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ESTA REPÚBLICA — RIDÍCULA, ANTICUADA, CRIMINAL

Los entusiastas de “esta gran democracia estadounidense” con frecuencia cuentan la historia de que al momento de la fundación de Estados Unidos, se le preguntó a Benjamin Franklin: “¿Qué tipo de gobierno tenemos?” Y él respondió: “Una República, si la podéis mantener”. Y se ha “mantenido” durante más de 200 años desde ese entonces. Pero hoy se presenta la pregunta con mayor agudeza que nunca: ¿Vale la pena mantenerla — debería cualquier persona digna querer mantenerla?

En la actualidad, se realza la naturaleza ridícula y anticuada de esta república, y esto se evidencia aún más en el contexto de la crisis del coronavirus en desarrollo. Como tan sólo una dimensión de esto, existe el hecho de que esta república burguesa (capitalista) estadounidense particular está dividida en 50 estados, y hay repetidos conflictos entre los diferentes estados y entre los estados y el gobierno federal en torno a sus enfoques de esta crisis del coronavirus, que interfieren y socavan un enfoque racional unificado de hacer frente a esta crisis — y esto sería así aunque el irracional y anticientífico Trump y Pence y su régimen fascista no presidieran el gobierno federal, aunque por supuesto este régimen solo ha empeorado las cosas.

El hecho de que esta república burguesa particular es ridícula, y en su forma actual es anticuada incluso según sus propios términos, también se expresa en la forma en que se celebran las elecciones nacionales — en las que no se elige el jefe de estado (el presidente) mediante el voto popular directo, sino mediante un colegio electoral compuesto de electores elegidos mediante votación en, una vez más, 50 estados separados. (Esta configuración también está estrechamente relacionada al hecho de que “Estados Unidos”, en su fundación, contenía una serie de estados del Sur que dependían de una economía basada en los esclavos, y una de las principales razones para tener el colegio electoral fue para proteger los intereses de esos estados del Sur y sus clases dominantes propietarias de esclavos — algo que coincidía con la disposición de la Constitución que contaba a cada esclavo como en efecto tres quintos de un ser humano, y más fundamentalmente como propiedad).

Qué tan ridículo y anticuado lo es este sistema de gobierno (de nuevo, incluso según sus propios términos burgueses) también se puede ver en que, como parte de esta configuración, cada estado elige a dos personas para el Senado, aunque algunos estados tienen una población mucho mayor que otros. (Así es hoy que los estados con el 30 por ciento de la población eligen al 70 por ciento de los senadores, mientras que la gran mayoría de la población, el 70 por ciento que queda, está “representada” por solo el 30 por ciento de los senadores).

Muchas personas han argumentado por varios remedios a esta situación, incluida la abolición del colegio electoral y la elección directa del presidente (y del vicepresidente) por votación popular. Pero, en primer lugar, aquellos que obtienen ventaja en esta situación —aquellos que quizá pierdan el voto popular pero aún podrían ganar el conteo del colegio electoral (y en estos días, es probable que sean los republicanos)— no simplemente van a renunciar a su ventaja.

Y, con respecto a la forma “desequilibrado” en que se constituye el Senado, en relación con la población en los estados (las citadas relaciones 30/70 contra 70/30), no hay ninguna manera fácil de cambiar esto —y de hecho, en todo caso, se volverá aún más desequilibrado— en lo fundamental porque la actual “configuración” (o “distribución”) de la población en Estados Unidos se basa en los grandes cambios que se han operado en la economía durante muchísimas décadas: el creciente papel de la agroindustria y una gran disminución del papel relativo de las pequeñas granjas y el número de personas que se dedican a la agricultura; y, en general, el realzado parasitismo de Estados Unidos, de modo que cada vez más la producción real de las cosas que se consumen se lleva a cabo mediante una inmensa red internacional de súper explotación de maquiladoras, sobre todo en el tercer mundo de América Latina, África, el Medio Oriente y Asia, mientras que los sectores abreviados con la palabra en inglés “FIRE” (la que se refiere a las finanzas, los seguros y los bienes raíces), así como la alta tecnología, juegan un papel cada vez más importante, junto con los servicios, en la actividad económica que se lleva a cabo en Estados Unidos en sí. Así que, para aquellos —particularmente aquellos que están concentrados en zonas urbanas— que tienen una queja legítima con respecto a la desproporción entre la población y la forma en que se seleccionan los senadores, no existe ningún remedio realista ya que, dado que donde los “FIRE” y los sectores de alta tecnología, por importantes razones, han llegado a estar concentrados, no sería posible (o práctico) cambiar la forma en que la población se distribuye (y está concentrada) en Estados Unidos sin hacer lo que tampoco es posible (y lo que las personas de las zonas urbanas no desean): cambiar la economía de modo que vuelva a la forma en que estaba constituida y en que funcionaba hace muchísimas generaciones, sin el mismo grado de parasitismo extremo que existe hoy que permite el alto nivel de vida de sectores importantes de la población, inclusive en la clase media (aunque muchas otras personas de la clase media ya estaban en una situación de inseguridad y se esforzaban en el ámbito económico aun antes de que llegara la crisis del coronavirus, por no hablar de las decenas de millones de personas arrojadas a una pobreza extrema, y a la brutal opresión, en Estados Unidos). Y, una vez más, las personas de los estados pequeños con una representación en el Senado que es desproporcionada (mayor) en relación al tamaño de sus poblaciones con muy poco probabilidad aceptarán que el Senado sea elegido de alguna forma que haga que corresponda más a la población (por ejemplo, que se haga que se parezca más a la Cámara de Representantes, en que un senador no representa un estado —y hay dos senadores para cada estado— sino que al contrario represente a una población de cierto tamaño), eliminando así la ventaja que ahora tienen los estados menos poblados y dándole el predominio a las zonas urbanas con las poblaciones más grandes.

