Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui
EL CRIMEN: Durante la 2ª Guerra Mundial, acorralaron a 120.000 personas de ascendencia japonesa, casi toda la población japonesa que vivía en Estados Unidos continental, y los encarcelaron en campos de concentración a lo largo de los estados del oeste en cuestión de meses después del ataque de Japón contra Pearl Harbor, la base naval estadounidense en Hawai’i, el 7 de diciembre de 1941. El 62% de los encarcelados eran ciudadanos estadounidenses; y más de la mitad eran niños. Nunca los acusaron de delito alguno; nunca los ofrecieron una audiencia; sino que los acorralaron y mantuvieron encerrados durante más de dos años en lugares remotos, únicamente a base de su nacionalidad.
Cuando los acorralaron sólo los dejaron llevar lo que podían cargar, obligándolos a vender rápidamente casi todas sus posesiones. Antes de la guerra, los japoneses-americanos cultivaban el 40% del terreno de cultivo en California. En esencia les robaron sus tierras —así como $ 40 millones de cultivos ya en el suelo y más de $ 100 millones en inversiones— al obligarlos a vender a precios muy bajos. Y debido a la evacuación, perdieron más de $ 4 millones en negocios — en su mayoría empresas pequeñas.
Reprimieron sin vacilación a cualquier resistencia. Cuando tres hombres, Minoru Yasui en Oregon, Fred Korematsu en California y Gordon Hirabayshi en el estado de Washington, se negaron a presentarse para la evacuación e insistieron en que las órdenes eran inconstitucionales, los arrestaron, condenaron y enviaron a la prisión. Luego el Tribunal Supremo de Estados Unidos aprobó su encarcelación, sosteniendo que la evacuación se basaba en la necesidad militar.
Las familias se encontraron rodeadas por soldados con rifles y bayonetas; embaladas en “centros de reunión” sucios y sin camas, en los que se habían mantenido animales. Los metieron en trenes, sin saber a dónde iban, y los transportaron a diez campos de internamiento ubicados en áreas desoladas del desierto. Los campos estaban rodeados de alambre de púas y torres de vigilancia y vigilados por soldados armados con fusiles y bayonetas. Los guardias tenían órdenes de disparar a cualquiera que tratara de salir sin un pase o no acatara una orden de dar el alto. Después de rebeliones en algunos de los campos, acorralaron a los “alborotadores” y los encerraron en un campo de máxima seguridad en Tule Lake, donde usaron gases lacrimógenos contra la resistencia, la que no se detuvo.
Al mismo tiempo, detuvieron a más de 2.000 personas de ascendencia japonesa que vivían en 13 países de América Latina, el 80% de ellas en Perú, las trasladaron a Panamá, y de ahí a los campos de Estados Unidos. Estados Unidos cambió a quinientos o más de estos presos latinoamericanos por prisioneros de guerra (POW, por las siglas en inglés) detenidos en Japón.
Adicionalmente, 150.000 personas de ascendencia japonesa vivían en Hawai’i, casi un tercio de toda la población de las islas hawaianas. Temeroso del impacto económico y político de encarcelar a tantos profesionales, pequeños empresarios, líderes religiosos y trabajadores agrícolas, el gobierno decidió encarcelar solo 2.000 de ellos. Pero puso bajo la ley marcial todo Hawai’i por toda la Segunda Guerra Mundial.
LOS CRIMINALES: El Presidente Franklin Roosevelt emitió la Orden Ejecutiva 9066 el 19 de febrero de 1942, la que permitía que los comandantes militares regionales designaran “áreas militares” de las cuales podían excluir a todos los que quisieran. Un mes antes del ataque contra Pearl Harbor, Roosevelt recibió un informe que sostenía que los japoneses en Estados Unidos no representaban peligro alguno para la seguridad. Pero esto no impidió que Estados Unidos usara la Orden Ejecutiva 9066 para “excluir a toda persona de ascendencia japonesa” de vivir en cualquier lugar de la costa oeste — de toda California y gran parte de Washington, Oregon y Arizona.
El FBI pudo actuar con rapidez porque la Oficina de Inteligencia Naval (ONI, por las siglas en inglés) ya había compilado listas que identificaban a los líderes claves de la comunidad. Para 1939, el FBI, las agencias especiales de inteligencia del Departamento de Justicia, la Oficina de Inteligencia Naval y la División de Inteligencia Militar del Ejército estaban compilando listas de “las personas peligrosas”, sean ciudadanos o no. Décadas más tarde, la Oficina del Censo de Estados Unidos se vio obligada a admitir que había proporcionado información sobre las personas de ascendencia japonesa que vivían en Estados Unidos.
