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Crimen Yanqui Caso #81: 13 de septiembre de 1971 — La masacre de los heroicos presos de Attica

Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver "3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor").

En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.

La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui

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El 9 de septiembre de 1971, el más poderoso e importante motín en una prisión en la historia de Estados Unidos estalló en la prisión estatal de Attica, en el estado de Nueva York. Attica fue parte de la lucha de liberación negra y las luchas revolucionarias de la década de 1960. (Foto: AP)

El crimen: 

El 13 de septiembre de 1971, policías, sheriffs, policías del parque, y la Guardia Nacional lanzaron un asalto asesino contra la prisión Attica en el norte del estado de Nueva York, matando a 39 personas que no tenían armas.

Cuatro días antes, el 9 de septiembre, en la prisión de Attica había estallado la más poderosa rebelión de presos en la historia de Estados Unidos. Más de la mitad de los 2200 reclusos, principalmente negros, pero también puertorriqueños y blancos, se apoderaron de grandes partes de la prisión y tomaron a 38 guardias como rehenes.

La rebelión tuvo sus orígenes en el maltrato constante de los guardias, las pésimas condiciones de vida, el hecho de que el estado se negaba a abordar las quejas de los presos, así como en el racismo y la opresión nacional que reinaba en la prisión y en la sociedad estadounidense. Muchos presos de Attica se habían radicalizado por los levantamientos de los años 1960, y el asesinato, el 21 de agosto, del preso revolucionario y líder George Jackson, a manos de guardias en la prisión San Quentin de California, les fue un fuerte golpe, provocando un ayuno en silencio en señal de protesta.

El espíritu de los Hermanos de Ática, como se les llegó a conocer, fue captado por el preso y vocero de 21 años de edad, L.D. Barkley: “Somos hombres. No somos bestias y no queremos ser golpeados o arriados como tal… Lo que ha pasado acá no es sino el rumor antes de la furia de aquellos que están oprimidos...”.

Los presos se apoderaron del patio-D y de varios pabellones. Se organizaron para la distribución de alimentos, para atender enfermedades, para la limpieza, para montar talleres, y un mando de seguridad para proteger a los rehenes. Presentaron demandas que “acercarán el fin de estas instituciones carcelarias que no le hacen ningún bien al Pueblo de Estados Unidos, sino a los que explotan y esclavizan a la gente de Estados Unidos”. Entre las demandas figuraban: amnistía total por el levantamiento; transporte rápido y seguro a un “país que no sea imperialista” para los presos que lo querían; y negociaciones por medio de un equipo de observadores formado por individuos elegidos por los presos. Propusieron 15 “propuestas prácticas” incluyendo libertad para la actividad política y fin a la censura de literatura que reciben en la prisión.

Los presos pidieron apoyo de todo el mundo y de personajes en Estados Unidos como el abogado radical William Kunstler, el líder del Partido Pantera Negra Bobby Seale, y líderes del puertorriqueño Partido Young Lords, y el periodista del New York Times Tom Wicker. Herbert X. Blyden, uno de los Hermanos de Attica, declaró: “Estamos aquí en nombre de los oprimidos de todo el mundo y no vamos a rajarnos ni a doblegarnos. ¡Vamos a mostrar lo que se debe hacer, porque sabemos lo que se debe hacer!”.

La rebelión se dio cuando a Estados Unidos le sacudían poderosos levantamientos contra la opresión del pueblo negro y la guerra de Vietnam. Había una rebelión de masas contra la cultura estadounidense establecida. La legitimidad del orden imperante estaba bajo mucha presión, millones de personas soñaban con la revolución, y los gobernantes temían que las cosas se salieran de su control. La toma de la prisión les estremeció y les sacudió. Las autoridades carcelarias de Nueva York rechazaron las demandas de los presos, especialmente la de amnistía. El gobernador, Nelson Rockefeller rechazó las súplicas de muchos de visitar la prisión. En vez, él y los mandos policiales planearon en secreto un asalto militar de gran envergadura.

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BAsics from the talks and writings of Bob Avakian   

An Appeal to Those the System Has Cast Off

Here I am speaking not only to prisoners but to those whose life is lived on the desperate edge, whether or not they find some work; to those without work or even homes; to all those the system and its enforcers treat as so much human waste material.