Y luego, en relación a todo esto, existe ese régimen fascista de Trump y Pence y (como he analizado en La asesina ilusión de la “normalidad” y el camino revolucionario hacia adelante) las muchas formas en que su perspectiva y prioridades de hecho sabotean un enfoque racional basado en la ciencia para lidiar con la crisis del coronavirus (y los problemas en general). Y, más allá de eso: “Esta crisis con el coronavirus ha puesto en agudo relieve la realidad de que el sistema capitalista no está simplemente fuera de sintonía, sino que está en conflicto fundamental y es un obstáculo directo a la satisfacción de las necesidades de las masas de la humanidad”1.

Anticuada — y criminal

No se trata solamente de que la república burguesa particularmente estadounidense sea anticuada, así como criminal, “según sus propios términos”, sino en lo más fundamental que el sistema capitalista en su conjunto es anticuado y es criminal, y la variante estadounidense de este sistema es particularmente criminal — y así lo ha sido desde su fundación. La realidad es —una realidad que no se puede desconocer, evadir o “eliminar con explicaciones” sin caer en el acomodamiento y la complicidad con crímenes monstruosos— que Estados Unidos es un país fundado en la esclavización de millones de africanos y en el genocidio contra los habitantes originarios de América del Norte.

Estos monstruosos crímenes de esclavitud y genocidio, y un intento de racionalizarlos y justificarlos, fueron consagrados en los documentos fundacionales de Estados Unidos. Como se señaló, la Constitución institucionalizó y codificó la esclavitud, y como lo he dicho:

Sin la esclavitud, Estados Unidos no existiría tal como lo conocemos hoy. Eso es una verdad simple y básica2.

En la Declaración de Independencia, entre las cosas por las cuales se condenó al entonces rey de Inglaterra, figuran la acusación de que éste fomentó rebeliones de esclavos (“alentó insurrecciones internas entre nosotros”), y “procuró igualmente irritar contra nosotros a los habitantes de las fronteras, los indios bárbaros y feroces”3.

Y los crímenes monstruosos cometidos por los gobernantes de Estados Unidos —e integrados en las propias estructuras, relaciones, dinámicas y funcionamiento de este sistema— no solo han continuado a lo largo de los siglos desde la fundación de Estados Unidos, sino que se han expandido enormemente, con el sometimiento a literalmente miles de millones de personas, y a países por todo el mundo, a una explotación despiadada, una opresión asesina y una destrucción masiva de guerras, incluido el uso de armas nucleares al fin de la Segunda Guerra Mundial. En resumen, mientras que muchos “liberales” se unen a la gente de la calaña de Ronald Reagan al declarar que Estados Unidos es “una luminosa ciudad en la colina”, un faro de libertad para el mundo, la verdad es que:

Este es un país fundado en la esclavitud y el genocidio que ha continuado explotando y oprimiendo salvajemente a la gente —y perpetrando asesinas invasiones y golpes de estado, mientras devasta el medio ambiente— con consecuencias terribles para las masas de personas, en todas partes del mundo4.

Poner fin a este ridículo, anticuado y criminal sistema, mediante una revolución que tenga por objeto crear una sociedad y un mundo mucho mejores, es el reto al que todas las personas de conciencia tienen que hacerle frente, y asumir, quienes estén dispuestas a enfrentar —o que no tienen más remedio que enfrentar— la realidad de lo que es este sistema, y lo que implica dejar que este sistema continúe existiendo y dominando el mundo y determinando la condición y el destino de la humanidad5.

 

 

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1. La asesina ilusión de la “normalidad” y el camino revolucionario hacia adelante está disponible en revcom.us.  [volver]

2. Lo BAsico 1:1 (Lo BAsico de los discursos y escritos de Bob Avakian).

Comentarios adicionales del autor:

Varios apologistas de “esta gran democracia estadounidense” señalan que, después de todo, Estados Unidos libró una Guerra Civil que puso fin a la esclavitud — como si esto de alguna manera eliminara, o al menos “suavizara”, la terrible experiencia de la esclavitud. (Algunas personas hasta han caído tanto en la degeneración moral como para afirmar que los negros en Estados Unidos deberían de estar “agradecidos” porque la esclavitud haya terminado de esa manera — ¡después de más de dos siglos de esta esclavitud!) Es cierto que la Guerra Civil terminó por conducir a la emancipación de los esclavos. Y es por esta razón que he señalado que, después de que se fundó Estados Unidos, y se consolidó su independencia, la Guerra Civil es la única guerra justa que Estados Unidos jamás haya emprendido (por parte de la Unión) mientras que, en lugar de glorificar esta guerra (como lo hacen con frecuencia con las guerras que emprenden), a menudo la lamentan como una tragedia — “de enfrentarse hermano contra hermano”. Esto desconoce la realidad de que, una vez que se les dio posibilidades y se les permitió hacerlo, casi 200.000 personas negras combatieron en el Ejército de la Unión durante la Guerra Civil, a un ritmo de muertes más alto que sus contrapartes blancas — y ¡esos combatientes negros por la libertad para nada consideraban a los blancos del Ejército de la Confederación, que combatían por mantener la esclavitud, como sus “hermanos”!

Otra denuncia desgarradora adicional a todo este sistema en Estados Unidos es que, tan sólo una década después del fin de la Guerra Civil, cuando el gobierno federal puso fin a la Reconstrucción en el Sur, de nuevo se sometió a los negros a las más horrorosas atrocidades, mediante un sistema de segregación, linchamientos y terror general del “Jim Crow” llevado a cabo por el Ku Klux Klan, con el respaldo y, a menudo, la participación directa de las autoridades y del “sistema judicial” en el Sur en particular. E, incluso con algunas concesiones arrancadas a este sistema mediante el movimiento de derechos civiles después de la Segunda Guerra Mundial, la realidad es que las personas negras en Estados Unidos han seguido siendo objeto de una sistemática opresión y un continuo terror, que hoy en su mayor parte la policía lleva a cabo en todas partes de Estados Unidos.

La serie Crimen Yanqui de revcom.us cuenta y destaca muchos —aunque lejos de todos— de los crímenes grandes y monstruosos cometidos por este sistema y su(s) clase(s) dominante(s), a lo largo de su historia y por todo el mundo.  [volver]

3. Bob Avakian ha escrito lo siguiente sobre el autor de la Declaración de Independencia, Thomas Jefferson:

Algunas veces se dice que Jefferson realmente se oponía a la esclavitud y quería ver que se terminara. Y se pueden encontrar declaraciones de Jefferson donde dice que la esclavitud de hecho es una plaga y que tendrá consecuencias negativas por algún tiempo por venir. También ha habido malinterpretaciones de lo que Jefferson escribió sobre la esclavitud. Para tomar un solo ejemplo importante, hay pasajes que escribió en los borradores de la Declaración de Independencia —algunos de los cuales no lograron ser parte, pero algunas que sí lograron ser parte, de la versión final de esa Declaración— en que se condena fuertemente al rey de Inglaterra y al gobierno británico por presuntamente haber impuesto el comercio de esclavos a Estados Unidos. Ahora, de hecho había maneras en que Jefferson y la clase de dueños de esclavos en Virginia en general se opusieron a algunos aspectos del comercio internacional de esclavos, aún cuando al mismo tiempo ellos mismos participaban en la venta de esclavos a otros estados y a los amos de esclavos en otros territorios. En esto, la motivación esencial de estos dueños de esclavos de Virginia era que no querían que se hiciera caer el precio de los esclavos, ya que ellos mismos se habían convertido en importantes vendedores de esclavos dentro de Estados Unidos. En lo fundamental, por esta razón, se opusieron a la continuación del comercio internacional de esclavos — una vez que sí llegaran a oponérsele. Esto lo veían sobre todo en términos de propiedad, y de oferta y demanda en relación con la venta de este tipo particular de propiedad — los seres humanos. Así, en este caso también, Jefferson actuó en favor de los intereses de la clase de dueños de esclavos, y su “sociedad agraria” resultó ser un sistema de plantaciones de los dueños de esclavos — y no una sociedad de pequeños agricultores independientes.

Esto por supuesto está relacionado con (y en sentido general es parte de) la contradicción más grande entre las declaraciones de tono excelso de Jefferson en la Declaración de Independencia acerca de la igualdad de todos los hombres (nótese: todos los hombres) y sus “derechos inalienables” y, por otra parte, la escandalosa realidad de que el propio Jefferson no sólo poseía esclavos sino que actuaba de manera consecuente en favor de los intereses de la clase de dueños de esclavos y de la institución de la esclavitud, aunque a la vez expresara ciertos escrúpulos morales sobre la esclavitud y elucubraciones sobre sus consecuencias largoplacistas para la nueva república estadounidense.  [volver]

4. Bob Avakian sobre el juicio político de destitución, crímenes contra la humanidad, liberales y mentiras, y verdades profundas y provocadoras está disponible en revcom.us.  [volver]

5. En Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución, Bob Avakian habla de modo sustancial acerca de esas cuestiones; y la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, escrita por Bob Avakian, ofrece una visión panorámica y un plano concreto para una sociedad socialista radicalmente diferente, con el objetivo final de un mundo comunista, con la abolición de toda explotación y opresión. Estas obras también están disponibles en revcom.us.  [volver]