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Del Capítulo 6: “Sus hijos e hijas” (El Movimiento pro libertad de expresión...),

De una autobiografía de Bob Avakian

From Ike to Mao and Beyond
My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist

El Movimiento pro libertad de expresión

A pesar de que rectoría tenía prohibido organizar actividades en la universidad sobre asuntos fuera del plantel, ahí se estaban organizando protestas contra los negocios locales que discriminaban en la contratación de negros, como el periódico Oakland Tribune y el restaurante Mel’s Diner. Todos los estudiantes lo sabían; era un asunto que se comentaba y se debatía cada día más, y mucha gente lo apoyaba o lo atacaba, porque la situación se estaba polarizando. Voy a saltar adelante un momento para dar una idea de esto: un poco más adelante en el Movimiento, una noche que los estudiantes rodearon una radiopatrulla y no la dejaban mover, llegaron 500 tipos de hermandades estudiantiles a tirarles cosas y a gritarles. Varias veces he dicho que en los años 60 hasta a los tipos de las hermandades les creció el cerebro, pero eso fue más adelante; en la época del Movimiento pro libertad de expresión todavía no les había crecido.

Rectoría mandó a la policía universitaria a parar los “asuntos extracurriculares”. Un hombre joven, Jack Weinberg, tenía una mesa con materiales sobre discriminación y dijo que no la iba a quitar. La policía lo agarró y lo metió a una radiopatrulla para llevárselo, pero una multitud de estudiantes la rodearon y no la dejaban mover. Justo al mismo tiempo yo estaba en una recepción que celebraba el rector Strong para los estudiantes del cuadro de honor. En esa recepción un estudiante le preguntó al rector sobre el incidente de la radiopatrulla y él básicamente contestó: “Bueno, el lugar donde estaban protestando no era el lugar donde se dio el incidente con la patrulla. Al principio pensamos que los organizadores estaban en terrenos públicos, porque es justo a la entrada de la universidad, pero investigamos y nos dimos cuenta de que estaban en los terrenos de la universidad y resolvimos pararlos”. ¿Y por qué investigaron? Porque, siguió, el Oakland Tribune, de la propiedad de William F. Knowland, un conocido reaccionario1, les puso presión. El rector dijo que el Tribune llamó y se quejó de que los estudiantes estaban organizando manifestaciones de derechos civiles contra el periódico porque no contrataba a negros. Terminó: “Así que tomamos medidas enérgicas contra eso”.

Yo quedé boquiabierto. Primero que todo me sorprendió cómo se dio la situación y, segundo, que lo dijera con tanto descaro, como si todo mundo lo fuera a aceptar. Como he dicho en otras ocasiones2, creo que pensó que como éramos “estudiantes modelo” también éramos “ciudadanos modelo”: arribistas, interesados solo en las notas hoy y en el dinero mañana, y que no nos iba a chocar lo que decía. Pero a mucha gente en esa reunión le chocó, y yo era uno de ellos. Inmediatamente fui al plantón y me puse en la cola para hablar: la radiopatrulla estaba rodeada de estudiantes, con Jack Weinberg adentro, y uno por uno los estudiantes se paraban encima a hablar. ¡Era increíble! Cuando me llegó el turno, me subí encima de la radiopatrulla, conté lo que dijo el rector, expliqué que eso me hizo apoyar el plantón y doné los $100 que gané por entrar al cuadro de honor. Así fue como me metí al Movimiento pro libertad de expresión.

Pensándolo ahora, creo que ese movimiento expresó el deseo general de los estudiantes de que los trataran como adultos y como ciudadanos; querían los mismos derechos que los demás. Phil Ochs tenía una canción que decía: “Señor, cuando tenga algo que decir, lo voy a decir ya”. Esa era la posición de los estudiantes y los jóvenes de ese entonces. Pero además, en el mundo sucedían muchas cosas importantes. Vietnam estaba empezando a ser un tema candente en el otoño del 64 y el movimiento de derechos civiles estaba en marcha. Había mucho interés por debatir y participar en esas cosas, por ser parte del mundo, y no ser tratados como niños solo por ser estudiantes. Muchas cosas se mezclaban: la resistencia general contra el hecho de que a los estudiantes los trataban como si no tuvieran cerebro, contra la burocratización de la universidad y la maquinaria de la misma al servicio del mundo corporativo y las fuerzas armadas, contra la despersonalización de los estudiantes, y por otra parte, el interés por las cosas importantes que sucedían en la sociedad y en el mundo, en participar en los movimientos de derechos civiles y contra la guerra de Vietnam. Todo eso se mezclaba.