Esto permitió que el FBI detuviera a más de 1.200 hombres inmigrantes japoneses pocas horas después del ataque a Pearl Harbor – etiquetándolos de “amenazas potenciales a la seguridad nacional”. En realidad, eran los líderes comunitarios, sacerdotes budistas, maestros del idioma japonés y otros que podían haber movilizado una protesta y resistencia política a estas redadas.
Los periódicos principales de Estados Unidos desempeñaron un papel crucial en sentar las condiciones y allanar el terreno para perseguir a ciudadanos estadounidenses y niños así como a inmigrantes al avivar los ataques racistas feos contra toda persona de ascendencia japonesa. Un editorial en el periódico, Los Angeles Times, declaró:
Una víbora es todavía una víbora dondequiera que salga del cascarón. Por lo tanto, un japonés-americano nacido de padres japoneses, nutrido en las tradiciones japonesas, viviendo en un ambiente japonés trasplantado... crece como un japonés, y no un estadounidense.... Por lo tanto, si bien podría causar la injusticia a unos pocos el tratarlos a todos como enemigos potenciales, no puedo evitar las conclusiones... de que tal tratamiento… debe ser aplicado a todos y cada uno de ellos mientras estamos en guerra con su raza”.
EN SUS PROPIAS PALABRAS:
El teniente general John DeWitt, el comandante del programa de internamiento, dijo a la prensa: “Un jap es un jap”. (“Jap” era y es un término racista y despectivo para una persona japonesa). Y al Congreso declaró:
No quiero que ninguna [persona de ascendencia japonesa] esté aquí. Son un elemento peligroso. No hay manera de determinar su lealtad.... No importa que sea ciudadano estadounidense, todavía es un japonés. La ciudadanía estadounidense no necesariamente determina la lealtad.... Pero tenemos que preocuparnos todo el tiempo por el japonés hasta que sea borrado del mapa”.
LA COARTADA: El pretexto para estos crímenes contra la humanidad fue el supuesto “peligro” para el país que representaban estos “enemigos extranjeros”. El alcance de los militares incluyó a todos los que eran al menos 1/16 parte de ascendencia “japonesa”, lo que quería decir que uno tenía un tatarabuelo japonés. Y lo hicieron a pesar de la conclusión de numerosas investigaciones de parte de los militares, el FBI y la CIA de la población japonesa en Estados Unidos hechas antes y después de Pearl Harbor — de que “el problema japonés” no existía.
EL VERDADERO MOTIVO: Este crimen masivo contra todo un pueblo dentro de Estados Unidos, con implicaciones ominosas, desempeñó un papel importante en cohesionar el país en torno a la “necesidad” de apoyar una guerra de masacre mundial — la que incluyó los crímenes de guerra masivos estadounidenses cometidos en contra de cientos de miles de civiles japoneses cuando Estados Unidos lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Para los que gobiernan este país, la Segunda Guerra Mundial se libró en beneficio del capitalismo-imperialismo estadounidense, para defender y expandir su control y dominio de grandes zonas del mundo —Asia, el Sudeste Asiático, África del Norte y otras partes— en contra de sus rivales imperialistas: Alemania, Italia y Japón.
LOS REINCIDENTES: Mucho antes de la internación japonesa, Estados Unidos había forzado a todas las tribus indígenas supervivientes a vivir en campos de concentración llamados “reservas”. Esta fue la etapa final de la destrucción genocida de la gran mayoría de los pueblos indígenas que una vez habían sumado millones en el continente, y el robo de sus tierras en todo el país en el nombre del “Destino Manifiesto”. Forzaron a los supervivientes a encontrar algún modo de sobrevivir y ganarse la vida en unas de las zonas más desoladas del país.
Cuando llegó el momento para encontrar lugares para aprisionar a las más de 100.000 personas de ascendencia japonesa, trasladaron a la gran mayoría de estas a las reservas indígenas en las zonas más remotas y desoladas de los siete estados del oeste de Estados Unidos.
Hoy en día promuevan las mismas justificaciones racistas que utilizaron contra la gente de ascendencia japonesa en Estados Unidos en contra de los inmigrantes de México, América Central y América Latina, y todos los musulmanes. Donald Trump y otros fascistas de peso están azuzando a la gente con el mismo tipo de argumentos que se utilizaron para justificar el Crimen Yanqui de los campos de concentración de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. En esta situación, se incluye el aumento del odio racista y los ataques violentos, incluso el asesinato, contra las personas de ascendencia asiática a lo largo de Estados Unidos.