Raise your sights above the degradation and madness, the muck and demoralization, above the individual battle to survive and to “be somebody” on the terms of the imperialists—of fouler, more monstrous criminals than mythology has ever invented or jails ever held. Become a part of the human saviors of humanity: the gravediggers of this system and the bearers of the future communist society.

This is not just talk or an attempt to make poetry here: there are great tasks to be fulfilled, great struggles to be carried out, and yes great sacrifices to be made to accomplish all this. But there is a world to save—and to win—and in that process those the system has counted as nothing can count for a great deal. They represent a great reserve force that must become an active force for the proletarian revolution.

—Bob Avakian, BAsics 3:16

El 13 de septiembre: El asalto empezó a las 9:30 de la mañana con helicópteros de la Guardia Nacional bombardeando el penal con gases lacrimógenos CN y CS que ardían y asfixian. Los presos no tenían armas de fuego y desde la toma no habían cometido ningún acto de violencia. Sin embargo, en cuestión de minutos más de 550 policías estatales y francotiradores abrieron fuego con escopetas y pistolas, sub-metralletas Thompson, y semiautomáticas. Fue una lluvia de más de 2000 balas (y tal vez hasta 4500). Aproximadamente a las 10 de la mañana los policías les ordenaron a los presos a ponerse de pie con las manos sobre la cabeza, y que no les iba a pasar nada. Pero no dejaron de disparar y unos que se rendían fueron acribillados.

Unos 20-30 minutos después, las fuerzas armadas del estado estaban arrasando el penal. “Entraron con sus armas y bayonetas disparando contra todo lo que se movía. Le dispararon a todo el mundo. Fueron de celda en celda con ametralladoras, disparando por toda la celda, debajo de las camas. No les importaba si había alguien ahí, apretaban el gatillo sin parar. Su objetivo era matar, no hacer preguntas, sino matar…”, recuerda el Hermano de Attica, Akil Al-Jundi.

Apartaron a los presos políticos, a los líderes de la rebelión y a otros y los ejecutaron. Al miembro del Partido Pantera Negra Kenneth Malloy lo acribillaron con por lo menos10 disparos, cuatro en los ojos con una pistola de calibre .357 magnum a un pie de distancia. A Sam Melville, un revolucionario blanco que había puesto sus brazos sobre la cabeza indicando que se rendía, le mataron con un disparo de escopeta al pecho. A L.D. Barkley le dispararon por la espalda con una bala plateada calibre .270, probablemente de un francotirador con arma de caza.

A cientos de presos les ordenaron desnudarse y gatear por el lodo y vidrio roto y a unos les obligaron correr entre dos filas de guardias que blandían garrotes. Varios murieron sangrando porque no les atendieron, les dejaron ahí heridos, sangrando, empapados en su propia sangre. Los guardias los mearon o los golpearon hasta romperles los huesos.

A Frank “Big Black” Smith lo desnudaron y torturaron por seis horas. Tirado sobre una mesa le pusieron una pelota de fútbol norteamericano debajo de la quijada y le dijeron que si se mueve o se cae la pelota le matan, al mismo tiempo que le quemaban con cigarrillos, con casquillos ardientes y le pegaban en los testículos. A otro a quien una bala le había fracturado el fémur le obligaban a caminar, y cuando no podía un policía le metía repetidamente un destornillador en el recto para forzarlo a gatear.

Mataron a 29 presos y 10 guardias que eran rehenes. 89 presos fueron heridos de bala y otros 319 tenían diversas lesiones. Una semana después, una investigación de un tribunal estatal concluyó que el 90 por ciento de los presos todavía tenían señales visibles de la brutalidad.

Como resultado de la rebelión, acusaron a sesenta y dos presos de 1289 “crímenes”, pero no acusaron, juzgaron ni condenaron a ningún guardia. Y 20 años después, en una acción civil entablada por los presos, solo encontraron culpable de una falla al sub alcaide Karl Pfeil.

Eyes On The Prize

American Experience

Parte 12 (“Una nación de la ley 1968-71”) del documental Eyes On The Prize (Ojos en el premio) de PBS comienza con el asesinato de Fred Hampton. El segmento sobre el levantamiento en Attica, con metraje y testimonios poderosos, comienza a 31:13, en inglés.

