Hace poco, un profesional de clase media, a quien se le envió un artículo mío (mi respuesta a un artículo de opinión en el New York Times escrito por el ex “radical de los años 60” Mark Rudd)1, respondió en el sentido de que a pesar de que estaba muy ocupado,
Hoy me abrí un espacio... para leer la respuesta completa de Bob Avakian al artículo de Mark Rudd en el New York Times y quedé muy decepcionado. A pesar de que Rudd se enfoca en el tema de la violencia como una herramienta para el cambio revolucionario, Avakian vacilaba y evadía, tratando de argumentar por dos cosas al mismo tiempo. Condenó la “locura” del Weather Underground y de “equivocado” calificó al bombazo que intentaron, pero luego criticó vagamente la estrategia de la “no violencia” por ser demasiado “limitante”. ¿¿¿¿Qué????
Aparentemente, el Nuevo Comunismo apoyaría la violencia una vez que una revolución “real” masiva estuviera en marcha. Si esa suposición es cierta, pues, ¿por qué Avakian no lo dice en lugar de mostrarse tan esquivo al respecto en su respuesta a Rudd? Aparentemente, el Weather Underground solamente estuvo tácticamente “equivocado” al planear prematuramente un ataque violento.
Muy confuso y embrollado.
Esto es digno de una respuesta — no a manera de singularizar a esta persona específica, sino precisamente porque sus comentarios son típicos de todo un sector de los “liberales” de clase media, cuyo problema básico es que, a pesar de sus inclinaciones a favor de oponerse a ciertas formas de injusticia y opresión, están en un maridaje tan fuerte con este sistema que se resisten fuertemente a explorar, o incluso se niegan rotundamente a explorar, la cuestión decisiva de lo que realmente es necesario para poner fin a la opresión y la explotación —la cuestión decisiva de la reforma o la revolución— y en particular tienen una fuerte aversión a abordar una presentación sustancial de por qué es imposible reformar este sistema del capitalismo-imperialismo de una manera que correspondería en los intereses fundamentales de la humanidad, y que hay que derrocar este sistema, mediante una revolución real, y reemplazarlo por un sistema radicalmente diferente y mucho mejor.
La cuestión esencial y central que se aborda en el artículo al que responde esta persona no es la violencia o la no violencia, es la reforma o la revolución. Y, derivado de esa cuestión decisiva —o con mayor precisión, derivado de la determinación científica de que hace falta una revolución— se trata la cuestión de qué es necesario para llevar a cabo tal revolución, así como cuál es el contenido de esa revolución. En lugar de responder a estas cuestiones, la respuesta de marras se entrega a lo que desafortunadamente es un desdén liberal simplista tan común, que ofrece tan sólo una crítica superficial, falsa y engañosa: que mi artículo (mi respuesta a Rudd) “vacila y evade” sobre la cuestión de la violencia (o sea, no habla con claridad al respecto). Si se trata de que, por parte de esta persona, él no puede ver o que él no verá lo que es obvio, las siguientes secciones de mi respuesta a Rudd dejan muy en claro cuál es mi posición sobre esta cuestión:
Rudd pone una dicotomía falsa: Según su manera de presentar las cosas, las únicas alternativas son la violencia de parte de un pequeño grupo que está aislado de las masas de personas, o limitar las cosas a las reformas que se obtienen mediante la acción no violenta de millones de personas. Pero, ¿y qué de la lucha verdaderamente revolucionaria de millones de personas, con el objetivo no solo de ganar concesiones al sistema existente, sino de derrocarlo y crear un sistema mucho mejor?2
Y:
Hay, por supuesto, un lugar definido y un papel definitivamente positivo para las luchas no violentas masivas cuyo objetivo queda corto de una revolución pero que se oponen a la opresión y atrocidades reales de este sistema. Un ejemplo muy importante al respecto es el llamamiento de Rechazar el Fascismo a una movilización de masas no violenta pero sostenida para expulsar al régimen fascista de Trump y Pence. Pero limitar las cosas a la no violencia, en todas las circunstancias y como una especie de supuesto principio absoluto —oponerse a una lucha revolucionaria llevada a cabo por millones de personas para derrocar este sistema cuando se hayan gestado las condiciones que lo harían posible— significa al menos aceptar objetivamente y acomodarse a este sistema monstruoso y las instituciones muy violentas (en particular las fuerzas armadas y la policía) que refuerzan su gobierno, en Estados Unidos y en todo el mundo, con las atrocidades más masivas y atroces. Cualquiera que sea su intención, eso es lo que Rudd de hecho está haciendo3.