La universidad afirmaba que todo eso lo fomentaban “agitadores de fuera”. Es cierto que unos organizadores no eran estudiantes, y su presencia era bienvenida y positiva. Pero la gran mayoría del movimiento eran estudiantes. Eso se comprobó tras los arrestos por la ocupación del edificio administrativo. Rectoría anunció que se trataba de “flojos, de estudiantes malcontentos y personas que no eran estudiantes”. Sin embargo, se comprobó que la gran mayoría de los arrestados eran estudiantes. Después, rectoría salió con el cuento de que eran malos estudiantes que iban perdiendo el año y que por eso andaban buscando pleitos. En respuesta, el comité del Movimiento hizo una encuesta de los arrestados y les preguntó cuál era su promedio de calificaciones. Resulta que tenían un promedio superior al general, que no eran malos estudiantes.

Entonces, Liz era más radical y militante que yo. Las conexiones de su familia con el Partido Comunista le dieron un punto de vista político más amplio del que yo tenía en ese momento (aunque en última instancia eso quería decir revisionismo: reformismo en nombre del comunismo). Ella fue una gran influencia para mí. Nuestras discusiones políticas y, para ser honesto, el hecho de que me gustaba y de que ella quería estar muy metida en el Movimiento pro libertad de expresión, me estimularon a participar más.

Cuando nos tomamos el edificio de la administración (Sproul Hall) varios días, yo me dediqué a mantener la moral en alto e iba de piso en piso organizando grupos de canto. Pero yo era un estudiante serio y seguía haciendo mis tareas, hasta que en un momento decidí mandarlas al carajo y tiré mi cuaderno a un lado. Literalmente tiré mi cuaderno por el pasillo. Eso tenía un significado simbólico, aunque yo mismo no me diera cuenta en ese momento.

Otra ironía de “nadar entre dos aguas” sucedió al final de la toma del edificio, cuando la policía nos estaba arrestando a todos, uno por uno. A muchos estudiantes los tiraron por las escaleras, y en especial a las mujeres las agarraban por el cabello y las tiraban por las escaleras. Yo estaba en el último piso y vi que tiraron a mucha gente. Esto sucedió unos pocos meses después de mi recuperación, así que además de enfurecerme al ver eso, me preocupaba que me tiraran por las escaleras y que me golpearan los riñones. Cuando me llegó el turno, reconocí al policía que me iba a arrestar porque era un jugador de baloncesto de una universidad cercana. En la placa decía “Gray”, y le dije: “¿No eres el ‘Gray’ que jugó en el equipo de baloncesto de St. Mary’s?” Y encogí los hombres como diciendo: “¿Qué vas a hacer?” Él me contestó: “Lo siento, no puedo hacer nada”. Y me agarró.

Bueno, me alegró mucho que me arrestaran pues quería ser parte de eso y nos unía una gran camaradería. Cuando le hablé a Gray no era para que no me arrestara sino para que no me tirara por las escaleras o me golpeara en los riñones. Me alegraba ser parte del ambiente.

Por otra parte, yo le entré al Movimiento pro libertad de expresión poco después de que a mi padre lo nombró juez el mismo gobernador que mandó la policía a arrestarnos en Sproul Hall: Edmund G. “Pat” Brown. Eso capta una fuerte contradicción. Mi padre nos decía a mi hermana menor y a mí: “Miren, me acaban de nombrar...” Era una forma de decirnos: “No me dañen la chamba”. Mi hermana y yo teníamos una actitud similar: “Bueno, no vamos a hacer un esfuerzo por causarte problemas, pero tampoco nos vamos a amarrar las manos si nos parece que algo es correcto o importante”.

Cuando me arrestaron, mis padres estaban de acuerdo con los principios de la libertad de palabra y en general con la lucha de los estudiantes, pero creo que se inquietaron mucho en un sentido personal y en un sentido más amplio por los trastornos que el movimiento estaba causando: en efecto el cierre de la universidad, los arrestos, así como la dimensión personal de si iba a perjudicar la posición de mi padre como juez. Tan pronto como supieron de mi arresto, mis padres llamaron a mi médico porque mi salud todavía era delicada. El médico, quien resulta que simpatizaba con las protestas, les dijo: “Esto puede ser muy peligroso. Si pasa la noche en el piso frío, puede recaer”. Con mucho énfasis le insistió a mi padre que me sacara de la cárcel esa noche para que no durmiera en el suelo. A mí me sorprendió salir antes que los demás. Casi todos salieron a la mañana siguiente o en el curso del día.

1. A William F. Knowland le pusieron el apodo de “Formosa” porque era un gran partidario de Chiang Kai-shek, quien gobernó a China con el aval de Estados Unidos y otras potencias imperialistas hasta que en 1949 lo derrotó la revolución dirigida por Mao Tsetung y se tuvo que retirar a la isla de Taiwan, antes Formosa. [regresa]

2. Las apreciaciones del autor sobre el Movimiento de libertad de expresión se detallan en “Reflexiones sobre el Movimiento pro libertad de expresión: Volverse revolucionario”, Obrero Revolucionario (ahora Revolución) #882, 17 de noviembre de 1996. [regresa]

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