La coartada: Las autoridades de Nueva York alegaron que solo trataban de recuperar la prisión y rescatar a los guardias. Después de retomar la prisión, alegaron que los presos les habían degollado a los rehenes, que incluso habían castrado a uno y matado a otros con pistolas caseras. (Todo eso fue desmentido al día siguiente cuando el médico forense dio a conocer sus resultados: todos los que murieron en Attica, sean presos o guardias, murieron de disparos. No hubo castrados, ni degollados ni un muerto por pistola casera. Solo las fuerzas del estado tenían armas de fuego.)

Por lo general, las autoridades de Nueva York y los medios de comunicación pintaron a los presos como “amotinados” necios en desquitarse, mientras que el estado trató de resolver la crisis con recomendaciones razonables y simplemente trató de recuperar control de la prisión y proteger a los guardias que eran rehenes. El gobernador Rockefeller le dijo al presidente Nixon el cuento oficial, que policías sí habían matado a presos durante la toma, “pero solo cuando estaban por matar a un guardia, o cuando atacaron a los nuestros que fueron por los guardias”. O sea que el estado se había inventado todas esas calumnias, que la prensa repitió como un loro obediente.

El verdadero motivo: Attica fue parte de la lucha de liberación negra y las luchas revolucionarias de los años 1960. Fue un manifiesto de la humanidad de quienes el sistema trata como “bestias” y un profundo desenmascaramiento de las barbaridades que se cometen en las prisiones de Estados Unidos y de la maquinaria de represión violenta. Destacó que el pueblo negro sigue en un estado de esclavitud. Y Attica se convirtió en un toque de clarín a levantarse contra el imperialismo y la opresión que resonó por todo el mundo.

Los gobernantes razonaron que no podían dejar pasar ese reto a su autoridad de parte de los más oprimidos. Temían el impacto que el levantamiento en Attica tenía en millones de personas de muchas capas sociales que seguían el levantamiento por televisión y eran testigos de la profunda humanidad de los presos. Así que Rockefeller, con el respaldo de la administración de Nixon, se sintió obligado no solo a aplastar violentamente la rebelión, sino también a poner un ejemplo con una masacre “para asombrar y espantar”, para sembrar terror, vilipendiar y aislar a los presos, y mandar un mensaje a todos los oprimidos en cualquier parte, de que “no se atrevan a hacer esto otra vez”.

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El 13 de septiembre de 1971, el estado de Nueva York lanzó un asalto militar sobre los presos de Attica. Helicópteros rociaron gas lacrimógeno, francotiradores dispararon al patio, y policías estatales disparando escopetas atacaron a los rebeldes. Asesinaron a veintinueve presos no armados y a 10 guardias de la prisión que eran rehenes, e hirieron o lesionaron a otros cientos de presos. Arriba, obligaron a los prisioneros a desnudarse, arrastrarse por el barro y el vidrio roto y correr entre dos filas de policías armados con porras. (Foto: AP)

Los criminales:

El gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller y el estado de Nueva York. Un importante nuevo libro de la profesora Heather Ann Thompson, Blood in the Water: The Attica Prison Uprising of 1971 and Its Legacy [Sangre en el agua: El levantamiento de 1971 en la prisión de Attica y su legado], que se basa en documentos del estado previamente secretos, demuestra que Rockefeller mantuvo reuniones secretas con sus policías estatales para planear la matanza y fabricar la coartada. Y el encubrimiento comenzó antes de la matanza se llevó a cabo: muchos de los policías y guardias se quitaron los distintivos de identificación; los números de serie de las armas no fueron registrados, y los informes normales en relación a la munición descargada se consideraron innecesarios.

Rockefeller llamó a Nixon por teléfono el día del asalto. Dijo que era una “operación bella” y un “trabajo excelente.” Le confió a Nixon que pensó que hasta 200 a 300 presos podían morir, pero ordenó la operación de todos modos. Los dos gobernantes estuvieron de acuerdo de que la demanda de los presos por la amnistía era totalmente inaceptable; temían que concederla provocaría otras rebeliones.

Blood in the Water también saca a la luz el encubrimiento de la matanza criminal en Attica por parte de Rockefeller y el estado. Documentos mantenidos en secreto por largo tiempo mostraron que los investigadores estatales sabían que los agentes de la ley habían cometido el asesinato en Attica, pero se negaron a procesar a una “larga lista” de policías que habían matado o herido a presos, uno de los cuales había disparado a Kenneth Malloy tantas veces a quemarropa que “las cuencas de los ojos fueron triturados por fragmentos de sus propios huesos”.