Solo hay una sola conclusión posible —o lógica y razonable— que se puede sacar de la forma en que este artículo pone las cosas en este caso (así como en cualquier otro lugar), y esa conclusión definitivamente no es que el artículo está “vacilando y evadiendo” sobre qué tipo de lucha de millones de personas es necesaria para deshacerse de este sistema y para crear un sistema mucho mejor. Si esta persona estuviera genuinamente confundida acerca de esto, podría haber recurrido al discurso mío, Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución, que se cita (y lleva una nota al pie de página) en esta respuesta a Rudd, donde aborda con cierta profundidad y detalle la cuestión de la manera en que la revolución para deshacerse de este sistema debe y puede llevarse a cabo, y al mismo tiempo que lo explica con mucha precisión, sin dejar espacios para malentendidos honestos sobre lo que se está diciendo (y lo que no se está diciendo)4. (Dado que, como lo indicó esta persona, estaba muy ocupado en el momento en que escribió su crítica, si de alguna manera no tenía una genuina claridad sobre lo que ahí se decía sobre la cuestión de derrocar este sistema, lo que hubiera correspondido a una posición de principios simplemente habría sido declarar que le faltaba claridad e indicar que, dada la importancia de esta cuestión objetivamente, él planeaba intentar obtener una comprensión más profunda de cuál es esa posición en realidad al leer “Por qué nos hace falta... cómo concretamente podemos...” cuando tuviera el necesario tiempo para explorarla con detenimiento. En el ínterin, estoy seguro de que, si él lo reflexionara un poco, esta persona tendría la capacidad, y la experiencia, para comprender por qué, si uno va con seriedad para hacer una revolución real, hay ciertas cosas que hay que expresar con cuidado y de manera responsable y no de manera “esquiva”, con el objetivo de impedir que se facilitara que se interpretaran mal y que el poderoso aparato represivo de este sistema actuara sobre la base de una tergiversación de lo que se dice).
De todos modos, “aparentemente” esta persona sí entiende lo que se dice acerca de la violencia y la no violencia — aunque la forma en que lo pone no es la forma precisa en que hay que formularlo. Esto se revela en su declaración de que “Aparentemente, el Nuevo Comunismo apoyaría la violencia una vez que una revolución ‘real’ masiva estuviera en marcha”. Pero su siguiente “aparentemente”, una vez más, no acierta: no es que “el Weather Underground solamente estuvo tácticamente ‘equivocado’ al planear prematuramente un ataque violento”. Más bien, ellos intentaron sustituir actos de “terror excitante” en lugar de una revolución real con la participación de millones de personas, y además que tales actos fueron incorrectos y perjudiciales, fueron distintos no solo en “tiempo” sino en naturaleza a una lucha revolucionaria real por el poder que se emprendería de acuerdo con el principio de que las fuerzas de combate revolucionarias deben: “Siempre realizar las operaciones y actuar de las maneras que concuerden con el punto de vista y las metas emancipadores de la revolución” — lo que incluye distinguir entre las fuerzas armadas que luchan por conservar y reforzar el sistema existente de explotación y opresión y, por otro lado, los civiles comunes5.
Una vez más: la reforma o la revolución
Pero, una vez más, toda esta supuesta incertidumbre equivale a una “evasión”, una diversión, para evitar lo que de hecho es la cuestión decisiva en la realidad y en lo que se trata de manera central en el artículo que responde a Mark Rudd: ¿Es posible reformar este sistema, por medio de una lucha que se apoye únicamente y como un principio absoluto en la no violencia — o, de hecho, se necesita una lucha revolucionaria de millones de personas, para derrocar este sistema, a fin de poder abrir el camino a la eliminación de la explotación, la opresión, la desigualdad y la injusticia que están incorporadas en este sistema?
Mi respuesta a Rudd aborda profundas contradicciones que caracterizan a este sistema, tales como se formulan en los “5 ALTOS” (que abarcan la opresión de los negros y otras personas de color, la opresión de las mujeres y otras opresiones basadas en el género, la persecución de los inmigrantes, las guerras injustas y los crímenes contra la humanidad, y la destrucción cada vez más intensificada del medio ambiente) y el enorme y verdaderamente horroroso sufrimiento que este sistema impone a las masas de la humanidad y la amenaza existencial muy real que representa para el futuro de la humanidad. Declara muy claramente que “en términos fundamentales, tenemos dos opciones: o vivir con todo eso —y condenar a las generaciones del futuro a lo mismo, o a cosas peores, si es que siquiera tengan un futuro— o, ¡hacer la revolución!”6 Luego pone este reto:
¿Es posible que Mark Rudd (o cualquier otra persona) argumente que es posible que se realice todo esto —poner fin a estos “5 ALTOS” y a las horrorosas condiciones a las que están sometidas las masas de la humanidad bajo la dominación de este sistema del capitalismo-imperialismo— mediante reformas dentro de los límites de este sistema y sin el derrocamiento revolucionario de este sistema (o dice el argumento según el cual lo mejor que se puede esperar es que todo esto continúe, pero con —lo que objetivamente representa— una leve mitigación)?7
Sería muy bueno que, en lugar de evadir las cosas con la afirmación espuria de que mi respuesta a Rudd está “vacilando y evadiendo”, la persona que escribió esta “crítica” —y, más allá de eso, todos los “liberales” con ideas afines— respondieran a este reto y abordaran directa y honestamente esta cuestión. Eso podría ayudar a alentar y contribuir a lo que es un necesario debate de masas en toda la sociedad sobre la cuestión decisiva de la reforma o la revolución, y todo lo que tiene una profunda importancia en relación con eso.
1. Bob Avakian responde a Mark Rudd sobre las lecciones de los años 1960 y la necesidad de una revolución real. Este artículo está disponible en revcom.us. [volver]
2. Bob Avakian responde a Mark Rudd, énfasis en el original. [volver]
3. Bob Avakian responde a Mark Rudd, cursivas en el original, negritas agregadas. [volver]
4. Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución. El texto en español y el vídeo en inglés de este discurso de Bob Avakian están disponibles en revcom.us. [volver]
5. Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución. [volver]
6. Bob Avakian responde a Mark Rudd, énfasis en el original. (En esta parte, la respuesta a Mark Rudd cita Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución.) [volver]