éstas y las masas afroamericanas (así como otras comunidades inmigrantes). Una forma muy importante de opresión que tienen en común es su tratamiento brutal e injusto a manos del sistema de justicia criminal, desde los policías en la calle hasta las cortes y las prisiones. [regresa]

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