The New Communism cover

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El presidente Richard Nixon. La Casa Blanca de Nixon y el FBI seguían muy de cerca el levantamiento en Attica, que Nixon vio como “una cosa de negros.” Después de que el estado retomó el control de la prisión, Nixon dijo acerca de Rockefeller, “Tiene muchas agallas… Tenemos que ser duros con esto”. Y Nixon dijo a Rockefeller que tenía su pleno respaldo.

Decenas de funcionarios de prisiones, policías, sheriffs, policías estatales y policías de parque que llevaron a cabo el asesinato, la brutalidad y la tortura. Uno, el sub alcaide Pfeil, gritó, “Maten al bastardo judio”, mientras observaba la paliza del abogado-preso Jerry Rosenberg, y después Pfeil mismo le pegó a Rosenberg en la cabeza con una cadena. Durante la matanza se escucharon a policías municipales y estatales fuera de Attica gritando jubilosamente “poder blanco” mientras recargaban sus armas para continuar la masacre.

En sus propias palabras:

En el día de la matanza, Nixon habló con Rockefeller por teléfono y le dijo:

Yo sé que usted ha tenido un día duro, pero quiero que sepa que le apoyo totalmente... la valentía que mostró y la decisión de no conceder la amnistía, que estaba bien, y no me importa qué demonios digan los periódicos o cualquier otra persona. No me importa lo que digan. Creo que usted tenía que hacerlo de esa manera, porque si hubiera concedido la amnistía en este caso, habría significado que se armaría un gran revuelo en todas las prisiones de este país... usted hizo lo correcto. Es una tragedia que a estos pobres les dispararan, pero sólo quiero que sepa que ese es mi opinión, y he dicho a las tropas por aquí que deben apoyar eso totalmente.

 

 

Fuentes

 “Aniversario 40 de la rebelión de la prisión Attica: ‘No somos bestias y no queremos ser golpeados o arriados como tal, revcom.us, 11 de septiembre de 2011

¡Attica!”, revcom.us, 15 de noviembre de 2009

Attica Brother Akil Al-Jundi,” en inglés, revcom.us, 21 de agosto de 2011

William Kunstler, My Life as a Radical Lawyer [Mi vida como un abogado radical], capítulo 12 (Carol Publishing Group, 1994)

Clip de YouTube del documental de POV, Disturbing the Universe [Perturbando el universo], sobre la vida de William Kunstler

Malcolm Bell, Turkey Shoot: Tracking the Attica Cover-Up [La matanza fue pan comido: Siguiendo el encubrimiento acerca de Attica (Grove / Atlantic, 1985)

Jennifer Schuessler, “Prying Lose the Long-Kept Secrets of Attica” [Descubriendo los secretos guardados por largo tiempo acerca de Attica], New York Times 3 de agosto, el año 2016

Heather Ann Thompson, Blood in the Water: The Attica Prison Uprising of 1971 and Its Legacy [La sangre en el agua: El levantamiento de 1971 en Attica y su legado] (Penguin Random House, 2016)

Sam Roberts, “Rockefeller on the Attica Raid, from Boastful to Subdued” [Rockefeller sobre la redada en Attica, de presumido a apagado], New York Times, 12 de septiembre de 2011

“40 Years After Attica Rebellion, New Tapes Reveal Nixon, Rockefeller Praised Deadly Crackdown” [40 años después de rebelión de Attica, nuevas cintas revelan que Nixon y Rockefeller elogieron la represión mortal], Democracy Now! 16 de de septiembre de 2011

Bill Berkowitz, “Cover-Up of Slaughter at Attica Prison Continues Decades Later” [El encubrimiento de la masacre en la prisión de Attica continúa décadas después], BuzzFlash en Truthout.org, 10 de septiembre de 2014

Bruce Jackson, “ATTICA: an anniversary of Death” [ATTICA: un aniversario de La Muerte], Artvoice 9 de septiembre de 1999

Un alto funcionario del gobierno admitió: La "guerra contra las drogas" SÍ ES una guerra contra el pueblo”, revcom.us, 20 de abril del año 2016

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